|
Un “biombo oriental” frente al Palacio de Correos: un análisis de
discursos ideológicos (Buenos Aires, 1979)[1] SILVIA HERNÁNDEZ Universidad de Buenos Aires /CONICET [Argentina] Resumen: Este artículo
analiza la polémica suscitada en 1979 por el proyecto de construcción de un
edificio del Banco de Tokyo frente al Palacio de Correos y Telecomunicaciones
en Buenos Aires, Argentina. Desde una perspectiva comunicacional, el análisis
de este caso hasta ahora no estudiado busca dar cuenta de los elementos
ideológico-discursivos presentes en este debate para contribuir a caracterizar
la coyuntura urbana durante la última dictadura en el país (1976-1983). Los
resultados se dividieron en cuatro: las implicancias del “progreso” como
temporalidad dominante; los “valores”, que aparecen como afectados por el
proyecto arquitectónico; las ambivalencias en las formas de identificación de
lo nacional y de lo citadino, y las marcas de interdiscursividad como
síntomas reveladores de la coyuntura. Finalmente, se argumenta que este
conflicto no puede ser considerado “patrimonial”, dado que el discurso
predominante es monumentalista. Palabras
clave:
Conflicto urbano; discurso; ideología; monumento;
patrimonio.
An “oriental screen” in front of the Palacio de Correos: an analysis
of ideological discourses (Buenos Aires, 1979) Abstract: This article
analyzes the controversy aroused in 1979 by the project for the construction
of a building of the Bank of Tokyo in front of the Palacio de Correos y
Telecomunicaciones in Buenos Aires, Argentina. From a communicational
perspective, the analysis of this case -which has not been studied until now-
seeks to account for the ideological-discursive elements present in this
debate to help characterize the urban juncture during the last dictatorship
in the country (1976-1983). The presentation of results is divided into four:
the implications of "Progress" as the dominant temporality; the
“values” that appear as affected by the architectural project; the
ambivalences in the forms of identification of the national and the urban,
and the marks of interdiscursivity as revealing symptoms of the juncture.
Finally, it is argued that this conflict cannot be considered
"patrimonial", since the predominant discourse is monumental. Keywords: Urban conflict; Speech;
Ideologies; Monuments; Heritage. traducción: Silvia Hernández / Universidad de Buenos Aires / CONICET
Cómo citar Hernández, S. (2024). Un “biombo oriental” frente al Palacio de Correos: un análisis de discursos ideológicos (Buenos Aires, 1979). Culturales, 12, e752. https://doi.org/10.22234/recu.20241201.e752 Recibido 8 marzo 2023 / Aprobado 23 octubre 2023 / Publicado 18 enero 2024 |
Introducción y
presentación del caso
A comienzos de 1979 el proyecto de construcción de una
sede del Banco de Tokyo en la parcela de la avenida Leandro N. Alem entre
Sarmiento y Cangallo (hoy Juan Domingo Perón. ciudad de Buenos Aires,
Argentina)[2]
frente al Palacio de Correos y Telecomunicaciones, que por entonces albergaba
la Secretaría de Telecomunicaciones de la Nación, desató una polémica que
finalizó, ese mismo año, con el retorno del proyecto bancario al predio de
Corrientes y Reconquista, originalmente propiedad de la entidad. La objeción
central al proyecto fue que el nuevo banco obstruiría la visión de la fachada
del Palacio.
El proyecto del Palacio de Correos había sido
encargado al arquitecto francés Norbert-Auguste Maillard en 1888 durante la
presidencia de Miguel Juárez Celman, a ocho años de la constitución de Buenos
Aires como capital del país y a un año de la fijación de los límites
geográficos definitivos de la ciudad, e inaugurado en 1928 (véase figura 1 y 2
para detalles sobre la ubicación del Palacio de Correo en la ciudad de Buenos
Aires). Hoy puede sorprender que haya sido declarado monumento nacional recién
en 1997.[3]
Sin adentrarnos en las circunstancias de dicha
declaración, ello revela que, para 1979, las vías legislativa y judicial no tenían
el peso que adquirieron posteriormente en los procesos de preservación de los
edificios y de su entorno paisajístico, o dicho, en otros términos, en el
tratamiento de los diferendos en torno de las relaciones entre ciudad y tiempo.
Ninguna de las quejas por el proyecto del Banco llegó ni siquiera a insinuar la
posibilidad de lograr alguna declaración legislativa de bien protegido o de
judicializar el conflicto para lograr un triunfo en su reclamo.
Figura 1. Ubicación del
Palacio de Correos en la ciudad de Buenos Aires
Fuente: Mapa del
Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Figura 2. Detalle de la
ubicación del Palacio de Correos y otros sitios mencionados en el artículo
Fuente: Intervención y
marcaje sobre mapa satelital (Google Maps).
Una de las pocas reseñas actuales de aquel episodio
menciona que “Las voces populares se alzaron reclamando que atentaría contra la
estética y la armonía entre el Palacio de Comunicaciones y la vecina Casa de
Gobierno” (“Corrientes y Reconquista…”, 15/01/2021). Los documentos de la época
muestran en cambio que aquello estuvo lejos de tratarse de un clamor extendido
o popular. No obstante, algunas entidades como el Centro Argentino de
Arquitectos Paisajistas, la Academia Nacional de Bellas Artes y la Cámara de
Comercio Argentino-Asiática se pronunciaron públicamente en contra. Y, en
particular, emergieron voces en el editorial y en cartas de lectores del diario
La Nación, donde se dieron cita
personas como Isaac Rojas –ex vicepresidente de facto durante la dictadura
1955-1958 y asiduo escritor por entonces de cartas de lectores sobre temas de
la ciudad– o el artista plástico Horacio Butler.
Figura 3. Palacio de
Correos y Telecomunicaciones. Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Fuente: Albano Azarian
(2007). https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=21786275
El conflicto tuvo lugar entre febrero y junio de 1979.
La dictadura militar a cargo de una Junta comandada por Jorge Rafael Videla
llevaba ya tres años de gobierno, con un programa de sangrienta represión de la
actividad política, y de implementación de un programa económico de
liberalización y financiación de la economía. En la ciudad de Buenos Aires la
intendencia a cargo del brigadier Osvaldo Cacciatore llevaba adelante un
conjunto de políticas que acarrearon una rápida transformación del perfil
social y urbano de la ciudad, tales como la liberalización del mercado de
alquileres, la erradicación de “villas miseria”, el traslado de fábricas fuera
de la ciudad o el Plan de Autopistas Urbanas. Algunas más resistidas que otras,
en su conjunto estas políticas tendieron a favorecer a los residentes
propietarios y a desposeer a los sectores populares (Oszlak, 2017).
Durante la primera mitad de 1979 otros temas relativos
a la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores aparecían en la prensa gráfica:
algunos reclamos de inquilinos agrupados afectados por los desalojos, la
suciedad de las calles, la erradicación de “villas miseria”, o la demolición de
algunos edificios “bajo la piqueta del progreso”. El único tema que lograba
llegar a la primera plana y mantenerse a lo largo del tiempo eran las críticas
al Plan de Autopistas Urbanas en marcha desde 1977. Tal era la controversia,
que este había suscitado que Cacciatore dio una conferencia de prensa a
mediados de abril que salió en la primera plana de los diarios y, pocos días
después, en el almuerzo mensual en el Colegio de Abogados, el secretario de
Obras Públicas de la Municipalidad, Guillermo Laura, disertó especialmente
sobre el punto.
Este estudio del conflicto en torno del proyecto del
Banco de Tokyo frente al Palacio de Correos forma parte de una investigación
más amplia que se propone analizar, para los primeros años de democracia
(1983-1989), las características del patrimonio como dispositivo discursivo de
objetivación de la memoria en sus determinaciones históricas y en su eficacia
específica sobre la coyuntura urbana de la ciudad de Buenos Aires. Ello supone
indagar las condiciones discursivas de posibilidad y consolidación de dicho
dispositivo, atendiendo a los puntos de ruptura y de continuidad con otros
discursos pre o coexistentes, donde también se configuran relaciones
tiempo/ciudad. En el marco de esta problemática general, en este trabajo
analizaré un caso prácticamente desconocido.
