Isabel margarita
Aguilera bornand


Universidad Arturo Prat isabelaguilerab@gmail.com

 

JUAN IGNACIO
 ALFARO FIGUEROA


Universidad Diego Portales

jialfaro@uc.cl

 

CLAUDIA TRINIDAD
GIACOMAN HERNÁNDEZ


Pontificia Universidad

Católica de Chile

cgiacoma@uc.cl

 

 

Recibido
13 enero 2022
Aprobado
6 mayo 2023
Publicado
13 julio 2023

 

traducción

Isabel Aguilera Bornand
Universidad Arturo Prat

 




La ruta hacia el veganismo. Una aproximación desde los afectos a través de relatos de vida[1]

 

Resumen: Este artículo examina los inicios de trayectorias de vida veganas, siguiendo la perspectiva de Sara Ahmed respecto de la productividad social de las emociones. Nuestro objetivo es comprender cómo operan los afectos en el devenir vegano y para ello analizaremos relatos –recogidos mediante entrevistas con enfoque biográfico– sobre experiencias catalíticas y el contacto con animales durante la infancia de jóvenes veganos. En ambas instancias se observa que afectos como el miedo, la repugnancia y el amor se presentan simultáneamente, impulsando acciones de alejamiento y acercamiento, identificaciones y alterizaciones que configuran la experiencia. Sostendremos que las experiencias catalíticas corresponden a una toma de conciencia y a la búsqueda de consecuencia que descansa en el entrecruzamiento de emoción, sensación y cognición. Además, propondremos que el camino al veganismo se pavimenta de contactos e impresiones que marcan los cuerpos y resuenan en las trayectorias.

 

Palabras clave: Veganismo; emociones; experiencias catalíticas; animales, Ahmed.

 


Towards veganism. An affect theory approach to vegan trajectories thought life stories

 

Abstract: This paper examines the beginning of vegan life trajectories using Ahmed’s perspective on emotions. We aim to understand how emotions work in the path to veganism. We analyzed biographic interviews, specifically stories about catalytic experiences and moments of contact with animals during childhood. In both kinds of experiences, feelings of fear, disgust and love are intertwined, and are driving force behind distancing, drawing closer, identification and alterization processes that shapes the lives and social relations of the participants. We claim that catalytic experiences are entanglements of emotion, cognition and sensation where self awareness and a quest for congruence occur. We also claim that the path to veganism is made of contacts and impressions that leave traces on the bodies and resonate in the trajectories.

 

Keywords: Veganism; emotions; catalytic experiences; animals; Ahmed.

 


 

Cómo citar

Aguilera, I.; Alfaro, J. y Giacoman, C. (2023). La ruta hacia el veganismo. Una aproximación desde los afectos a través de relatos de vida. Culturales, 11, e737. https://doi.org/10.22234/recu.20231101.e737

 

Introducción

En las trayectorias de vida se observan puntos de inflexión o momentos clave que desencadenan cambios, rápidos o graduales, en las propias elecciones y prácticas (Giddens, 1991). Se trata de experiencias y momentos interaccionales que, vistos en retrospectiva, se significan como hitos o marcas en el devenir (Denzin, 1989) o, parafraseando a Ahmed (2015), momentos donde se siente el propio camino. Este tipo de experiencias se observan plenamente entre veganos y dan lugar a cambios en las elecciones alimentarias, las identidades y en el posicionamiento ético-político respecto del carnismo y el especismo.[2]

La trayectoria de vida de veganos se ha observado como un proceso no lineal con distintas etapas: cuestionamientos personales, intento de vegetarianismo, vegetarianismo, veganismo y, en algunos casos, activismo (Giacoman et al., 2021). Es un acuerdo extendido que en sus inicios los veganos viven “experiencias que producen un ‘clic’ y generalmente conducen hacia el paso siguiente” (Giacoman et al., 2021, p. 10). A ese tipo de experiencias se les ha nombrado como de conversión (Beardsworth y Keil, 1992); es decir, experiencias catalíticas (McDonald, 2000) o epifanías (Jamison et al., 2000) y suelen estar relacionadas con un develamiento: la carne como animal y/o los animales como seres sintientes, de ahí que Pallotta las llame directamente “epifanías de la carne” (2005, p. 63).

También es un acuerdo que estas experiencias, así como la etapa inicial hacia el veganismo en su conjunto, tienen un componente emocional importante, que se ve reflejado frecuentemente con culpa, tristeza, vergüenza, repugnancia, frustración y soledad, pero también orgullo, realización y optimismo (Díaz, 2012; Jacobsson y Lindblom, 2013; Jamison et al., 2000; McDonald, 2000; Twine, 2014). Además, los estudios sobre activismo vegano revelan los efectos cognitivos, emocionales y los usos políticos del “shock moral”, es decir, la exposición a retóricas e imágenes que afectan los “sentimientos morales” o generan un “despertar moral” (Herzog y Golden, 2009; Jacobson y Lindblom, 2013; Jasper & Poulsen, 1995; Pallotta, 2005).

Ahora bien, el consenso respecto de la concurrencia de emociones en los inicios de las trayectorias veganas no se ha traducido en investigaciones que lo focalicen y que lo hagan desde aproximaciones teóricas específicas sobre el papel de los afectos en la vida social. Quizá por eso los estudios sobre trayectorias, como los de Díaz (2012), McDonald (2000) y Pallotta (2005), tienden más bien a identificar las emociones que a preguntarse cómo funcionan; a calibrar el peso de las emociones en relación con la cognición, en lugar de pensarlas como componentes indistinguibles en la experiencia, y a circunscribir temporalmente las experiencias catalíticas, ya sea en tanto eventos o procesos.

Sin ir más lejos, en el ampliamente referenciado trabajo de McDonald (2000), la temporalidad de las decisiones de cambio se asocia al peso diferencial de la emoción y la cognición: “si la decisión fue tomada temporalmente cerca de la experiencia catalítica, por lo general fue más emocional que si se tomó después de un periodo de aprendizaje” (2000, p. 14). Así, una experiencia catalítica emocional sería más parecida a un evento, mientras que las experiencias de orden cognitivo, un proceso. McDonald observa que es más común que las personas emprendan un camino de aprendizaje y, por lo tanto, otorga un carácter decisivo a la lectura y el escrutinio lógico de las prácticas en la primera fase del veganismo. Misma orientación ofrecen Presser, Schally y Vossler (2020), quienes hablan de “epifanías de conocimiento” como hitos que deslindan un sí mismo ignorante y no vegano, de un sí mismo informado y vegano. Pallotta (2005), si bien reconoce que un acto de cognición implica emociones y viceversa, reafirma que los giros de vida lentos descansan más en la reflexión, el cuestionamiento sostenido y el estudio que en sensaciones o emociones. Las emociones, según la autora, se concentrarían en vivencias anteriores a los momentos y/o procesos de giro, por ejemplo, en las primeras “epifanías de la carne” durante la infancia.

En este artículo consideraremos los pasos iniciales hacia el veganismo desde la teoría de los afectos, y nos preguntaremos, de la mano de Ahmed (2015), ¿qué hacen las emociones? Nuestro objetivo, entonces, es comprender cómo operan las emociones en el devenir vegano. Sostendremos, por una parte, que las experiencias catalíticas descansan en un entrecruzamiento complejo y no desmontable de emoción, sensación y cognición. Por otra, propondremos que existen experiencias que allanan el camino al veganismo, historias de contactos entre animales humanos y no humanos que dejan una marca o impresión, y resuenan en la trayectoria vital.

Trabajaremos interpretando narrativas que obtuvimos a través de entrevistas biográficas a veganos/as jóvenes que han adoptado esa dieta por razones morales, éticas o políticas, y que se posicionan desde el antiespecismo. Teóricamente, nos serviremos de tres nociones centrales; la primera, la experiencia, porque permite pensar emoción, cognición y sensación como elementos inseparables que constituyen al sujeto y su relación con el mundo (Highmore, 2010); la segunda, el contacto, que remite al encuentro entre sujeto y objeto de sentimiento como locus para apreciar la circulación de afectos, y la tercera, la impresión, que nos lleva a la historicidad de los afectos y a los efectos de los afectos: las experiencias pueden dejar marcas o impresiones en los cuerpos que retornan al presente (Ahmed, 2015). Observaremos, entonces, la ruta hacia el veganismo en tanto que experiencias de contactos e impresiones.

