JULIO ULISES MORALES LÓPEZ Pacífico Sur MARLEN
MARTÍNEZ DOMÍNGUEZ Pacífico Sur DULCE ANGÉLICA Pacífico Sur Recibido 18 noviembre
2021 Aprobado 23 marzo 2022
Publicado 2022
|
Mujeres
indígenas rurales y pobreza. Los impactos de las desventajas frente a los
recursos Resumen: El
presente estudio expone los impactos de la pobreza en las mujeres de un
municipio indígena de Oaxaca de muy alta marginación, al identificar los
recursos, las estrategias y su efectividad en la vida de las mujeres, desde
el enfoque teórico de las desventajas acumuladas. Se utilizó el método
etnográfico mediante observaciones directas y entrevistas con perspectiva de
género, culturalmente situada. Los hallazgos sugieren que la migración
familiar fue una estrategia de sobrevivencia que incentivó el acceso a
activos durante el siglo XX, sin embargo, en las últimas décadas los ingresos
generados por la migración han perdido relevancia en el ingreso total para
disminuir la pobreza. Asimismo, los programas sociales han contribuido al
sostenimiento de las familias, pero no han logrado evitar la migración de las
mujeres y sus familias. Los resultados de este trabajo plantean perspectivas
renovadas para estudiar la pobreza del nuevo siglo, bajo otras categorías que
conlleven a estrategias para comprenderla y reducirla. Palabras
clave: Mujer rural; pobreza; desigualdad social; migración.
Rural indigenous women
and poverty. The impacts of disadvantages versus resources Abstract: This study exposes the impacts of poverty on women in an indigenous
municipality in Oaxaca with very high marginalization, by identifying
resources, strategies and their effectiveness in women's lives, from the
theoretical approach of accumulated disadvantages. The ethnographic method was
used through direct observations and interviews with a culturally situated
gender perspective. The findings suggest that family migration was a survival
strategy that encouraged access to assets during the 20th century, however,
in recent decades the income generated by migration has lost relevance in
total income to reduce poverty. Likewise, social programs have contributed to
sustaining families but have not been able to avoid the migration of women
and their families. The results of this work raise renewed perspectives to
study the poverty of this new century, under other categories that lead to
new strategies to understand and reduce it. Keywords: Rural women; poverty;
social inequality; migration.
Cómo
citar Morales,
J.; Martínez M. y Gómez D. (2022). Mujeres indígenas rurales y pobreza. Los
impactos de las desventajas frente a los recursos. Culturales, 9, e548. https://doi.org/10.22234/recu.20210901.e548 |
Introducción
Motivados
por la evidencia empírica de la última década del siglo XX, los estudiosos de
la pobreza realizaron una crítica al enfoque que elogia la efectividad de la
sobrevivencia de los pobres a través de sus estrategias familiares (Roberts,
2006; Feijoó, 2003). Esta apreciación sostenía que las personas pobres no sólo
estaban aumentando numéricamente, sino que sus desigualdades eran cada vez más
profundas, debido a procesos cada vez más amplios de precarización.
A partir de 1980, se hizo evidente la pobreza
como un fenómeno ligado tanto a las regiones rurales como a las áreas urbanas
que recibían oleadas de población migrante afectada en gran medida por las
políticas neoliberales (Roberts, 2006). Las migraciones a las ciudades no
provocaron los beneficios deseados en las regiones rurales, pues si bien las
remesas contribuyeron a la sobrevivencia familiar, éstas eran insuficientes
para mejorar las condiciones de vida de forma sustancial en dichos
espacios.
De esta forma, entre 1980 y 1990, los análisis
de la pobreza estuvieron influenciados por diversas perspectivas analíticas sobre
los recursos que las personas pobres emplean como elementos efectivos para
afrontar sus adversidades. Así, el concepto de pobreza estuvo ligado a otros
como las estrategias de sobrevivencia (Duque y Pastrana, 1973; González de la
Rocha, 1986a y 1986b), el capital social (Moser, 1996; 1992) o la marginalidad
(Adler, 1993). Estos marcos posibilitaron entender a las familias bajo un
modelo de reacción frente a las numerosas transformaciones de sus entornos, sin
embargo, el más utilizado es el de estrategias de sobrevivencia, ya que:
La pobreza posee siempre estrategias para afrontar día a
día los bajos ingresos, los altos precios de consumo, las inequidades
económicas y de infraestructura social. Pero para resistir los choques o las
crisis económicas a largo plazo, los hogares deben poder sobrevivir usando la
capacidad de sus miembros acopiando activos netos durante esos periodos (Moser,
1996, p. 24).
Este enfoque de estrategias de sobrevivencia
resaltaba la capacidad adaptativa de las familias pobres, argumentando que la
suma de diversos recursos generados por las estrategias tenía como fin aminorar
los estragos ocasionados por la pobreza (Moser, 1996).
Desde los estudios de sociología rural
surgieron una gran cantidad de investigaciones que concluían en el carácter
estratégico de las familias en su búsqueda por lograr la sobrevivencia, de esta
forma, los sectores rurales coincidían en la diversificación, pluriactividad o
multiactividad, que consiste en que las familias adopten múltiples estrategias
de sobrevivencia como la migración, el trabajo asalariado y el autoempleo en el
sector no agropecuario para complementar el ingreso familiar (Berdegué,
Ramírez, Reardon y Escobar, 2001; Mora y Cerón, 2015).
De acuerdo con Berdegué et al. (2001), los factores que influyen para que los hogares se
diversifiquen son: los ingresos bajos, la falta de infraestructura, las
familias extensas, el menor nivel de escolaridad o la falta de acceso a la
tierra, por lo tanto, la diversificación es una estrategia de sobrevivencia de
los hogares pobres. Estos factores se encuentran mayormente en entornos
agrícolas con bajo potencial, expuestos a sequías, inundaciones y degradación
ambiental (Haggblade, Hazell y Reardon, 2010; Liu, 2017), es decir, los hogares
más pobres participan en actividades que les permita garantizar su
supervivencia. Así, las motivaciones para las estrategias de diversificación
son variables en términos de características del hogar, ubicación, activos,
oportunidades, instituciones y relaciones sociales (Mora y Cerón, 2015;
Avila-Foucat y Rodríguez-Robayo,
2018). En el caso de los hogares rurales de México, la diversificación en
actividades no agropecuarias se sustenta en dos rutas principales: mediante los
programas de transferencias monetarias (transferencias del gobierno por
programas como Procampo y Prospera) y las remesas regionales o internacionales
(De Janvry y Saudolet, 2001).
Un aspecto contextual que ha afectado las
condiciones económicas de los hogares han sido las políticas neoliberales que
han repercutido de manera nociva en los mercados de trabajo tanto formales como
informales, al provocar que las llamadas estrategias de sobrevivencia pierdan
efectividad, así, los sectores rurales pasaron de una subsistencia familiar
escasa a una subsistencia insuficiente, lo que ha ocasionado crisis más
reiteradas y difíciles.