¿Por qué detenerse en este efímero episodio? Su valor
no radica en la anécdota, ni tampoco en haber adquirido un carácter de epopeya
ciudadana. En cambio, es revelador en varios sentidos. Primero, en un momento
de clausura del debate político y de represión, muestra que algunos temas
vinculados a la ciudad suscitaban fuertes controversias. Si bien la explicación
de esta conflictividad exige un análisis que excede los objetivos de este
artículo, puede conjeturarse que, además del recurso a argumentos estéticos o
técnicos que pueden aparecer como ajenos a la política en sentido restringido y
de los actores concretos que objetaron el proyecto –algunos de los cuales no
eran precisamente opositores a la dictadura–, el ámbito municipal se configuró
históricamente como espacio no político y más bien administrativo, en
contraposición al ámbito nacional, sede por excelencia de la política y de la
conformación de la ciudadanía (Landau, 2018).
Este caso, que no ha sido previamente abordado en
trabajos científicos, permite analizar positivamente manifestaciones
discursivas de formaciones ideológicas que modelaban las relaciones
tiempo/ciudad y las configuraciones imaginarias de una identidad porteña.[4] Y,
negativamente, indica la heterogeneidad, los desfases en las formas de tramitar
ideológicamente dichas relaciones: porque paralelamente se estaban poniendo en
marcha algunas iniciativas en sintonía con lineamientos patrimoniales
internacionales que ya permeaban los debates de ciertas zonas del campo de la
arquitectura (Méndez, en prensa; Schavelzon, 2008). Por ejemplo, la declaración
del centro de San Isidro como centro histórico en abril y la modificación a
fines de mayo del Código de Planeamiento Urbano para la creación del distrito
U-24 en San Telmo-Montserrat como zona de preservación histórica.[5] Ninguno de
esos procesos simultáneos al conflicto que aquí nos interesa dejó marcas
interdiscursivas en los reclamos contra el proyecto del Banco, en las réplicas
del intendente ni en la intervención de voces especializadas.
Luego de una presentación de los fundamentos teóricos
y de las estrategias metodológicas, la exposición de resultados se divide en
cuatro: las implicancias del progreso como temporalidad dominante; los
“valores” que aparecen como afectados por el proyecto arquitectónico; las
ambivalencias en las formas de identificación de lo nacional y de lo citadino,
y las marcas de interdiscursividad como síntomas reveladores de la coyuntura.
Finalmente, se discute si este conflicto puede o no ser considerado
“patrimonial”.
Figura 4. Proyecto del
Banco de Tokyo frente al Palacio de Correos y Telecomunicaciones
Fuente: “El Banco de
Tokyo erige…” (21/02/1979).
Elementos teórico-metodológicos
Esta investigación se inscribe en el campo de los estudios en
comunicación, focalizados en “la manera en que las significaciones cambian de
acuerdo a la combinación de códigos que se ponga en juego en distintos
contextos histórico-sociales y en cada situación particular” (Caletti, 2019, p.
45). Partiendo de la teoría materialista de la ideología y del discurso, se
analizan huellas discursivas de procesos ideológicos, funcionamiento de
ideologemas y formas de identificación subjetiva.
La ideología –concepto que, a pesar de haber sido
objeto de críticas y simplificaciones (Sosa, 2015) fue rescatado en las últimas
décadas por la teoría social– no remite a una falsa conciencia, ni a un credo
político conscientemente suscripto, ni a una cosmovisión estable y cohesionada,
sino a una instancia constitutiva de la vida social compuesta por sistemas de
representaciones con función práctico-social, históricamente situados,
socialmente jerarquizados y atravesados por la lucha de clases (Althusser,
2004; 2015). Se concreta en formaciones ideológicas particulares entramadas,
jerarquizadas y materializadas en prácticas discursivas, que conforman un todo
complejo contradictorio y unificado (Romé et al., 2021b).
Por ello, en el análisis se pueden señalar elementos
ideológicos presentes en los dichos de actores que tuvieron posicionamientos
muy disímiles en relación con la dictadura y su política urbana. El objeto de
este estudio no son las posiciones político-partidarias ni las opiniones de los
actores, sino la eficacia y los límites de la ideología dominante entendida
como “una tendencia dominante a la unificación, administración o disciplinamiento
de la heterogeneidad de prácticas de pensamiento” y “un proceso de unificación
de aquello que se le resiste, la excede o hace en ella vacío” (Romé, 202, p.
XII) que favorece la reproducción de las relaciones sociales dominantes.
La ideología constituye asimismo un dispositivo de
sujeción/subjetivación: mediante la interpelación ideológica, los sujetos se
constituyen como tales y entablan relaciones imaginarias con su medio, con sus
semejantes, con su tiempo histórico. El efecto ideológico es doble:
desconocimiento (de las determinaciones que constituyen al sujeto) y
reconocimiento (del “yo” como amo de su pensar y su decir, inserto en un mundo
de “verdades evidentes”) (Althusser, 2015; Pêcheux, 2016). Complementariamente,
una rama de la teoría social crítica rescata aportes lacanianos centrados en la
dimensión afectiva (Stavrakakis, 2010; Žižek, 2003), para explicar los procesos
de identificación subjetiva, relevantes para analizar no solo las posiciones de
enunciación, sino las configuraciones de la identidad nacional y citadina en
este caso. A partir de una concepción psicoanalítica de la identidad como
estructurada en torno de una falta, esta perspectiva da cuenta de la energía
libidinal que abona los procesos de identificación simbólicos e imaginarios y
que permite explicar la duración de ciertos afianzamientos ideológicos.
Respecto del discurso, la premisa materialista afirma
que las palabras no tienen un sentido propio y que este tampoco viene dado por
una intención subjetiva ni por su relación referencial con aquello que dicen
representar, sino que una misma expresión puede recibir sentidos diferentes si
se inscribe en distintas formaciones discursivas y que expresiones diferentes
pueden adquirir, dentro de una misma formación discursiva, un mismo sentido.
Una formación discursiva es “aquello que, en una formación ideológica dada (…)
determina lo que puede y debe ser dicho” (Pêcheux, 2016, p. 42), un sistema de
reglas de producción de secuencias discursivas que autoriza ciertas sinonimias,
paráfrasis, reformulaciones, y no otras, y que delimita el orden de lo decible
y de lo comprensible en una coyuntura singular.
A su vez, las formaciones discursivas no son unidades
homogéneas, cerradas: todo discurso supone un trabajo de borramiento de la
presencia del interdiscurso, entendido como el terreno discursivo que conforma
el todo complejo con dominante de las formaciones discursivas, en el que se
establecen relaciones de desigualdad, contradicción y subordinación entre
formaciones (Pêcheux, 2016; Romé et al., 2021a). Condición de
posibilidad del intradiscurso, es decir, de cualquier formulación o secuencia
enunciativa, el interdiscurso “opera como instancia de formación de sentidos,
enunciados, relaciones, articulaciones” (Glozman, 2020, p. 126). Otorgar
primacía al interdiscurso permite leer de modo productivo los silencios, los
olvidos, aquello que, en lo dicho, remite a una causalidad ausente, a un
proceso de formación que se entrama con procesos ideológicos que operan a
espaldas de los sujetos, pero solo por medio de ellos.
En los discursos pueden rastrearse además las marcas
discursivas de ideologemas: microsistemas semiótico-ideológicos que en un
determinado momento presentan una recurrencia mayor que otros signos y
condensan, de manera difusa y contradictoria, categorías y valores de la
ideología dominante (Romé et al., 2021a). Finalmente, he utilizado
previamente el giro “dispositivo discursivo de objetivación de la memoria” para
referir al discurso patrimonial o al monumentalista.
