Persistir, reproducir, jugar. Rodeo, vaquería y vaqueridad en la Baja California Josué
Beltrán Cortez Agencia
Promotora de
Publicaciones / Secretaría
de Cultura de
Baja California México,
2021, 239 p. ISBN:
978-607-546-394-0 Christian Fernández Huerta https://orcid.org/0000-0003-0025-2702 Universidad
Autónoma de Baja
California |
La obra Persistir, reproducir,
jugar. Rodeo, vaquería y vaqueridad en la Baja California es resultado de
una investigación que no se limita a la escritura del libro, sino forma parte
de un proyecto de doctorado, lo cual no es una empresa sencilla, cuyo resultado
es una tesis. Un documento valioso en términos de generación de conocimiento,
pero que a veces no es necesariamente el mejor vehículo para la divulgación de
ese conocimiento. Así que surge una nueva labor: convertir la tesis en un texto
que, sin perder el rigor científico y las bases teóricas, sea una contribución
al campo del conocimiento y al mismo tiempo de fácil acceso a aquellos legos en
el tema.
Adaptar la tesis en
libro a quienes les interesa este tema por razones más allá de las académicas,
como ya comentamos, no es labor fácil, implica el reordenamiento del material,
la discriminación de información, e incluso a veces la reescritura. El autor
seguramente hizo este ejercicio y creo que lo logró: un texto que tiene un pie
en la academia y otro en la divulgación.
El libro aporta al
estudio de las identidades regionales a través de un ejercicio
multidisciplinar, aunque no está exento de algunas limitaciones conceptuales.
Faltó una discusión más amplia y profunda sobre el concepto de identidades, lo
cual es casi seguro se haya hecho para la tesis de grado, pero que quedó fuera
en el proceso de selección y reorganización del material dirigido a un público
no necesariamente especializado en el tema.
A partir del
concepto de “identidades históricas”, propuesto por Mario Alberto Magaña
Mancillas, Beltrán hace un rastreo de la identidad del vaquero de la Baja
California, surgida durante el proceso de secularización de las misiones en la
primera mitad del siglo XIX, e incluso extiende dicho rastreo con un ejercicio
historiográfico anterior al periodo misional. Si bien Beltrán puede constatar
la persistencia de esta identidad hasta nuestros días, esta no ha estado exenta
de rupturas, ausencias y reconfiguraciones derivadas de los cambios económicos
y sociales de la región en los últimos dos siglos.
Beltrán realiza una
genealogía del vaquero a partir de la figura del hombre a caballo y el
trabajador de la hacienda y el rancho desde el siglo XVI a la fecha. Después se
econcentra en describir el mundo actual del vaquero. Narración que va
acompañada de imágenes tomadas por el autor, que además de ilustrar el texto,
nos da la oportunidad de encontrar en estas estampas de la vida cotidiana, más
elementos de análisis.
Dentro de la densa
descripción que realiza el autor, resulta interesante que si el rodeo es la
síntesis del mundo vaquero es pues entonces performativo el elemento central de
la vaqueridad. En otras palabras, ser vaquero es gerundio: no hay otra forma de
serlo más que hacerlo, y de tiempo completo porque si no será un vaquero
“banquetero”. El “banquetero” es una interesante figura que aparece en el texto
y dentro de la cual subyace, y creo yo se sintetiza, esta dicotomía de lo rural
y lo urbano, y la tensión que ello representa.
De especial interés
resulta leer las voces de los vaqueros sobre su identidad, expresada en su
forma de vida, en su lenguaje verbal y corporal, en su forma de concebir la
naturaleza, el trabajo, la familia y, por supuesto, el rodeo.
Además de
brindarnos acceso al mundo del Rodeo y los Vaqueros de la Baja California,
Josué Beltrán le da voz a un grupo cuya identidad está en persistencia y
resistencia, y que está integrado al crisol de lo bajacaliforniano. El autor
habla desde ellos, los vaqueros, y a través de ellos también. Este no solo es
un recurso estilístico, es parte de su diseño metodológico. En este tenor, una
de las ausencias del texto es la descripción y discusión profunda de la
metodología y los métodos de investigación empleados. Si bien se expresa que “…obedecieron al estudio de las formas de ser
de los vaqueros. Las cimenté en la escritura de un diario de campo, producto
de la observación participante, con lo que logré etnografías para obtener
descripciones…” (pág. 32), al parecer quedó fuera del capitulado
el apartado metodológico íntegro y fue incorporado en distintos apartados y en
diferentes momentos, lo cual agiliza la lectura, pero nos priva de conocer a
detalle las estrategias, procesos y técnicas empleadas para recuperar las
experiencias del grupo.