González de la Rocha (2004) sugiere que el
enfoque de las estrategias de sobrevivencia no es suficiente para describir lo
que sucede en el interior de las familias en pobreza, debido a que los
“recursos de la pobreza” son inagotables por su capacidad de adaptación ante
los objetivos del grupo familiar, además son limitados, lo que afecta su
subsistencia. Los hallazgos de sus estudios muestran que la “pobreza de los
recursos” queda obsoleta para comprender el fenómeno y sugiere actualizar los
enfoques analíticos-conceptuales a la par de comprobar las observaciones cuantitativas
con investigaciones de carácter empírico.
Por su parte, Safa (2004) describió que las
estrategias de sobrevivencia estaban pasando por una crisis macroestructural,
debido a que los pobres identificaban las decisiones de los Estados (leyes y
políticas públicas) como parte de sus adversidades, y es muy difícil que los
pobres sobrelleven sus vidas ante el cúmulo de lineamientos políticos y
económicos que les son impuestos. En este sentido, cambiar las políticas de los
Estados ha sido bandera de lucha para determinados colectivos que reconocen las
acciones gubernamentales como “impedimentos para la supervivencia”, lo
anterior, ha derivado en la creación de movimientos en defensa de la tierra, la
salud, el medioambiente, la democracia y la educación, y se trata de colectivos
que identifican la negación de sus derechos ante el alto costo que imponen las
políticas de los organismos financieros internacionales.
En las últimas dos décadas del presente siglo
ha surgido un arsenal teórico conceptual para profundizar en la versatilidad de
la pobreza, así como propuestas para analizar los procesos de producción y la
reproducción de la vida, más allá de la precarización como el propuesto por
Fernández y Perelman (2020). Además, surgen conceptos cuyo fin consiste en
mirar con distintas ópticas los efectos de la pobreza: desigualdad (Kessler,
2014), exclusión social (Saraví, 2006; Roberts, 2004, 2006), aislamiento social
(Kaztman, 2001, 1999; Filgueira, 2001), desventajas acumuladas (Wolff y
De-Shalit, 2007; González de la Rocha y Villagómez, 2006; Saraví y Bayón, 2006,
González de la Rocha, 2004), todos ellos toman distancia del enfoque de las
estrategias de sobrevivencia al sugerir que la pobreza se ha diversificado al
igual que sus impactos, por lo tanto, los recursos de los pobres han perdido
efectividad frente a entornos cada vez más adversos.
El concepto de desventajas acumuladas –el cual
será usado en esta investigación– surge en los inicios del presente siglo y
tiene el objetivo de comprender de mejor forma los procesos sociales que dan
cuenta de la erosión de recursos personales y familiares en contextos de
vulnerabilidad y desigualdad social. Posee la capacidad de analizar aspectos
subjetivos de la vida de las personas en pobreza de forma diacrónica y sincrónica,
y permite entender las diferencias de profundidad y desigualdad entre
integrantes de una misma familia o grupo, al analizar las afectaciones
diferenciadas por género y edad. De esta forma, la pregunta del estudio es:
¿cómo se dan los efectos de estas desventajas acumuladas en las esferas de las
desigualdades de género que permean la vida de las mujeres?
El presente estudio captura la definición de
pobreza desde la narrativa de las mujeres en su vida cotidiana, así pues, se
identifican los recursos y las estrategias puestas en marcha para su
sobrevivencia a través del método etnográfico que consistió en observaciones
directas y entrevistas. Dichos relatos provienen de mujeres indígenas del
municipio más pobre de México, según las estimaciones del Consejo Nacional de
Evaluación de la Política Social (CONEVAL, 2020), por lo tanto, se alude a las
desventajas acumuladas asociadas a procesos históricos sociales tanto
localmente situados como estructurales, pero dados también por las relaciones
desiguales por género.
La organización del documento es la siguiente:
en el segundo apartado se detalla el concepto de desventajas acumuladas como
marco analítico de la investigación, de forma posterior, se expone la
metodología utilizada y una descripción de las mujeres que colaboraron con la
investigación, así como del contexto del municipio del estudio. En el siguiente
bloque, se presentan los hallazgos que enfatizan los significados de la pobreza
desde la voz de las mujeres, así como los recursos y las estrategias desplegadas
frente a situaciones adversas donde la migración y los programas sociales
cobran relevancia. Por último, se esbozan algunas reflexiones finales que dan
cuenta de las desventajas acumuladas y los efectos en la vida de las mujeres.
Desventajas acumuladas
Como
punto de partida se encuentra el concepto de desventaja de Jonathan Wolff y
Avner De-Shalit (2007): “definimos la desventaja como la falta de una genuina
oportunidad para el funcionamiento seguro” (p. 9). Los autores reconocen que
las teorías de la igualdad no poseen un enfoque apropiado, ya que no es posible
lograr la misma sin antes advertir y solventar las enormes diferencias
establecidas previamente entre los colectivos vulnerables, o al menos
comprender cómo operan estas diferencias. El concepto de desventajas posee una
relación con la pobreza porque refiere a un marco comparativo más amplio donde
las desventajas son de naturaleza multifacética mientras la pobreza por bajos
ingresos puede intervenir en la pérdida de ventajas.
Las desventajas están basadas en una idea
relacional, es decir, la comparación de los recursos de unos frente a los otros
conformando vulnerabilidades, así los autores arriba citados elaboran una
teoría sobre el conocimiento de las desventajas donde éstas pueden tener sustento
de forma estructural, pero sus impactos pueden observarse en todos los
integrantes de la familia más allá de las injerencias de los mercados
laborales.
Para Wolff y De-Shalit (2007), la
vulnerabilidad es un agrupamiento de desventajas cuya manifestación es plural y
tienden conformar racimos que se corroboran entre sí, y que ocasionan el
desgaste de las relaciones tanto sociales como personales. Así, las desventajas
encuentran su mayor efecto de vulnerabilidad en los agrupamientos, es decir, no
existe una regla para evaluar cuál desventaja causa mayor efecto de
vulnerabilidad, sino cómo se comportan en conjunto (Aguilar y López, 2016).
Para González de la Rocha y Villagómez (2006),
las desventajas se acumulan ocasionando impactos negativos. Estas autoras describen
las desventajas acumuladas como las vinculaciones entre fenómenos, por ejemplo,
el desempleo y la atomización de las familias, la precarización laboral y la
agudización de la pobreza. No obstante, el ejercicio de agrupamiento no
consiste en sumar desventajas con impactos unidireccionales, sino en los
múltiples efectos y la naturaleza acumulativa de estas desventajas que
interfieren en diversos ámbitos de la vida de forma dinámica. Dicho análisis se
generó a partir de estudios que confirmaron que los recursos de los pobres eran
cada vez más escasos y de naturaleza finita, debido a que les costaba mayor
esfuerzo conseguirlos, a pesar de contar con redes sociales o de mutua ayuda,
por lo tanto, el capital social parece también tener límites cuando las desventajas
parecen acumularse en determinados sujetos o colectivos.