Ello implica tomarlos como formaciones históricas,
como redes estratégicas y sobredeterminadas de relaciones entre elementos
heterogéneos, que distribuyen lo visible y lo no visible, lo decible y lo no
decible, que implican lucha y poder, y que producen efectos materiales como la
emergencia de objetos, sentidos y rasgos de subjetividad (Deleuze, 1990;
Foucault, 1978) en torno de las relaciones tiempo/ciudad. Es una hipótesis de
investigación más general que el patrimonio como dispositivo discursivo de
objetivación de la memoria se va delineando a lo largo del siglo XX, para
instalarse como el modo hegemónico de clasificar, administrar y disputar las
relaciones entre grupos sociales y su memoria colectiva desde los años 1960 y
1970 a nivel internacional y, en el caso argentino, desde la década de 1980,
subordinando al monumental, cuyas marcas prevalecen en el caso que analizo
aquí.
El análisis que presento a continuación se basa en 14
artículos (incluyendo editoriales y cartas de lectores), publicados en el
diario La Nación entre febrero y
junio de 1979, extraídos de una base documental más amplia. Esta base abarca
más de 700 documentos de prensa gráfica, material legislativo, libros y
revistas argentinas, así como documentos de organismos internacionales,
fechados entre 1976 y 1989, donde se detectan tramitaciones discursivas de
relaciones tiempo/ciudad. La selección de estas 14 piezas expresa un momento
pre-archivístico y, en consecuencia, este artículo presenta hallazgos que
funcionarán a su vez como hipótesis para la conformación de un archivo
propiamente dicho.[6]
En este trabajo cada documento es tomado en dos
niveles: como fuente para reconstruir una cronología del caso, en tanto no se
han encontrado otras fuentes secundarias, y como material discursivo cuyo
análisis, basado en la propuesta de Análisis Materialista del Discurso
Ideológico (Romé et al., 2021a), supone dos momentos: un fichado de cada
pieza donde se consignaron elementos ideológico-discursivos y un grillado
transversal que busca relaciones ya no entre las piezas, sino entre los
hallazgos de la primera fase. En otras palabras, la unidad de análisis no son
los artículos de prensa ni las posiciones u opiniones de los actores, sino las
unidades discursivas que permiten dar cuenta de procesos ideológicos.
El “Progreso” como temporalidad dominante
En los artículos, la transformación de la ciudad de Buenos Aires aparece
marcada por el imperativo de la “Modernización” y ordenada de acuerdo con una
temporalidad lineal, acumulativa, que se expresa en el ideologema “Progreso”.[7] En algunos documentos que no se incluyeron
para este trabajo, pero que son contemporáneos y que también tocan la relación
tiempo/ciudad, se encuentra una posición subjetiva resignada ante la evidencia
del “Progreso”, condensada en el ideologema “la piqueta”. En estos casos, la
pregunta por las causas de la transformación urbana está borrada. Por ejemplo,
en un artículo sobre el “cambio de rostro” de la Avenida de Mayo, los epígrafes
de las fotografías rezan: “Una gran construcción reemplazará al viejo edificio
desaparecido. También el edificio del vespertino La Razón cae bajo la
piqueta” y “Contraste entre los viejos edificios y las modernas casas de
departamentos. El progreso edilicio no se detiene” (“Avenida de Mayo…”,
23/4/1979).
En los artículos referidos al caso del Palacio de
Correos se observan marcas de esta temporalidad en un sentido diferente. El
“Progreso” aparece de manera generalizada como deseable, asociado a lo moderno
y a lo nuevo, como se ve en la presentación del proyecto bancario:
En las últimas dos décadas se ha producido en la
Argentina un profundo cambio en la edilicia bancaria, que se explica por las
modificaciones estructurales de las instituciones que han debido responder a la
necesidad de expansión y adaptación a las nuevas necesidades del mercado
económico. Empiezan a delinearse, así, las características arquitectónicas del
banco moderno […] (“El Banco de Tokyo erige…”, 21/2/1979).
Sin embargo, también quienes objetan el proyecto
reconocen la misma temporalidad: lo que ponen en duda es cuál es el verdadero progreso, pero no el progreso
como fin deseable: “(…) la ciudad debe modernizarse, pero sin destruir el
paisaje urbano (…). Todos queremos el progreso de la ciudad, pero, en
definitiva, se trata de elegir bien los medios y no confundir los fines”
(Academia Nacional de Bellas Artes en “Objetan aspectos…”, 19/4/1979).
[…] a menudo el progreso en un sentido, implica un
retroceso en otro. Cuántas veces en nombre del progreso se destruyen cosas de
valor cultural. […] Pero cuando en nombre del progreso se destruye algo que
tiene valor, no es progreso (Centro Argentino de Arquitectos Paisajistas en
“Opina una entidad…”, 25/4/1979).
Predomina una identificación con una temporalidad
acumulativa, con matices de valoración respecto de qué puede ser considerado
progreso y qué no, pero que no cuestiona la vigencia ni la validez de ese
tiempo homogéneo y lineal.
Un daño a lo bello y a lo histórico
Las voces escandalizadas dan cuenta del predominio de dos valores
principales que se verían afectados por la construcción del Banco de Tokyo: el
estético y el histórico, ambos en un sentido restringido y conservador. Lo
estético, reducido a las Bellas Artes; lo histórico, a la epopeya de la Nación
encarnada en la gesta del Estado liberal. Ambos suponen, además, una posición de
sujeto pasivo que contempla y aprende.
El
valor estético
El potencial daño al valor estético del edificio, elemento central de
los reclamos, no está aislado: en un momento de alta conflictividad en torno
del Plan de Autopistas Urbanas, el afeamiento de la ciudad aparecía como una de
las objeciones centrales dirigidas a la Municipalidad. “El Banco de Tokyo no
necesita ser emplazado en un lugar donde quita valor artístico al conjunto,
modificando desfavorablemente su aspecto (…)” (Rojas, 12/3/1979); “El Centro
Argentino de Arquitectos Paisajistas llamó a la reflexión a las autoridades
municipales, a las autoridades del Banco de Tokio y a quienes de un modo u otro
deben velar por los valores estéticos de la Capital Federal” (“Opina una entidad…”,
25/4/1979).
Se trata, sin embargo, de una belleza que consagra un
criterio de buen gusto, asociado a una identidad que se reconoce como culta y
francófila, en contraste con una fealdad asociada al mal gusto, la ignorancia,
lo nuevo.
Dice el almirante [Rojas, el 12/3/79] que el nuevo
edificio significará entregar un nuevo ‘adefesio’[8]
a nuestra ciudad, censurando el escaso criterio y el mal gusto de las
autoridades municipales que han dispuesto ubicar frente a la fachada de un
edificio público imponente una obra como la del banco proyectado (…). Llegarán
luego los enanos de cerámica a las plazas públicas y se multiplicarán las aguas
de color fresa del exquisito mal gusto que nos invade (Martínez Estrada,
4/4/1979).
A su vez, el argumento estético es casi el único
reconocido por el intendente de facto Cacciatore en sus respuestas en
conferencia de prensa, publicada en primera plana:
Afirmó el intendente que la Municipalidad fijó
determinadas condiciones de diseño y proyecto con el propósito de que el edificio
del banco no destruyese la armonía del lugar […]. Recalcó que las razones
estéticas fueron tenidas muy en cuenta cuando se echaron las bases del proyecto
(“Habló el intendente…”, 12/04/1979).
La ciudad como objeto estético supone una posición subjetiva
ante el edificio y, consecuentemente, ante la ciudad: la contemplación desde
afuera de un observador pasivo, extasiado ante lo bello:
[…] insisto en que la ubicación elegida significa un
verdadero atentado llevado en contra de la estética edilicia, porque afecta
malamente varias perspectivas que son caras al sentimiento de los porteños.
