Ethos
de clase
y distinciones: representaciones sociales de
fracciones marginalizadas de la clase trabajadora del Gran Buenos Aires
Class ethos and distinctions: social
representations of marginalized
fractions of the working class in the Metropolitan Area of Buenos Aires
Ariel Hernán Farías
Universidad
Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del
Atlántico Sur
farias.arielhernan@gmail.com
Resumen:
El presente
artículo analiza las formas en que se configuran las
representaciones sociales
de trabajadores marginalizados del Gran Buenos Aires en torno a su
ocupación. Nos
interesó abordar nuestro objeto a partir de su
vínculo con dos problemáticas
principales: por un lado, el problema de
la construcción del ethos de clase entre
distintas fracciones de
trabajadores marginalizados. En este sentido, indagamos las densidades
que
asumen los elementos del asalariado como configuración
sociohistórica en los
lenguajes sobre el trabajo de los entrevistados; por el otro, el problema de las distinciones en el interior de
las fracciones marginalizadas. Indagamos en relación con los
modos en que
distintos perfiles de trabajadores marginalizados construyen el
“nosotros” y el
“ellos”. Entre los principales resultados
observamos que las dimensiones del ethos de
clase asumen distintas
jerarquías entre los distintos perfiles estudiados y que
dichas modalidades
diferenciales sostienen procesos de construcción de
distinciones entre los
sujetos.
Palabras
clave: marginalidad,
ethos de clase, distinciones, representaciones sociales,
análisis de contenido.
Abstract:
This
article analyzes the forms in which the social
representations of marginalized workers of the Metropolitan Area of
Buenos
Aires are organized in the field of work. We were interested in
approaching our
object from its connection with two main problems: On the one hand, the
problem of the construction of the class
ethos between different fractions of marginalized workers. In
this sense,
we investigate the densities assumed by the wage-earner elements as a
socio-historical configuration in the languages ‘on the
interviewees’ work. On
the other hand, to analyze the problem of
the distinctions within the marginalized fractions, we
inquire into the
ways in which different profiles of marginalized workers construct
“we” and “them”.
Among the main results we observe that the dimensions of the class
ethos assume
different hierarchies between the different profiles studied, and that
these differential
modalities support the process of constructing distinctions between the
subjects.
Keywords: marginality,
class ethos, distinctions, social representations, content analysis.
Traducción:
Ariel
Hernán Farías
(Universidad
Nacional de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del
Atlántico Sur)
Cómo
citar:
Hernán,
A. (2018). Ethos de clase y
distinciones: representaciones sociales de
fracciones marginalizadas de la clase trabajadora del Gran Buenos
Aires. Culturales, 6, e335.
doi: https://doi.org/10.22234/recu.20180601.e335
Recibido:
26 de mayo de
2017 / Aceptado: 15 de septiembre
de 2017 / Publicado: 01 de junio
de 2018 |
Introducción
En
el periodo posneoliberal argentino[1]
se
produjo una metamorfosis de la cuestión social que
afectó las relaciones de las
fracciones marginalizadas de la clase trabajadora con dos dimensiones
centrales
del ethos de clase: la
dimensión de
las protecciones y la
dimensión del oficio. La
noción de ethos de clase
retoma los aportes de
Bourdieu (1979), así como de Murard y Laé (2013),
y supone la construcción
sociohistórica y transubjetiva de normas que definen los
modos de
representación legítimos de ciertas interacciones
e identidades para diferentes
grupos sociales. La forma en que se organizan estos elementos y la
jerarquía
que asumen condicionan la conformación de estilos de vida y
sistemas de códigos
para distintos perfiles sociales.
En
trabajos previos (Farías, 2015) avanzamos en una
caracterización del periodo
abierto con la crisis de 2001, al entender que supuso una
reconfiguración de la
cuestión social. Dicha reconfiguración
implicó una brecha para las fracciones
marginalizadas de la clase trabajadora entre empleo[2]
y seguridad social, así como entre trabajo e ingresos. La
relación entre
seguridad social y empleo se modificó principalmente a
partir del despliegue de
una serie de políticas sociales que estaban inscriptas
precariamente en el
derecho social, las cuales contuvieron a poblaciones sin empleo, lo que
generó mutaciones
en el estatus de los derechos sociales y, en algunos casos,
hibridó con
tecnologías relacionadas con políticas de ayuda
social.