 

Pensar el veganismo desde los afectos

Pensar los afectos supone apropiarse de la crítica a la división cartesiana entre cuerpo y mente para observar que sensación, emoción y pensamiento son un entramado que se experimenta de manera simultánea en los cuerpos: “la experiencia cultural es a menudo una trama densamente tejida de todos estos aspectos […]. Los entrecruzamientos pegajosos de sustancias y sentimientos, de materia y afecto son centrales para nuestro contacto con el mundo” (Highmore, 2010, p. 119). Desde esta perspectiva, los afectos son articuladores de la experiencia humana “aquello que une, lo que sostiene o preserva la conexión entre ideas, valores y objetos” (Ahmed, 2010a, p. 29).

Esta forma densa y encarnada de concebir la experiencia es propicia para trabajar en torno a las prácticas alimentarias y el veganismo, porque comer es un acto de entrecruzamiento sensorial, cognitivo y emocional que define nuestro contacto con el mundo[3] (Sutton, 2010); mientras que el veganismo, como práctica e identidad, se conformaría a través de experiencias donde se desarrolla la empatía humano-animal y se refina la sensibilidad corporal (Hansson y Jacobsson, 2014; Pallotta, 2005; Rothgerber y Mican, 2014; Twine, 2017).

Las teorías contemporáneas sobre el papel de las emociones y afectos en la vida social no constituyen aún un referente obligado en el estudio del veganismo, pero su influencia se ha dejado sentir en investigaciones sobre el veganismo como movimiento social. Jacobsson y Lindblom (2013) retoman conceptos de la socióloga Arlie Hochschild para advertir el activismo en tanto “trabajo emocional”, donde las “reglas del sentir” –que regulan las emociones permitidas y promovidas dentro de determinados contextos– se manifiestan, por ejemplo, en formas comunes de sentir frente al olor de la carne o en la estabilización de las formas de expresar la empatía o la indignación. De manera complementaria, Hansson y Jacobsson (2014) proponen que devenir en activista vegano “implica el desarrollo de repertorios afectivo-cognitivos y procesos de sensibilización”, así como un refinamiento de la “sensibilidad corporal y capacidad de sentir” (2014, p. 264). De esta manera, el cultivo de “disposiciones afectivas que conforman la subjetividad activista” (2014, p. 62) sería la base para reforzar y mantener el compromiso político.

Los estudios sobre activismo se alinean con un importante aserto del pensamiento sobre los afectos: la crítica a la distinción entre emociones positivas y negativas en el análisis de lo político (Macon, 2014). Dicha dicotomía supondría que algunos afectos movilizan hacia la emancipación, mientras que otros serían opresores y desempoderantes, cuestión que en el veganismo se desmonta por completo. Como indicábamos, el devenir vegano se vincula con emociones como la empatía y el optimismo, y también con “sentimientos malos” (Ahmed, 2010a) como la repugnancia, la culpa y la vergüenza, los cuales, lejos de inhibir la conducta y desempoderar, se presentan como un impulso para decidir cambiar, elementos que habilitan la politización y sensaciones compartidas que sostienen una práctica (Jacobsson y Lindblom, 2013; Jamison et al., 2000).

Las investigaciones antes mencionadas proveen un marco para considerar al veganismo desde las emociones, sin embargo, no analizan los inicios de la trayectoria vegana ni las experiencias catalíticas. Al respecto, el único trabajo que encontramos fue el de Twine (2014), quien observa cómo circula la felicidad (y la infelicidad) entre jóvenes veganos, sus familias y amigos, y cómo ello impacta tanto en las transiciones al veganismo como en las relaciones sociales. Usando la figura de la “aguafiestas”, que Ahmed (2010b) atribuye a las feministas, Twine (2014) sostendrá que los veganos tensionan el orden sentimental hegemónico en tanto ponen en jaque la “felicidad omnívora” que se fraguaría cuando comemos juntos.

Para nuestro acercamiento nos serviremos de tres nociones que de manera articulada atraviesan La política cultural de las emociones de Ahmed: experiencia, contacto e impresión. Ahmed no establece una distinción entre emociones y afectos[4] porque, según indica, hablar de las primeras lleva implícito el examen de los procesos corporales de afectar y ser afectada, y lo es porque pensar las emociones es pensar en cómo entramos en contacto con los objetos y con las personas (Ahmed, 2015). Ese contacto con el mundo es la experiencia humana que, como decíamos, no puede sino entenderse como un entrecruzamiento de sensación corporal, emoción y pensamiento. Así, distinguir entre esos elementos “como si pudieran ser ‘experimentados’ como ámbitos diferentes de la ‘experiencia’ humana” (2015, p. 28) pierde sentido. En otras palabras, evitar una demarcación prístina entre afectos y emociones facilitaría capturar “la complejidad de la experiencia de los cuerpos humanos: cuerpos que sienten, piensan, repiten hábitos, improvisan, generan sorpresas y, muchas veces, hacen todo esto al mismo tiempo” (Solana, 2020, p. 37).

El concepto/metáfora que permite mostrar que los afectos articulan la experiencia humana como un todo inseparable es el de “impresión”. Echando mano al carácter multívoco de esa palabra Ahmed da cuenta de su potencialidad:

Una impresión puede ser un efecto en los sentimientos del sujeto (‘ella nos dejó impresionados’). Puede ser una creencia (‘tener la impresión’). Puede ser una imitación o una imagen (‘crear una impresión’). O puede ser una marca en la superficie (‘dejar una impresión’). Hay que recordar la “presión” de una impresión, que nos permite asociar la experiencia de tener una emoción con el efecto mismo de una superficie sobre otra, un efecto que deja su marca o rastro (2015, pp. 27-28).

 

Los contactos dejan una marca porque los afectos hacen algo en y entre los sujetos. Operan dejando una huella porque se han movido –circulado– entre ego y alter, de ahí que un encuentro pueda implicar “verse (con)movido” por la proximidad de otros (Ahmed, 2015). Las emociones, por lo tanto, son relacionales. No están en el sujeto, sino que circulan y se acumulan conformando “economías afectivas” y dando lugar a acciones, reacciones y relaciones de alejamiento y acercamiento, generando proximidades y distancias, identificaciones y diferencias (Ahmed, 2004, 2015). Desde esta perspectiva, las emociones no solo son sociales, sino que producen la vida social.

Pensar la ruta hacia el veganismo por motivos éticos y/o antiespecista desde los afectos, implica considerar que las experiencias de contacto e impresión no solamente son entre humanos, sino también entre humanos y animales que, muchas veces, son sentidos como si fueran humanos.

Establecer una similitud entre humanos y animales que trasciende la sintiencia es corriente en las luchas anti-especistas y favorecería, según Cherry (2010), el despliegue de la “universalización de la victimización” como estrategia política. Según, Boisseron (2018) la crítica político-filosófica a las fronteras y jerarquías entre especies se desarrolla construyendo una “analogía de las experiencias”, es decir, una similitud que va más allá de compartir la capacidad de sentir placer y dolor. De ese modo, no solamente seríamos parecidos por naturaleza, sino que compartiríamos una historia de opresiones comparables o incluso igualables, en tanto estructuras de dominación como el sexismo y el racismo serían análogas y complementarias al especismo. Ahora bien, según Pallotta (2005), la percepción de similaridad entre animales y humanos no tiene que ver solamente con la apropiación de una argumentación para la política, sino que, con vivencias concretas, sean o no experiencias catalíticas, donde la frontera entre especies se difumina dando lugar a una identificación no necesariamente buscada con los animales. 