Quizás no al de los japoneses –no tendrían razones para sentirse afectados, ya
que no son argentinos– ni al de las autoridades oficiales que han prestado
autorización para semejante obra en ese lugar histórico de la capital argentina
y al de los habitantes de esta ciudad que
sólo ven en ella un lugar para trabajar, comer y dormir. Una ciudad es algo más que un taller o un
inmenso digestor. Es, sobre todo, una expresión del alma de su pueblo. Y
por lo tanto sus edificios, sus arterias, sus monumentos son el reflejo de
muchas características nacionales y populares, cuyos valores artísticos tenemos
la obligación de preservar y mejorar (Rojas, 10/04/1979, las cursivas son mías).
Esta cita, sobre la que volveré, revela una concepción
idealista de la ciudad, un rechazo a la presencia popular en la ciudad, y un
borramiento del rol de la urbanización capitalista en términos de lugar de
producción y reproducción social. La ciudad como objeto de disfrute estético
coloca la experiencia urbana por fuera del debate sobre las necesidades de
quienes la habitan y transitan.
Finalmente, hay un ideologema que conecta el valor
estético con el histórico: la “grandeza”, como se ve en la cita anterior (“al
edificio grandioso de Maillard”), posee una doble valencia, una función pivot: por un lado, el gran tamaño –que
refuerza el carácter monumental desde el punto de vista estético–, por el otro,
la grandeza espiritual –que asocia el porte del edificio al periodo de la
historia nacional del cual aparece como representante, en el que la erección de
grandes edificios públicos funcionaba como un modo de transmitir la
consolidación del Estado moderno en el país. “[Tendremos] el banco en la plaza
que otorgaba la necesaria perspectiva al edificio grandioso de Maillard,
cumpliendo una función de biombo oriental de nuestro patrimonio cultural”
(Martínez Estrada, 4/4/1979). Y:
La gran mole
del edificio del Correo Central, de estilo francés, perderá gran parte de su imponente y señorial aspecto al
plantársele, prácticamente enfrente, un edificio de líneas modernas que
interferirá con su perspectiva […] nos sentimos orgullosos de su grandiosa
hermosura […] (Rojas, 12/3/1979).
El
valor histórico
Dada la fecha en que fue proyectado, el Palacio de Correos permite
evocar una historia nacional en torno de la llamada “República conservadora”
(1880-1916), basada en un modelo oligárquico de ciudadanía restringida en lo
político y liberal agroexportador en lo económico. En una primera mirada,
podría resultar paradójico que en 1979 las críticas a la administración
municipal –y, por extensión, nacional– se hagan en nombre de un periodo que el
gobierno de facto también reivindicaba, como se ve en las celebraciones oficiales
del centenario de la denominada “Conquista del desierto” y en su reedición
actualizada sobre el Impenetrable chaqueño bajo el nombre “Conquista del Oeste”
(Salamanca y Colombo, 2019).
Ahora bien, si la administración municipal a cargo de
Cacciatore retomaba de la “Generación del 80” el ideal de “modernización”
mediante el gesto de acelerada y radical transformación de la ciudad “que la
despojaría de inadecuados rasgos coloniales” (Oszlak, 2017, p. 264) en función
de las necesidades del capital (expresadas en lo ideológico mediante la
consagración de la libertad individual sobre cualquier forma de justicia
social), las críticas que suscitaron ciertos aspectos de su plan –muchas veces
selectivas, dado que soslayaban la cuestión social–[9]
retomaban otros aspectos:
[…] la obra cuyo frente va a ser literalmente cubierto
con el edificio bancario de la empresa japonesa es testimonio vivo de la
arquitectura liberal del país, de aquella Argentina que en pocos años levantó
edificios como el del Congreso Nacional o el del Palacio de Justicia, obras a
las que hoy la televisión exhibe insistentemente por medio de un corto del
Ejército argentino, recalcando que son de ‘nuestro patrimonio nacional’ […]
(Martínez Estrada, 4/4/1979).
La ubicación del Banco de Tokyo afecta varias
perspectivas históricas y desfigura un lugar tradicional de Buenos Aires.
Quedará oculta, desde ciertos ángulos, la hermosa fachada del Correo Central,
también la del Ministerio de Guerra, también la del Monumento al Almirante Brown,
también la del monumento a Juan de Garay y, por lo tanto, la de la Casa de
Gobierno. En suma, pienso que los funcionarios urbanistas de la Municipalidad
no han efectuado un estudio detenido del emplazamiento del nuevo banco japonés
y han asignado escaso valor a las grandes y evocadoras perspectivas que se
deben cuidar celosamente, sobre todo cuando su intercepción afecta factores
artísticos e históricos ponderables (Rojas, 10/04/1979).
La historia evocada a través de los monumentos remite
a las fundaciones nacionales y al aparato de Estado como principio de
ordenamiento social y como fundamento de valores y criterios de gusto. Aquí, el
edificio no es solo objeto de disfrute estético, sino que su contemplación
tiene una función pedagógica, que evoca interdiscursivamente la “pedagogía de
las estatuas” de Ricardo Rojas en La
restauración nacionalista. Informe sobre educación (1909). La obstrucción
de esa “perspectiva” implicaría un daño a la formación de la “ciudadanía
nacional”, objeto de preocupación tanto para la Generación del 80 (ante la
masiva llegada de inmigrantes europeos y la consecuente expansión de
organizaciones anarquistas, socialistas y sindicalistas, que desembocó en la
Ley de Residencia de 1906) como para la dictadura iniciada en 1976 en su
sistemática represión legitimada en consignas como “guerra contra la subversión
apátrida”.
Figura 5. Vista del Palacio de Correos y de
las vallas en la parcela aledaña
Fuente: “La visión…”, 25/03/1979.
Ambivalencias de la identidad porteña y argentina
En los artículos se encuentran identificaciones en apariencia
contradictorias. Aun si se realiza mediante portavoces específicos, el reclamo
por la preservación de la imagen del Palacio de Correos convoca figuras del
“nosotros” agraviado por el proyecto, que no son originales del caso, pero se
reactualizan aquí de forma emblemática.
El origen del proyectista, habilita la recurrencia de
la identificación de Buenos Aires como una París en América:
Recuerda [el arquitecto Mario Roberto Álvarez] luego
que ‘los maestros de l’École de Beaux Artes [sic], que trabajaron y
enseñaron entre nosotros dejaron su sello en importantes edificios que le han
cedido a Buenos Aires sus características; ciertos barrios de nuestro país
podrían serlo de París sin mengua alguna’ (“Objeciones a la construcción…”
10/04/1979).
La identificación francófila supone necesariamente una
definición oposicional. La defensa de una encarnación urbana de la identidad
nacional como país europeo en América se define, primero, por oposición a lo
“japonés” –y, metonímicamente, a una serie de nacionalidades o identidades
culturales identificadas con el atraso, la ignorancia, el mal gusto. Si quienes
presentan el proyecto del banco lo definen como un “banco moderno” (“El Banco
de Tokyo erige…”, 21/2/1979), quienes lo defenestran hablan del “banco
japonés”: “[la ubicación elegida no afecta quizás al sentimiento] de los
japoneses –no tendrían razones para sentirse afectados, ya que no son argentinos
[…]” (Rojas, 10/04/1979). Y:
Por cierto, Cárcano [director de Correos en 1888] no
pudo prever que su plaza pública sería ocupada por un banco japonés. […] Con el
mismo criterio, mañana el intendente autorizará la erección de un banco de un
país árabe en la plaza Lavalle, frente a Tribunales, o al edificio de una
empresa de crédito suiza en la Plaza del Congreso (Martínez Estrada, 4/4/1979).
