De estudiar pandemias históricas
a sobrevivir una: lecciones no aprendidas[1]
From Studying Historical Pandemics to
Surviving One: Lessons Not Learned
|
Resumen: Desde
la tesis de maestría (1994) he estudiado, no de manera continua, pero sí
constante, el impacto de las epidemias en las poblaciones históricas del
norte de Baja California, así como el noroeste novohispano en el periodo
colonial tardío, con énfasis en las rutas de propagación. Todo ello desde una
perspectiva histórica con el apoyo de las herramientas demográficas y con
información cuantitativa más que cualitativa. Fue entonces que durante la
pandemia de COVID-19 (2020-2022), me enfrenté con mi objeto de estudio, y me
sorprendió lo mucho que se han estudiado las epidemias históricas y la poca
información contemporánea que se tiene de las mismas, y, por tanto, se han
presentado lecciones no aprendidas. Esta es una reflexión de lo aprendido o
que suponía aprendido de la historia de las epidemias de los siglos xviii y xix, en contraste con las acciones emprendidas por nuestra
sociedad frente a una pandemia. Palabras clave: Población; epidemias; propagación;
historia; noroeste.
Abstract: Since my master’s thesis (1994) I have studied, not
continuously, but constantly, the impact of epidemics on the historical
populations of northern Baja California, as well as the novohispanic
northwest in the late colonial period, with emphasis on the routes of propagation.
All this from a historical perspective with the support of demographic tools
and with quantitative rather than qualitative information. It was then that
during the Covid 19 pandemic (2020-2022), I was confronted with my object of
study, and I was surprised by how much historical epidemics have been studied
and how little contemporary information is available about them, and,
therefore, lessons not learned have been presented. This collaboration is a
reflection of what has been learned or what was supposed to be learned from
the history of the epidemics of the 18th and 19th centuries, in contrast to
the actions undertaken by our society in the face of a pandemic. Keywords: Population; Epidemics, spread,
history, northwest.
|
En fechas recientes terminé o más bien
publiqué un ambicioso estudio de tipo historiográfico sobre las investigaciones
académicas acerca de la población y del poblamiento de la península de Baja
California durante los siglos xviii
y xix, principalmente, y
publicadas a partir de 1927 hasta 2020 (Magaña, 2020, pp. 13-55). Este texto,
que debe actualizarse, se ha conjuntado con reflexiones personales sobre la
pandemia de COVID-19 que se padece en México desde enero de 2020 hasta la
fecha, y desde ahí comparto estas reflexiones sobre los estudios históricos de
las epidemias en las Californias y su posible impacto en la sociedad regional
contemporánea.
Considero que la figura
puntal de los estudios académicos sobre la historia de las epidemias en las
Californias es Sherburne F. Cook, quien hasta 1935 había estado centrado en
estudios de la fisiología, por lo menos desde 1925 cuando se doctoró con la
tesis The Toxicity of the Heavy Metals in Relation to Respiration. Como
recuerda Woodrow Borah, sus investigaciones como profesor en Berkeley, a partir
de 1928, se concentraron “en los efectos tóxicos de los metales pesados, el
funcionamiento del bazo, los efectos de distintos tipos de alimentación de las
aves de corral y sobre los seres humanos que las consumían, así como los
efectos de los gases inertes al deprimir el metabolismo celular” (Borah, 1996b,
p. 465).
Este autor y colega de Cook
da a entender que estos estudios no fueron del agrado de algunos sectores
socioeconómicos estadounidenses, por lo que le impidieron publicar sus hallazgos,
sobre todo en relación con el consumo humano de aves de corral, y así fue que
Cook empezó a buscar nuevos espacios de estudio, pero relacionados con el
efecto en la salud de los humanos de las enfermedades u otros factores
similares. De ahí que se acercara a personajes como Carl O. Sauer, Lesley Byrd
Simpson y Alfred L. Kroeber, colegas en ese campus universitario a inicios del
siglo xx, y así para Borah, el
artículo publicado en 1935 y titulado “Diseases of the Indians of Lower
California in the Eighteenth Century” (Cook, 1935, pp. 432-434) fue “La
primera señal de esta nueva dirección” (Borah, 1996b, p. 466). Es decir, un
fisiólogo interesado en los efectos de las enfermedades de la modernidad sobre
los seres humanos terminará refugiado en el campo histórico y de ahí en los
impactos de las enfermedades en poblaciones históricas, especialmente en los
pueblos originarios al momento de su (des)encuentro con la colonización ibérica
en las Américas.