Hansson y Jacobsson hablan de la identificación como parte de la experiencia de los activistas veganos y la entienden como la posibilidad de sentir por otro: “es decir, a la producción de sentimientos de empatía por el dolor del otro” (2014, p. 273). Por su parte, Ahmed observa que la identificación es una forma de vínculo amoroso: “una manera activa de amar, que lleva o jala al sujeto hacia otra persona. La identificación involucra el deseo de acercarse a los otros volviéndose como ellos” (Ahmed, 2015, p. 197). La identificación enlazada a la empatía supone que tenemos la capacidad de sentir por el otro; mientras que enlazada al amor supone un acercamiento tal que podemos sentir como el otro y percibir al otro como a mí. Esto último es lo que Pallotta (2008) considera propio de los veganos activistas por los derechos animales quienes desarrollarían un tipo de empatía caracterizada por el desdibujamiento de las fronteras entre especies. Se trataría de una empatía que podríamos llamar de afinidad y alineamiento que “implica proyectarse hacia la situación del otro y sentir vicariamente como esa persona, como si lo que a ella le pasa te estuviera pasando a ti” (2008, p. 160).

 

Metodología

Entre julio y septiembre de 2020 realizamos 30 entrevistas semiestructuradas con enfoque biográfico a mujeres y hombres veganos/as de entre 20 y 35 años residentes en Santiago[5]. Las entrevistas con enfoque biográfico son ampliamente utilizadas en estudios sobre puntos de inflexión en las trayectorias de vida y epifanías en general, así como en investigaciones que observan el devenir vegano y/o activista vegano (Abrams, 2014; Green, 2016; McDonald, 2000; McKenzie y Watts, 2020; Pallota, 2005; Twine, 2014; Wainwright y Turner, 2004). Estas entrevistas nos permiten conocer las dinámicas longitudinales de la vida humana, tomando como centro al individuo en tanto que “agente situado en contextos históricos y posiciones sociales sujetas a vínculos dinámicos y diversos” (Tabilo, 2020, p. 1). Se trata, por lo tanto, de una aproximación propicia para estudiar las trayectorias de vida vinculando lo individual y subjetivo con lo social.

Dadas las restricciones de movilidad por la pandemia de Covid-19, las entrevistas se realizaron por videollamada y abordaron los siguientes temas: familia y niñez; adopción del veganismo; prácticas alimentarias y otros consumos; obstáculos y facilitadores de la práctica. Cada tema se elaboró a través de preguntas abiertas orientadas a provocar un “despliegue narrativo de las experiencias vitales” (Güelman, 2013, p. 58) para acercarnos a los significados que los sujetos asignan a sus vivencias, obtener descripciones detalladas de sus trayectorias y acceder a la valoración de acontecimientos (Tabilo, 2020). Ese despliegue narrativo descansa, por cierto, en la evocación, en un ejercicio de memoria que requiere situarse, desde el presente, en relación con grupos, espacios y situaciones del pasado (Güelman, 2013).

A los participantes se les reclutó a través de un llamado público por redes sociales, todos firmaron un consentimiento de enterado y la información fue anonimizada para su análisis[6]. El análisis de contenido se efectuó mediante codificación abierta con el programa MAXQDA y luego se elaboraron líneas de tiempo por caso, identificando etapas de la trayectoria lo mismo que puntos de inflexión. La observación de esas líneas dio lugar al tema de este artículo y para su desarrollo se ejecutó una selección de casos a profundizar a partir de los siguientes criterios: a) motivaciones éticas vinculadas al sufrimiento animal y/o los derechos animales; b) densidad y extensión del discurso sobre experiencias catalíticas y relaciones con animales; c) referencias explicitas a sensaciones y emociones vinculadas con dichas experiencias y relaciones. Con esto el número de casos se redujo a 18.

Siguiendo a Cornejo, Mendoza y Rojas (2008) respecto del análisis de entrevistas biográficas, realizamos una lectura intracaso dirigida a levantar la singularidad de cada historia respecto de experiencias catalíticas y relaciones con animales. Posteriormente, se realizó un análisis transversal donde se identificaron los ejes temáticos que se considerarán en los próximos apartados. Por último, pusimos en práctica un enfoque interpretativo orientado a “la reconstrucción del punto de vista del actor […] y las relaciones microsociales de las cuales los actores forman parte” (Sautu, 1999, p. 25).

 

Experiencias de conciencia y consecuencia

En este apartado consideraremos relatos sobre experiencias catalíticas, vivencias que permitieron a los participantes dar el paso siguiente en sus trayectorias, para observar cómo se engarzan en ellas sensaciones, emociones y procesos de aprendizaje.

Dichos relatos se articulan en torno a las nociones de conciencia y consecuencia. La primera se usa como sinónimo de darse cuenta de cómo es el mundo. La segunda, para indicar que se desea actuar en orden a lo que se ha hecho o se está haciendo conscientemente. Aun cuando en algunas historias la conciencia aparece como epifanía que precede la búsqueda de coherencia, conciencia y consecuencia no se ordenan como etapas de un proceso sino como matices de una experiencia compleja. En la mayoría de las historias hacerse consciente y buscar la consecuencia son cuestiones sincrónicas y complementarias. La toma de conciencia impele a la consecuencia, mientras que buscar ser consecuente conduce a nuevas tomas de conciencia o a una ampliación de la conciencia.

En los dichos sobre hacerse consciente identificamos dos registros de habla. Por un lado, uno que hace énfasis en los sentidos, en particular la visión, y aparece con potencia en instancias donde se hace presente el referente ausente (Adams, 2010), es decir, se ve un animal donde antes se veía alimento:

[…] supongo que al principio lo que más me chocaba era ver la carne e identificarla altiro con un cadáver, ¿cachai? En cambio, un pote de yogurt hace que sea menos choqueante. [Ver carne] es más gráfico, porque tú ves el músculo y la sangre, cómo es el animal en sí (Luis, 28 años, vegano hace 6 años, vive con su madre, clase baja, entrevista, 23/07/2020).

 

Ver se usa aquí de forma literal, no se trata de “abrir los ojos” como metáfora de toma de conciencia, sino que refiere directamente a la visión como manera de relación con el mundo y como aquello que afecta. De ahí la diferencia entre ver carne y ver un yogurt. Aun cuando Luis ya se hizo consciente del sufrimiento animal a través de una “epifanía de la carne” (Pallotta, 2005), no se conmueve frente a un yogurt porque la percepción está obstaculizada por el envasado. Tener una “experiencia afectiva” al contacto con un yogurt podría ocurrir, quizá, tras un proceso de “reingeniería” del repertorio cognitivo-afectivo y sensorial que atraviesan algunos activistas (Hansson y Jacobsson, 2014, p. 263), pero difícilmente al inicio de una trayectoria.

El segundo registro para hablar de la toma de conciencia acentúa las emociones y los vínculos afectivos, y se aprecia en los casos donde lo que se revela es el animal en tanto ser sintiente parecido a uno mismo. Es el caso de María, quien se hizo vegetariana en torno a los 12 años:

Siempre he tenido perro, desde muy chica, tuve mucho tiempo una perrita que se llamaba Alba. La Alba era como mi hermana grande, mis papás salían el fin de semana y nos quedábamos con mi hermana, con la Alba, era como muy importante en mi vida […] Y tenía mucha angustia por el tema, no sabía qué hacer con eso y empecé a vomitar la carne, si me servían carne la vomitaba porque no podía pensar en otra cosa, me daba mucha pena y mucho asco también. Y ahí hablé con mis papás y les dije: “yo no puedo seguir comiendo carne, me da mucho asco, me da mucha pena, no sé qué hacer” […] Al final fue, cómo puedo… yo nunca me comería un perro, ¿por qué me comería una vaca? Si no son tan distintos, lo mío propio, no es diferente (María, 23 años, vegana hace 1 año y 4 meses, vive con padres, clase alta, entrevista, 09/07/2020).

 

La capacidad de establecer una analogía entre un animal querido y los animales –y por lo tanto de “generalizar la empatía”– es, según Rothgerber y Mican (2014), un rasgo común entre las personas que evitan el consumo de carne. Justamente eso es lo que María parece haber hecho consciente: la similitud entre su perra-hermana, los perros, las vacas y ella misma. Siguiendo a Ahmed (2015), diremos que el amor ha acercado a María a Alba para luego crear un lazo también hacia los demás animales. En ese enlazamiento de orden identificatorio se liman las diferencias entre humanos y animales, y entre tipos de animales, y por lo tanto se desestabiliza un criterio que define qué merece y qué no merece amor: la similitud (Pallotta, 2005). Según la autora, la estima social asignada a los animales es acorde a la distancia –culturalmente establecida– que los separa de los humanos. Así, la empatía se distribuiría de manera decreciente siguiendo este continuo: “humanos, mascotas, animales salvajes, animales de granja y alimañas” (2005, p. 122). El caso de María muestra que las emociones operan desordenando ese continuo y, por lo tanto, removiendo una norma emocional culturalmente estabilizada.