Luego, se actualiza el mito de la ciudad moderna
arquitectónicamente cohesionada, identificada espontáneamente con la ciudad
europea (Corboz, 2015; Gorelik, 2019), contrapuesta a una imagen de ciudad
norteamericana, caracterizada por el anonimato, la falta de identidad y,
particularmente, la prioridad otorgada al automóvil, que se refuerza con el
avance del Plan de Autopistas Urbanas: “La imagen de nuestra ciudad, dice el
Arqto. Alvarez, es la de una ciudad en cambio en cuanto a su fisonomía. Más
europea que americana del norte, lentamente transforma su impronta francesa de
fin y principios de siglo” (“Objeciones a la construcción…”, 10/04/1979). Y:
El automóvil y sus necesidades están ocasionando
severos daños a la estética y al carácter de nuestra ciudad. […] Es menester
reaccionar antes de que, al igual que en algunas ciudades norteamericanas, el
centro de Buenos Aires se convierta en una isla rodeada de inmensas y
antiestéticas playas de estacionamiento cortadas aquí y allá por viaductos de
cemento (“Estética y congestión urbana”, 10/04/1979).
Si la ciudad arquitectónicamente cohesionada tiene una
función ideológica[10] no es
solo porque da consistencia a un modo imaginario de tramitar la transformación
de la ciudad. También, porque habilita tanto una reducción de “la ciudad” a su
área central, escenario principal de la arquitectura liberal y de los emblemas
del poder político, como un borramiento los barrios no céntricos que, por
entonces, estaban siendo objeto de masivas expropiaciones y demoliciones para
la construcción del grueso de las autopistas previstas y de los efectos de las
políticas de liberalización del mercado de alquileres.
En este sentido, es notable que el debate en torno del
plan de autopistas que aparece en los artículos seleccionados[11] se centra
casi exclusivamente en el proyecto de elevación de la avenida 9 de Julio, la
única de las nueve previstas que atravesaba el área central:
Ciertas autopistas proyectadas por el municipio
porteño han sido justamente criticadas por contrariar las modernas tendencias
prevalecientes en la planificación urbana. […] Todas estas críticas se aplican
muy especialmente a la proyectada vía elevada sobre la actual avenida 9 de
Julio. La visión de un anillo de cemento rodeando al Obelisco y la obstrucción
de la perspectiva del Congreso desde la plaza de Mayo por el mencionado
viaducto son particularmente desagradables (“Estética y congestión urbana”,
10/04/1979).
Por último, el ideologema “Buenos Aires como la París
de América” convive con una creencia que, a primera vista, podría parecer
contradictoria: la de Buenos Aires como ciudad a punto de perder su estatus de
“gran ciudad del mundo”, en consonancia con una creencia ideológica mayor: el
reconocimiento/desconocimiento de que Argentina, en su carácter de país
periférico, no integra plenamente “el mundo”. “(…) debemos señalar que, entre todas las ciudades más importantes del
mundo, Buenos Aires es, quizás, la que menos ha conservado su imagen
tradicional e histórica” (Academia Nacional de Bellas Artes en “Objetan
aspectos…”, 19/4/1979, las cursivas son mías). “(…) lamentamos la destrucción
que se hace de parte de [la ciudad] sin mayor estudio, consultas ni sentido
urbanístico, como se estila hacer en
todas las grandes capitales y ciudades del mundo” (Rojas, 12/3/1979, las
cursivas son mías). “(…) no considero beneficioso para la ciudad, la
construcción de autopistas elevadas dentro de la misma. (…) Las autovías no
deben estar, ni llegar al centro de la ciudad. Las experiencias realizadas en el mundo lo comprueban” (Mario
Roberto Álvarez en “Objeciones a la construcción…”, 10/04/1979, las cursivas
son mías).
“El mundo” aparece como “Progreso” espacializado: en
la misma entrevista señala Álvarez que otros países –casualmente, Francia–
acababan de prohibir las autopistas urbanas. La identidad porteña, al igual que
la nacional, pasan a ocupan un lugar ambivalente: Buenos Aires integra y no
integra el conjunto de las “grandes ciudades del mundo”.[12]
Huellas interdiscursivas como síntomas de coyuntura
En una coyuntura urbana donde la ciudad cada vez más aparecía como
ámbito para vecinos-propietarios-usuarios “merecedores” y se expulsaba mediante
desalojos y persecuciones a las poblaciones empobrecidas; donde el proyecto de
demoler buena parte de la ciudad en nombre de la “modernización” y de la
“libertad” de “la gente” estaba arrasando con la vida barrial tal como había
sido conocida hasta entonces;[13] y donde
la liberalización y financiación económicas desplazaban a la vivienda como
valor de uso en favor de la vivienda como mercancía; en esa coyuntura, los
discursos efectivamente formulados no solo dicen lo que creen decir: hablan en
sus silencios, en sus vacíos, en sus olvidos constitutivos.
En las secuencias discursivas analizadas se observan
marcas interdiscursivas de un discurso médico, biologicista, donde la ciudad es
un todo viviente tendiente al equilibrio, “una integridad: una lesión hecha en
cualquiera de sus órganos repercute en toda ella; si la lesión afecta a una
parte vital, puede ocasionar su muerte” (Arq. García Vázquez, presidente de la
Sociedad Central de Arquitectos, en “Propone abrir un debate…”, 16/4/1979). Este
discurso llega hasta una teratología urbana, donde las autopistas son
calificadas como “aberraciones urbanísticas” y “verdaderos engendros” (“Propone
abrir un debate…”, 16/4/1979).
Si bien el discurso médico no resulta una novedad ni
una especificidad local en la creación ideológica de metáforas de lo urbano
(Sennett, 1997), se destaca su emergencia en estrecho vínculo con un segundo
discurso: el belicista, que aporta un lenguaje de la violencia política en una
coyuntura marcada por operaciones de legitimación del terrorismo de Estado en
la denominada “Guerra contra la subversión” (Risler, 2018):
[…] insisto en que la ubicación elegida significa un verdadero atentado llevado en contra de
la estética edilicia […] llama la atención que la Sociedad Central de
Arquitectos […] y otras entidades guarden silencio ante este verdadero atentado que se está
perpetrando en contra del patrimonio artístico-urbanístico de nuestra ciudad.
(Rojas 10/04/1979).
La mención al proyecto como un atentado resulta aún más sintomática si se tiene en cuenta que
Rojas –un oficial naval devenido vicepresidente de facto de la Nación entre
1955 y 1958– había participado activamente en el golpe de Estado que derrocó al
presidente constitucional Juan Domingo Perón, que había tenido un antecedente
inmediato en el bombardeo por las Fuerzas Armadas sobre población civil en la
Plaza de Mayo en junio de 1955. En la víspera del derrocamiento en septiembre,
Rojas comandó la instalación de 19 buques de guerra frente a las instalaciones
de la petrolera YPF en la ciudad de Mar del Plata y amenazó con bombardearlas
si el presidente no renunciaba.
Pero este discurso excedía al ámbito castrense;
constituía un habla disponible: “Nada justificaba esa desacertada ubicación
que, a mi juicio, constituye uno de los más graves atentados a la estética de
nuestra querida y anárquica ciudad” (Butler, 16/4/1979). “Lo que es del
ciudadano peatón, que es mayoría, lo perderá a manos del invasor que es el auto, una minoría” (Arq. Álvarez en “Objeciones a
la construcción…”, 10/04/1979). La combinación entre el discurso médico y el
bélico da lugar a un lenguaje por el cual la ciudad resulta agredida, lo que,
como remisión sintomática, permite figurarse un cuerpo torturado, atormentado.[14] Así, las
autopistas pueden ser “Un verdadero tajo
en el medio urbano” (Arq. García Vázquez en “Propone abrir un debate…”,
16/4/1979). Y:
Una autopista, al igual que una línea férrea,
significa el dislocamiento de la
unidad de la ciudad, con la diferencia de que mientras las primeras
antecedieron a la expansión de las urbes, las segundas implican la mutilación de una unidad preexistente
(“Estética y congestión urbana”, 10/04/1979).