Por ejemplo, para González de la Rocha (2004),
el impacto más trascendental del proceso acumulativo es el de la exclusión
laboral, que afecta directamente otros ámbitos y trae como consecuencia la
incapacidad de acción y reacción, que ocasiona mayor vulnerabilidad. Respecto a
las investigaciones que se han realizado sobre la pobreza urbana, los autores
Saraví y Bayón (2006), mostraron que en Argentina los pobres tendían a
agruparse por tendencia geográfica, es decir, formaban nichos de vecindad junto
con otros. Asimismo, Aguilar y López (2016) encontraron que la población de
localidades periféricas y suburbios de la Ciudad de México presenta mayor
exclusión social, lo que es perceptible por la falta de servicios y los bajos
ingresos. Además, los estudios de corte diacrónico mostraron que los pobres
cada vez eran más pobres:
Las desventajas acumuladas se refiere a la creciente
incapacidad de formar parte de constelaciones sociales y flujos de reciprocidad
y solidaridad, así como la menoscabada capacidad de participar en actividades
de auto-aprovisionamiento […] ya que los recursos de los pobres no pueden ser
activados, y en efecto, aparecen similitudes claras entre los rasgos sociales y
económicos de antaño con la pobreza de recursos y la incrementada
vulnerabilidad del mundo contemporáneo (González de la Rocha, 2004, p. 194).
A partir de lo anterior podemos señalar que,
en los contextos rurales, la pluriactividad o la migración fueron vistas generalmente
como estrategias efectivas, pero una mirada desde las desventajas acumuladas
nos permite reflexionar de cara a las repercusiones, ya que los procesos de
generación de activos, acumulación de desventajas y aglutinación de éstas
experimentan fenómenos que van desde lo macro a lo micro y viceversa (Wolff y
De-Shalit, 2007; González de la Rocha, 2014). De esta forma, en el análisis de
la pobreza clásica se diferenció a los pobres que logran escalar hacia mejores
condiciones de bienestar bajo el concepto de estrategias de supervivencia, este
marco “cómodo” permitió mantener una actitud optimista de los pobres frente a
su condición (González de la Rocha, 2007), sin embargo, la evidencia empírica
mostró que mientras algunos pobres logran mitigar su situación, existen otras
personas que quedan recluidos a un panorama de mayor exclusión y desigualdad,
es en estos últimos que las desventajas tuvieron efectos relacionales al
agruparse o acumularse (Wolff y De-Shalit, 2007; Aguilar y López, 2016).
Metodología
La
investigación etnográfica se planteó con perspectiva de género culturalmente
situada, enfocada en comprender la mirada de las mujeres que muestran un
conocimiento situado y contextual (Sciortino, 2012), debido a que es relevante
recuperar los relatos de las que han sido invisibilizadas en la historia y en
la ciencia (Maffia, 2007). En esta línea, se analizaron los significados e
interpretaciones que las mujeres expresan sobre la pobreza con énfasis en los
procesos relacionales de las desventajas. Para Haraway (1993), un saber situado
dará razón de identidades construidas en los sitios desde los cuales se
posicionan las mujeres frente a los discursos hegemónicos.
Es importante destacar que el análisis
diferenciado por género o bajo esta perspectiva, comprende las relaciones de
género no en forma aislada sino en todos los niveles de organización, además,
reconociendo las diferencias entre las formas de trabajo, sus condiciones, sus
compensaciones y las responsabilidades, así también, está dado por los ideales
del ser y deber ser de cada género (Jackson, 2003). El trabajo de campo
etnográfico se llevó a cabo en dos periodos durante 2019, a través del
levantamiento de entrevistas a profundidad, observaciones participantes y
charlas informales. En un primer momento se realizó una monografía en la que se
documentó la vida de la población en general, enfatizando en los recursos y las
estrategias de las familias ante la pobreza a través de las preguntas sobre los
recuerdos desde la niñez.
Una vez realizada la primera fase general, de
tipo monográfica, la investigación se enfocó en comprender la información
proporcionada sólo por mujeres. Se llevaron a cabo 37 entrevistas a profundidad
a mujeres (cfr. Cuadro 1), la selección de las interlocutoras derivó de
la observación participante en la comunidad y de la estrategia de “bola de
nieve”: 8 mujeres mayores de 65 años, 13 mujeres de 45 a 65 años, 16 mujeres
jóvenes de 20 a 45 años. Además de charlas informales documentadas en diarios
de campo, acompañamiento de observación directa y observación participante en
espacios privados, públicos como asambleas y eventos comunitarios. Todas las
mujeres entrevistadas son hablantes de mixteco y español.
Cuadro
1. Perfil sociodemográfico de las mujeres entrevistas por grupo de edad.
Número
de entrevistas |
Grupo de
edad |
Escolaridad |
Número
de hijos |
Actividades
productivas |
8 |
Mayores de 65 años. |
Seis mujeres sin ningún grado de
estudio, y dos con primaria inconclusa. |
Son mujeres que tuvieron entre cuatro y diez hijos (en seis casos
fallecieron hijos). |
La agricultura de temporal, la
crianza de animales de traspatio, la migración hacia las ciudades de otros
estados, el trabajo doméstico y el tejido de palma de forma artesanal. |
13 |
De 45 a 64 años. |
Cuatro mujeres sin ningún grado de
estudio, el resto con primaria inconclusa. |
Son mujeres que tuvieron entre cinco y nueve hijos. |
La agricultura de temporal, la
crianza de animales de traspatio, la migración hacia las ciudades de otros
estados, el trabajo doméstico y el tejido de palma de forma artesanal. |
6 |
De 20 a 44 años. |
Trece mujeres con primaria
inconclusa, y tres con primaria terminada. Ningún caso con estudios de
secundaria. |
Son mujeres que tuvieron entre cuatro y diez hijos (hay mujeres aún en
edad reproductiva). |
La agricultura de temporal, la
crianza de animales de traspatio, la migración hacia las ciudades de otros
estados, el trabajo doméstico y el tejido de palma de forma artesanal. |
Fuente:
Elaboración propia (2022).
Con
énfasis en un enfoque diacrónico (Pizarro, 2001), la información se concentró
en comprender los cambios en el interior de las familias derivados de las
estrategias de sobrevivencia puestas en marcha en sus relatos de vida. Así, la
observación de las dinámicas familiares requirió identificarlas en el tiempo y
en el espacio de los procesos migratorios. Se optó por enfocar el análisis
micro a la par del macro para evidenciar los cambios en las familias al
respecto de los mercados de trabajo, las políticas estructurales y las modificaciones
productivas internacionales.
Los fragmentos de entrevistas a mujeres,
citadas en el documento, se eligieron por ser representativas de un contexto
sociocultural generalizado. En los estudios cualitativos, la representación de
un fenómeno no está dada por el número de entrevistas, sino por su reiteración
de respuestas entre las personas a la par de la profundidad de la información.
No hubo una clasificación de edad de las mujeres que comandara el interés de la
investigación, ya que el planteamiento diacrónico nos permitiría comprender
similitudes y posibles diferencias. Cabe decir que todas las personas
entrevistadas consintieron dar información, en todos los casos se usan
seudónimos para protección de la identidad.