El segundo trabajo de Cook
fue cuando, en 1937, publicó un ensayo más ambicioso titulado The extent and significance of disease among
the Indians of Baja California, 1697-1773 (Cook, 1937). Un tercer texto de
Cook sobre la historia demográfica de las Californias lo dio a conocer dos años
después, y está centrado en el estudio de los brotes de viruela en la Alta
California desde la de 1780 (Cook, 1939, pp. 153-198).
En el ensayo de 1937, el
fisiólogo metido a historiador, investigó el volumen de la población peninsular
antes de la llegada española y su desarrollo durante las administraciones
jesuitas y franciscanas (1697-1773), tomando en cuenta las partes centro y sur
de la península, con la intención de crear un modelo explicativo de aplicación
universal, que después llevará al paradigma o modelo explicativo denominado
“epidemia en suelo virgen” (Virgin soil epidemic) (Borah, 1996a, pp.
280-289). Modelo que amerita un estudio historiográfico propio y que sigue
pendiente, sin embargo, es de anotar que se considera que el origen del mismo
está en la obra de Cook de 1937, con base en sus lecturas de Alfred L. Kroeber,
Peveril Meigs III (este pilar de la historiografía misional de Baja California)
y Carl O. Sauer (Magaña, 2020, pp. 13-55).
Ahora bien, este segundo
trabajo de tipo histórico de Cook representa hasta ahora la única guía para
explicar el proceso demográfico de los pueblos originarios históricos en las
Californias a partir de la llegada de los jesuitas colonizadores, pero no deja
de realizar un énfasis dirigido al señalar que el despoblamiento misional se
debió de forma casi exclusiva a las enfermedades, especialmente epidemias,
obvio introducidas durante la conquista y colonización de las Californias a
partir de 1697, y que en el primer tercio del siglo xx era un avance académico significativo en la
historiografía en general, y que todavía debería ser parte de la discusión de
los historiadores demográficos e historiadores colonialistas a inicios del
siglo xxi, pero esa es otra
historia.
Cook afirmó, en 1937, que
una “conclusión aparente justifica señalar que “entre el 25 y el 40 por
ciento del declive poblacional en la Baja California [en el periodo
colonial] puede ser directamente atribuida a las muertes por epidemias”
(Cook, 1937, p. 36). La intención de la expresión, en cursivas en la obra
original, era para destacarla del resto del texto y centrar la importancia del
estudio de las enfermedades sobre las poblaciones y de ahí comprender su
devenir demográfico o los cambios a largo plazo de la estructura demográfica de
una población específica, pero buscando que fuera generalizable, y así poder
influir en las políticas públicas relacionadas, en un sentido preventivo, como
varias décadas después propondrá la epidemiología crítica.
Así, en 1937, Cook quería
estudiar las enfermedades en situaciones de epidemias, en el pasado, para
comprender mejor su evolución en poblaciones sin condiciones inmunológicas
apropiadas, adecuadas o diferentes, y desde ahí establecer posibles estrategias
preventivas frente a situaciones similares, y a 86 años de sus contribuciones
creo que aún no hemos entendido como sociedad, y menos desde los encargados y
las encargadas de las políticas de prevención en salud pública en las
administraciones de toda índole, este tipo de aportaciones de una historia de
las epidemias.
Por otro lado, en el ámbito
de la disciplina histórica, este trabajo y los posteriores de Cook,
especialmente con Woodrow Borah, llevarán la discusión sobre si las epidemias
fueron o no una estrategia de exterminio de las poblaciones originarias, por
parte de los colonizadores hispanos y novohispanos desde el siglo xvi al xviii
que poco ha ayudado a la comprensión de la historia demográfica de los pueblos
originarios. Pero será a partir de la década de los noventa del siglo xx que se establecerá un diálogo
crítico, entre diversos académicos, incluido un servidor, con la postura de
Cook.