Retomando los planteos de Sennett (1997), este
análisis lleva a atender a la ciudad simbolizada en los discursos como un
cuerpo desdoblado entre un “ideal” –el de la integridad, la plenitud, la
coherencia, que se manifestaría no solo en un funcionamiento, sino también en
una estética– y una “realidad”,
caracterizada como de afeamiento y de enfermedad. La centralidad adquirida por
la metáfora corporal, atravesada tanto por el discurso médico y biologicista
como por el belicista y de la violencia política, puede interpretarse como un
síntoma: por un lado, relativo a la larga temporalidad de la presencia
ambivalente de lo corporal en la ciudad occidental (muchas veces bajo la forma
de la negación de su condición doliente y deseante) y, por el otro, asociado a
la coyuntura más inmediata, marcada por la desaparición forzada y la tortura de
algunos cuerpos, la expulsión y erradicación urbana de otros, pero también por
la emblematización del “temor al roce”, tanto a partir de la sospecha respecto
del otro como de la exaltación de la velocidad y el desplazamiento individual
en las autopistas.
¿Un conflicto patrimonial?
El rechazo al proyecto del Banco de Tokyo frente al Palacio de Correos
en 1979 muestra que el interés por el pasado de la ciudad no es potestad
exclusiva de la ola patrimonialista que se desplegará en Argentina notoriamente
a nivel institucional, jurídico, legislativo y cultural luego de 1984, con la
reinstauración de la democracia. Visto desde hoy, podría decirse incluso que
estamos ante un conflicto patrimonial. Sin embargo, hacerlo supondría un
anacronismo, ya que, si bien en ciertos sectores del campo nacional y regional
de la arquitectura y en organismos internacionales como la UNESCO, ya existían
amplias discusiones sobre lo patrimonial (Heinich, 2009; Méndez, en prensa;
Schavelzon, 2008), no se observa en este debate una definición técnica de
“patrimonio” ni procedimientos jurídicos que lo impliquen. Como vimos, el
Centro Argentino de Arquitectos Paisajistas hablaba de “cosas con valor
cultural”, de “algo que tiene valor”.
El término “patrimonio” aparece no obstante en algunos
artículos, aunque de forma intercambiable con otras expresiones o calificado de
maneras diversas: “patrimonio nacional”, “patrimonio cultural” (Martínez
Estrada, 4/4/1979), “patrimonio artístico-urbanístico de nuestra ciudad”
(Rojas, 10/4/1979). Es allí una categoría superflua, que no funciona como
criterio de clasificación sistemático de objetos y que no remite al discurso de
la cultura –como lo hará en la década siguiente– sino al del derecho económico:
propiedad, herencia, traspoladas de la titularidad privada al acervo público.
Por todo ello, no es posible hablar de este caso como
un antecedente del modo en que, pocos años después, se tramitará la relación
tiempo/ciudad. O, a la inversa, sería necesario poner reparos a la idea de que
la expansión de la cuestión patrimonial en la década de los ochenta fue una
simple ampliación de criterios de lo susceptible de ser preservado o una
democratización de los patrimonios (Carrión, 2000; Prats, 2005; Zunino, 2006).
En el caso analizado predomina un dispositivo discursivo monumental, heterogéneo
respecto del patrimonial, que supone una temporalidad progresiva y acumulativa
(y no temporalidades diversas asociadas a identidades culturales
diferenciales), valora lo único y lo excepcional (y no lo típico, lo diverso,
lo cotidiano), remite a una identidad nacional pretendidamente homogénea (y no
a la diversidad cultural), asigna a los objetos preservados valor de Arte o de
Historia (más que un valor de autenticidad y antigüedad), y tiene al Estado en
su rol civilizatorio (y a sus encarnaciones: el Héroe, el Patriota) como sujeto
central (y no a los grupos e identidades culturales: la gente común, los
vecinos) (Gorelik 2009; Heinich, 2009; Hernández, 2021; Márquez, 2019).
Desde ya, en términos teórico-metodológicos, la
postulación de esta discontinuidad no implica que estos dispositivos
discursivos funcionen de manera pura, aislada: es tarea del análisis estudiar
las formas de dominancia, sobredeterminación, jerarquización de un dispositivo
u otro, o de algún otro modo de tramitar la relación tiempo/ciudad. Y, si bien
será tarea de futuras investigaciones demostrar este punto, puede conjeturarse
que el desplazamiento del monumento al patrimonio –en tanto dispositivos
discursivos relevantes en las formas de objetivación y tratamiento ideológico
de la relación entre ciudad y tiempo– debe ser leído en serie con
transformaciones de la coyuntura ideológica del último cuarto del siglo XX,
donde se trastocan las formas dominantes de la temporalidad (del Progreso a
presente expandido).
Conclusiones
Como efecto de la polémica, el 15 de junio de 1979 se dictó una
ordenanza municipal por la cual se ponía fin al proyecto de construir la sede
bancaria frente al Palacio de Correos. El nuevo Banco de Tokyo se emplazaría en
su ubicación inicial de Corrientes y Reconquista y se convocaba al Consejo de
Planificación Urbana a estudiar la nueva urbanización del área frente al
Palacio.
En la controversia en torno del proyecto del Banco de
Tokyo se conjuga la preocupación por el pasado con un régimen de historicidad
donde el tiempo es transformación inexorable. En otras palabras, este conflicto
está marcado por una coyuntura ideológica signada por el Progreso como
temporalidad dominante, cuya dominancia no obstante estaba entrando en crisis
para dar lugar a un régimen de historicidad con primacía del presente, que
trastocará profundamente las formas de tramitación ideológica de la relación
tiempo/ciudad. Este proceso se insinúa en este trabajo, pero deberá ser
descripto y analizado en futuros análisis.
Asimismo, los valores predominantes asociados al
Palacio de Correos y a su imagen eran estéticos e históricos en un sentido
restringido, lo que habilitó una valoración de su carácter monumental
manifestada mediante la doble apreciación de su grandeza (el porte físico como soporte material de la valía
histórica de una gesta estatal-nacional-liberal) y una concepción idealista de
la ciudad como objeto de contemplación.
La centralidad otorgada al aspecto estético remite a
la clasificación de Riegl (1987) de los valores de contemporaneidad de los
monumentos. Si bien en 1979 en el edificio funcionaba la Secretaría de
Telecomunicaciones, ese factor no participa en absoluto a los términos de la
discusión, sino que lo que estaba en juego era la necesidad de contemplar el
edificio cual obra de arte. Será recién en la década de 1980, que el segundo
valor de contemporaneidad, el carácter instrumental, cobrará mayor relevancia,
no solo como valoración de los usos preexistentes, sino en el imperativo
–presente en los lineamientos internacionales– de integración de los bienes
patrimoniales a las necesidades actuales de la vida urbana como requisito para
su sustentabilidad.
Siguiendo al mismo autor, la puesta de relieve del
valor histórico puede vincularse con un tipo de valor rememorativo: no es el
valor rememorativo intencional –lo que quienes lo construyeron buscaron
producir como valor perenne– ni el de antigüedad –el más reciente de los tres,
que remite al aprecio de las marcas del paso del tiempo como señales de vejez y
de autenticidad del objeto. El valor histórico toma al objeto como documento,
como testimonio de una etapa, lo que conduce a la vocación de mantenerlo lo más
parecido posible a su estadio original (Riegl, 1987).
También el análisis mostró que la identificación
argentina –y, como sinécdoque, porteña– prevaleciente comporta una ambivalencia
entre una convicción respecto de un destino de grandeza (atada a una
identificación imaginaria con Europa y con París) y una sensación de estar
experimentando un fracaso (que revela una identificación simbólica con
Argentina vista desde “el mundo”).