Panorama
contextual del municipio en estudio: Santos Reyes Yucuná
Santos Reyes Yucuná es un municipio
ubicado al noroeste del estado de Oaxaca, en la región de la Mixteca (Langlé et
al., 2018). De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI 2020a), este municipio está conformado por 5 localidades y
cuenta con una población de 1,474 habitantes, de los cuales el 51.3% son
mujeres y el resto varones. Existen 190 viviendas habitadas y 53 deshabitadas
por efectos de la migración (INEGI, 2020b). Esta población se caracteriza por
ser muy joven, pues los grupos de edad mayoritarios son de 0 a 14 años (con 261
personas), seguido de entre 15 y 29 años (con 197 personas) (INEGI, 2020b).
Langlé et
al. (2018) reportan que la principal actividad en el municipio es la
agricultura temporal de subsistencia. Además del tradicional cultivo del
sistema de milpa (calabaza, frijol y maíz), otros productos que se siembran son
el chile amarillo, tomate, jitomate, y en menor medida rábano, zanahoria y
otras plantas hortícolas que, por ser cultivos que demandan de mucha agua, no
son sembrados con frecuencia. Aunque con menos intensidad, la comunidad se
dedica a la cría de animales para la venta, y a la elaboración de artesanías de
palma, si bien esta última la realizan solamente adultos de la tercera edad.
Este municipio presenta altos niveles de
pobreza y carencias sociales (CONEVAL, 2017). Ha sido considerado el municipio
de mayor porcentaje de pobreza en todo México (CONEVAL, 2020). Además, el 74.8%
de sus habitantes tienen carencias alimentarias, el 91.6% no tienen acceso a
los servicios básicos en la vivienda, el 50.2% no cuentan con viviendas dignas,
el 95.1% carecen de seguridad social y el 77.4% no tienen acceso a los
servicios de salud (CONEVAL, 2017).
Las condiciones educativas de la población de
Yucuná muestran altos niveles de rezago (40.8%) (CONEVAL, 2017). El grado
promedio de escolaridad en este municipio es menor que el estatal, ya que
asciende a 4.7 años en contraste con los 7.5 años a nivel estatal.
En cuanto a la infraestructura social
existente, conforme a datos del Directorio Estadístico Nacional de Unidades
Económicas (INEGI 2020a), el municipio cuenta con dos centros de salud (INEGI, 2020b),
aunque éstos carecen de personal y equipamiento médico. Por su parte, en el
municipio existen 15 establecimientos educativos que cubren la educación básica
(general e indígena) (Langlé et al., 2018). Además, cuentan con una
tienda Diconsa, un establecimiento de abastecimiento de leche de Liconsa y una
estancia infantil Secretaría del Bienestar (SEBIEN 2020). Dada la escasa
infraestructura social en el municipio, sus pobladores dependen de los
servicios bancarios, administrativos, educativos y económicos de la ciudad de
Huajuapan de León, que se localiza a una hora y media de Yucuná (Langlé et al., 2018).
Étnicamente, Yucuná es un municipio con alta
presencia indígena: el 98.99% se considera indígena; el 97.67%, mayor de tres
años, habla alguna lengua indígena y el 25.86% de los hablantes de lengua
indígena son monolingües (INEGI, 2016). Langlé et al. (2018) señalan que este municipio forma parte de una región
que se caracteriza por su pluriculturalidad, puesto que en este espacio
coexisten diferentes lenguas y culturas indígenas (triqui, chocholteco, amuzgo,
cuicateco e ixcateco). Cabe agregar que la lengua originaria que se habla es el
mixteco en su variante de mixteco del noroeste de Oaxaca.
La organización política por la cual se rige
Yucuná es por el sistema normativo interno. En Yucuná la asamblea general
conformada por comuneros elige a las autoridades del cabildo y a los
representantes agrarios. La duración de los cargos en la administración
municipal es de tres años. Además, son las autoridades municipales en turno,
junto con los representantes de las agencias y localidades, las encargadas de
convocar a la asamblea para la renovación del poder municipal (Langlé et al., 2018).
Hallazgos
Si
bien los orígenes de la pobreza son multicausales, la pobreza puede ser una de
las principales desventajas que se relaciona con muchas otras problemáticas y
es condicionante de pérdidas del bienestar. Entre los efectos multiplicadores
de la pobreza, es muy probable que una mujer que nace en pobreza crezca y muera
sin cambiar su situación, incluso tiene altas posibilidades de que sus hijos
repitan el mismo patrón, especialmente las mujeres por su condición histórica
de desigualdad. Ante lo anterior, son importantes los análisis situados para
conocer cómo es definida la pobreza, cómo es vivida y, por último, cómo ésta se
correlaciona en un efecto multiplicador con otras desventajas.
Uno de los primeros hallazgos está en la
reiteración de perfiles de las mujeres en cuanto a los grupos de edad, según la
tabla del subapartado metodológico, ya que en sus condiciones de escolaridad
logran un tenue ascenso con respecto a la escolaridad de los grupos de edad
anteriores, sin embargo, en cuanto al número de hijos y en cuanto a las
actividades productivas que desempeñan son prácticamente las mismas, esto entre
mujeres desde los 20 y hasta más de 65 años.
Para comprender esta continuidad de perfiles, debemos entender las
estrategias, aludiendo a la cultura y la subsistencia por medio de la
acumulación de mano de obra familiar ante escenarios precarizados. Esto no
quiere decir que los leves cambios en la escolaridad no sean significativos
para cambiar las estrategias reproductivas familiares y los trabajos que las
mujeres realizan, lo anterior se aborda con más detalle a continuación.
La pobreza
vista como desventaja
Las
mujeres entrevistadas definieron la pobreza como: la falta de elementos que
brinden bienestar, que provocan muchas problemáticas arraigadas, “pobreza es no
tener nada, una persona pobre sería cuando no tiene nada o tiene poco o muy
poco” (María, mujer de 46 años, analfabeta), por otra parte:
Significa que se padece de lo justo para poder
vivir, o no se tiene lo suficiente para estar bien, por eso es muy difícil […]
por ejemplo en una enfermedad, no se tiene para comprar medicinas o para llevar
al doctor, se tiene para comer, pero hasta ahí, no se tiene para muchas otras
cosas que son necesarias (Graciela, mujer de 36 años, estudió hasta tercer año
de primaria).
La pobreza es la escasez de recursos que
brinden bienestar y solvencia ante las circunstancias de la vida. En esta
introspección que hacen las mujeres, lo fundamental es comprender que la
pobreza es un fenómeno con fuerzas centrípetas que expanden su rango de acción
hacia diferentes ámbitos de lo personal y lo social, por ejemplo, en la cita
anterior, se dijo que tenía impacto en la salud y antes en el bienestar en
general, pero también en otros ámbitos como la formación de capital humano y la
posibilidad de movilidad social:
Porque éramos pobres no pudimos estudiar, yo
quería estudiar, pero no pude, tampoco mis hermanos a lo mucho aprendimos a
leer y escribir, de ahí solo a trabajar […] Yo espero que mis hijos logren
estudiar para que puedan tener mejor vida, pero es muy difícil (Inés, mujer de
48 años, estudió hasta sexto grado de primaria).