Siguiendo las conclusiones
del segundo trabajo de tipo histórico-demográfico de Sherburne F. Cook, en
1994, presenté la tesis de maestría en Estudios de Población titulada Santo
Domingo de la Frontera. Estudio histórico demográfico de una misión de Baja
California: 1775-1850, y que se publicó poco después (Magaña, 1998; Magaña,
2015a). Cook señaló en su obra, como ya lo había apuntado, pero permítase la
reiteración, que una “conclusión aparente justifica señalar que entre el 25
y el 40 por ciento del declive poblacional en la Baja California puede ser
directamente atribuida a las muertes por epidemias” (Cook, 1937, p. 36).
Mi propuesta es que, desde
otra perspectiva, y también en cursivas, “de un 75 y 60 por ciento del
despoblamiento indígena no se puede atribuir directamente a las epidemias”
(Magaña, 2015a, p. 13). Estableciendo a grandes rasgos, para el caso de una
misión y su población en el periodo colonial tardío, que otro factor de
explicación es la movilidad estacional de la población originaria histórica, y
que además “la propia misión se haya convertido en una estación de una de las
áreas tradicionales de sobrevivencia”, como parte su movilidad estacional
(Magaña, 2015a, p. 119).
Por ello, su servidor no
coincide con la línea general de explicación de los trabajos de algunos
historiadores que privilegian las epidemias para comprender el proceso
demográfico global de los pueblos originarios en el periodo colonial tardío en
las Californias; por mi parte, concluyo, en la citada tesis, que “una de las
principales explicaciones del despoblamiento de la misión de Santo Domingo de
la Frontera se debió a la migración de grupos de indígenas de ésta hacia
territorios usufructuados por indígenas no dominados por los misioneros”
(Magaña, 2015a, p. 122). Lo que no significa que descalifique o desconozca el
factor que las epidemias que padecieron las sociedades misionales y coloniales
en las Californias en los siglos xviii
y xix, y que no hayan contribuido
al despoblamiento de los pueblos originarios históricos, pero también de los
grupos colonizadores.
Desde entonces, sobre el
estudio de las epidemias en la península de Baja California más que comprender
el impacto sobre las estructuras demográficas como buscaba Cook, me ha
interesado la comprensión de las rutas de la propagación regional de cada
epidemia, ya que considero que la explicación del devenir histórico demográfico
de las poblaciones coloniales en el noroeste novohispano y mexicano no se debe
centrar en un solo factor. Así, he publicado avances sobre las
sobremortalidades en el periodo colonial tardío para el noroeste novohispano
con base en análisis agregativo de los principales poblados con registros
parroquiales o misionales disponibles en la plataforma Family search,
especialmente sobre la pandemia de viruela de 1780-1782 (Magaña, 2010, pp.
37-58; Magaña, 2013, pp. 2013), y la epidemia de sarampión de 1804-1806
(Magaña, 2015b, pp. 177-207). En notas y trabajo de archivo se quedó el estudio
de la enfermedad de tabardillo en el noroeste novohispano del periodo de 1800 a
1804, buscando comprender mejor este padecimiento y si se trataba de una
epidemia o una endemia para la región del actual Nayarit.
De forma inicial partí del
interés de tratar de comprender cómo ciertas enfermedades en epidemia o
pandemia –he dejado de lado el estudio de las endemias– se comportan en cuanto
a su propagación en el noroeste novohispano, y se ha logrado, con el apoyo de
varios estudiosos, de forma principal Robert H. Jackson (1981a, pp. 308-346;
1994), reconocer las principales epidemias o pandemias en la península de la
Baja California y luego en el noroeste novohispano, pero no solo por métodos
agregativos estudiando las curvas de mortalidad, con énfasis en el
comportamiento temporal de la sobremortalidad, sino también señalando en las
fuentes misionales o parroquiales cuáles consignaron de forma explícita las
causas de muerte o cuándo es inferencia de las propias investigaciones, ya que
es importante reconocer esta diferencia en la información para el estudio
académico de la historia de las epidemias en una región y un periodo
históricamente determinado.