Por otro lado, en esta experiencia de conciencia opera una angustia paralizante –María no sabe qué hacer y dilata la conversación con sus padres– que se abre paso en forma de vómito, pena y asco.

Ahmed (2015) sostiene que la repugnancia surge en el encuentro entre ego y algo que se identifica como perjudicial. En este caso lo perjudicial –aquello que no puede ser incorporado en el cuerpo o debe ser expulsado de él– es la carne que, en la medida que ha sido clasificada como no comestible, se rechaza (Fischler, 1990). Pero la repugnancia no mueve solo al rechazo, porque es un afecto ambivalente que “implica el deseo o la atracción por los mismos objetos que se siente que son repulsivos” (Ahmed, 2015, p. 136), en otras palabras, tiene efectos de acercamiento y alejamiento. El relato de María muestra que el alejamiento de la carne es paralelo al acercamiento con los animales, y si bien no se trata exactamente del mismo objeto -la carne de un animal no es lo mismo que el animal–, sí podrían ser sustituibles dada su proximidad (Ahmed, 2015). En suma, la circulación de la repugnancia, la angustia, la pena y el amor filial –afectos “buenos” y “malos”– entre María, Alba, los animales y los padres de María van configurando un escenario de toma de conciencia y cambio de las prácticas que implica replantear el sí mismo, así como la concepción de los animales no humanos.

Junto con la conciencia se presenta la idea de consecuencia. Esta última, o más bien su contrario, la inconsecuencia, suele presentarse como parte del escrutinio de las prácticas alimentarias y políticas previas a la adopción del veganismo. Jamison, Wenk y Parker (2000) sugieren que los dichos sobre la consecuencia muestran la culpa y la vergüenza del que sabe lo correcto y no lo hace. Por su parte, Presser, Schally y Vossler (2020) piensan que saber sobre el sufrimiento animal, pero no cambiar las prácticas o hacerlo de modo inconsistente puede generar “repugnancia moral” hacia uno mismo (2020, pp. 723-724). Finalmente, Greenebaum (2012) llama la atención sobre la culpa y la frustración que supone para algunos veganos por motivos éticos no alcanzar los estándares morales que consideran propios de un vegano “auténtico”. En cada uno de estos casos, emociones “negativas” movilizan hacia la búsqueda de la consecuencia y así lo observamos también en nuestro estudio, donde la percepción de inconsecuencia se expresa como autocrítica o como sentirse mal con uno mismo y ello es un motor para el cambio. Pero nuestros hallazgos indican que la culpa y el malestar no son causados solamente porque se sabe o no se hace, sino que aparecen como emociones concomitantes al proceso de aprendizaje e incluso pueden precederlo.

Sofía entró al veganismo antiespecista desde el feminismo y en su formación política se cruzó una duda antigua:

[…] es injusto y poco consecuente estar luchando con un sistema que nos oprime por ser mujeres y tú también siendo opresora de otras especies, entonces encuentro que es poco consecuente. Por ahí llegué, por ahí entramos. Como que despertó eso que tenía ahí dentro de mí, esa duda que siempre tuve de niña eso la gatilló […] Pero cuando empecé a pensarlo seriamente fue cuando empecé a ir a unos talleres y seminarios feministas y tocaban mucho el tema del anti-especismo (Sofía, 27 años, 2 años vegana, vive con su hijo, clase baja, entrevista, 28/07/2020).

 

La analogía entre mujeres y animales, y entre sexismo y especismo, aparece como disparador de la inconsecuencia y del despertar de una duda infantil. Esa duda no se despejará hasta más tarde en la entrevista porque el relato sobre el punto de inflexión está situado, ante todo, en el aprendizaje de la argumentación anti-especista. Esto último, dice Sofía, la hizo pensar seriamente. Sin embargo, sabemos que las sensaciones de incomodidad infantiles en relación, por ejemplo, al consumo de carne, pueden configurar un marco de “predisposiciones” hacia el veganismo (Pallotta, 2008), por lo tanto, diremos que la inconsecuencia percibida puede estar vinculada no solo con la adquisición de un saber, sino con algo recóndito que retorna al presente y marca la experiencia en los talleres. Volveremos a ello en profundidad en el próximo apartado.

Ir al encuentro de la consecuencia a través del aprendizaje es también el camino de Pilar, quien gracias a la presión amorosa y constante de una compañera de universidad se da cuenta que es inconsecuente amar a los animales y comérselos. Decide entonces tomar un taller de derecho animal bajo el formato de lecturas, exposiciones y evaluación, donde al parecer fue tan relevante lo que aprendió como la forma en que lo hizo:

Aunque yo sabía que estaba mal porque es obvio, porque uno sabe que matan animales, como que eso no era suficientemente fuerte para mí […] pero entender que finalmente es una posición ética, cuando te das cuenta del motivo detrás de eso, y en verdad te interiorizas, lo estudias, te das la lata de hacerlo, porque no es fácil, porque darte cuenta cuesta obviamente. Darte cuenta que tú has estado equivocada, tu mamá ha estado equivocada, tu familia está equivocada, que el mundo es terrible, y que realmente es el humano lo peor que existe en la vida, como que todo es horroroso. Pasar por ese proceso, obviamente no es fácil (Pilar, 26 años, vegana hace 9 meses, clase alta, vive con sus padres, entrevista, 20/07/2020).

 

Se tiene conocimiento de que matar animales está mal, pero no es suficiente para cambiar. He ahí la inconsecuencia que se enfrenta con dolosa autoexigencia vía estudios formales. En este sentido, se confirma el aserto de McDonald (2000) respecto que la lectura y el pensamiento son claves para tomar una decisión, sin embargo, el entendimiento no se acompaña solo de la ponderación si no de una afectación. Aprender tiene un costo, requiere “darse la lata” o, en otras palabras, disponerse a pasar un mal rato. “Lata” puede traducirse como aburrimiento, incomodidad y/o decepción, nunca es algo agradable, al contrario, es un forzamiento, que en el caso de Pilar produce un quiebre de la visión sobre el mundo a nivel de subvertir la jerarquía entre las especies –los humanos son lo peor– y de generalizar el horror como aquello que signa la existencia.

El caso de Nicolás confirma que aprender implica verse afectado. Su transición del omnivorismo al veganismo fue “un clic rápido” dado por una intensa exposición a lecturas que lo introdujeron en “las razones filosóficas, políticas […] el tema ético, el tema utilitarista, la abolición”. Así se dio cuenta de su inconsecuencia y apareció la culpa: “lo que estoy haciendo está súper mal [porque] ya consideraba a los animales sencillamente como personas”. Entonces, se hizo vegano y sintió por primera vez fatiga por compasión: “el cuestionamiento muchas veces me ha agotado, entonces también la fatiga por compasión, …entras como en un espiral medio depresiva, sientes que podrías hacer mucho más de lo que estás haciendo” (Nicolás, 27 años, 8 años vegano, clase baja, vive con sus padres, entrevista, 08/07/2020).

Como vemos, la búsqueda de consecuencia se narra ligada a la acumulación de conocimiento a través del estudio y a la capacidad de tomar decisiones gracias a ese aprendizaje. Pero al mismo tiempo las historias muestran que buscar el veganismo no proviene sencillamente de una conclusión lógica sino de poner el cuerpo para ser afectado por argumentos científicos y filosóficos, por los vínculos con otros humanos –amigos, activistas, familiares– y por los animales:

[…] el conocimiento está ligado a lo que nos hace sudar, estremecernos, temblar, todos esos sentimientos que se sienten, de manera crucial, en la superficie del cuerpo, la superficie de la piel con la que tocamos y nos toca el mundo (Ahmed, 2015, p. 260).

