Naisvel González Herrera Universidad de La Habana ELAINE CHUCO MORALES Instituto
Cubano Recibido traducción Diana Otero Solís
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Identidad cultural de jóvenes habaneros: continuidad, ruptura y emergencia
de los contenidos de la subdimensión asociativa Resumen: El mundo
contemporáneo es un contexto de palpables confluencias tecnológicas,
mediáticas, ideológicas y consumistas, donde las identidades culturales se
reconfiguran a un ritmo acelerado, descomponiendo a su paso construcciones
culturales compartidas históricamente. El objetivo de la investigación fue
desvelar las tendencias de continuidad, ruptura y emergencia de los
contenidos de la subdimensión asociativa de la identidad cultural de jóvenes
habaneros. El estudio se realizó en un contexto marcado por la crisis
económica que atraviesa Cuba, que deja su huella en las vivencias de los
jóvenes y en la configuración de su identidad cultural. La metodología se
ajustó al diseño mixto de triangulación concurrente. Entre los resultados
resaltó que todos los indicadores de la subdimensión asociativa evocaron
carencias y limitaciones materiales para desplegar prácticas recreativas
saludables, dando en ocasiones al traste con tradicionales formas de esparcimiento
para la juventud; con el mismo impacto negativo en el acceso a los alimentos. Palabras
clave:
Identidad cultural; joven urbano; costumbres y tradiciones;
costumbres alimenticias.
Cultural identity of young habaneros:
continuity, rupture and emergence of the contents of the associative
subdimension Abstract: The contemporary world is a context of palpable
technological, media, ideological and consumer confluences, where cultural
identities are reconfigured at an accelerated pace, breaking down
historically shared cultural constructions in their wake. The objective of
the research was to reveal the trends of continuity, rupture and emergence of
the contents of the associative subdimension of the cultural identity of
young people from Havana. The study was carried out in a context marked by
the economic crisis that Cuba is going through, which leaves its mark on the
experiences of young people and on the configuration of their cultural
identity. The methodology was adjusted to the mixed design of concurrent
triangulation. As results, it stands out that all the indicators of the
associative sub-dimension evoked material deficiencies and limitations to
deploy healthy recreational practices, sometimes disrupting traditional forms
of recreation for youth; with the same negative impact on access to food. Keywords: Cultural identity; urban youth; customs and
traditions; food customs.
Cómo citar González, N.; Chuco, E. (2023). Identidad cultural de jóvenes habaneros: continuidad, ruptura y emergencia de los contenidos de la subdimensión asociativa. Culturales, 11, e733. https://doi.org/10.22234/recu.20231101.e733 |
Introducción
La convergencia de avances, retrocesos y
estancamientos en los procesos que marcan el desarrollo social, económico,
cultural y tecnológico del mundo contemporáneo, impactan las relaciones inter e
intragrupales y dan lugar a una intersubjetividad heterogénea y no exenta de
conflictos y contradicciones a diferentes escalas. Como parte de ello, las
diferentes construcciones individuales y grupales, y en particular las
identidades, denotan mayor complejidad en su configuración y en los modos en
que captan y devuelven las peculiaridades de las relaciones sociales que les
acogen (Morales,
2017a).
En este contexto, el estudio de las identidades
culturales, constituye un empeño permanente para las ciencias sociales. Su
estructuración, en torno a culturas de distinto grado de legitimidad y
empoderamiento, constituye uno de los procesos más importantes de construcción
de sentido y de expresión del modo en que se conforma la vida de diferentes
grupos sociales. Pensar la identidad cultural desde la perspectiva de la
población joven, que es uno de los segmentos más importantes en cualquier
sociedad, implica reconocer su condición de sujeto social hacedor responsable y
comprometido con una construcción simbólica que le hará trascender
generacionalmente. De esta manera, se desestima el paternalismo que subvalora
la producción y contribución de las personas jóvenes a sus sociedades, y les
concibe como receptores, consumidores y reproductores de patrones culturales que
les han sido dados y de los cuales serán siempre deudores (Morales,
2017a, 2019).
En el escenario cubano, el análisis de las
(re)configuraciones de la identidad cultural de los jóvenes coloca el debate en
la actualización de sus contenidos, dinámica e identificaciones con respecto a
una cultura nacional con fuertes raíces, conectada con otras culturas y en
constante transformación (Martínez Heredia, 2008; Ortiz, 1973, 2013). Implica
indagar en las relaciones que condicionan su estructuración y resonancia, explorar
los núcleos de comparación de la mismidad con la alteridad, la conciencia de
continuidad, así como los significados que destacan en el proceso de
diferenciación, autentificación y heterorreconocimiento. Todo ello examinado
con enfoque generacional, que permita distinguir las especificidades de un
determinado grupo, construido a partir de límites etarios, políticos,
históricos, socioeconómicos y culturales. A manera de comprensión general, el
estudio incorporó el planteamiento de María Isabel Domínguez (1988, p. 101),
para quien generación se entiende como:
El conjunto de personas pertenecientes a grupos de
edades próximas, cuya socialización en un momento histórico concreto condiciona
una actividad social común (en el plano de la actividad productiva, las
relaciones de producción y, consecuentemente, la actividad social y política)
en su etapa juvenil, esencial para la formación de su personalidad, que
facilita la creación de características estructurales y subjetivas similares,
que la dotan de una fisonomía propia.
Guiaron este estudio los aportes teóricos,
metodológicos y empíricos de los investigadores y académicos cubanos, quienes
han realizado sus contribuciones bajo –o en colaboración con– la sombrilla del
Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello” (ICIC). Destacan
Carolina de la Torre (2001, 2003), Maritza García (2001, 2002) y Rolando Zamora
(2000); cuyas posiciones se complementan y contribuyeron a construir
definiciones, dimensiones e indicadores de partida. Además, la presente
investigación reconoce las influencias de varias disciplinas de las ciencias
sociales, y se asienta en la psicología social, que al decir de Montero (2010)
apuesta por una postura crítica como parte del oficio de hacer ciencia, y
pretende no solo revelar informaciones de interés, sino colocarlas en el
diálogo político pertinente a la juventud, la cultura y la ideología en la
sociedad cubana actual, tratando de insertarse en el canal de diálogo entre
ciencias sociales y política.