Desde las biografías de las mujeres
entrevistadas se observan relatos recurrentes desde que eran niñas. Ellas
manifiestan una incorporación temprana a los mercados de trabajo por efecto de
la migración a las ciudades de México y de Puebla, lo cual provocaría otras
formas de comprender la pobreza desde sus comunidades, mostrando así, una
superposición de o precarización, ya que ahora no solamente eran campesinas
sino también migrantes rurales-urbanos, trabajadoras callejeras informales,
mano de obra sin calificación alguna y otras condiciones más. Como señalan
Feijoó (2003) y Estivil (2003) una serie de acontecimientos en las últimas
décadas del siglo pasado provocaron que las regiones rurales incursionaran en
otros tipos de pobreza, ya que los campesinos, por ejemplo, fueron a la par
migrantes o comerciantes que participaban en múltiples actividades, pero
manteniendo un nivel de vida precarizado aun a pesar de estos nuevos
esfuerzos.
La migración experimentada en las décadas de
1980-1990 no les permitió un ascenso social sustantivo, pues se desempeñaron en
nichos laborales de alta precarización como vendedoras ambulantes, y ya en el
siglo XXI, en muchos casos, como limosneras, cantantes callejeras o lavaautos
(Morales, 2021).
La causa que ha sido señalada como el
principal motor de impulso para la migración fue la falta de ingresos locales
por ausencia de fuentes de empleo, ya que al menos 16 mujeres entrevistadas
señalan que la agricultura es de temporal y sus cosechas sólo alcanzan para el
autoconsumo, así también, otra actividad tradicional es el tejido de sombreros,
petates y otros objetos de palma, sin embargo, los ingresos que se obtienen son
muy bajos, pues el pago por un sombrero oscila entre 12 y 15 pesos y su elaboración
requiere de al menos 8 horas de tejido, cabe decir que esta actividad ya solo
es realizada por adultos mayores y mujeres entre sus actividades cotidianas.
En palabras de las autoridades del cabildo
municipal, actualmente más del 90% de las personas del municipio migran a la
ciudad de México y en menor medida a otras ciudades, en la población sólo
radican, de manera permanente, las personas de la tercera edad y los ancianos
que ya no pueden trabajar, es destacable que la migración ha sido preferida por
encima de otras actividades posibles e incluso sobre la educación, esto se
debe, según el corpus analítico señalado en páginas anteriores, a que la
migración es una estrategia de sobrevivencia muy usada por las familias en
pobreza, aun a pesar de que sus impactos positivos suelen ser debatibles.
Las actividades remuneradas permitieron
obtener ingresos para la subsistencia familiar y la consolidación de modestos
activos de los que hoy en día disfrutan, por ejemplo: materializar una casa, la
compra de un terreno, la adquisición de animales de traspatio, así como en
algunos casos abrir sencillos negocios como tiendas de productos básicos,
papelerías u otros.
Desde el enfoque de las desventajas
acumuladas, a pesar de estos activos, sus narrativas nos hablan de diversas
profundidades en que la pobreza puede mostrarse y vivirse en esta línea delgada
entre poseer poco y muy poco:
Yo soy pobre […] porque no tengo, bueno […],
no tengo nada, por ejemplo, ni casa tengo. Ésa es la casa de mi suegra... mi
suegra al menos tiene casa […] yo sí me considero pobre porque, o sea, el agua,
si se acaba el agua tenemos que ir por nuestro garrafón hasta un pozo, un río
que está aquí abajo, acarrear. No tengo ni dinero para comprar lo que necesito,
jabones para lavar, comida, no, no lo tengo, y con lo que gana mi esposo pues
no es suficiente.
¿Qué hacemos? Lo que podemos hacer cada semana
y así todo el tiempo, hacemos una cosa aquí, nos vamos para allá a Puebla
ganamos un poquito, nos prestan otro poco, pagamos y siempre estamos igual
(Entrevista. Silvia, de 42 años, primaria terminada).
Migrando sí se logra algo, pero después de
mucho tiempo, años, y luego ya se tiene una casa y mi vecina puso una tiendita
con lo que ganaron de trabajar en México, pero hasta ahí llega una […], después
ya no se puede seguir viajando porque ya estamos mayores, entonces nos quedamos
ya atoradas y sin forma de avanzar, porque aquí en el pueblo no hay nada, ni
trabajo y por eso ni dinero (Entrevista.
Ester, de 52 años, sin escolaridad).
Las citas anteriores nos exponen los efectos
de esas múltiples desigualdades que terminarán formando capas superpuestas o lo
que algunos autores llamaron racimos de desventajas, si bien las mujeres no
caen en un shock por crisis de
sobrevivencia, debido a los efectos paliativos de las estrategias familiares,
sí experimentan la disminución de su calidad de vida, pues viven en
hacinamiento, no tienen acceso a servicios básicos como el agua, además de que
las exigencias aumentan y las personas no amplían sus capacidades de respuesta,
por lo que la migración se considera como la única posibilidad de sobrevivir.
Incluso, los efectos derivados de la pobreza a las que ya están expuestas estas
mujeres provoca en ellas severas afectaciones en lo moral y su dignidad:
¿Cómo no me va a dar vergüenza vivir así?
¿Pedir dinero en la calle? ¿Dar lastima? ¡Quitarle a un perro la comida en la
calle para comérsela una! (Entrevista.
Juana, de 39 años, primaria inconclusa).
En México, la casa en la que vivíamos en
cuanto a servicios sí era un poquito mejor, pero en la calidad de los lugares
que rentaban pues era algo muy difícil, yo digo que era algo denigrante porque
la gente de las ciudades a veces nos ven como venimos de los pueblos y nos
rentan unos lugares que de verdad –suspiro prolongado de la mujer entrevistada–
para llorar pues –pausa corta– entonces sí, es difícil porque dábamos vergüenza
[…].
Yo esta vida no la quería […] –pausa larga y
voz entrecortada de sentimiento– allá (en la Ciudad de México) nos ven como si
valiéramos muy poco por cómo estamos a veces muy pobres (Entrevista. Elena, de
43 años, educación secundaria inconclusa).
Es muy difícil transmitir textualmente la
intensidad emocional de los fragmentos anteriores, pero expone gran parte de
los sentimientos adheridos a la pobreza como la vergüenza, la ofensa a su
dignidad, la minusvalía, así como sus amplios espectros o profundidades que se
ancla a condiciones paupérrimas y de lucha cotidiana en la Ciudad de México.