 

Conciencia y consecuencia son entonces las nociones que hablan de experiencias catalíticas, de toma de decisiones y de las primeras acciones orientadas hacia el veganismo. Ambas refieren a experiencias complejas, donde emoción, sensación y cognición son inseparables. En ese marco, los afectos muestran su productividad social: acercan y alejan, conmueven, dan lugar al entendimiento, cuestionan el sí mismo, crean mundos y, por supuesto, movilizan políticamente. Este tipo de relatos confirman que de manera simultánea “ideas y cuerpos, discursos y resonancias afectivas son parte de la vida política” (Solana, 2020, p. 35). Los afectos entonces van conformando la subjetividad de los jóvenes y también conformándolos como futuros actores políticos y lo hacen de un modo que escapa a la lógica del convencimiento ideológico como motor privilegiado de la transformación política.

 

Contactos que impresionan

La evocación propia de las entrevistas biográficas hizo emerger historias que marcaron la vida de los participantes. Se trata de contactos ocurridos durante la infancia y la adolescencia donde los animales tienen un papel protagónico.

Las experiencias infantiles con animales son parte importante en el estudio de las trayectorias veganas (McDonald, 2000). Además de la relación entre apego con animales en la infancia y rechazo de la carne en la adultez (Rothgerber y Mican, 2014), se ha observado que darse cuenta de la propia capacidad de hacer daño a los animales y las experiencias donde la frontera entre especies se vuelve borrosa constituyen hitos en esas trayectorias. Así, ir de pesca, cazar, diseccionar un animal, ver las venas en un trozo de carne y darse cuenta que uno mismo tiene venas son identificadas como experiencias catalíticas cruzadas por la culpa, el asco y la pena (Pallotta, 2005; Presser et al., 2020).

Los relatos que abordaremos a continuación no son identificados por los participantes como experiencias catalíticas sino como momentos que han dejado una impresión. Algunos de ellos se significan como el contexto general conducente al veganismo, y por lo tanto podrían ser comparables a lo que Pallotta (2005) identifica como predisposiciones. Otros momentos, en cambio, irrumpen inesperadamente en el discurso desde una trastienda. En ese sentido, los dichos sobre contactos que impresionan muestran que la ruta hacia el veganismo se pavimenta de resonancias donde las huellas del pasado se hacen presentes. Comencemos por considerar los recuerdos que irrumpen y quiebran el relato sobre el devenir vegano.

 

Vínculos y afectos que vuelven de improviso

Magdalena comienza a abandonar el consumo de carne cuando hace consciente la relación entre costillas y animal: “dejé de comer cerdo a los 14 años, porque lo primero que yo veía eran las costillas. O sea, comerse costillitas era como lo más cercano a un animal, como lo más cavernícola” (28 años, 9 meses vegana, clase media, vive con sus padres, entrevista, 14/07/2020). Después, comienza a ver cerdo en las vienesas y en las hamburguesas, y así va encadenando un relato donde poco a poco el asco a las costillas de cerdo se hace extensivo a la carne en general. En línea con investigaciones previas, su relato muestra la relación entre el asco y la adopción de dietas basadas en plantas, que sería más corriente entre quienes adoptan el vegetarianismo por razones morales (Rozin et al., 1997). Sin embargo, de manera inesperada el relato de su trayectoria es intervenido por un olvido y otros afectos:

Se me había olvidado comentarte una cosa que fue súper importante, que conocí un santuario, que se llama “Santuario de Igualdad”. Yo en ese tiempo no era vegana, murió una perrita mía y estábamos en el Buin Zoo y justo cuando estábamos haciendo dormir a mi perrita, vi a unas niñas que iban con unos cabritos chiquititos, como a rehabilitación, y me acerqué a ellas […] y ella me dice: ‘somos un santuario que cuidamos a este tipo de animales’. Los busqué, me hice madrina de un cerdito, como siempre había querido tener un cerdito, y cuando uno era madrina, después de cierto tiempo, te dejaban ir a ver a tu ahijado (Magdalena, entrevista, 14/07/2020).

 

Esta historia pone al asco en diálogo con otras emociones, temporalidades y contactos. El duelo por la perrita, quizá el dolor de la pérdida, lleva a Magdalena hacia un encuentro con personas que aman a los animales de una forma particular, personas que, dado el nombre del santuario, ya han establecido una analogía entre especies y generalizado la empatía. Luego, ese encuentro posibilita establecer una relación de madrinazgo con un cerdito, un acercamiento entre especies atraído por el amor maternal. Desde ahí podemos plantear la hipótesis de la resonancia entre las experiencias de asco frente a las costillas de cerdo y las escenas de consuelo y amor con un cerdito. El contacto con el cerdo ahijado podría haber dejado una impresión cuya presión se siente frente a las costillas de cerdo, alimento de cavernícolas. ¿Quién se comería a su ahijado, sino un salvaje?

Consideremos una nueva historia sobre duelo y encuentro humano-animal para ver cómo los afectos que circulan por fuera de experiencias catalíticas desordenan temporalmente las trayectorias.

Alejandra asocia su inicio en el veganismo con sentir culpa porque sus conocimientos y convicciones no se traducían en acción política. Durante la entrevista emerge la memoria: “ahora que lo preguntaste me acordé de ese suceso que nunca había reflexionado”. Se trata, ahora sí, de un “clic” fundamental:

Cuando falleció mi bisabuelo fue la primera muerte en mi familia y yo debí haber tenido como 10 años. Me sorprendió mucho que yo lloraba cuando me dijeron que había fallecido, y mi perro de ese tiempo como que me cobijaba. Eso me impactó mucho, como que nunca me imaginé que el perro, mi perro, se iba a dar cuenta de que yo estaba triste. Yo lloraba y él como que se me juntaba, como que quería abrazarme. Creo que igual ese fue como un punto importante, ahí yo me di cuenta de que no son como el perro que te cuida la casa, es como tu compañía, tu compañero, un amigo también (Alejandra, 24 años, 8 meses vegana, clase media, vive con sus padres, entrevista, 11/09/2020).

 

El cambio cardinal que se observa en este relato es el abandono del “mascotismo”, elemento constituyente del veganismo anti-especista (Méndez, 2020), que da lugar a la construcción de un vínculo con otro que no es mío, sino como yo. Esa posibilidad de identificación, según la interpretación de Alejandra, está cruzado por emociones que acercan: su tristeza es sentida por Anku (el perro), quien no la expresa con llanto, sino con cobijo y abrazo, un consuelo de piel a piel, que podría expresar un quiero alcanzarte, tocarte para “sentir el dolor de la persona amada, sentirlo por ella” (Ahmed, 2015, p. 63). Este contacto muestra plenamente la percepción de empatía animal-humano, en la medida que Anku es representado como un ser capaz de tener una respuesta emocional frente a la emoción de otro (Rothgerberg y Mican, 2014).

Los afectos, al igual que en el apartado anterior, están unidos a la emergencia de un hacer consciente que se parece mucho a una epifanía porque se trata de un momento que cambiará la visión sobre las diferencias entre especies y definirá nuevos modos de relación entre ellas. A partir de esa experiencia, los animales serán como yo, compañeros y amigos. Sin embargo, esa epifanía no desemboca en la decisión de dejar de comer todo producto animal. El paso hacia el veganismo, en realidad, está signado por la culpa que produce la inconsecuencia, pero ahora podemos decir que esa culpa se enmarca en una historia de impresiones.

 

Impresiones presentes

Veamos ahora escenas bien asentadas en la memoria, experiencias del pasado que continúan en el presente. Estos relatos son enunciados por participantes que habían vivido alguna vez en sectores rurales o visitado a familiares en el campo y reflejan el miedo, el asco y el estupor experimentado ahí. Se trata de historias de contacto con animales y con el sufrimiento animal, donde ver y escuchar la muerte del otro se anclará como herida. Son también historias de contacto con humanos que, dadas sus prácticas, significadas como crueles, serán representados como “salvajes”. Estas escenas muestran algo que ya se intuía en el relato de Magdalena, las costillas y los cavernícolas: el papel de las emociones y los sentidos en la creación de la alteridad (Ahmed, 2000; Herzorg y Golden, 2009).