Entre
los temas reiterados en los estudios sobre juventudes e identidades realizados
en América Latina en estos tiempos, destacan la ruptura generacional, las
tecnologías, los consumos, las formas de participación y las ideologías que las
sustentan (Alvarado et al., 2012; Martín, 2002a, 2002b; Martín et al.,
2017; Valenzuela, 2004, 2010, 2015). En el caso de Cuba, las investigaciones
han ubicado la crisis de la década de los noventa, como fuente de quiebres
importantes en disímiles contenidos de las relaciones sociales, incluyendo las
significaciones de ser joven y las identidades portadas por este grupo
(Domínguez et al., 2018; Morales, 2017a; 2017b, 2017c; de la Torre,
2003). A pesar de la escasez de indagaciones acerca de la identidad cultural en
específico, se puede presumir que en este terreno se han producido mutaciones
semejantes a las constatadas en la identidad nacional, en el cual la
heterogeneidad y las desigualdades socioeconómicas se transparentan (Díaz et
al., 2017).
Este artículo se sustenta en la investigación
concluida en 2020 (Morales
et al., 2020). Tuvo como objetivo develar las tendencias
de continuidad, ruptura y emergencia en la identidad cultural de jóvenes
residentes en La Habana, durante el periodo de enero de 2019 a febrero de 2020;
a partir de su dimensión cognitiva –subdimensiones comunicativa, valorativa y
asociativa– y afectiva. En dicho estudio empírico se entiende por identidad
cultural:
La construcción de la subjetividad de un sujeto
individual o grupal, que define su origen y actualidad, al tiempo que proyecta
sus características esenciales y estables, sustentadas en la cohesión en torno
al universo de elementos objetivos y subjetivos de una cultura –bienes y
servicios artísticos, costumbres, tradiciones, rituales, formas comunicativas y
pensamientos propios de la vida cotidiana– que son compartidos –con relativa
independencia del lugar de nacimiento o residencia– por participar de modo
consciente en su producción, y cuyos significados le permiten reconocerse y
establecer en su interior tendencias de continuidad, ruptura y emergencia, así
como concientizar diferencias y semejanzas con otros grupos significativos en
un contexto determinado (Morales et al., 2020, p. 192).
Los hallazgos aquí presentados se centran
específicamente en la subdimensión asociativa, para exponer los resultados de
la actividad que responden en gran medida a la unión entre los jóvenes (gustos,
ideas, prácticas), la que es explorada a partir de los indicadores: objetos
significantes, prácticas recreativas, así como tradiciones culturales y
alimentarias.
Para el análisis de la identidad cultural se emplean
tres puntos de referencia claves, construidos a partir del conocimiento y la
experiencia acumulada en el ICIC en las investigaciones en este tema:
continuidad, ruptura y emergencia (Íñiguez, 2005; Morales,
2011; de la Torre, 2001). Ellos hacen referencia, respectivamente, a los
contenidos identitarios donde predominen las semejanzas con generaciones
anteriores, haya claras diferencias, ya sea por ausencia o por transformaciones
sustanciales, con las generaciones anteriores y, por último, donde aparezcan
contenidos portados por generaciones anteriores, pero con innovaciones poco
extendidas o solidificadas.
Por otra parte, la categoría juventud hace alusión
al grupo de personas comprendidas básicamente entre los 15 y 30 años de edad,
cuyo condicionamiento histórico-social, económico y cultural, articulado con
las adquisiciones psicológicas de las edades precedentes, le permiten captar y
expresar en su subjetividad, y en su comportamiento, la dinámica y las
principales contradicciones de su contexto, mediados por procesos cognitivos
cualitativamente superiores y contenidos afectivo-motivacionales referidos a la
identidad personal, la concepción del mundo, los proyectos futuros, la
autodeterminación y la independencia (Morales
et al., 2020; Peñate, 2021).
Metodología
Se
proyectó la indagación en la subdimensión asociativa de la identidad cultural a
partir de un diseño mixto de triangulación concurrente (Hernández et al.,
2014; Strauss y Corbin, 1998), lo que significa que se emplearon multimétodos
para la recolección de datos cuantitativos y cualitativos y que el análisis e
interpretación de los resultados fue producto de toda la información en su
conjunto. No obstante, es importante destacar que se le otorgó más importancia
a la perspectiva cualitativa.
Los
multimétodos empleados fueron el cuestionario, el diferencial semántico y el
grupo focal, que aportaron elementos concretos para dar respuestas al objetivo
de investigación. El cuestionario aplicado tuvo sus antecedentes en uno
validado en estudios anteriores Morales, 2011) y estuvo integrado
por 14 preguntas abiertas que exploraron los
componentes de la autoimagen de los jóvenes y del contexto que condicionó la
construcción de las identidades. Por otra parte, el
Diferencial Semántico integró antecedentes empíricos cubanos (de la Torre,
2001) y producción actual, que permitieron constatar
el distanciamiento o la complacencia de los jóvenes con las características
señaladas por 18 adjetivos bipolares y, con ello, profundizar en
el estudio de su autoimagen.
La
discusión en grupo focalizada u orientada por un facilitador, en torno a un
tema o área de especialidad en particular, se ha extendido al campo de las
investigaciones sobre cultura y comunicación desde el enfoque cualitativo. La
concepción de sujetos activos en los procesos de recepción y consumo, reconoce
la intersubjetividad y los procesos de reflexividad como estrategia
metodológica fundamental en la producción de un discurso factible para la
construcción de conocimiento (Cervantes, 2002). Este método permitió develar
los contenidos cognitivos y afectivos de la subdimensión asociativa de la
identidad cultural; así como aquellos que sugirieron continuidad, ruptura y
emergencia. Además, enriqueció la interpretación de los datos obtenidos en el
cuestionario aplicado.