Si bien las estrategias de sobrevivencia
siguen manteniendo un mínimo de eficacia, los impactos que observamos en ellas
distan mucho de ser valoradas de forma positiva. La pobreza es una forma
argumentativa que reiteradamente nos señala procesos de pérdida y erosión de
recursos, es una forma de nombrar un complejo cúmulo afectan sus vidas con
efectos que aún no es posible comprender del todo, desde la dignidad misma
hasta los aspectos más materiales, de esta forma, las mujeres traducen su mundo
y narran lo que enfrentan en su cotidianidad como mujeres y muchas de ellas,
como madres:
Somos pobres porque a veces hasta nos falta de
comer […], así, los niños no tienen la suficiente ropa o, así pues, y como le
digo, nosotros aquí somos tres parejas hasta con mi papá, pero nosotros vivimos
aquí todavía en la casa de mis papás, a veces no tenemos de comer, no tenemos
que vestir o así no tenemos trabajo tampoco, y pues estamos hasta en el cero
(Entrevista. Silvia, de 42 años, primaria terminada).
La pobreza de estas mujeres rurales ha estado
ligada a procesos locales y externos, condicionada en gran medida por dinámicas
familiares al optar por migrar e integrarse a los mercados de trabajo
informales en las grandes ciudades, sin embargo, sus opciones laborales nunca
han sido amplias por lo limitado de sus recursos iniciales.
La erosión de
recursos
Las
mujeres que llegaron a migrar se desempeñaban algunos meses como campesinas y
otros meses, como migrantes, se empleaban en actividades callejeras informales,
sus recursos estaban posicionados entre la producción de alimentos básicos como
los derivados de la milpa y la crianza de animales en su comunidad de origen,
con la búsqueda de ingresos monetarios para optar por algo más allá de la mera
subsistencia. Sin embargo, los cambios en las dinámicas de los recursos no eran
contemplados de una forma planificada, tomando en cuenta que la mano de obra es
el recurso de mayor transformación y el de mayor presencia en las familias en
pobreza (Pizarro, 2001), de esta forma, su pronta activación a través de la
mano de obra de niñas, niños y adolescentes consolidaría el modesto éxito de la
estrategia:
En los tiempos en que yo era niña, lo común
era sólo saber leer y escribir para ya irse a trabajar lejos, casi nadie se
quedaba en el pueblo, todos nos íbamos, poco a poco regresábamos para volvernos
a ir y después otra vez, por eso fue muy difícil afianzar o lograr más cosas,
porque siempre nos estuvimos moviendo, y al final yo creo no valió la pena
¿Quizá si nos hubiéramos quedado otra cosa sería? (Entrevista. Juana, de 35
años, estudió hasta cuarto de primaria).
Las palabras de Juana refieren un dato
importante sobre las desventajas en el transcurrir del tiempo, donde los
recursos deben valorarse en torno a los contextos dinámicos de las personas, de
este modo se infiere, del párrafo anterior, que la conjunción de salarios que
obtienen las familias solventan gastos de sobrevivencia, pero no contemplan
planes para el futuro debido a la presión de sobrevivir el día a día.
Es importante destacar que en esta mirada con
perspectiva de género, la migración familiar para las mujeres tiene un sesgo
que combina la crianza, el cuidado, el trabajo doméstico y el remunerado, a
diferencia de sus pares masculinos (esposos, hermanos, padres y otros), debido
a que a partir de los relatos de las mujeres, los hijos de menor edad quedan a
cargo principalmente de la madre, mientras que los padres suelen mostrar mayor
distancia de la crianza y el cuidado de las hijas-hijos, además de que a medida
que los hijos crecen, poco a poco van ganando independencia de la madre y son
capaces de desarrollar algunas actividades remuneradas como pedir limosna,
vender fruta u otros.
Asimismo, el trabajo doméstico durante la
migración recae sobre todo en las mujeres (niñas, adultas y ancianas), mientras
que los hombres mantienen su condición de realizar sus jornadas de trabajo
fuera de la casa. En los casos en que no migran todos los integrantes de la
familia, los hijos menores siempre se quedan al cuidado de otras mujeres de la
familia:
Mis hijos ahí conmigo nada más, como estaban
chiquitos se quedan quietos y me ayudan en lo que pueden, así los tenía conmigo
porque siempre es mejor que estén cerca (Entrevista. Rebeca, de 45 años, quinto
de primaria).
Mientras mis hijos eran chicos y no podían
trabajar, yo los cuidaba. Yo llevaba a mi bebé en mi espalda, luego Romancito
de dos años ahí sentado o jugando con algo, Jorge de tres años me ayudaba a
veces porque se aburría de cuidar a su hermano […], y luego Ana de cinco años
cuidaba a los dos. Así que estábamos con mucho cuidado allá en la ciudad
(Entrevista. Esmeralda, de 36 años, tercero de primaria).
De esta forma, el trabajo productivo y
reproductivo está presente en la vida de las mujeres en su cotidianidad,
provocando múltiples efectos en cuanto al tiempo que invierten y el desgaste
que les produce, de esta forma, su condición de género se suma a la de clase
(Moser, 1996).
Otro aspecto importante acerca de la pobreza
como una de las desventajas principales, es que la pobreza no solo es económica
sino en este efecto acumulativo negativo, lo que Wolff y De-Shalit (2007)
llamarían efectos relacionales o agrupamientos, por lo tanto, la pobreza
inmoviliza y resta posibilidades de actuar ante las necesidades posibles. A
continuación, Leticia nos explica:
Somos pobres porque no tenemos dinero, por eso
migramos, pero no tenemos nada que comer aquí cuando regresamos. Entonces ¿cómo
salimos adelante?, pero nos vamos allá a sacar poquito y luego regresar aquí.
No podemos vivir allá porque a pesar de que trabajamos no tenemos nada, pagamos
renta y todo lo compramos, y aquí tenemos una casita humilde pero no tenemos
forma de ganar dinero. Ojalá pudiéramos salir adelante aquí pero no se puede (Entrevista. Leticia, de 44 años,
estudió hasta segundo año de primaria).
La pobreza rural que se manifiesta en este
municipio está condicionada por aquello que las mujeres llaman no tener nada o
muy poco y que denota un contexto socioeconómico desolador al describir su
permanencia en el tiempo y las escasas alternativas de acceder a trabajos
estables y dignos. No tener nada, o muy poco, significa otra forma de nombrar
que no se cuenta con los recursos o son muy pocos, ya sean materiales o
facultativos de bienestar.
Las narrativas de estas mujeres están
imbricadas entre la necesidad y la búsqueda de satisfactores, esto las ha
orillado a que sus biografías sean similares a las de sus padres, quienes
vieron en la migración una estrategia de sobrevivencia, pero desde hace tiempo
la migración sólo propicia subsistencia y hace evidente mayores desgastes, con
la impresión de que a estas mujeres y sus familias les cuesta cada vez más
sobrevivir. De esta forma, la pobreza se percibe como un panorama
desesperanzador donde no hay salida. Varias pueden ser las razones que
expliquen lo anterior; una de ellas, que las familias hayan cambiado en cuanto
a sus necesidades al ampliarse los requerimientos; otra, que los mercados de
trabajo donde éstas laboraban dejaron de ser los mismos y los recursos con los
que contaban las familias ya no sean tan eficientes, y la tercera, que sus
entornos originarios cada vez están más erosionados, y por lo tanto, la
sobrevivencia en lo local se ha vuelto más compleja.