Como vimos, Sofía vincula sus primeros pasos en el veganismo con la participación en talleres de feminismo antiespecista donde despierta esa duda que siempre tuve de niña”. Más tarde en la entrevista se atisba la proveniencia de la duda: el pasado que “me quedó dando vuelta”, experiencias “que me dejaron pensando o marcando ocupado”. Es la historia de un contacto con la muerte y “el salvajismo” articulada en torno al miedo y a las dicotomías urbano/rural, civilizado/salvaje. La primera escena que impresiona a Sofía ocurre a los 8 o 9 años durante unas “vacaciones en el sur”: 

Desde ahí viene un cambio en mi mente, me quedó dando vuelta, porque en el sur son muy salvajes –quizá para decirlo– para alimentarse. Me acuerdo que un fin de semana estuvimos y había un chivito, “ay, ¡qué lindo el chivito!”, tengo fotos todavía con ese chivito. Un día despertamos y se escuchaban como gritos de niños, y no po’ era el chivito que lo estaban matando. En general, para mí fue muy impactante ver como el cambio de vida de Santiago a una ciudad al Sur, que allá literal matan a los animales y los dejan colgados en la casa o en el patio, esas cosas me impactaron. Me acuerdo que esa vez no quise comer nada porque lo encontré muy cruel […], él tenía muchos chivitos, pero había uno que era muy chiquitito, muy bebé, y eso fue lo más bacán, tomarlo en brazo, estar con él, y se dejaba, ese fue el mismo que después mataron y yo no quise comer, además gritan horrible[7] (Sofía, entrevista, 28/07/2020).

 

La consecuencia inmediata de ese episodio es el rechazo alimentario. La carne que se comerá en el futuro se hace presente en la forma del chivito y se torna incomestible. Como en el miedo, el rechazo no viene dado por lo que “está aquí” sino por lo que se acerca e “implica una anticipación de daño o herida” (Ahmed, 2015, p. 109). Lo que se acerca es la carne, son los salvajes y la herida futura que no es sobre el chivo –ya muerto–, sino sobre ella misma. El impacto de atestiguar la muerte y el consumo de otro que se escucha como un niño y a quien antes se había acunado como a un bebé, es decir, otro similar a un humano, produce una reacción de alejamiento –de la carne– y parece transformar la distancia geográfica entre Santiago y el sur en una distancia moral entre formas de vida.

El miedo y la tristeza articulan también la historia de Sandra:

Y yo estaba ahí [en el campo], estaba con mamá y vi todo, cuando fueron a buscar al cerdo, luego cuando le pegaron un hachazo en la cabeza, y ahí yo me asusté, porque el cerdo empezó a gritar y como que empezó a correr, como que no se murió altiro […], después yo me fui corriendo dentro de la casa y me puse a llorar me acuerdo, porque después mi mamá me fue a ver y me preguntó qué me había pasado, y yo le dije que me había dado miedo lo que había visto. Pero lo que más me acuerdo es de los gritos, porque gritan muy parecidos a una persona (22 años, 7 años vegana, clase media, vive con su madre, entrevista, 16/07/2020).

 

Aunque Sandra no hace referencia al salvajismo, elemento clave en la historia de Sofía, la similitud en la forma de comunicar ambas experiencias es sorprendente. Se reitera la inseparabilidad entre escucha, mirada y miedo; el efecto de alejamiento –ya sea en forma de rechazo o huida– que producen las emociones y, por supuesto, la percepción del animal como parecido a mí. Se trata, por lo tanto, de relatos de experiencias individuales que sin embargo parecen compartidas. Ello puede deberse a que estas escenas, reconstruidas en el presente, son una mirada vegana sobre el pasado, posteriores al aprendizaje afectivo –en particular de reglas de sentir– que supone devenir vegano (Jacobson y Lindblom, 2013).

La analogía entre chivo y niño, entre cerdo y persona humana, muestra dos maneras de identificación. Primero, aquella que se manifiesta en la posibilidad de sentir por otro y que Hansson y Jacobsson (2014) nombran como empatía hacia el dolor ajeno. Segundo, como “una manera activa de amar” signada por el deseo de acercarse al otro (Ahmed, 2015, p. 197). Los gritos de muerte abren el camino hacia sentir por el otro y como el otro.

Volvamos entonces al miedo para preguntarnos ¿a qué se teme? Así como la repugnancia está asociada al perjuicio, el miedo está asociado a la amenaza y la preservación “no solo de ‘mí’ sino de ‘nosotros’ o de ‘lo que es’ […] o incluso de ‘la vida misma’” (Ahmed, 2015, p. 108). De ahí que los otros humanos se constituyan como temibles (salvajes) y que la muerte de otro caiga sobre las niñas como una amenaza que se acerca y amerita una huida. El miedo experimentado al contacto con esa muerte, por proximidad y resonancia, haría huir de la propia muerte. En ese sentido, lo que se busca preservar es el sí mismo. Se trata de seguir viviendo y de no convertirse en un salvaje por medio de la ingesta.

Profundicemos en la relación salvajismo-muerte introduciendo la segunda escena que dejó una marca en Sofía:

Otra vez me acuerdo que me llamaron pa’ la cocina, como para hacerme una broma. Me acuerdo de haber entrado a la cocina y estaba la mesa y había algo cubierto con un paño y fue como ‘mira, mira, ven’… y lo destaparon y era la cabeza de un chancho. Yo quedé mal, para mí fue súper impactante, para ellos era chistoso, agarraban la cabeza y le daban besos, como jugando, y pa’ mi era súper traumático (entrevista, 28/07/2020).

 

La cita ofrece un elemento central: el contenido del salvajismo y, por lo tanto, de los elementos en que se asienta la alterización. El salvajismo cruel se expresa en el hecho de matar, en la forma de matar y en la manipulación del cuerpo del muerto: colgado, expuesto, profanado, despedazado. Una manipulación que habilita la risa y la burla, y que acaba en un beso ridículo. El salvajismo hace real que “hay algo que es peor que la muerte, y es que esta no sea la muerte de alguien, una muerte con relato, sino solo restos de materia orgánica” (Michelson, 2022, p. 27).

En suma, estar en el sur se traduce en un alejamiento vía miedo y repugnancia que resuena en vivencias posteriores. Esos primeros contactos con la muerte y el salvajismo allanan el camino hacia el veganismo. Así, aun cuando exista una experiencia catalítica posterior que impulsa un giro en la trayectoria, más que el inicio de algo dicha experiencia puede ser el final de un proceso. Un momento de corte precedido por momentos que se tenían que vivir:

Una vez conversando con ella [madre], me dijo que se sentía culpable de haber permitido que yo haya visto eso, pero yo le dije que no era su culpa, que quizás si nunca hubiera visto eso, nunca me hubiera hecho vegana ni vegetariana. Entonces, quizás en el momento igual fue chocante, porque era niña y me dio miedo ver eso, pero no me arrepiento tampoco… creo que fue algo que tuve que vivir (Sandra, entrevista, 16/07/2020).

 

Conclusiones

A lo largo de estas páginas hemos observado los inicios de las trayectorias hacia el veganismo, siguiendo la pregunta: ¿cómo operan ahí los afectos? Plantear esa pregunta en el marco de una línea de estudios que de manera consistente hace referencia a las emociones sigue siendo necesario por dos razones. Primero, porque se trata de una formulación arraigada en una mirada teórica sobre la productividad social de los afectos que ha sido escasamente utilizada en este campo. Segundo, porque las contadas investigaciones que se posicionan desde ahí buscan comprender el activismo vegano, no las experiencias catalíticas y/o los primeros pasos en una ruta, casi siempre, larga y sinuosa.

Para interpretar los relatos de los participantes nos hemos servido de tres conceptos articulados: experiencia, contacto e impresión, y nos hemos detenido en las experiencias catalíticas y en momentos interaccionales previos a la orientación al veganismo que han dejado una huella.