Estas
transformaciones a nivel de las estrategias
de conjunto brindan señales acerca de las
condiciones de emergencia de las
sociabilidades laborales de los trabajadores marginalizados. Sin
embargo, las
formas en que se configuran los sistemas de representación
en torno al campo del trabajo, en
un contexto
marcado por las mutaciones mencionadas, requiere de indagaciones a
nivel de los
focos locales.[3] Para avanzar en esta
indagación,
exploraremos las dimensiones de estudio a partir de técnicas
propias del campo
del análisis de contenido.[4]
El
problema de investigación
A
continuación analizaremos las representaciones sociales de
las fracciones
marginalizadas acerca de las dimensiones del ethos
de clase y distinciones
en el contexto de la producción de los discursos de sujetos
que pertenecen a
dichas fracciones de la clase trabajadora argentina.
El
núcleo de las indagaciones parte de los supuestos de la
teoría de las
representaciones sociales, en la línea de las propuestas
teóricas de Moscovici
(1979) y Jodelet (1986). La representación social supone un
conocimiento de
sentido común que orienta la acción de los
sujetos y que reduce la complejidad
de la realidad a partir de una serie de operaciones cognitivas. Se
distancia de
las nociones de opinión sobre
o imagen de en relación
con su carácter
reactivo y reproductivo. Por el contrario, la noción de
representación social
tiene un carácter productivo y supone la
construcción de teorías sui géneris
sobre aspectos de la realidad.
Como
mencionamos, los problemas de investigación que abordamos en
el presente
artículo refieren a dos preguntas principales. Por un lado,
nos cuestionamos
acerca del modo en que remiten al ethos
de clase distintos perfiles de trabajadores marginalizados.
Asimismo, indagamos
las densidades que asumen los elementos del asalariado como
configuración
sociohistórica en los lenguajes sobre el trabajo de los
entrevistados. Por otro
lado, inquirimos acerca del modo en que estos
sujetos se autoidentifican y construyen distinciones
en relación con otras identidades.
A
partir del supuesto de la persistencia del ethos
de clase y al distanciarnos de la tesis de la
autonomización de los
“marginales”, indagamos acerca de la manera en que
los distintos perfiles
construyen el “nosotros” y el
“ellos”.
Hay
una relación entre las formas en que se configuran los
elementos del ethos y los procesos
de identificación.[5]
Nuestra
hipótesis es que existen modalidades diferenciales que
remiten a las
dimensiones del ethos de clase, las
cuales suponen distintas formas de suturar[6]
la
brecha entre empleo y supervivencia. Montadas sobre estas configuraciones
diferenciales, se constituyen distinciones entre sujetos que resultan
afectados
transversalmente por procesos de marginalización
sociolaboral, pero que
participan en entramados sociales que los diferencian.
La
construcción de las dimensiones de
estudio
¿Por
qué resulta pertinente un estudio a partir de las
técnicas
del análisis de contenido? ¿Cómo se
vinculan estas búsquedas con las
dimensiones del objeto construido? A partir de estas preguntas,
hilvanamos las
perspectivas analíticas con la construcción del
material empírico.
Partimos
del supuesto de que es posible, a través de la
construcción
y análisis de universos discursivos, identificar series
textuales que remitan
tanto a los procesos de producción social de sentido como a
las disputas
entabladas en torno a dicho sentido. Los anudamientos, desplazamientos
y desacoples
de cadenas de significantes que producen los sujetos son continuidades
o
rupturas dentro de universos de sentido. Esta forma de
construcción del objeto
pone el énfasis en los aspectos cuali-cuantitativos del
estudio de las series
discursivas, lo que nos permite producir observables que no
podríamos revisar únicamente
a partir del análisis en profundidad de las entrevistas.
En
la construcción de las categorías de
análisis, retomamos
estudios que han analizado los modos de construcción de la
realidad social de
fracciones marginalizadas de la clase trabajadora. Tanto las
perspectivas
latinoamericana como la europea y la anglosajona tienen en el espejo
—que
representan el empleo y la figura
del
asalariado— un anclaje
teórico-analítico que habilita a la
construcción de las dimensiones de estudio.
En este sentido, y en particular para las sociedades latinoamericanas,
el
espejo marcado por el modelo de derechos
y la constitución de distancias
institucionales forma parte del prisma analítico
transversal (Sigal, 1981).