Para el estudio de la subdimensión asociativa de la
identidad cultural se trabajó con dos muestras. La primera, para la aplicación
del cuestionario y el diferencial semántico, estuvo integrada por 187 jóvenes
con edades comprendidas entre los 15 y 30 años de edad, de los cuales el 61%
fueron mujeres y el 39% hombres; seleccionados a través de un muestreo guiado
por propósitos (Hernández et al., 2014). Estos instrumentos se aplicaron
a seis grupos de jóvenes estudiantes de la Escuela de Barbería y Peluquería
–del proyecto comunitario Artecorte adjunto a la Oficina del Historiador de la
Ciudad de La Habana–, de Secundaria Básica Urbana (ESBU), de Nivel Medio en
Música (NMM), de Politécnico (PT); del Instituto Preuniversitario (IP) y
también a jóvenes religiosos. Los centros de enseñanza se ubicaron en cinco
municipios de La Habana: Plaza de la Revolución, Playa, Habana Vieja, Diez de
Octubre y Habana del Este.
La selección de los centros de enseñanza y de los
municipios céntricos y periféricos de la capital, a través del muestreo guiado
por propósitos, tuvo la intención de elegir una muestra habitualmente excluida
de los estudios que se realizan en el país y de manera puntual en la capital.
Estos son jóvenes que, como tendencia, son invisibilizados a través del uso
singular del término juventud, el que no reconoce la construcción histórica,
social, cultural y relacional de la producción de las diversas juventudes. La
mayoría de los jóvenes de este estudio fueron aquellos que no se encontraban en
las grandes instituciones docentes ni, por lo general, se asociaban a la
vanguardia de las organizaciones políticas. Estos, más bien, abandonaron los
estudios, se encontraban matriculados en curso de oficios auspiciados por
proyectos comunitarios o tuvieron trayectorias educativas accidentadas y
estaban matriculados en politécnicos –donde a la postre tendrán dificultades
para insertarse en el mercado laboral– y preuniversitarios sin intención
manifiesta de continuar estudios universitarios. Por demás, estos centros de
enseñanza no son de referencia municipal o se ubican en municipios periféricos
de la provincia. Todos estos elementos tuvieron la finalidad de obtener datos
que aportaron claridad sobre los procesos de homogenización y diferenciación
propios de la identidad cultural en este segmento poblacional.
También se eligió una muestra multiniveles para la
aplicación del grupo focal, de manera que los jóvenes que participaron en esta
fase fueron seleccionados de otra población de un mismo universo (Hernández et
al., 2014). Esta muestra estuvo integrada por 13 estudiantes de la Escuela
de Barbería y Peluquería. Finalmente, la muestra fue de 200 jóvenes residentes
en la capital del país.
En el proceso de investigación se empleó la teoría
fundamentada en la alternativa del diseño sistemático y el diseño
fenomenológico en su vertiente empírica psicológica, enfocada en el estudio de
experiencia y vivencias de los adolescentes y jóvenes, relacionadas con los
aspectos que les definen, asemejan y unen entre sí, y que, al mismo tiempo, les
diferenciaron de otros grupos etarios, fundamentalmente adultos. Los datos
cuantitativos se insertaron en el esquema central, con un diseño no
experimental, de alcance descriptivo (Hernández et al., 2014; Íñiguez y
Muñoz, 2004; Sautu, 2005; Sautu et al., 2005; Sautu, 2005; de Souza,
2010; de Souza et al., 2007; Strauss y Corbin, 1998).
En consecuencia, se privilegiaron los métodos cualitativos
que propician la relación sujeto investigador-sujeto investigado, lo cual
supone el reconocimiento de la participación activa de los sujetos en la
producción de datos, devenidos conocedores expertos de sí mismos y de su
contexto. Además, Carolina de la Torre (2001, pp. 110-111) subraya:
La relevancia de los límites en las relaciones inter
e intraidentidades, cuya demarcación se realiza a partir de las semejanzas y
diferencias, que no siempre son esenciales, estables o totalmente objetivas,
pueden ser relativas, cambiantes, emergentes y socialmente construidas,
trayendo consigo mayor o menor homogeneidad o heterogeneidad a lo interno de
cada identidad, grupo o categoría. Los límites pueden ser objetivos y reales,
pero también subjetivos y construidos; por ello, para que funcionen deben ser
percibidos en tanto tales, sin obviar su valor de continuidad. Este proceso
está socialmente condicionado, y en este orden apunta que los contenidos y
contornos de las identidades se hacen más evidentes y conscientes, según las
experiencias concretas y las manipulaciones creadas y reforzadas desde el
poder.
Por
último, se asumió el enfoque psicosocial, que comprende la interpenetración de
lo macro, lo micro y lo individual, expresado en la conexión entre los procesos
que se producen a nivel personal, grupal y de la sociedad más general
(Martín-Baró, 1983; Montero, 2010; Morales, 2017a; 2017b; 2017c). De ahí que se
estudien las identidades a partir de la subjetividad de adolescentes y jóvenes
en tanto individuos e integrantes de grupos pequeños, pero en el entendido de
que sus construcciones subjetivas constituyen una (re)producción social
contextualizada por un entramado de instituciones, políticas y significados de
un determinado momento histórico. De ahí la indagación en la percepción de
oportunidades y limitaciones en el desarrollo personal. Por lo tanto, la
caracterización de las expresiones identitarias se concibió en sus dimensiones:
cognitiva –conocimiento de sí compartido-, afectiva –en calidad de sentimientos
generados por la pertenencia– y conductual.
Los datos cualitativos emergidos de las preguntas
abiertas del cuestionario se categorizaron en una hoja de cálculo de Microsoft
Excel, a la vez que se convirtieron en valores numéricos para su análisis con
el paquete estadístico para Ciencias Sociales SPSS, a través de estadísticos
descriptivos para respuestas simples y múltiples, según correspondió.
En el proceso de análisis se efectuaron
comparaciones entre las bases de datos cualitativa y cuantitativa, de lo que
derivaron inferencias cuantitativas, cualitativas y mixtas o metainferencias,
las que se conectan con los hallazgos y conclusiones. La triangulación de
información procedente de diversas herramientas y la consistencia con los
resultados de investigaciones anteriores aportaron solidez a los análisis y las
conclusiones. A la vez, las divergencias encontradas fueron comprendidas como
expresión de la complejidad del proceso investigativo, que sirvieron de base
para la revisión crítica de los propios referentes teóricos y metodológicos
empleados.