Así, se puede establecer
que después de la expulsión de los jesuitas de la Antigua California, se dieron
brotes de sarampión y viruela entre 1768 y 1769; después en 1771 se dio una
fuerte epidemia de tifus; en 1781-1782 de viruela; en 1800-1801 de tifus o
tifoidea; en 1805-1806 de sarampión; para 1808 posiblemente un nuevo episodio
de viruela; y en los años de 1770, 1776-1777, 1780, y 1788-1789 es posible que
ocurrieran otras epidemias más, aunque no existen elementos para
identificarlas. También hubo algunos brotes de enfermedades en su forma de
endemias, y para 1833 la pandemia de cólera causará una mortalidad
significativa, así como un nuevo brote en 1850 (cuadro 1).
Como se puede apreciar
entre las evidencias reunidas sobre las epidemias ocurridas en el noroeste
novohispano, la Pimería alta y la península de Baja California, se pueden
inferir algunos puntos interesantes, sobre todo en relación con las rutas de
propagación de las epidemias en el noroeste novohispano. Para el caso de las
epidemias de viruela de 1780-1782 en la península de Baja California y en el
noroeste novohispano, y para la de sarampión de 1804-1806 en el obispado de
Sonora, se logró demostrar que las rutas de propagación fueron de sur a norte
desde el obispado de Guadalajara, siguiendo las rutas de comunicación y
comercio, pero hay una diferencia importante que con el tiempo he logrado
percibir, es que hubo factores externos que facilitaron la propagación de la
epidemia de viruela de 1780-1782 en las Californias, mientras que el proceso
fue de menor impacto y más lento en la propagación para la epidemia de
sarampión de 1804-1806 en el obispado de Sonora, y hasta ahora parecería que
fue muy leve en las Californias.
En el caso de la pandemia
de viruela, al tiempo que se propagó esta enfermedad de sur a norte desde las
parroquias “nayaritas” (obispado de Guadalajara), al sur de Sonora se estaba
organizando una gran expedición colonizadora oficial a cargo de Fernando de
Rivera y Moncada compuesta por un contingente humano y otro vacuno, el primero
fue mandado por mar hacia Loreto, y fue propagando la viruela por la ruta
marítima de Loreto hasta la bahía de San Luis Gonzaga, y por las rutas
terrestres desde ese punto de desembarco hasta el pueblo de misión de San
Fernando Velicatá y luego por el camino-itinerario, pasando por todas las
congregaciones de la frontera misional dominica, luego por el pueblo de misión
franciscano de San Diego en la Alta California hasta la de San Gabriel.
Además, es muy probable que
el grupo de soldados en función de vaqueros que llevaban el ganado vacuno hacia
la Alta California como apoyo al grupo de colonos y que siguió la ruta
terrestre desde el sur de Sonora hacia el norte, también fue propagando la
enfermedad por la actual Sonora, de sur a norte, hasta las confluencias de los
ríos Gila y Colorado, donde fueron atacados y masacrados por una gran campaña
guerrera de las tribus de esa parte, principalmente yuma y quechan. Quienes a
su vez se llevaron el botín obtenido a sus respectivas bases estacionales en el
actual estado de Arizona y de ahí hasta Utah probablemente, propagando la
viruela en otro “suelo virgen”, que por desgracia no podemos calcular o
estimar.