Es en la brecha entre empleo y trabajo que se reorganizan de manera
creativa
los elementos del ethos de clase
(Murard y Laé, 2013).
La
tesis acerca de las complejidades sociales que suponen los
regímenes de acumulación latinoamericanos, debido
a su carácter desigual y
combinado, la retomamos de los estudios latinoamericanos sobre
marginalidad.
Sin anclarnos en la preocupación por la
autonomización de los “marginales”, nos
interesó indagar los modos en que se configura el mundo del
trabajo para
fracciones de sujetos con inserciones laborales endebles. La
heterogeneidad
social da cuenta de un proceso de complejización y
desagregación de la
categoría masa marginal
(Nun, 1969,
1999) que abre un espacio productivo para la realización de
investigaciones
empíricas. Esta
tesis robustece la decisión de construcción de perfiles sociales que es sustancial para
nuestro análisis.
A
su vez, las perspectivas de la desafiliación
y la descualificación
social (Castel, 1997; Paugam, 2005) ponen en el centro del
análisis los
procesos de conformación de la figura del asalariado y sus
resquebrajamientos.
Las dos grandes dimensiones de estas perspectivas remiten a las protecciones y al reconocimiento
social. Si bien dichas dimensiones están
fuertemente
vinculadas, la apropiación que realizamos supone una
preocupación central en
relación con el estatus de los derechos sociales,
así como con el
reconocimiento de las actividades laborales y el oficio (Sennett,
1998). En
relación con esta problemática, en el presente
artículo buscamos responder: ¿Cuáles
son las densidades que asumen las remisiones a la dimensión
de las protecciones y a la
dimensión de la actividad laboral
y el oficio dentro de los distintos
perfiles?
Finalmente,
los avances investigativos acerca de los modos de
construcción de distinciones
en el interior
de las fracciones de clase marginalizadas (Murard, 2002; Murard y
Laé, 2013)
nos permiten realizar un primer acercamiento a los procesos de
identificación que
se producen en el interior y entre estos sectores. La interesante
desagregación
de los procesos de distinción que se producen entre los
perceptores de ayudas
sociales y los trabajadores precarios de la banlieue
parisina (Murard y Laé, 2013), así como los
aportes del materialismo radical de
Sennett (1998, 2009) en torno a la potencia diferenciadora que supone
la vara
del oficio, constituyen aportes significativos. La pregunta final de
este
artículo, que retoma estas preocupaciones, gira en torno a
las personificaciones de las que se distinguen y las personificaciones
con las
que se identifican los trabajadores marginalizados estudiados.
La
construcción metodológica del
objeto de estudio
Como
mencionamos, la construcción de perfiles
sociales fue un elemento articulador en el
análisis del presente artículo.
En ellos confluyen una serie de atributos que sintetizan relaciones
sociales
relevantes para nuestro problema de investigación y que se
vinculan con las
sociabilidades emergentes en torno a lo laboral que sucedieron durante
los años
de recuperación de entramados laborales, los momentos de
crisis (2008-2009) y
el posterior despliegue de políticas sociales para reducir
los efectos
recesivos de dicha crisis.[7]
El
atributo común a todos los sujetos investigados fue el
atravesar situaciones de
marginalización sociolaboral. A su vez, el primer atributo
delimitador de los perfiles fue el
tipo de inserción social
a partir de la separación que supone para la mirada barrial
poseer un trabajo o
percibir un plan social.[8]
Al
interior del grupo de trabajadores, diferenciamos aquéllos
que poseían una
trayectoria vinculada con la acumulación en un oficio de
aquéllos que poseen
trayectorias más contingentes. Por otro lado, entre los
beneficiarios de
planes, diferenciamos aquéllos que ingresaron al plan a
partir de los movimientos
de trabajadores desocupados (mtd)
de aquéllos que ingresaron por la vía
estatal-partidaria, esta última refiere a
una modalidad que se instituyó desde principios de la
década de 1990,
principalmente en el conurbano bonaerense, que supuso una
articulación densa entre
el partido del gobierno municipal y la organización
territorial que gestiona
los planes sociales. Los mtd,
en
cambio, surgieron a mediados de la década de 1990,
interpelados por la
situación de desocupación generalizada, en
oposición a esas redes de gestión de
las políticas sociales y con mayores niveles de
autonomía en relación con los
partidos de gobierno. A partir de dichas segmentaciones, delimitamos
cuatro
perfiles: miembros de los mtd,
perceptores, trabajadores
marginalizados de oficio y
trabajadores marginalizados precarios.