Beltrán nos ofrece
su mirada antropohistórica para entender el rodeo y lo que representa para los no
vaqueros como nosotros, e incluso para los vaqueros mismos, pues a veces la
mirada del otro, y en este caso el trabajo del autor, permite ordenar los
discursos y las subjetividades para evidenciar aspectos que pueden ser
invisibles o pasar desapercibidos para el propio grupo.
Este libro detona
muchas otras cosas con su publicación, que tienen que ver con el reconocimiento
de una expresión cultural valiosa dentro del imaginario del bajacaliforniano y
en la construcción de la memoria colectiva de la región fronteriza.
Gran parte del
valor del trabajo de Josué Beltrán está en el rescate de la memoria, la cual,
si bien no es olvidada, pues aún vive y persiste, no es del todo reconocida ni
suficientemente valorada.
Cuando hablamos de
memoria, cuando hablamos de patrimonio, nos remitimos al pasado. Pero, ¿cómo
podemos rescatar un pasado cuando no visualizamos las posibilidades del
futuro?, ¿cómo podemos tener pasado si no hacemos un ejercicio en el presente
por generar memoria? Como el ejercicio que en esta obra hace al autor. Que
trata sobre la memoria viva, memoria que cobra sentido por las prácticas y
experiencias unidas a ella, por los vínculos afectivos a esos lugares, espacios
y momentos que se nutren de la remembranza.
La vaquería y la
vaqueridad son ejemplo de un patrimonio vivo, un puente que nos conecta con el
pasado y el presente. El patrimonio cultural es nuestra herencia como
comunidad, resultado de un proceso histórico, con el que en la actualidad se
convive y al mismo tiempo se busca transmitir a las futuras generaciones. El
patrimonio cultural no es estático: es dinámico por la misma naturaleza del
tiempo. Aunque pareciera contradictorio, el pasado, presente y futuro confluyen
en la noción de patrimonio, pero en ocasiones nuestra relación con con este no
es del todo clara. La manera en que lo “protegemos”, lo “administramos”, e
incluso la forma en que lo “clasificamos”.
Al pensar que el
patrimonio es algo que forzosamente ha pasado por el tamiz del tiempo, sesgamos
nuestra visión sobre él, que impide hacer un ejercicio de proyección, cayendo
en la constante de la protección como única vía para su preservación. Debemos
preguntarnos cómo es que entendemos y negociamos la noción de patrimonio; cómo
establecemos los criterios –como instituciones o como individuos– para
determinar el valor de un lugar, un objeto o una práctica, a fin de que
garanticemos su protección y resguardo para la posteridad. Muchos de estos
criterios están inconexos de la memoria viva, parecen desarticulados de los
procesos con los que nos relacionamos con nuestro pasado y de la forma en que
vamos construyendo nuestra historia.
El trabajo del
autor nos muestra una historia viva, anclada a una identidad histórica, pero
que en el presente se sigue construyendo y reconstruyendo en esta tensión de lo
tradicional y las nuevas formas y maneras. Un patrimonio que solo se puede
proteger mediante la acción y reproducción. Como lo comenté anteriormente: ser
vaquero es gerundio. El patrimonio cultural, su rescate, preservación y
protección también es gerundio. No hay otra forma de hacerlo más que
haciéndolo, y Josué Beltrán lo hace a través de este libro.
Christian Fernández Huerta
Mexicano.
Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con maestría en Estudios
Socioculturales y doctorado en Estudios del Desarrollo Global por la
Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Actualmente es investigador de tiempo
completo en el Instituto de Investigaciones Culturales-Museo, UABC. Es miembro
del Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT. Líneas de investigación:
Estudios Socioculturales y Comunicación. Últimas publicaciones: “Observar la
ciudad y las juventudes a través de la mirada de Rossana Reguillo” (2022) y
“Frontera de paso, la búsqueda de espacios para gente en tránsito” (2021).