Las experiencias catalíticas son descritas como una toma de conciencia unida a una búsqueda de consecuencia. Los relatos muestran el entrecruzamiento de emoción, sensación y cognición, aun cuando las dos primeras aparecen con más énfasis en los dichos sobre toma de conciencia, y la cognición en los dichos sobre la consecuencia. Efectivamente, como sugieren las investigaciones de McDonald (2000), Pallotta (2005) y Presser, Schally y Vossler (2020) los participantes suelen relacionar el cambio de sus prácticas con el ejercicio de la racionalidad y el aprendizaje a través de lecturas, talleres y seminarios. Sin embargo, nuestro análisis muestra que esas son instancias de circulación de afectos, momentos en que los asistentes se ven conmovidos por la argumentación vegana y, paralelamente, por sus vínculos afectivos con humanos y animales. Desde ahí, diremos que la disposición a ser afectado es inseparable del aprendizaje. Como dicen algunos participantes “saber que algo está mal no es suficiente”, aquello que falta no parece ser más lectura e información, sino que ampliar el repertorio sensorial y emocional o, en palabras de Hansson y Jacobsson (2014), refinar la capacidad de sentir.

Por otro lado, el análisis de contactos que dejan impresiones –anteriores al veganismo y tempranos en la biografía– refleja que las emociones presionan dejando una marca y resuenan en experiencias distantes temporalmente. Algunas de esas marcas se recuerdan como claros hitos que ensanchan el camino al veganismo, otras, en cambio, aparecen de improviso y su peso en el devenir vegano es menos claro. En ambos casos, eso sí, se observa que afectos como el miedo, la repugnancia y el cariño operan impulsando acciones y reacciones de alejamiento y acercamiento: acercan a los humanos a los animales, y alejan de otros humanos que toman el lugar de la alteridad, en tanto son nombrados como cavernícolas y salvajes. Asimismo, la similitud de los dichos respecto de las vivencias infantiles refuerza que ser vegano supone apropiarse de normas de sentir, en la medida que se despliega una manera común de expresar sentimientos respecto de objetos específicos como el maltrato y la muerte. La existencia de estas normas, sin embargo, no debe conducirnos de manera lineal a interpretar la experiencia como determinada por lo social y normativo. Al contrario, si nos apegamos a la teoría de los afectos lo que deberíamos observar en el futuro son las tensiones entre incorporación de normas e irrupción de los afectos en las trayectorias de vida veganas.

Por último, tanto en las experiencias catalíticas como en las vivencias previas que no se significan como tal, confirmamos que la circulación de afectos entre animales humanos y no humanos habilita identificaciones y un desdibujamiento de la frontera entre especies. Consideremos ahora una limitación de este estudio y dos discusiones abiertas. Primero, el tipo de relato que hemos analizado hace parecer como si la transición al veganismo estuviera más marcada por relaciones sociales uno a uno que por relaciones colectivas, sin embargo, la bibliografía indica que las relaciones con colectivos veganos, las dinámicas familiares y los grupos de amigos son centrales en el devenir vegano (Giacoman et al., 2021; Twine, 2014; Hansson y Jacobsson, 2014).

En cuanto a las discusiones abiertas, hagamos notar que trabajar la evocación desde el veganismo asentado supone acercarse a una interpretación de las emociones posterior al aprendizaje de normas del sentir. Los relatos recrean momentos de contacto y afectación desde un marco emocional normativo y, por lo tanto, en ellos probablemente se imbrica un habla normativa y un habla evocativa. Observar críticamente esa imbricación es una tarea que quedará pendiente.

Además, no hemos profundizado en la arista moral de los relatos, pero en ellos se observa el deslizamiento entre afectos y economías morales. Los dichos están cruzados por nociones sobre el bien y el mal, y por una jerarquía de valores porque la experiencia implica evaluación: “juzgamos algo como bueno o malo de acuerdo a como ello nos afecta” (Ahmed, 2010a, p. 31). Ahora bien, justamente porque lo malo (y lo bueno) aparece ligado a afectos, su contenido queda algo opaco, ¿qué es malo y por qué? No es una pregunta sencilla cuando la moral está sujeta a los afectos, los cuales tienden hacia lo inconsciente e indeterminado (Gregg y Seigworth, 2010).

Desde este punto de vista, interrogar el deslizamiento entre afectos y economías morales sería provechoso porque en el caso vegano no se aprecia un alineamiento total entre emociones y juicio moral, en el sentido de considerar como bueno aquello que produce placer y como malo lo que produce dolor. Muchos veganos extrañan el consumo de carne y tienen tentaciones (Giacoman et al., 2021; Greenebaum, 2012), hay un placer en ese consumo que es malo. Muchos veganos no tienen experiencias catalíticas, sino que las padecen y aun así parecen tener un final feliz y bueno: llegar a ser vegano.

 

Referencias bibliográficas

Abrams, L. (2014). Liberating the female self: Epiphanies, conflict and coherence in the life stories of post-war British women. Social History, 39(1), 14-35. https://doi.org/10.1080/03071022.2013.872904

Adams, C. (2010). The Sexual Politics of Meat: A Feminist-Vegetarian Critical Theory.  Continum.

Ahmed, S. (2000). Strange Encounters. Embodied others in post-coloniality. Routledge.

Ahmed, S. (2004). Affective Economies, Social Text, 79(22), 117-139. https://doi.org/10.1215/01642472-22-2_79-117

Ahmed, S. (2010a). “Happy Objects”, En M. Gregg and G. Seigworth (Eds.), The affect theory reader (pp. 29-51). Duke University Press. https://doi.org/10.1215/9780822393047-001

Ahmed, S. (2010b). Killing joy: feminism and the History of Happiness. Signs, 35, 571-594. https://doi.org/10.1086/648513

Ahmed, S. (2015). La política cultural de las emociones. Universidad Nacional Autónoma de México.

Beardsworth, A. & Keil, T. (1992). The vegetarian option: Varieties, conversions, motives and careers. The Sociological Review, 40(2), 253-293. https://doi.org/10.1111/j.1467-954X.1992.tb00889.x

Boisseron, B. (2018). Afro Dog: Blackness and the animal question. Columbia.

Cherry, E. (2010). Shifting Symbolic Boundaries: Cultural Strategies of the Animal Rights Movement. Sociological Forum, 25, 450-475. https://doi.org/10.1111/j.1573-7861.2010.01191.x

Cornejo, M.; Mendoza, F. y Rojas, R. (2008). La investigación con relatos de vida: pistas y opciones del diseño metodológico. Psykhe, 17(1), 29-39. https://doi.org/10.4067/S0718-22282008000100004

Denzin, N. (1989). Interpretive Biography. SAGE. https://doi.org/10.4135/9781412984584

Díaz, E. (2012). Perfil del vegano/a activista de liberación animal en España. Reis, 139, 175-188.

Douglas, M. (1995) “Las estructuras de lo culinario”. En J. Contreras (Comp.) Alimentación y Cultura. Necesidades, gustos y costumbres (pp. 171-197). Ediciones Universidad de Barcelona.

Douglas, M. (2007) [1966]. Pureza y Peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú. Nueva Visión.

Fischler, C. (1990). L’(h)omnivore. Odile Jacob.

Giacoman, C.; Alfaro, J.; Aguilera, I. & Torres, R. (2021). Becoming vegan: A study of career and habitus. Social Science Information, 60(4), 560–582. https://doi.org/10.1177/05390184211049933

Giddens, A. (1991). Modernity and Self-identity: Self and Society in the Late Modern Age. Stanford University Press.

Green, B. (2016). ‘I Always Remember That Moment’: Peak Music Experiences as Epiphanies. Sociology, 50(2), 333-348. https://doi.org/10.1177/0038038514565835

Greenebaum, J. (2012). Veganism, Identity and the Quest for Authenticity. Food, Culture & Society, 15(1), 129-144. https://doi.org/10.2752/175174412X13190510222101

Gregg, M. & Seigworth, G. (2010). “An Inventory of Shimmers”. En M. Gregg and G. Seigworth (Eds.), The affect theory reader (pp. 1-25).  Duke University Press.

Güelman, M. (2013). Las potencialidades del enfoque biográfico en el análisis de los procesos de individuación. Revista Latinoamericana de Metodología de la Investigación Social, 5, 56-68.

Hansson, N. & Jacobsson, K. (2014). Learning to Be Affected: Subjectivity, Sense, and Sensibility in Animal Rights Activism. Society & Animals, 22(3), 262-288. https://doi.org/10.1163/15685306-12341327

Harris, M. (2011) [1985]. Bueno para comer, Alianza Editorial.