El
material que se revisa en este artículo surgió de
la utilización de técnicas
del campo del análisis de contenido. En este caso trabajamos
con un corpus de
30 entrevistas,[9]
que se seleccionaron a partir de criterios de saturación
teórica (Glasser y
Strauss, 1967): nueve trabajadores
marginalizados precarios, nueve trabajadores
marginalizados de oficio, seis miembros
de los mtd
y seis perceptores de
planes sociales que ingresaron por la vía
estatal-partidaria.
En
primera instancia, realizamos un análisis
temático del material; después,
efectuamos una selección exhaustiva de términos a
partir de una serie de
categorías que surgen de la operacionalización
del problema de estudio. A
partir de estas búsquedas, produjimos una base de datos y
luego procedimos al
análisis de frecuencias y el estadístico.
Las
categorías y los términos de búsqueda
fueron los siguientes:
Al
retomar las dimensiones relativas a la configuración del
asalariado,
construimos las categorías protecciones
y actividad. La
categoría protecciones refiere
a las menciones de derechos sociales
que realizaron los
entrevistados. La misma incluyó los términos obra/s social/es, en blanco,
jubilación/es, aportes y vacaciones.
La categoría actividad
contiene dos
familias de palabras, por un lado la familia trabajar, que incluyó
todos los términos que supusieran conjugaciones del verbo
trabajar y, por otro
lado, la familia oficio, que
contuvo
los términos oficio/s. A
partir de
estas búsquedas, se construyó una base de datos
con 1 414 menciones de los
distintos términos referidos.
Finalmente,
y para avanzar en el problema de la construcción de distinciones, se realizó un
análisis de copresencias que permitió identificar
la aparición conjunta de categorías relevantes
para el análisis dentro de un
texto delimitado. Esta técnica avanza más
allá del análisis estadístico de
presencia de términos, al comenzar la exploración
en torno al contenido
semántico. La búsqueda se orientó a la
identificación de las personificaciones que
se asociaron a los nosotros que
emergían en el discurso de los entrevistados. Se
procedió a la realización de
una búsqueda exhaustiva de los términos nosotros
en el conjunto de las entrevistas y se les asoció con las
personificaciones a
las que se referían. Enseguida se procedió a una
categorización de dichas
personificaciones. A partir de estas búsquedas, construimos
una base de datos
con 106 copresencias.
Características
del territorio y los
sujetos de estudio
El
trabajo de campo se realizó en los barrios Las Colinas, El
Zaizar y San
Agustín. Dichos barrios se encuentran en el municipio de
Esteban Echeverría, en
las localidades de Monte Grande y 9 de Abril, dentro del Gran Buenos
Aires.[10]
Entre
ambas localidades vivían en el año 2010 alrededor
de 150 000 habitantes (indec,
2010).
Dichos
barrios se encuentran a unos 30 kilómetros de la Capital
Federal, en dirección
sur. El principal medio de transporte son los colectivos, que permiten
acceder
al centro de Monte Grande (cabecera de partido), distante a unas 40
cuadras del
barrio Las Colinas y a 50 de los barrios El Zaizar y San
Agustín. Entre la espera
y el recorrido, se necesita alrededor de media hora para llegar
allí. En el
centro de Monte Grande se encuentran los principales comercios, la
estación de
ferrocarril y empresas de colectivos que permiten ingresar a otros
centros
urbanos cercanos, como Lomas de Zamora. El principal medio de
transporte para llegar
a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es el tren, mientras
que el tiempo de viaje
promedio es de alrededor de 40 minutos hasta la estación de
Constitución. Sin
embargo, en el caso de los territorios de estudio, las circulaciones
cotidianas
son sobre todo barriales o locales.[11]
Parte
del territorio se caracteriza por un paisaje reciente en el
ámbito rural a la
inscripción dentro de la trama del conurbano bonaerense,
siendo una parte del municipio
el límite de la mancha urbana. Esta historia de
urbanización tiene un correlato
con el origen de los barrios, dos de ellos datan de finales de la
década de 1970
y principios de la siguiente década (El Zaizar y Las
Colinas), y el tercero de
la década de 2000 (San Agustín). Las viviendas de
estos barrios dan cuenta de
un proceso de autoconstrucción típica de la etapa
de población de la periferia
del conurbano durante las décadas de 1980 y 1990. Este
poblamiento fue
protagonizado por las fracciones de la clase trabajadora con
situaciones sociolaborales
precarias, que construyeron sus hogares a partir de estas estrategias.