Los
procedimientos seguidos durante el proceso de aplicación de las técnicas
estuvieron de acuerdo con las normas éticas del comité científico y editorial
del ICIC, institución que supervisó la ejecución de la investigación en
cuestión, solicitando el consentimiento informado a todos los integrantes de la
muestra.
Resultados
Los
modos en que las personas organizan sus interacciones y prácticas cotidianas;
así como las mediaciones que intervienen en los procesos de socialización,
también forman parte de la noción de identidad cultural asumida en la
investigación. De ahí que se explore, en su subdimensión asociativa, el
entramado resultante de los objetos y las personas significativas, las
prácticas y tradiciones culturales, con énfasis en las recreativas y
alimentarias.
Objetos significativos para los jóvenes
Para
los jóvenes estudiados, los objetos de mayor significación se avinieron con el
contexto socioeconómico y tecnológico en el que viven. Es por ello que la
categoría Tecnología (51%) tuvo la primacía como se muestra en la figura 1. De
los tres objetos que los jóvenes podían mencionar como los más importantes en
su vida diaria, en promedio, 2.7 respuestas concernieron a algún elemento
tecnológico o vinculado a esta área: “teléfono,
audífonos, PC, la tablet, videoconsolas, internet”.
Figura 1. Objetos significativos según jóvenes encuestados.
Fuente: Elaboración
propia
El celular constituyó el artefacto más importante para
los jóvenes, dado por la convergencia de aplicaciones y posibilidades que
ofrece para la comunicación, el esparcimiento, la organización y la superación.
Su penetración fue tan relevante que los entrevistados en el grupo de discusión
señalaron la predisposición favorable a la permanente localización o conexión a
internet y el displacer como principal consecuencia subjetiva ante la
separación o el agotamiento del paquete de megas para dicho acceso: “Por la mañana todo el tiempo oigo música
cuando voy para la escuela y si no tengo el teléfono me siento extraña, y
cuando tengo datos todo el tiempo me estoy conectando […] y cuando se te acaban
los megas te sientes mal”. “Yo sin el teléfono no puedo vivir porque ahí está
el que te va a llamar, la música […] yo sí quiero estar localizada”.
Sin embargo, en este espacio se observó una clara
distinción intragrupal entre quienes emitieron los comentarios anteriores, cuya
edad osciló entre los 17 y 20 años, y aquellos con más de 26 años de edad, que
refirieron un funcionamiento con mayor nivel de independencia del celular, lo
que pudo estar condicionado por el establecimiento del vínculo con estos
objetos en edades más tardías del desarrollo psicológico: “El teléfono lo tengo por necesidad porque
sinceramente me siento mucho mejor cuando no lo traigo, no me gusta estar
localizada. El teléfono a veces me molesta o me interrumpe cuando estoy
haciendo algo […] que a veces es más importante que la llamada”. “Antes éramos
más libre cuando no teníamos el teléfono. A veces vas a estar un ratico nada
más con tus amistades y están revisando una conversación que están teniendo
supuestamente en tiempo real en WhatsApp y no están aprovechando el momento que
están contigo”.
En segundo lugar, fueron referidos los objetos personales
(25%), destacando la “ropa y los
zapatos”, y con ello la
satisfacción de necesidades de reconocimiento social y autoafirmación típicas
de la edad. Sin relevancia estadística, pero importante desde el análisis
cualitativo, emergieron contenidos asociados al Dinero (6%), el Conocimiento
(4%), las Sustancias tóxicas (2%), la Comida (1%) y las Armas (1%). La alusión
al dinero y las sustancias tóxicas: “cigarro (la mayoría); fumar, beber”, tanto
en el cuestionario como en el grupo focal, indicó su posicionamiento en el
universo cultural de los jóvenes, que se complejiza ahora con la clara
referencia a la portación de armas blancas: “la chaveta, el cuchillo”.
La adquisición de saberes en cualquier variante sigue
siendo una opción preferida por los jóvenes, pues los objetos que le
representaron apenas fueron mencionados: “libros”; en tanto, la alimentación
marcó su presencia desde la carencia: “comer bien”. Por último, hubo un
conjunto de respuestas No ajustadas (10%) a la pregunta, pero que subrayaron la
importancia de la recreación, las relaciones de pareja, el reconocimiento
social y la actividad sexual como peculiaridades de esta generación: “fiesta;
una pareja que te haga feliz; llevarse bien con los vecinos; popularidad;
sexo”.
En el caso de los grupos de jóvenes estudiados, y
probablemente fuera de estos, el mundo objetal estuvo signado por las
tecnologías de la época. El mundo digital dinamizó los diferentes ámbitos de
las relaciones interpersonales, intergrupales y sociales en general, a pesar de
las limitaciones que tiene el país en tal área.
Prácticas
recreativas culturales: actividades, compañías y lugares de preferencia
Las
prácticas culturales son reconocidas como parte indisoluble de la identidad
cultural e incluyen variedad de aspectos; aquellas que tienden a perdurar por
largos periodos y permiten reconocer las especificidades de determinados
grupos, pueden catalogarse de tradiciones. En este caso se indagó en las
asociadas a la recreación, explorando la preferencia por determinadas
actividades, compañías y lugares de diversión tradicionales (Colombres, 2014;
de la Torre, 1995; Zamora, 2000).
Las actividades recreativas preferidas estuvieron vinculadas
fundamentalmente, como se aprecia en la figura 2, a Paseos (46%), fiestas y
experiencias fuera del hogar, las que en general expresaron versatilidad en las
opciones e indicaron la necesidad de desbordar las fronteras físicas que impone
el hogar: “playa, piscinas; campismos; salir por la noche”, con escasa referencia de asistencia a teatros y cines.
Figura 2. Actividades recreativas preferidas según los
jóvenes encuestados.
Fuente: Elaboración
propia
En el segundo escaño fue para la Actividad deportiva
(12%), elegida fundamentalmente por los hombres (60%), destacando los juegos de
equipo como el futbol, de pelota y, en menor medida, la práctica de ejercicio
físico y nadar. Esto acentuó, una vez más, la importancia otorgada por los jóvenes
a la socialización con los otros, a la interacción y al intercambio como rasgo
distintivo de la identidad cultural de esta etapa del desarrollo.