En el caso de la epidemia
de sarampión de 1804-1806, su propagación en el noroeste novohispano de sur a
norte desde las parroquias “nayaritas” fue muy similar al de la viruela de
1780-1782, pero con menor impacto, ya que la ruta es muy extensa, y entre más
al norte las distancias entre pueblos o comunidades se ampliaba de manera
significativa. Por lo que postulo que parecería que la lejanía terrestre de las
Californias dificultaba la introducción de enfermedades de transmisión humana
como la viruela o el sarampión, pero esto se facilitaba si se presentaban
grandes expediciones colonizadoras como las que ocurrieron entre 1768 y 1769
por la expulsión de los jesuitas y la llegada de importantes contingentes
militares, así como la monumental expedición hacia la Alta California compuesta
por cuatro grandes grupos, dos por tierra, de sur a norte por la península, y
dos por mar, en 1769. Como también aceleró o facilitó la propagación de la
pandemia la expedición colonizadora de Rivera y Moncada de 1780-1781.
Desde mi perspectiva de la
historia de las epidemias en las Californias en el periodo colonial tardío, que
para mis investigaciones establezco entre 1768 y 1834, la sociedad regional fue
comprendiendo la importancia de ciertas prácticas contra las enfermedades, que
fueron pasando de castigos divinos a problemas de salud pública, especialmente
entre la pandemia de viruela de 1780-1782 y las de cólera de 1833 y 1850. Y la
inoculación será una parte fundamental de este proceso, desde las evidencias
aún discutibles que un dominico realizó variolización para 1781 en la misión de
San Ignacio (Jackson, 1981b, pp. 138-143), en medio de la península de Baja
California, hasta los ruegos de José Matías Moreno quien, en 1853, le indicaba
a su esposa, Prudenciana L. de Moreno: “Te acordarás que llevé vacuna mandada
por el señor Aguirre. Procuren vacunarse los que no estén si es que hay vacuna”
(Magaña, 2010, p. 50).
Los grupos socioculturales
regionales, especialmente los descendientes de la colonización novohispana del
siglo xviii comprendieron o
aprendieron lecciones para enfrentar las epidemias que con cierta frecuencia
los hacían perder seres queridos, el cuidado de los enfermos especialmente con
la pandemia de 1780 de viruela, que terminarán derivando en las juntas de
caridad o de sanidad que fueron vitales en las epidemias del siglo xix, sobre todo con las de cólera; así
como las cuarentenas de parroquias, villas y pueblos que dificultaron la
propagación de enfermedades donde el vector de contagio implicada a los seres
humanos, y luego la aplicación de vacunas, inicialmente con la variolización y
luego las campañas de vacunación contra la viruela a inicios del siglo xix, recuérdese la Real Expedición
Filantrópica de la Vacuna o mejor conocida como la Expedición Balmis de
1803-1810, que introdujo la vacuna contra la viruela en la Nueva España
(Ramírez, 2022, pp. 13-34).
En el noroeste novohispano
la sociedad colonial aprendió, entre 1780 y 1850, que el cuidado, la cuarentena
y la vacunación eran los instrumentos para poder combatir las epidemias que,
durante todo el antiguo régimen demográfico, y que se fue conformando una
cultura de la salud pública que permitió el control relativo de la mortalidad
por enfermedades, donde las medidas sanitarias, la higiene y la medicina se
convirtieron el centro de las prevenciones de epidemias durante el siglo xix y que generaría una cultura social
sobre la importancia de las vacunas que fue un gran avance en la sociedad
mexicana en la segunda mitad del siglo xx.
Conclusiones
Los estudios sobre la historia de las
epidemias en el régimen demográfico antiguo han mostrado desde 1937, por lo
menos para las Californias, que existen evidencias de lecciones o conocimientos
que deberían ser parte de las formaciones de funcionarios actuales en el ámbito
de la salud pública y la previsión de enfermedades. Cook propuso el modelo de
la “epidemia en suelo virgen”, pero además las historias de las rutas de
propagación de las epidemias en los siglos xviii
y xix muestran la importancia de
la posibilidad de incidir en la propagación en esos mismos medios de
comunicación y tránsito sobre todo con epidemias donde el vector humano es
fundamental, como el COVID-19.