Un
indicador de la composición social predominantemente popular
de estos barrios
es el alto porcentaje de población (13.6%) que habita
hogares con necesidades
básicas insatisfechas (nbi) (indec, 2010)[12].
En el
caso de la muestra de entrevistas, los datos vinculados con mayores
índices de
hacinamiento, menores índices de escolaridad e inserciones
laborales tempranas
que caracterizan este tipo de territorios se encuentran corroborados.
En el
caso de los perceptores, trabajadores de oficio y trabajadores
precarios se observan
características homogéneas en las familias en
relación con su tamaño (más de cuatro
miembros), el nivel educativo promedio (secundario incompleto) y la
edad del
primer trabajo (entre 14 y 15 años). Sin embargo, los miembros de los mtd
se
distinguen de los otros grupos por poseer mejores indicadores: menos de
tres miembros
por familia, un nivel educativo promedio cercano al secundario
completo, así
como un promedio de edad del primer trabajo entre los 17 y 18
años.
En
estos territorios, el proceso de construcción popular de
ciudad no se acompañó de
manera acompasada por la expansión de los servicios
habitacionales, siendo el
municipio de Esteban Echeverría uno de los más
retrasados en términos de infraestructura
urbana. En la periferia urbana, los barrios se caracterizan por el
predominio
de calles de tierra que se conectan por medio de vías
principales asfaltadas. En
2001 sólo 16% de la población vivía en
hogares con desagüe cloacal y únicamente
44% poseía agua de red (indec, 2001).
En 2010 se reportó que 19.6% de los hogares
poseía desagüe cloacal y 51.5% tenía
agua de red, lo que da cuenta de un proceso lento de
construcción de servicios
habitacionales en estos barrios (indec,
2010).
Otro
de los rasgos característicos de este municipio es el
impacto traumático que
tuvieron los momentos de crisis del empleo hacia finales del siglo xx y
principios del xxi.
En 2001 la desocupación alcanzó a
36.3% de la población económicamente activa (pea)
(indec,
2001)[13]
y se
constituyó como uno de los territorios más
afectados. A partir de estos
momentos, el municipio se caracterizó por ser uno de los
focos del proceso de
expansión de las políticas sociales, lo que dio
pie a que se consolidara una
serie de entramados locales vinculados con éstas. Esta
historia se densifica
dentro de las barriadas estudiadas, periféricas del
municipio. La presencia de
organizaciones sociales que surgieron para paliar el hambre y la
desocupación
en los momentos de crisis, así como el propio origen del
barrio San Agustín,
producto de una toma de tierras en 2002, da cuenta de la precariedad
laboral y
social que predomina en este territorio. Muchos de los entrevistados
han
transitado por redes de ayudas sociales o han atravesado situaciones de
desocupación prolongada: de los 30 entrevistados, 23
experimentaron situaciones
de desocupación prolongada[14]
y 21
recibieron planes sociales en alguna ocasión.
Durante
la primera década de 2000 comenzaron a recuperarse los
entramados laborales que
incidieron sobre los indicadores sociocupacionales. Las tasas de
desocupación
penetraron el piso de 10%, lo que generó nuevas
sociabilidades laborales. A su
vez, se produjo un aumento del trabajo registrado que tuvo efectos en
las
trayectorias laborales de los habitantes de las territorialidades
estudiadas.
En el caso de la muestra, sólo nueve de los entrevistados no
han tenido
experiencias de trabajo en blanco,[15]
siendo
los perfiles trabajadores precarios
y
perceptores de planes sociales los
que poseen una mayor cantidad de entrevistados que nunca tuvieron un
trabajo
registrado.
En
los barrios que se estudiaron el proceso de recuperación
supuso una mayor
circulación de trabajadores hacia fuera de los territorios,
una consolidación
de actividades comerciales locales y una solidificación de
pequeños talleres de
trabajos de oficio. Sin embargo, dichos entramados laborales se
mostraron muy
sensibles a las crisis. En este sentido, los procesos de amesetamiento
de la
recuperación del empleo que se evidenciaron en 2007 y
durante la crisis de 2009
tuvieron efectos sobre las situaciones sociocupacionales de la
población de
estos barrios. La magnitud que asumió el Plan
“Argentina Trabaja” reporta, en
parte, la precariedad sociocupacional existente. Según un
relevamiento que
realizó el diario La
Nación[16]
en 2012,
sólo entre Monte Grande y 9 de Abril se habrían
constituido 138 cooperativas de
trabajo, mientras que en Esteban Echeverría, en su conjunto,
218, (5.4% del
total de cooperativas de la provincia, pero que sólo
representó 1.9% de su
población) (indec,
2010).