En tercera posición se colocaron la Tecnología (10%), la
Actividad sexual (7%), la Actividad diaria (6%), la Música/TV (6%) y la
Relación interpersonal (6%). En cuanto a la primera, las narrativas estuvieron
orientadas a la interacción con el móvil u otro artefacto semejante:
“conectarme a internet; jugar videojuegos; textear; hacer selfies para publicar
en Facebook”. Por otra parte, los comentarios asociados a Actividad sexual
tuvieron una connotación desfavorable, sin vislumbrarse asociados a
sentimientos afectivos: “sexo; follar; videos xxx”. De igual manera, las
respuestas referidas en Actividad diaria –también mayoritaria en hombres
(61%)–, apuntaron de manera concreta a acciones simples: “comer; dormir;
pelarme; bañarse”, vinculadas a la reposición de las condiciones físicas.
Resultó curioso el porcentaje que ostentó la categoría Música/TV: “oír música; mirar
series y pelis”, pues de acuerdo con los antecedentes se esperaba una presencia
mayor (Linares et al., 2008; Linares
et al., 2010). Por último, la Relación interpersonal distinguió el
énfasis en la afectividad entre amigos: “disfrutar
entre amigos; salir con mis amigos; hablar con los amigos”, por lo que
otra variante del análisis de esta categoría pudo fusionarse con Paseo, representando
el 52%.
Continuó siendo marcadamente minoritaria la alusión al
Estudio (4%) como práctica placentera dentro de la identidad cultural. Por
último, se estimó a partir de la reiteración de las Sustancias tóxicas (3%) en
este y en otros indicadores analizados, que esta práctica tiene un fuerte
arraigo en un sector de la población joven.
Las apropiaciones culturales transitaron de modo especial
por las relaciones interpersonales, pues fueron justamente los seres humanos
quienes codificaron y decodificaron los significados anclados en los objetos.
De ahí que en las prácticas recreativas –para encuestados y entrevistados en el
grupo focal– fueron las amistades (41%) las figuras seleccionadas por
excelencia para fungir en calidad de compañías significativas en las
actividades y espacios predilectos. Las referencias a los miembros de la
familia se hicieron a través de la evocación al grupo en sí mismo o de la
mención de miembros específicos (padres, hermanos, primos y tíos). La
agrupación de estos apelativos colocó a la familia en segunda posición (27%)
seguido de la pareja (25%). De acuerdo con estos datos la recreación, que es la
prioridad de estos sujetos, llegó de la mano de amistades y familiares, que son
los canales fundamentales de su socialización.
Por otra parte, los lugares predilectos mencionados por
los encuestados y entrevistados estuvieron en coherencia con las actividades
preferidas antes comentadas, como muestra la figura 3. En la primera posición
aparecieron los centros nocturnos de diverso tipo (36%) ya sean bares,
discotecas o fiestas. Se presumió que esta preferencia generó importantes
insatisfacciones, pues los datos del grupo focal y del cuestionario indicaron
que tales espacios resultaron en extremo costosos, si se compara con los ingresos
personales y familiares en general; esto condicionó la planificación y la
asistencia a estas instalaciones: “los
fines de semana cuando hay dinero”.
Figura 3. Lugares preferidos para prácticas recreativas según
los jóvenes encuestados.
Fuente: Elaboración
propia
Tal situación la enfrentaron de diversas maneras: unos
reordenando o constriñendo el consumo en esta esfera; reubicando los
encuentros, reemplazando los espacios por otros que requirieran menos
presupuesto, ponderando la interacción con las amistades y manteniendo la
inclinación por el ámbito público en un diseño cercano a la intención inicial.
Otros mostraron mayor frustración, menos flexibilidad y capacidad para elaborar
alternativas ante la limitación de recursos económicos. Se produjeron cambios
importantes que restringieron la satisfacción de sus necesidades de
esparcimiento: “Lo importante es la
experiencia que uno vive con las amistades. Las veces que he ido sin dinero la
he pasado mejor que con dinero, porque no tenemos la preocupación, es lo que
hay en el momento y me ha enseñado el valor del dinero, de la amistad, de
todo”; “Mi experiencia es diferente, porque yo no salgo a la calle si no tengo
dinero, a pasar trabajo, a los bares hay que ir con 30,00 CUC”.
Unido a lo anterior, los adultos jóvenes señalaron la
falta de tiempo como otra causa que afectó la satisfacción de sus necesidades
de esparcimiento, pues el cúmulo de responsabilidades o proyectos favoreció la
eterna postergación y el cambio de opciones recreativas. Las narrativas
expresaron: “Estamos hablando mucho
dinero y a veces tenemos el dinero, pero no tenemos el tiempo para ir a
cualquier lugar. A mí me pasa que todas mis amistades tienen un plan y todo el
mundo se ha separado. A veces piensan que el dinero es lo que más vale y lo que
más vale es el tiempo”.
En segunda instancia se colocó entre los lugares
predilectos para el esparcimiento el Hogar propio, de la pareja o de algún
amigo (15%): “No hay dinero, pero mi casa siempre está llena de amistades
jugando Play Station, dominó o cartas. Son amistades mías, de mis padres, de mi
novio”. Otros lugares que gozaron de
preferencia entre los jóvenes fueron aquellos que permitieron disfrutar
directamente de la Naturaleza (13%): “playa, campismo, campo”, los Parques Wifi
(11%) para la conexión a internet y las zonas Céntricas (10%) del Vedado y La
Habana Vieja: “Malecón, Coppelia”. En todos estos las incursiones suelen ser
más económicas que en los Nocturnos. Según los entrevistados: “Para pasarla bien no hace falta el dinero,
que simplemente tú estás así con los amigos y dices vámonos para la playa, y
coges una guagua y te vas y la pasamos bien. Y si aparece algún dinero nos
compramos una cerveza, compartimos”.