Finalmente, el trabajo con la
interdiscursividad mostró la presencia combinada de un discurso biologicista y
médico junto con otro belicista, con remisiones a una coyuntura atravesada por
la violencia política. Este hallazgo ofrece una clave de lectura de la
discursividad sobre la cuestión urbana a partir de sus silencios y de las
manifestaciones sintomáticas de aquello que no encuentra simbolización, pero
insiste. Análisis futuros que incluyan otros casos permitirán constituir un
archivo que permita dar cuenta de estos procesos interdiscursivos escasamente
analizados. Este estudio será relevante para arrojar luz sobre las formas en
que se anudaron, en las coyunturas ideológicas de la última dictadura y en los
primeros años de la democracia en Argentina, las relaciones entre memoria,
espacio urbano y espacio público.
Referencias bibliográficas
Althusser, L.
(2004). La revolución teórica de Marx.
Siglo XXI.
Althusser, L.
(2015). Sobre la reproducción. Akal.
Avenida de
Mayo: cambia su rostro pero trata de mantener su espíritu (23/04/1979). La
Nación, pág. 6.
Benjamin, W.
(2008). Sobre el concepto de historia. En Tesis
sobre la historia y otros fragmentos. Universidad Autónoma de la Ciudad de
México, pp. 31-57.
Butler, H.
(16/4/1979). Desacertada ubicación. Carta de lector. La Nación, pág. 8.
Caletti, S.
(2019). Ariadna. Para una teoría de la
comunicación. Universidad Nacional de Quilmes.
Carrión, F.
(2000). Lugares o flujos centrales: los
centros históricos urbanos. Naciones Unidas. https://hdl.handle.net/11362/5720
Corboz, A.
(2015). Orden disperso. Ensayos sobre
arte, método, ciudad y territorio. Universidad Nacional de Quilmes.
Corrientes y
Reconquista: la esquina del viejo Correo (15/01/2021). La Nación. https://www.lanacion.com.ar/turismo/viajes/corrientes-y-reconquista-la-esquina-del-viejo-correo-nid15012021/
Deleuze, G.
(1990). ¿Qué es un dispositivo? En M. Foucault,
filósofo (pp. 155-163). Gedisa.
El Banco de
Tokyo erige su sede en un nuevo foco comercial de la ‘city’ (21/2/1979).
Suplemento Arquitectura, Ingeniería, Construcciones. La Nación, págs. 1-2.
Estética y
congestión urbana (10/4/1979). Editorial. La Nación, pág. 9.
Foucault, M.
(1978). El juego de Michel Foucault. Diwan,
2, 171-202.
Galliano, A.
(2020). ¿Por qué el capitalismo puede
soñar y nosotros no? Breve manual de las ideas de izquierda para pensar el
futuro. Siglo XXI.
Gerzovich, D.
(2009). Aura e imagen dialéctica. Teología, temporalidad, hermenéutica y
política en Walter Benjamin. Ponencia presentada en las V Jornadas de Jóvenes
Investigadores. Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
Glozman, M.
(2020). La construcción de archivos discursivos. Entre la teoría del discurso y
las prácticas de montaje. Luthor, 44, 1-12. http://www.revistaluthor.com.ar/pdfs/241.pdf
González
Bracco, M. (2013). Vecinos en defensa del patrimonio urbano en la Ciudad
de Buenos Aires: Nuevas herramientas y nuevas alianzas. QUID16, Número especial, 20-49. https://publicaciones.sociales.uba.ar/index.php/quid16/article/view/1141
Gorelik, A.
(2009). Ciudad y terrorismo de Estado: la
memoria justa [ponencia]. Jornadas “Arquitectura y memoria” organizadas por
Memoria Abierta y Coalición Internacional de Sitios de Conciencia, Buenos
Aires.
Gorelik, A.
(2010). La grilla y el parque. Espacio
público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936. Universidad
Nacional de Quilmes.
Habló el
intendente sobre autopistas […] (12/4/1979). La Nación, primera plana y pág.
7.
Heinich, N.
(2009). La fabrique du patrimoine. De la
cathédrale à la petite cuillère. Maison des Sciences de l’Homme.
Hernández, S.
(2019). Los “vecinos” y el “patrimonio”.
Un análisis del proceso de transformación del barrio de Barracas (Buenos Aires,
Argentina, 2003-2013) [Tesis de doctorado]. Universidad de Buenos Aires y
Universidad Paris VIII. http://repositorio.sociales.uba.ar/items/show/1050
Hernández, S.
(2021). El patrimonio como ideología y como dispositivo de objetivación de la
memoria. Aportes teóricos para el estudio de los procesos de patrimonialización.
Revista Cultura y Representaciones
Sociales, 15(30), 27-58. http://www.culturayrs.unam.mx/index.php/CRS/article/view/754/pdf#
La visión del
Palacio de Correos (25/03/1979). La
Nación, pág. 9.
Landau, M.
(2018). Gobernar Buenos Aires: Ciudad,
Política y Sociedad, del Siglo XIX a nuestros días. Prometeo Libros.
Márquez, F.
(Ed.) (2019). Patrimonio:
contranarrativas urbanas. Universidad Alberto Hurtado.
Martínez
Estrada, D. (4/4/1979). Patrimonio cultural. Carta de lector. La Nación, pág. 8.
Méndez, P. (en
prensa). La formación disciplinar del patrimonio arquitectónico. Un panorama
latinoamericano en tres tiempos. Phi.
Revista do Patrimonio Historicocultural Iberoamericano.
Objeciones a la
construcción de autopistas en la ciudad (10/4/1979). Entrevista a Mario Roberto
Álvarez. La Nación, primera plana y
12.
Objetan
aspectos de la política edilicia (19/4/1979). La Nación, pág. 9.
Objétase el
emplazamiento del edificio del Banco de Tokyo (8/6/1979). La Nación, pág.
9.
Opina una
entidad sobre la política urbanística (25/4/1979). La Nación, pág. 9.
Ozslak, O.
(2017). Merecer la ciudad. Los pobres y el derecho al espacio urbano. Eduntref.
Pêcheux, M.
(2016). Las verdades evidentes. Lingüística, semántica, filosofía. Centro
Cultural de la Cooperación.
Prats, L.
(2005). Concepto y gestión del patrimonio local. Cuadernos de antropología social, 21, 17-35.
Propone abrir
un debate el Arqto. García Vázquez (16/4/1979). La Nación, pág. 9.
Riegl, A.
(1987). El culto moderno a los
monumentos. Visor.
Risler, J.
(2018). La acción psicológica. Dictadura,
inteligencia y gobierno de las emociones, 1955-1981. Tinta Limón.
Rojas, I.
(10/4/1979). Más sobre el Banco de Tokyo. Carta de lector. La Nación,
pág. 9.
Rojas, I.
(12/3/1979). Eclipse de Luna. Carta de lector. La Nación, pág. 6.
Romé, N.
(2021). Prólogo. Contra la neoliberalización de nuestra coyuntura. En Romé, N.
y Collazo, C. (Comps.), Para una crítica
de la neoliberalización. Aportes de la teoría de la ideología a la
investigación crítica en comunicación (XI-XXXII). Imago Mundi.
Romé, N.;
Hernández, S.; Ré, C. y Sosa, M. (2021a). Dispositivo
de análisis materialista del discurso ideológico para medios y redes
[documento inédito].
Romé, N.;
Hernández, S.; Ré, C. y Sosa, M. (2021b). La ‘nueva normalidad pandémica’ en
Argentina: notas para un análisis materialista del discurso ideológico
neoliberal. Pensar desde abajo, 10, 157-174. https://pensardesdeabajo.org/articulos/la-nueva-normalidad-pandemica-en-argentina/
Salamanca, C. y
Colombo, P. (2019). La violencia en el
espacio. Políticas urbanas territoriales durante la dictadura cívico-militar en
Argentina (1976-1983). UNR Editora.