Las
trayectorias laborales de los entrevistados, inscriptas en las
sociabilidades
laborales mencionadas, se caracterizan por una importante
rotación laboral. De
los grupos analizados, los perceptores de
planes sociales poseen trayectorias por redes de ayudas
sociales de largo
plazo, siendo sus experiencias laborales débiles; los miembros de los mtd,
en cambio, poseen trayectorias laborales sostenidas, aunque
están caracterizadas
por la precariedad laboral. Los trabajadores
precarios presentan una mayor inestabilidad laboral y un
recorrido
itinerante por diversos trabajos. Finalmente, los que poseen mayor
estabilidad
en relación con las tareas son los trabajadores
de oficio, sin embargo, lo que varía en estos
casos es la demanda de sus
productos y servicios. Dicha demanda es principalmente local y se
deprime
fuertemente en los momentos de crisis. En este último perfil
existen
experiencias que se ligan al trabajo fabril, sobre todo en las
generaciones
mayores, pero que sufrieron un corte en algún punto de sus
trayectorias.
Densidades
de las dimensiones del ethos de clase
¿Qué
estatus tienen los derechos sociales en el discurso de los trabajadores
que
carecen de los mismos? ¿Qué densidad poseen las
nominaciones de la actividad laboral
en territorialidades signadas por la precariedad y la
sobreexplotación? Estos
primeros interrogantes fueron los que dirigieron nuestra mirada en
torno a las protecciones y la actividad.
En
relación con la dimensión de las protecciones, la literatura da cuenta de una serie de
tesis que permiten aproximarnos al material empírico con
más elementos. Por un
lado, las teorías francesas sobre la desafiliación
y la descualificación
social
plantean que la institución de los derechos sociales entre
finales del siglo xix
y mediados del xx
supuso un giro antropológico que dotó
de soportes relacionales a las clases populares, lo que
estabilizó su
experiencia y amplió las posibilidades de proyectar su
futuro. A su vez,
enfatizan los resquebrajamientos identitarios que generaron su
debilitamiento y
mutación hacia la década de 1970. Por otro lado,
la literatura latinoamericana
sobre la marginalidad trata de manera original una paradoja
específica de las
formaciones sociales latinoamericanas: la inscripción formal
en derechos, junto
con la carencia de los medios para gozar efectivamente de ellos. Esta
tesis
pone de relieve la relevancia de los derechos sociales, incluso entre
trabajadores que disponen intermitentemente —o
nunca— de estas protecciones. De
igual forma, nos indica la existencia de una brecha abierta entre el
sustrato
de legitimación que suponen estos derechos y la efectividad
de su ejercicio. La
aproximación y el análisis de las formas
diferenciales en que se sutura esta
grieta componen uno de los ejes que atraviesa este artículo.
En
Argentina, a partir de 2002, se produjo una reconfiguración
de la cuestión
social que generó la heterogeneización de la
relación entre trabajo, ingresos y
derechos. A su vez, una serie de políticas sociales que se
desplegaron entre
2002 y 2015 complejizó la seguridad social, al contener a
poblaciones que se
encontraban por fuera del empleo y
generar
mutaciones del estatus de los derechos sociales, además de
hibridarse, en
algunos casos, con tecnologías propias de las
políticas de ayuda social. En
este contexto se despliegan las significaciones de los entrevistados
sobre las
protecciones y las actividades laborales.
Al
analizar la jerarquía que asumen los términos que
se vinculan con las protecciones,
llama la atención que el
perfil de los miembros de los mtd
posee el mayor promedio de
menciones. En este caso, se observan frecuencias similares entre los trabajadores marginalizados de oficio y
los trabajadores marginalizados precarios. En el polo opuesto se encuentran los perceptores con algo menos de tres
menciones,
en promedio (ver cuadro
1).