Sin relevancia estadística fueron mencionados la Escuela
(4%), el Barrio (4%), las instalaciones Culturales (3%): “cine, teatro, museos,
conciertos”, Recreativas (3%): “restaurantes, hoteles”, y Deportivos (1%); así
como las Tiendas (0.3%) y los Países (0.3%). En cuanto a la asistencia a
espacios culturales, en la discusión grupal se expresaron criterios por jóvenes
y adultos jóvenes, que apuntaron a la percepción de una disminución de las
acciones públicas que favorecieran la concurrencia de jóvenes a teatros y demás
locales culturales, dejando mayor margen a la propuesta de los bares. Al
respecto comentaron: “Cuando yo estaba
más jovencita, había muchos más proyectos de cosas divertidas para hacer y
ahora se ha quedado encasquillado en los bares y no hay más nada. Se hacían
fiestas en los parques, había incluso muchas obras de teatro. Y ahora te quedas
así y dices dónde hay una fiesta. No hay fiestas. La gente no sale porque no
tiene dinero. Y no hay nada qué hacer”; “A veces no entiendo que tenga que ir a
un lugar donde me van a cobrar cinco veces el precio que cuesta una cosa, y al
final te quedas con que te gastaste 40 dólares y no tienes ni un mareo, que el
trago no estaba ni bien preparado y me trataron mal”.
Tradiciones culturales para los jóvenes
La
exploración en torno a prácticas culturales de larga data y reconocida
significación cultural, asumidas en calidad de tradiciones culturales reportó
informaciones discretas. En las respuestas de los jóvenes –encuestados y grupo
de discusión–- no se advirtió el reconocimiento o la apropiación de usanzas pertenecientes
a generaciones anteriores, ni la gestación de costumbres culturales, políticas,
sociales o recreativas propias.
En general, los contenidos evocados por los encuestados
enunciaron aspectos ya analizados en indicadores anteriores, como se aprecia en
la figura 4. La Recreación (30%) y la Tecnología (15%) volvieron a ser
jerarquizadas. Su articulación produjo la presencia en las redes sociales de
las actividades recreativas, mediante la publicación de fotos personales y
grupales, así como la obtención de likes
en Facebook, que dinamizaron las nuevas maneras de interacción: “pasarse el tiempo frente a una pantalla,
tirarse fotos donde quiera”; “conectarse todos los días para ver cuántos likes tiene su foto”.
Las categorías Actividad diaria (9%), Sustancias tóxicas
(8%), Antivalor (7%), Música/TV (5%) –referido sobre todo por personas de piel
negra (41%)–, Crítica a la identidad (5%), Actividad sexual (4%), Moda (2%) y
Ninguna (0.2%); expusieron desde diferentes áreas cómo los jóvenes han
incorporado comportamientos no saludables –descritas desde la aceptación o el
rechazo–; que abogan por la vulgaridad, la banalidad, el consumismo y la
vagancia. Por la novedad de sus contenidos se amplía:
Figura 4. Tradiciones culturales según
los jóvenes encuestados.
Fuente: Elaboración
propia
Solo las categorías Estudio (5%): “asistir a la escuela”;
Relación interpersonal (4%): “cocinar en familia; pasar tiempo en familia; ser
leales a los amigos”; Actividad deportiva (2%): “jugar algunos deportes; hacer
ejercicios”; Tradición (2%), Trabajo (1%) y Educación formal (1%): “cortesía,
respeto”, fueron alusivas a cualidades favorables en la dinámica cotidiana de
los jóvenes.
En términos de Tradición solo se situaron las conocidas
fotos por la celebración de los quince años para las mujeres –referido
principalmente por estudiantes de la ESBU (86%)– y otras prácticas que
trascendieron lo juvenil: “tirarse las
fotos de los 15 años, excursión por la graduación de la universidad; comer
carne el 31, bañarse en el primer aguacero de mayo”. En cualquier caso, no revelaron innovación. Por otra parte, en
cuanto a la identificación con la condición de ser cubanos, las imágenes
descritas no denotaron variedad de afectos. Los planteamientos tendieron a un
mismo ordenamiento y no se observó fraccionamiento en el interior de la
muestra. Al respecto las siguientes narrativas: “A mí me encanta mi tierra. Yo soy guajiro, me gusta la tierra, me
gustan las costumbres”; “Los valores que te dan aquí. La forma de ser de
nosotros. Nos gusta la fiesta, nos gusta salir. Hay países que es computadora
todo el tiempo, aunque aquí también tenemos tremendo vicio con la tecnología,
pero no es igual”.
Alimentación para los jóvenes
En
cuanto a las prácticas culturales atinentes a la alimentación, se notó la
influencia de la desventajosa situación económica nacional que ha marcado al
país en la época más reciente, agravada en los últimos años, y que ha
depauperado de modo notable el abastecimiento de alimentos con la calidad,
cantidad y variedad requerida para satisfacer el esquema alimentario
tradicional.
Predominó entre los jóvenes la tendencia al consumo de
Comida insana o chatarra (53%), lo cual debió estar asociado a la creciente
oferta de este tipo de productos en distintas variantes y por diferentes vías,
reproduciendo modelos hegemónicos: “Muy
mala, las tiendas están vacías y no hay chuchería para los niños”.
En menor medida se situó el consumo de Comida sana (21%)
–frutas, vegetales y proteínas– y Comida italiana (17%), esto último con
referencia exclusiva a pizzas y espaguetis. La Comida cubana (9%) tuvo escasa
relevancia y en general no se representó en los platos más reconocidos en la
cultura culinaria, sino en aquellos alimentos que se gestionaron con más
facilidad en la cotidianidad: “frijoles negros, aguacate y huevo hervido”. Por otra
parte, muy pocos se inclinaron por la Comida americana (1%), en alusión expresa
a la hamburguesa que reproduce el estilo McDonald.
A modo de resumen, la tabla 1 muestra las semejanzas
favorables o desfavorables de los contenidos de las categorías que emergieron
en los tres indicadores de la subdimensión valorativa de la identidad cultural
de los jóvenes estudiados.
Tabla 1.
Resumen de la relación
existente entre las categorías de la subdimensión asociativa de la identidad
cultural de los jóvenes.