En enero de 2020, en el
caso de la sociedad mexicana, se encontraba en la situación de generarse el
modelo de Cook y por tanto una afectación con serias consecuencias en la
estructura demográfica, y al llegar el COVID-19 fue un caso de “epidemia en
suelo virgen”, y las cuatro olas que han impactado a la población muestran que
también eran necesarias medidas que previnieran y controlaran el contagio y la
propagación de esa pandemia, pero nada se entendió y por desgracia sigue sin
entenderse lo fundamental de la prevención, el cuidado y la vacunación, pero
además del estudio de las epidemias en periodos largos.
En el verano de 1973, hace
50 años, Pierre Chaunu publicaba
[…]
la mediocridad de las previsiones de estos últimos años, su incapacidad para
elevarse del estadio preventivo al estadio prospectivo, resultan, en efecto, de
una insuficiente incorporación del dato de la historia. Una demografía que no
es histórica, una demografía chata, corta, no puede ser más que preventiva. El
precio de una aproximación prospectiva es, muy evidentemente, toda la sabiduría
que puede extraerse de la muy larga duración” (Chaunu, 1987, p. 385).
Los estudios sobre la
historia de las epidemias en las poblaciones históricas realizada hasta la
fecha, desde el pionero trabajo de Cook hace 86 años, en el caso de las
Californias, debió y debe servir para haber tenido o tener políticas públicas
de prevención a la altura del reto, pero estamos a merced de políticas chatas,
cortas y poco instruidas, para decir lo menos. En otras sociedades la respuesta
fue diferente:
En
2020, el modelo, buen hacer y espíritu de la Real Expedición Filantrópica de la
Vacuna motivó en España que la acción militar contra la pandemia de la COVID-19
se denominara Operación Balmis en honor, recuerdo y tributo de esta aventura
sanitaria. Esta operación desplegó un total de 187,000 militares y se
desarrolló entre el 14 de marzo y el 20 de junio del año 2020. Una vez
terminada, le siguió la Operación Baluarte, que fue la segunda línea de defensa
militar para frenar la pandemia con el empleo de 5,000 efectivos que
desempeñaron funciones de rastreadores (Enjuanes, 2022, p. 9).
Cuadro
1. Relación de epidemias registradas en el noroeste,
1769-1850.
Años |
Península de Baja California |
Años |
Pimería alta |
Años |
Noroeste |
1768-1769 |
¿Sarampión? |
1769-1770 |
Sarampión |
1768-1770 |
Sarampión o viruela |
1770 |
Indefinida |
|
|
|
|
1771-1773 |
¿Tifus? |
|
|
|
|
|
|
|
|
1772-1773 |
¿Tifus? |
1776-1777 |
Indefinida |
|
|
|
|
1780 |
¿Viruela? |
|
|
|
|
1781-1782 |
Viruela |
1781 |
Viruela |
1780-1782 |
Viruela |
1788-1789 |
Indefinida |
|
|
|
|
1796-1797 |
Indefinida |
|
|
1796-1797 |
Viruela |
|
|
1799 |
Viruela |
|
|
1800-1801 |
¿Tifoidea o Tifus? |
|
|
1800-1801 |
¿Tifus o Tifoidea? |
1805-1806 |
¿Sarampión? |
1805 |
Sarampión |
1804-1806 |
Sarampión |
1808 |
¿Viruela? |
|
|
1808 |
Viruela |
|
|
1816 |
Viruela |
1816-1817 |
Viruela |
|
|
1826 |
Sarampión |
1826-1828 |
Sarampión |
|
|
1831 |
Viruela |
1831 |
Viruela |
1833 |
Cólera |
|
|
1833-1834 |
Cólera |
|
|
|
|
1838 |
Viruela |
|
|
|
|
1843 |
Viruela |
1850 |
Cólera |
1851 |
Cólera |
1851 |
Cólera |
Fuente: Elaboración propia
con base en Jackson, 1981a, p. 316; Jackson, 1994, p. 167; y Magaña, 2017, p.
129.
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[1] Este artículo es parte de la ponencia presentada en la mesa “Estudios de población. Reflexiones a 30 años de la MEP 1992-1994” del VI Congreso Internacional REDESColef realizado en Tijuana, Baja California, del 8 al 10 de noviembre de 2023.