Schavelzon, D.
(2008). Mejor olvidar: la conservación
del patrimonio cultural argentino. De los Cuatro Vientos Editorial.
Sennett, R.
(1997). Carne y piedra. El cuerpo y la
ciudad en la civilización occidental. Alianza Editorial.
Sosa, M.
(2015). El legado althusseriano. Apuntes para una reflexión sobre los vínculos
entre ideología, subjetividad y política en Laclau, Badiou y Žižek. Pléyade, 16,
139-163. http://revistapleyade.cl/index.php/OJS/article/view/135
Stavrakakis, Y.
(2010). La izquierda
lacaniana. Psicoanálisis, teoría, política. Fondo de
Cultura Económica.
Tenembaum, L.
(1987). Buenos Aires, un museo al aire
libre. Fundación Banco de Boston.
Traverso, E.
(2019). Melancolía de izquierda.
Marxismo, historia y memoria. Fondo de Cultura Económica.
Veiga, Gustavo
(2021) Núñez: reclamos vecinales contra la topadora porteña (18/10/2021). Página/12. https://www.pagina12.com.ar/375399-nunez-reclamos-vecinales-contra-la-topadora-portena
Žižek, S.
(2003). El sublime objeto de la ideología.
Siglo XXI.
Zunino, D.
(2006). Los usos económicos de la cultura
en los procesos de renovación urbana. Las políticas de patrimonio y el turismo
en el caso del barrio de San Telmo (Casco Histórico de la ciudad de Buenos
Aires) [Tesis inédita de maestría]. IDAES-UNSAM.
Silvia Hernández
Argentina. Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos
Aires (UBA) (Argentina) y Paris 8 (Francia). Maestría en Estudios
Interdisciplinarios de la Subjetividad (UBA) y Licenciada en Ciencias de la
Comunicación (UBA). Docente e investigadora en la Facultad de Ciencias Sociales
(FSOC-UBA). Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET). Sus investigaciones se focalizan en procesos ideológicos y
discursivos en torno del cambio urbano en la ciudad de Buenos Aires, con
especial interés en procesos de patrimonialización. También se dedica al análisis materialista del discurso ideológico
neoliberal y de sus formas dominantes de subjetivación. Últimas publicaciones: “El patrimonio como ideología y como
dispositivo de objetivación de la memoria. Aportes teóricos para el estudio de
los procesos de patrimonialización” (2021) y en coautoría “¿Llevar ciudad donde
no la hay?: un análisis de la coyuntura ideológica y de los discursos en
conflicto en torno de la venta y rezonificación de Costa Salguero y Punta
Carrasco (Buenos Aires, Argentina, 2018-2021)” (2021).
[1] Esta investigación contó con el apoyo del Programa de Becas de Investigación de la Biblioteca del Congreso de la Nación Argentina
[2]
En dicha parcela, diseñada originalmente como plaza por Carlos Thays,
funcionaba en 1979 un estacionamiento. Fue reinaugurada como espacio verde por
la Dirección de Paseos de la Municipalidad en 1983, en el marco del Año Mundial
de las Telecomunicaciones declarado por la ONU.
[3]
En 2002 dejó de funcionar como correo central. En 2015, luego de una
refuncionalización de cinco años, fue reinaugurado como Centro Cultural
Kirchner.
[4]
El gentilicio “porteño” remite a la ciudad de Buenos Aires.
[5]
En la creación del distrito U-24 participaron actores especializados, ausentes
en el debate en torno del Palacio de Correos, como Ramón Gutiérrez o José María
Peña, director del Museo de la Ciudad.
[6]
La confección de un archivo supone un trabajo negativo de desnaturalización de
formas ideológicas de agrupamiento discursivo que se presentan como evidentes
(la autoría, el tema, el referente, la disciplina, etc.) y un trabajo positivo
de montaje, que no constituye la
etapa previa al análisis, sino que es el análisis mismo en su desarrollo, o,
incluso, su punto de llegada (Glozman, 2020).
[7]
Estudios actuales indican un giro presentista en el régimen de historicidad
que, advenido en las dos últimas décadas del siglo XX, está centrado en una
“cultura de la fugacidad y la inmediatez marcada por el colapso del futuro, un
mundo de individuos bloqueados y desorientados por la ausencia de temporalidad
al punto de cancelar sus propias alternativas” (Hartog, en Galliano, 2020, p.
51). El presentismo marcaría el fin de una temporalidad que dominó diversas
ideologías particulares durante el siglo XX, condensada en figuras como el
Progreso o la Revolución (Traverso, 2019). Se ha realizado la crítica de esta
temporalidad progresiva, unilineal, homogénea en su vínculo con la ideología
dominante de la Modernidad. Un caso emblemático es el de Walter Benjamin, quien
alerta sobre la abstracción, homogeneización y vaciamiento de la temporalidad
que implica la filosofía idealista que soporta la concepción del Progreso
(Benjamin, 2008; Gerzovich, 2009). También, la simplificación de la
temporalidad como operación ideológica viene siendo objeto de crítica y
análisis desde matrices materialistas derivadas no solo de los razonamientos
frankfurtianos, sino también althusserianos, expuestos más arriba. Aquí, la
categoría principal es la de la temporalidad compleja, estrechamente vinculada
al pensamiento de la sobredeterminación: una formación social es entendida como
una combinación contradictoria de temporalidades (Althusser, 2004, 2015; Romé,
2021).
[8]
La categoría “adefesio” es empleada hasta hoy en el rechazo estético a
construcciones nuevas: “Frente al Tiro Federal en retirada (…) se eleva un
adefesio urbanístico de estilo francés llamado Chateau Libertador.” (Veiga,
2021).
[9]
Hubo excepciones, como la Sociedad Central de Arquitectos o el Centro Argentino
de Ingenieros, que desde 1977 hicieron público un amplio abanico de críticas al
Plan de Autopistas Urbanas.
[10]
Aquí pero también más acá y más allá, como se ve en el desprecio histórico del
damero o “grilla” urbana (Gorelik, 2010), o en los reclamos recientes de
“vecinos anti-torres” (González, 2013; Hernández, 2019). Conviene no obstante
en cada coyuntura analizar las implicancias y los efectos ideológicos
específicos de su vigencia, dado que dependen de su singular relación con el
todo complejo de las formaciones ideológicas.
[11]
Que es una parte acotada de la controversia, aunque interesa destacarla aquí
porque aparece directamente emparentada con el proyecto del Banco de Tokyo.
[12]
Ambivalencia que prevalece aun hasta nuestros días, aunque sobredeterminada por
la revitalización en las últimas décadas de formas de desidentificación y
reidentificación ligadas a una identidad latinoamericana.
[13] Cacciatore, en defensa del Plan de Autopistas Urbanas: “‘En
Buenos Aires hay que encontrar soluciones a un tránsito que, por razones de
libertad individual y de interés particular, deseamos respetar. La gente, nos
guste o no, desea venir al centro en su propio transporte’. (…) Al referirse a
las autopistas, [Cacciatore] manifestó que permite (sic) el traslado con
comodidad, sin accidentes, ‘que es el verdadero costo social que nos preocupa’
(…)” (“Habló el intendente…”, 12/04/1979).
[14] Esta tesis, que será fortalecida en futuros análisis, se
apoya en otros documentos que no he incluido aquí, uno de los cuales es el
texto “Demolición/Escombros” –en Tenembaum (1987)–, cuya publicación original
en la prensa gráfica puede suponerse de la década de 1970. Allí, la demolición
de una casa se describe enteramente como una sesión de tortura: “Para los muros
desnudos, para la mampostería llagada, la sentencia es inapelable (…)” (p.
130).