En todo caso, en este estudio no puede
determinarse con exactitud lo anterior, pero manteniendo un origen multicausal
de la pobreza pueden resultar la suma de varias opciones descritas, ya que en
la narrativa se dictan mayores dificultades climáticas para sembrar o lograr
buenas cosechas, pero también se mencionó agotamiento humano, enfermedades y
desmotivación sobre la eficiencia de seguir migrando, así como una especial
mirada transgeneracional de ver la pobreza desde la óptica de cuando las
mujeres eran niñas y adolescentes, con respecto a ahora que ya son adultas y
que la edad comienza a ser una desventaja significativa.
Los programas
sociales como ayudas para mujeres rurales
Otro
elemento por considerar está dado por la relevancia de otras formas
diversificadas de ingresos más allá de los salarios del trabajo familiar, en
este sentido, es importante considerar los ingresos monetarios y en especie
proporcionados por los programas federales o estatales.
En la etnografía realizada se documentó la
presencia de al menos cuatro programas sociales que contribuyeron durante los
recientes años a apoyar la economía de las mujeres rurales entre otros sectores
de la población: Prospera (ante progresa u oportunidades), el programa 65 años
y más (Programa para el Bienestar de las Persona Adultas Mayores hoy en día),
Procampo (Programa de Apoyos Directos al Campo) y, México Sin Hambre (La
Cruzada Nacional Contra el Hambre).
Los cuatro programas proporcionan insumos
económicos y en especie que sumados a los esfuerzos familiares resultan
significativos para las personas beneficiarias, pero de estos programas el que
cumple con mayor universalidad es el programa 65 años y más, ya que la reducida
movilidad de las personas adultas mayores y ancianas contribuye a un mejor
manejo del padrón y su correcto funcionamiento de beneficios.
El caso del programa Prospera merece un
comentario especial, ya que cabe recordar que éste fue suspendido desde el inicio
de la administración encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador,
y para octubre de 2021 seguía sin reactivarse. Las narrativas de las mujeres
con respecto a este programa fue que ayudaba a cubrir necesidades básicas, pero
al tratarse de transferencias monetarias condicionadas les exigían radicar de
forma participativa en las comunidades, situación que por efectos de la
migración provocaba que el padrón de beneficiarias disminuyera al no lograr dar
continuidad con todas las actividades o trámites condicionados. Por su parte,
el programa Procampo otorga apoyo económico a productores agrícolas como
incentivo para su producción, pero en voz de las personas entrevistadas el
número de beneficiarios es escaso, a consecuencia del gradual abandono de las
actividades agrícolas debido a la migración, el impacto de este programa en la
comunidad es modesto.
Por último, el programa México sin hambre
opera en este municipio a través del comedor comunitario para personas
necesitadas y estudiantes con necesidades económicas. Además, hay un albergue
del Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas para niñas, niños y
adolescentes indígenas de escasos recursos, este albergue recibe a estudiantes
de comunidades alejadas que requieren hospedaje.
Por lo tanto, sobre los programas sociales
destacaremos los dos primeros porque tienen un enfoque especial de mitigar la
pobreza, y el impacto en las mujeres es mayor. De esta forma, el programa 65
años y más fue el más significativo para las mujeres porque en sus familias hay
personas adultas mayores, los usos que le dan a ese dinero es para
subsistencia, gastos médicos y en menor medida compra de ropa, entre otros. Es
un programa exitoso en este municipio gracias a su simplicidad y universalidad:
Aunque poquito dinero, pero sí es ayuda porque
así mi mamá y los abuelos pueden tener un poco de dinero para no ser tan
pobres, que al menos tengan para algo de comer […] Mi mamá lo usa casi para
ella, para sus gastos del médico y compra de comida especial, y si llega a
sobrar, pues ya se usa para la casa (Entrevista. Ester, de 52 años, sin
escolaridad).
Sí es importante ese dinero porque es la única
ayuda que recibimos como familia de parte del gobierno, por mis papás pues es
doble ingreso y no importa que no sea mucho, pero desde luego que sí nos ayuda,
además nos dijo la responsable –mujer encargada de operar el programa en la
comunidad– o bien nos vino a informar que pronto esa ayuda iba a ser más, así
mis papás tendrán un poco más para vivir un poco mejor (Entrevista. Silvia, de
42 años, primaria terminada).
El programa 65 años y más ha sido pilar del
gobierno federal en el discurso contra la pobreza y atención hacia los más
pobres, incluso en poblaciones indígenas este programa opera con la edad
inicial de 65 años a diferencia de poblaciones no indígenas donde la edad
inicial es de 68 años, esto ha sido presentado como una política especial hacia
los adultos mayores, pero también hacia las desigualdades históricas y sociales
que han ido acumulando las poblaciones indígenas.
Por su parte, el programa Prospera presenta
altibajos operativos en esta población, ya que obliga a la mujeres a radicar en
sus comunidades bajo el requisito de ser condicionado a trámites
administrativos continuos: chequeos médicos constantes, escolarización de los
hijos en educación básica, asistencia a reuniones y otros, todo esto ha
desanimado a las beneficiarias quienes aún en edad laboral prefieren migrar
para trabajar, ya que consideran que el dinero que reciben de este programa
social no compensa las posibles ganancias de la migración.
Aunado a lo anterior, Progresa vincula a las
mujeres y a sus hijos, lo cual no siempre empata con la subsistencia, pues
tienen necesidades diferentes y la normativa del programa las obliga a radicar
en la misma comunidad, por lo tanto, se documentaron casos en que las madres
deciden migrar acompañadas de sus hijos aun a costa de perder este ingreso.
Es poco dinero, pero con eso comprábamos maíz
y alguna cosa más, pero si no se cumple con todos los trámites el apoyo es retirado,
a veces no se puede cumplir y luego para que regresen el beneficio tardan mucho
hasta un año, mejor decidí ya no tramitarlo y así somos varias que no lo
tienen. Es difícil porque sí lo necesitamos, pero debería cambiar, ahora ya
dicen que lo cancelaron, espero que lo mejoren y pueda ser menos difícil porque
aquí somos pobres (Entrevista. Leticia, de 44 años, estudió hasta segundo año
de primaria).
Con eso compramos comida, frijol, lentejas y
fruta sobre todo para mis niños, da alegría recibir el dinero porque es una
ayuda que sirve, pero rápido se acaba. Ya una vez me quitaron la ayuda de
Progresa porque no asistí a dos reuniones y me dieron de baja, pero metí mis
papeles y después de unos meses regresó, pero me advirtieron que no volviera a
salirme porque quizá ya no se puede regresar. Ahora lo malo es que con sólo eso
no alcanza para vivir y aquí no hay trabajo (Entrevista. Agustina, de 29 años,
estudió hasta sexto año de primaria).