Herzog, H. y Golden, L. (2009). Moral emotions and social activism: The case of animal rights. Journal of Social Issues, 65(3), 485-498. https://doi.org/10.1111/j.1540-4560.2009.01610.x

Highmore, B. (2010). Bitter after taste: affect, food and social aesthetics. En M. Gregg and G. Seigworth (Eds.), The affect theory reader (pp. 118-137). Duke University Press. https://doi.org/10.1215/9780822393047-005

Jacobsson, K. & Lindblom, J. (2013). Emotion work in animal right activism: a moral sociological perspective. Acta Sociológica, 56(1), 55-68. https://doi.org/10.1177/0001699312466180

Jamison, W.; Wenk, C. & Parker, J. (2000), Every sparrow that falls: understanding animal rights activism as functional religion. Society & Animals, 8(3), 305-330. https://doi.org/10.1163/156853000511140

Jasper, J. & Poulsen, J. (1995). Recruiting Strangers and Friends: Moral Shocks and Social Networks in Animal Rights and Anti-Nuclear Protests. Social Problems, 42, 493-512. https://doi.org/10.2307/3097043

Macón, C. (2014). Género, afectos y política: Lauren Berlant y la irrupción de un dilema. Debate Feminista, 49, 163-186. https://doi.org/https://doi.org/10.1016/S0188-9478(16)30009-3

McDonald, B. (2000). “Once You Know Something, You Can’t Not Know It” An Empirical Look at Becoming Vegan. Society & Animals, 8(1), 1-23. https://doi.org/10.1163/156853000X00011

McKenzie, J. & Watts, D. (2020). “Things like tinned burgers and tinned macaroni, I ate as a kid—I would not look at it twice!” Understanding changing eating practices across the lifecourse. Food, Culture & Society, 23(1), 66-85. https://doi.org/10.1080/15528014.2019.1679559

Méndez, A. (2020). América Latina: movimiento animalista y luchas contra el especismo. Nueva Sociedad, 288, 45-57.

Michelson, C. (2022). Hacer la noche. Paidós.

Navarro, A. (2016). Carnismo y educación especista: redes de significaciones en las representaciones sociales que estructuran el especismo antropocéntrico en Argentina. Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales, 2, 53-102.

Pallotta, N. (2005). Becoming an animal rights activist: an exploration of culture, socialization, and identity transformation. [Tesis de doctorado], Departamento de Sociología, Universidad de Georgia.

Pallotta, N. (2008). Origin of adult animal rights lifestyle in childhood responsiveness to animal suffering. Society and Animals, 16, 149-170. https://doi.org/10.1163/156853008X291435

Presser, L.; Schally, J. & Vossler, C. (2020). Life as a reflexive project: the logics of ethical veganism and meat eating. Society & Animals, 28, 713-732. https://doi.org/10.1163/15685306-12341583

Rothgerber, H. & Mican, F. (2014). Childhood pet ownership, attachment to pets, and subsequent meat avoidance. The mediating role of empathy toward animals. Appetite, 79, 11-17. https://doi.org/10.1016/j.appet.2014.03.032

Rozin, P. (1995). “Perspectivas psicobiológicas sobre las preferencias y aversiones alimentarias”. En J. Contreras (Comp.). Alimentación y Cultura. Necesidades, gustos y costumbres (pp. 85-109). Ediciones Universidad de Barcelona.

Rozin, P.; Markwith, M. y Stoess, C. (1997). Moralization and Becoming a Vegetarian: The Transformation of Preferences into Values and the Recruitment of Disgust. Psychological Science, 8(2), 67-73. https://doi.org/10.1111/j.1467-9280.1997.tb00685.x

Sautu, R. (1999). El método biográfico. La reconstrucción de la sociedad a partir del testimonio de los autores. Editorial de Belgrano.

Solana, M. (2020). Afectos y emociones. ¿una distinción útil? Revista Diferencia(s), 10, pp. 29-40.

Sutton, D. (2001). Remembrance of Repasts: An Anthropology of Food and Memory. Berg Editores. https://doi.org/10.5040/9781350044883

Sutton, D. (2010). Food and the senses. Annual Review of Anthopology, 39, 209-223. https://doi.org/10.1146/annurev.anthro.012809.104957

Tabilo, I. (2020). Introducción. Enfoque biográfico y curso de vida: caminos paralelos para un destino común. Revista Contenido. Cultura y Ciencias Sociales, 10, 1-21.

Twine, R. (2014). Vegan Killjoys at the table. Constesting happiness and negotiating relationships whith food practices. Societies 4(4), 623-639. https://doi.org/10.3390/soc4040623

Twine, R. (2017). A Practice Theory Framework for Understanding Vegan Transition. Animal Studies Journal, 6(2), 192-224.

Wainwright, S. & Turner, B. (2004). Epiphanies of embodiment: Injury, identity and the balletic body. Qualitative Research, 4(3), 311-337. https://doi.org/10.1177/1468794104047232

Weismantel, M. (1989). Food, Gender and Poverty in the Ecuadorian Andes. University of Pennsylvania Press.

 

Isabel Margarita Aguilera Bornand

Chilena. Doctora en Antropología por la Universidad de Barcelona y licenciada en Sociología por la Universidad de Chile. Actualmente se desempeña como investigadora del doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chile, Chile. Líneas de investigación: antropología de la alimentación y del consumo; representaciones y alterización étnico racial; nacionalismos cotidianos. Últimas publicaciones: “Adaptación metodológica en un contexto de pandemia. Una aproximación reflexiva a las entrevistas por videollamadas” (2022) “Transición política y gastrodiplomacia en Chile. Reconciliarse en la mesa” (2021).

 

Juan Alfaro

Chileno. Sociólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile y estudiante de Magíster en Métodos para la Investigación Social de la Universidad Diego Portales, Chile. Líneas de investigación: sociología del consumo cultural, sociología de la alimentación y sociología de las elites. Últimas publicaciones: “Construcción de privilegios y actitudes hacia la riqueza: percepciones y creencias de madres y padres de colegios de elite en Chile” (2022) y “Pandemic patriotism: Official speeches in the face of the global Covid-19 crisis” (2022).

 

Claudia Giacoman Hernández

Chilena. Doctora en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales y profesora asociada del Instituto de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Líneas de investigación: la sociología de la alimentación, del cuerpo y de la salud. Últimas publicaciones: “Dance to resist: emotions and protest in Lindy Hop dancers during October 2019 Chilean rallies” (2022) y “Becoming vegan: A study of career and habitus” (2021).

 



[1] Este artículo es producto del proyecto ANID FONDECYT N° 1201629, “Jóvenes veganos en Santiago de Chile. Un estudio sobre carreras desviadas, habitus y prácticas socio-alimentarias”.

[2] El carnismo es un sistema de valores y creencias que normaliza y legitima el consumo de carne. El especismo es el paradigma cultural que, situando a los humanos como superiores a los demás animales, naturaliza la desigualdad entre especies (Navarro, 2016).

[3] Esta aproximación al acto de comer dialoga fluidamente con la noción de experiencia que sostiene este artículo, pero por supuesto no toca todas las aristas que supone dicha práctica. Por ejemplo, el propio Sutton (2001) destaca la relevancia, la historia y la memoria en las prácticas alimentarias; Harris (2011 [1985]) pone el acento en las determinantes económicas de la alimentación; Fischler (1990) observa su función biosocial; Rozin (1995) atiende a los factores psicológicos implicados en la ingesta, en tanto que Douglas (1995, 2007 [1966]) analiza la faceta normativa y sociocultural de ciertas prácticas alimentarias, y Weismantel (1989) enfatiza el carácter simbólico del comer para explorar el orden de género y racial. Así, las facetas sensorial, cognitiva y emocional del acto de comer se enmarcan en un complejo entramado corporal, sociocultural, histórico y económico.

[4] Para la discusión sobre la distinción entre emociones y afectos, ver: Solana, 2020.

[5] El diseño muestral responde al objetivo de la investigación mayor en que se inserta este trabajo: comprender la adopción y práctica del veganismo entre los jóvenes de distintas clases sociales de la ciudad de Santiago.

[6] Los nombres que utilizaremos son pseudónimos.

[7] En un artículo anterior consideramos parte de este extracto desde otra perspectiva analítica. Ver: Giacoman et al., 2021.