A
partir de estos datos, se aprecia que no existe una relación
biunívoca entre
las inserciones sociales y las redes de sentido construidas. En este
primer
ingreso, se observan semejanzas entre quienes forman parte de
entramados
distintos y diferencias entre quienes son parte de la misma
política social. En
este caso, el tipo de lenguaje que se construye en torno a las
protecciones da
cuenta de la relevancia de las mediaciones en la
construcción de las
representaciones sociales.
Por
un lado, la jerarquía que asumen las remisiones a las
protecciones en el caso
de los miembros de los mtd,
trabajadores marginalizados de
oficio y trabajadores marginalizados precarios brinda una
primera señal
acerca de la persistencia de elementos del ethos
de clase, a pesar de la carencia fáctica de empleos. Maneiro y colaboradores (2012)
señalan que los componentes
de la identidad están articulados en torno a un
“discurso informal de
derechos”. Esta tesis se refiere a los movimientos de
trabajadores desocupados,
sin embargo, podría ampliarse a otros trabajadores
marginalizados. El estatus
de las protecciones en estos tres perfiles puede ser un primer
indicador de
este sustrato común.
Por
otro lado, la fuerte inscripción en derechos de los
discursos de los miembros de los mtd revela
modos de sutura de la brecha entre empleo
y supervivencia distintos a los que
realizan los perceptores. Estos
últimos parecen encontrarse menos contenidos —en
términos subjetivos— por dichas plataformas,
a pesar de poseer inserciones sociolaborales similares. En
este sentido,
cobra relevancia el problema del reconocimiento
social. El lenguaje que construyen no se asienta sobre un
discurso de
derechos, que dé cuenta de tipos de situaciones similares a
las reveladas por
investigaciones sobre beneficiarios de ayudas sociales en las
sociedades
francesa y estadounidense (Baker, 2005; Murard, 2002). La
inscripción dentro de
un discurso de derechos supone un soporte
identitario que se vincula con una visión
universalista asentada sobre la
condición ciudadana del sujeto. En el caso de las políticas de inserción,
en cambio, se despliega una estructura
subjetivante que tiende a la individualización de las
experiencias y que se
asienta sobre las carencias del sujeto y su condición de
pobreza.
En
cuanto a la dimensión de la actividad, Paugam (2012) sostiene que
ésta se
encuentra relacionada con otras dimensiones del vínculo
social. En este
sentido, la mutación de los soportes
relacionales se enlaza con una mutación del
reconocimiento de las
actividades realizadas. Al observar los datos, el primer emergente es
la
relevancia que tienen las actividades laborales dentro del discurso de
los
entrevistados con una densidad casi cuatro veces superior a las
menciones de
derechos sociales (ver cuadro 1). El discurso de la actividad laboral
posee
autonomía en relación con el discurso de
derechos, lo que robustece la división
entre las categorías trabajo
y empleo.
Al
analizar los perfiles, se aprecia que quienes poseen un mayor promedio
de
menciones son los miembros de los mtd
y los trabajadores marginalizados precarios,
mientras que los perceptores y los trabajadores marginalizados de oficio
tienen el menor promedio de
menciones (ver cuadro 1).
Estas
menciones no nos dicen aún cuál es la cualidad de
las nominaciones, pero señalan
qué significantes poseen mayor densidad en el discurso de
los entrevistados.
Una interpretación acerca de la relevancia de las
actividades laborales dentro
de los discursos de los miembros de los mtd
puede leerse desde la tesis, la
cual plantea que uno de los núcleos constitutivos de su
experiencia se engarza
a la “profanación”[17]
que
realizan de los planes asistenciales (Maneiro, 2012). Estos planes,
sustitutos
precarios del empleo, sirven como plataforma para el despliegue de
actividades
que son significadas dentro del mundo del trabajo. Por otro lado, en el
caso de
los discursos de los perceptores,
la
menor relevancia que asumen estas actividades se relaciona con el
debilitamiento del lenguaje del trabajo, lo que abre otro tipo de
lenguajes que
están ligados a las inscripciones territoriales (Merklen,
2005) y las redes de
ayuda social, aunque el escaso promedio de menciones en el caso de los trabajadores marginalizados de oficio,[18]
¿nos
estará indicando la apelación a otros
significantes?