Los programas sociales 65 años y más y
Prospera representan recursos que aunados al resto de ingresos familiares son
significativos, sobre todo el primero, por su parte, el segundo, representa,
para esta población, problemas administrativos, pero, por otro lado, fue creado
para que las mujeres pusieran más atención en su salud, su bienestar y la de
sus hijos, lo que ejemplifica la perpetuación de los roles tradicionales de
género. Un elemento altamente significativo es que la migración ha estado
presente–por lo menos 40 años– en la población de Yucuná como una estrategia familiar
consolidada para mitigar los impactos de la pobreza, lo cual se contrapone con
los lineamientos de Progresa al acotar de forma severa la movilidad de las
mujeres.
Reflexiones
finales
Los
datos empíricos nos señalan cómo la pobreza se enlaza con múltiples procesos de
deterioro de recursos que imprimen en la vida de las mujeres biografías de
exclusiones y precarización, es importante destacar que la narrativa de las
mujeres sigue un hilo argumentativo donde a la par de sus vidas hay severas
desventajas adheridas. Desde niñas se incorporaron a los mercados de trabajo
por medio de la migración, lo cual causa un abandono generalizado de su
educación escolar, y le posiciona en nichos laborales sin lograr superar la
estricta subsistencia, a pesar de ello, consolidaron importantes activos como
la construcción de sus casas habitación, entre otros, y que significaron logros
del grupo familiar ante las fuertes desigualdades.
Es importante comprender que, ante las
desventajas acumuladas, las estrategias colectivas actúan como el único camino
por andar, pero no significa que sea el mejor, sus narrativas nos exponen que
detrás hay mucho dolor, angustia por el devenir y crisis personales y
emocionales.
Los argumentos analíticos exponen que las
personas optan por acciones acordes a sus recursos y que es posible que estos
recursos cada vez más deteriorados sean desde luego menos efectivos, es muy
probable que por eso Santos Reyes Yucuná está considerado como el municipio de
mayor pobreza en México. Sin embargo, el presente estudio no puede ser
concluyente en este último sentido, pues no profundiza en otros aspectos como
baja productividad del campo, la falta de agua e infraestructura, así como la
incapacidad por generar empleos locales (Langlé et al., 2018), todos los anteriores son
aspectos que deberán abordarse en futuros trabajos.
Así, la valoración del municipio más pobre de
México ha atraído el interés tanto de investigadores como de agentes que buscan
causar un impacto positivo en la vida de estas mujeres, hay un proyecto
artesanal con mujeres que está operando en la comunidad y que poco a poco
intenta abrirse paso como generador de ingresos; a futuro será importante
documentar el acontecer ante un panorama tan adverso.
Las mujeres indígenas rurales, aunque no han
logrado superar la pobreza inicial de cuando fueron niñas, sí han logrado
mantenerse ellas mismas y a la par conducir a sus familias y sus hijos, tomar
un rol cada vez más importante en sus comunidades y demandas de mejores
condiciones a través de su participación en espacios públicos, pero que por
limitaciones no fue posible ahondar en estos últimos aspectos.
Por último, con respecto a los programas
sociales como recursos para contrarrestar la pobreza de las mujeres, este
estudio halló amplias diferencias entre “el programa 65 y más” con un formato
más propicio para las características de las mujeres beneficiarias, enfatizando
en los beneficios directos en apoyo a la economía familiar y personal. Sin
embargo, con el programa Prospera, los procesos administrativos y su
condicionalidad suponen barreras en ocasiones insuperables para las mujeres,
que, de acuerdo con González, Wodon y Siaens (2007) ya han señalado del poco
éxito de estos programas, debido a que es muy probable que no lleguen o no se
ajusten a los más pobres. Estos autores argumentan que los costos de
oportunidad podrían ser mayores para las mujeres en las familias más pobres que
para las mujeres pobres. De esta forma, los ingresos de estos programas se
ubican en el umbral mínimo de asistencia, lo cual no superará los costos de
oportunidad. Mientras las mujeres pobres pueden optar por el cumplimiento de
los requisitos para mantenerse en el programa, las mujeres más pobres tendrían
una severa pérdida que pondría en riesgo la sobrevivencia.
Las narrativas seleccionadas nos explican un
diálogo entre las estrategias de sobrevivencia y la forma en cómo la pobreza se
estaciona por décadas en la vida de las mujeres. Por su parte, la pobreza
acarrea numerosos efectos de desigualdad que terminan por agruparse y se
convierten en desventajas acumuladas, lo emergente de esta situación es que las
mujeres son cada vez más mayores y disponen de menos recursos, por lo que será
importante para futuras investigaciones, fijar la vista en sus hijos e hijas
quienes podrían tener mayor capital social y por ende más posibilidades de
otros recursos, pero en caso de que esto último no ocurra podrían repetir la
estrategia de sobrevivencia a costa de la migración.
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JULIO ULISES MORALES LÓPEZ
Mexicano. Doctor en
Estudios Internacionales e Interculturales por la Universidad de Deusto UD en Bilbao,
España. Maestría europea oficial en “Migraciones, conflictos y cohesión social
en la sociedad global” por la UD en Bilbao. Licenciado en antropología social
por la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa UAM-I.
Catedrático-investigador CONACYT-CIESAS Pacífico Sur. Sus áreas de
investigación son: las migraciones y desplazamientos humanos, violencias,
vulnerabilidad, pobreza y estudios de género. Integrante del Sistema Nacional
de Investigadores (SNI de México), Nivel I. Publicaciones recientes: Inclusión
digital educativa. Clúster de asistencia para los más pobres (2020) y
Vulnerabilidad social y patrimonio biocultural de una familia productora de
agave y de mezcal (2019).
MARLEN MARTÍNEZ DOMÍNGUEZ
Mexicana. Doctora en
Estrategias para el Desarrollo Agrícola Regional por el Colegio de Postgraduados,
campus Puebla. Maestra en Desarrollo Regional por el Colegio de la Frontera
Norte. Licenciada en Economía Agrícola por la Universidad Autónoma Chapingo.
Catedrática CONACYT-CIESAS Pacífico Sur. Sus áreas de investigación son: la
pobreza, desarrollo económico, Tecnologías de la Información y Comunicación
para el desarrollo y estudios de género. Integrante del Sistema Nacional de
Investigadores (SNI de México) con el nivel candidata. Publicaciones recientes:
Las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en el desarrollo rural:
retos y oportunidades para México (2020) y Determinants of internet use by
school-age children: The challenges for Mexico during the COVID-19 pandemic
(2021).
DULCE
ANGÉLICA GÓMEZ NAVARRO
Mexicana. Doctora en
Diversidad Cultural y Ciudadanía desde la Perspectiva de la Antropología
Social. Catedrática CONACYT-CIESAS Pacífico Sur. Sus áreas de investigación son:
educación superior intercultural, apropiación de TIC por los pueblos indígenas
y mujeres rurales. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores, nivel
candidata. Publicaciones recientes: Las tecnologías de la Información y
Comunicación (TIC) en el desarrollo rural: retos y oportunidades para México (2020)
y Apropiación social de tecnologías digitales por jóvenes universitarios mayas
de Quintana Roo (2021).