Objetos significativos |
Prácticas recreativas culturales |
Tradiciones culturales |
|
Actividades preferidas |
Lugares preferidos |
||
No ajustado |
Paseos Música / TV Relaciones
interpersonales |
Centros
nocturnos Hogar Naturaleza Zonas céntricas Barrio Centros recreativos Centros
culturales |
Recreación Música / TV Relaciones
interpersonales |
Tecnologías |
Tecnologías |
Parque Wifi |
Tecnologías |
Conocimiento |
Estudio |
Escuela |
Estudio Educación
formal |
– |
Actividad
deportiva |
Centros
deportivos |
Actividad
deportiva |
Sustancias
tóxicas |
Sustancias
tóxicas |
– |
Sustancias
tóxicas |
Objeto personal Dinero |
– |
Tienda |
Moda |
Comida |
Actividad
diaria |
– |
Actividad
diaria |
No ajustado |
Actividad
sexual |
– |
Actividad
sexual |
Armas |
– |
– |
Antivalor Crítica a la
identidad |
– |
– |
Países |
Emigración |
Fuente: Elaboración
propia
La estrecha relación que guardaron los indicadores
estudiados en esta subdimensión –objetos significantes, actividades y lugares
preferidos y tradiciones culturales– expresaron la consistencia y coherencia de
los resultados obtenidos en la investigación. En esta agrupación no se
incluyeron ni las compañías significativas ni las tradiciones alimentarias,
dado que la naturaleza de su contenido no favoreció la comparación.
Discusión
Las
culturas han cristalizado en objetos de distinto tipo, los cuales han hecho
posible al paso del tiempo conocer las particularidades de los sujetos y sus
interacciones. Se apreciaron importantes coincidencias en las percepciones de
los jóvenes y las diferentes prácticas culturales que centraron la
socialización en su vida cotidiana. Las mediaciones destacaron tres aspectos de
primer orden: el acomodo a las condiciones económicas del país, el desarrollo
de la tecnología y las regularidades psicológicas propias de la edad. A pesar
de la limitada infraestructura del país en el área de las telecomunicaciones,
los equipos tecnológicos más factibles –móviles, tablet, bocinas USB– mediaron,
en general, las relaciones interpersonales, intergrupales y sociales y, por
tanto, resultaron fuente de información y formación cultural. En torno a ellos
la mayor parte de los jóvenes construyeron su comunidad.
Otras mediaciones, relevantes por su connotación
cualitativa, ya que su reiteración fue minoritaria, fueron la alusión a dinero,
cigarro, alcohol, drogas, armas blancas, sexo despojado de afecto y conductas
antisociales. Estos objetos y maneras de comportamiento han sido incluidos como
moneda de cambio relevante en las relaciones interpersonales, a la vez que
concentraron expresiones culturales, coincidente con algunos de los resultados
de Díaz et al. (2017). Estas expresiones pudieran vincularse a
necesidades de autonomía, independencia y rebeldía, canalizadas desde la
asunción de conductas aceptadas en los grupos de pertenencia y que avalan un
lugar. Estos elementos reseñan la presencia creciente de objetos que los
estudios tradicionalmente colocan en el perfil de grupos marginales,
coincidiendo con los resultados obtenidos por Morales et al. (2002), en
poblaciones juveniles con desventajas sociales.
En lo referente a objetos significativos, como lo es el
uso del móvil, se observaron posturas que fluctuaron desde el apego absoluto
hasta el rechazo. Algunos jóvenes subrayaron la preocupación ocasionada por la
ininterrumpida conexión de sus coetáneos cuando estaban socializando en grupos,
poniendo énfasis en la importancia de la afectividad y de la delimitación del
rol destinado a las tecnologías.
Las prácticas culturales recreativas pusieron énfasis en
actividades orientadas al encuentro, interacción y socialización con los
coetáneos, a través del goce grupal de opciones artísticas, gastronómicas o
vinculadas a la interacción con la naturaleza. Sin embargo, se aprecia que el
consumo en espacios estatales o privados está siendo sustituido por el ámbito
doméstico o espacios abiertos debido a su inaccesibilidad económica. Resultados
similares obtuvieron otros estudios cubanos, realizados desde la
conceptualización de la recreación en el Centro de Estudios Sobre la Juventud
(Colectivo de autores, 2013), como los que obedecieron a la teorización del
consumo y la participación cultural propuesto por el ICIC (Linares et al.,
2008).
Por otra parte, se ratificó una importante regularidad
psicológica para esta etapa de la vida al mantener, coetáneos y familiares, la
centralidad en los procesos de socialización que canalizaron las apropiaciones
culturales. La figura materna centró la mediación familiar, coherente con el
modelo patriarcal que coloca en las mujeres el núcleo de los procesos
formativos y comunicativos en el ámbito doméstico.
En cuanto a las actividades recreativas, los jóvenes
re-significaron el uso tradicional de algunos espacios con la finalidad de
ajustar sus aspiraciones y modelos de consumo a sus deficientes condiciones
socioeconómicas. Como alternativa al bajo poder adquisitivo emerge el ámbito
doméstico como espacio para la recreación, ya reportado en los estudios de
consumo cultural. Ello supone el repliegue espiritual de individuos y grupos y,
por tanto, un cambio obligado con respecto a prácticas recreativas de
generaciones anteriores.
En el ámbito de las tradiciones alimentarias, la
culinaria cubana fue relegada por la preferencia a la comida chatarra e
italiana. El desmejorado escenario económico existente en el país ha
depauperado la presencia de la auténtica comida criolla en el espacio doméstico
y público, lo que ha propiciado la proliferación de ofertas gastronómicas
típicas de la cocina rápida internacional y de la italiana.
En general, se reconocieron pocas tradiciones
conservadas, restauradas o elaboradas por la población joven. Las maneras
asumidas actualmente para la recreación ponen énfasis en las relacionadas con
el acceso a móviles y redes sociales. Además, impresionó la desconfiguración de
las manifestaciones habaneras de culturas juveniles, asentadas fundamentalmente
en calle G y en el Malecón (Pañellas, 2019), durante las primeras décadas del
presente milenio. Las intervenciones adultocentristas y estigmatizantes –en no
pocos casos– coactaron los comportamientos juveniles que irrumpieron en el
escenario capitalino apropiándose de espacios importantes, y comunicando formas
de existencia de lo juvenil diferentes a las conocidas, establecidas y
controladas.
Junto al reconocimiento llegó el debate y el combate, y
ello implicó para esa generación la desmovilización, la vuelta a la rutina como
grupo social y la pérdida de autonomía e identidad. En la actualidad, la
efímera estructuración de los diversos teams
que poblaron zonas céntricas habaneras (Pañellas, 2019) hicieron pensar en
fugacidad y fragilidad de las innovaciones. Los jóvenes estudiados desconocen
sus potencialidades para producir y transformar símbolos que identifiquen su
época, y tienden a reproducir patrones ajenos.
Los rasgos distintivos de la identidad cultural se
encontraron fuertemente impactados por el desfavorable contexto socioeconómico
y el incremento de la pobreza, las desigualdades y las exclusiones, que
contrastan con el ascenso del respeto a las diversidades de género y
orientación sexual. La pertenencia a diferentes
grupos socioclasistas apareció como el sustrato esencial de las distinciones, y del
reconocimiento de la pluralidad de apropiaciones y manifestaciones de la
identidad cultural, en tanto, los grupos de jóvenes estudiados no mostraron
diferencias sustanciales en atención a las características demográficas,
ocupacionales o territoriales, de manera que la heterogeneidad constatada no
agredió la homogeneidad identitaria.
Por último, queremos destacar que, aunque mucho se
ha debatido sobre el condicionamiento social de las edades, la edad
psicológica, la construcción cultural de las edades y la construcción
generacional de la cultura (Domínguez, 2006; Feixa, 1996; Morales,
2017c), la edad biológica es un marcador fundamental para determinar la etapa
de la juventud. En nuestra opinión, la presente investigación no escapó de esta
constricción, que se establece, a la luz de toda la producción en cuestión,
como una limitación metodológica.
Conclusiones
A
modo de conclusión podemos comentar que la construcción identitaria de los
jóvenes estudiados está contextualizada y transversalizada por aspectos
ideológicos, axiológicos y socioeconómicos, que reflejan tensiones presentes
actualmente en el país. La desfavorable situación económica incide directamente
en el incremento de desigualdades sociales; equidistantes de las nociones de
equidad y justicia social que preconizan las políticas sociales. A la par, se
empieza a instituir nuevamente la criticada cultura del tener, de origen capitalista y consumista, que rivaliza con la
preferencia por preceptos dignificadores del ser humano; así como la extensión
y profundización de la influencia de modelos culturales hegemónicos en
contraposición con la ascendencia de patrones autóctonos y contrahegemónicos.
La concurrencia de esas condiciones actúa mediada por la retadora e
insoslayable apropiación de las tecnologías y plataforma digitales.
En el contenido de la subdimensión asociativa destacaron
la sociabilidad y las relaciones afectivas para los jóvenes donde se advirtió
continuidad en lo que se reconoció como identidad cultural cubana. Sobresalió
la interacción sistemática y abierta, que favoreció a amigos y familiares y que
aprovechó los distintos espacios existentes, pero menoscabada por la
superficialidad de tradiciones y costumbres enriquecedoras.
Hubo una fuerte transversalización de las tecnologías en
todas las esferas, al margen de la infraestructura que la soporta, donde se
visualizó confluencia de la identidad cultural y generacional, en tanto sus
usos más importantes estuvieron enfocados hacia la socialización y la
pertenencia a los grupos reales –offline–
y virtuales -online– (Facebook,
WhatsApp). En el orden asociativo se notó un predominio de la preferencia por
contactos entre coetáneos, mediante nexos directos o empleando las tecnologías
digitales; así como prácticas culturales centradas en la diversión, con
tendencia a lo grupal asentado en espacios privados con el fin de significar el
estatus socioeconómico. No se reconoció gestación de tradiciones propias, ni
reproducción de las costumbres de generaciones precedentes.
Las cualidades relativas a la subdimensión asociativa
adjudicadas a los jóvenes estuvieron acompañadas por afectos positivos. Sin
embargo, no debe perderse de vista la presencia de posiciones acríticas a
conductas inadecuadas, incluso reprochables socialmente.
En el interior de la muestra existen formas diversas de
identidades culturales, que se pudieran agrupar en tres variantes no necesariamente
excluyentes, más bien concomitantes: tradicional, actualizada y emergente. La
primera hace referencia a una forma de identidad cultural más tradicional,
conforme y legitimadora de los patrones preestablecidos en torno a la cultura
cubana y al ser joven. La segunda, alude a una identidad cultural que se ha
incorporado contenidos derivados de modelos culturales nacionales y foráneos
generados en tiempos recientes, que la hace potencialmente productiva e
innovadora. En la tercera y última variante, predomina la asimilación de
modelos culturales nacionales y foráneos generados en tiempos recientes, y
tiende a la pérdida de contenidos tradicionales, con un fuerte condicionamiento
del deterioro de las condiciones económicas y sociales del país.
Los resultados de esta investigación posibilitaron
intercambios sobre el tema entre investigadores y decisores de institutos,
consejos y direcciones para armonizar concepciones y trazar estrategias
encaminadas al fortalecimiento o reconfiguración de la identidad cultural, en
especial de los jóvenes.
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Cubana. Máster en Sociología, Universidad de La
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comunitario: Experiencias y perspectivas del diálogo academia-política en Nudos Críticos del desarrollo en América
Latina y el Caribe. Procesos de diálogos multiactorales” (2022) y en “Juventudes:
articulaciones de las desigualdades intra e intergeneracionales en interseccionalidad, equidad y políticas
sociales” (2022).
Elaine Chuco Morales
Cubana.
Doctora en Ciencias Psicológicas, Universidad de La
Habana, está adscrita al Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan
Marinello”. Líneas de investigación: identidades y juventud(es); desigualdades,
exclusiones, equidad y políticas sociales; y participación y desarrollo social.
Últimas publicaciones: “Significados y percepciones sociales de exclusión
social en adolescentes de La Habana” (2022) y coautora de “Red de Estudios de
identidad cubana y latinoamericana” (2022).