Al
analizar las menciones del oficio,
se
observa una escala menor en densidad de menciones sobre las
categorías que se
trabajaron previamente (ver cuadro 1). Sin embargo, en este caso nos
interesa la
significancia cualitativa que tiene dicha mención. Como
afirma Sennett (2009),
las trayectorias construidas en torno al trabajo artesanal generan el
despliegue de una cultura material que vincula de manera particular el
hacer,
el pensar y el sentir. El lenguaje del oficio se constituye
así en un lenguaje
cualitativamente significativo, ya que nos introduce en un mundo de
significantes específicos que se vinculan con las tareas
particulares, sea la
del tapicero, el talabartero, el matricero o el carpintero.
Los
trabajadores marginalizados de oficio apelan
a estos significantes en un promedio mucho mayor que los otros grupos
(ver
cuadro 1). Este indicador puede señalar formas de
nominación distintas de las
actividades laborales, más específicas y que se
vinculan con el campo de
significantes de su actividad. En
cambio, la apelación genérica a las actividades
laborales que se expresa en los
otros perfiles puede señalar un tipo de relación
más modular y contingente respecto
a los trabajos que realizan.
Cuadro
1. Promedio de
menciones
de
categorías protecciones, trabajar y
oficio según perfil
social. Barrios
Las
Colinas,
El
Zaizar
y San Agustín,
partido
de Esteban Echeverría,
provincia
de
Buenos
Aires
(2011-2014)
Familia de palabras |
Perfil |
|||
Trabajadores precarios |
Trabajadores de oficio |
Perceptores |
Miembros mtd |
|
Protecciones* |
7.6 |
9.1 |
2.8 |
10.1 |
Trabajar** |
43.3 |
22.3 |
29.3 |
43.6 |
Oficio*** |
1.1 |
2.4 |
1.3 |
0.6 |
*Se contabilizaron de forma exhaustiva las remisiones a los términos obra/s
social/es, en blanco, jubilación/es, aportes y vacaciones.
**Se
contabilizaron de
forma exhaustiva las
remisiones
a los
términos
que
supusieran
conjugaciones del
verbo trabajar.
***Se contabilizaron de forma exhaustiva las remisiones a los
términos oficio/s.
Fuente: Elaboración
propia.
Al
resumir las tendencias de los distintos perfiles, se observa que las
dimensiones del ethos de clase
poseen
jerarquías distintas para cada uno de ellos. Esto nos da un
nuevo indicio
acerca de nuestra hipótesis inicial. La experiencia obrera
continúa presente
(Murard y Laé, 2013), y es a partir del discurso que suturan
la brecha
existente entre empleo y supervivencia. Sin embargo, las modalidades de
sutura
asumen rasgos diferenciales entre ellos.
Como
se aprecia en la figura 1, no existe una modalidad homogénea
de remisión a los
significantes trabajados en ninguno de los casos.
En
relación con los significantes que se vinculan con las protecciones sociales, éstos
asumen una mayor densidad entre los miembros
de los mtd
y los trabajadores
marginalizados de oficio. Esta dimensión asume un
rasgo diferencial entre
los perceptores, que poseen una
llamativa escasez de remisiones a estos términos. El
contrapunto entre miembros de los mtd
y perceptores,
que forman parte de la misma política social pero se
encuentran en los polos de
las remisiones a los derechos sociales,
da cuenta del lugar que asumen las mediaciones en relación
con los modos de
representación de la realidad social. Entre los trabajadores marginalizados precarios,
las remisiones a las protecciones sociales
no se destacan
cuantitativamente ni en un sentido positivo ni en uno negativo (ver
figura 1).
Por
otro lado, respecto a los significantes que se vinculan con la
dimensión de la actividad,
se observan indicios acerca
de sus densidades diferentes y de las modalidades diferenciales de
apelación a
las mismas. Al analizar las remisiones genéricas a la
actividad de trabajar, los miembros de los mtd y
los trabajadores marginalizados precarios
asumen una mayor jerarquía. Por el contrario, los trabajadores marginalizados de oficio se
destacan por su escasez de
remisiones a esta familia de palabras, al igual que los perceptores,
aunque estos últimos poseen un mayor promedio que los
anteriores. Sin embargo, en relación con las remisiones al oficio, son los trabajadores
marginalizados de oficio quienes se destacan por una mayor
presencia de
estos significantes. Dichas remisiones parecen específicas
de este perfil, ya
que en los otros tres son menores al promedio, donde destaca en un
sentido
negativo el caso de los miembros de los mtd
(ver figura 1).
Figura 1. Diferencia porcentual* de
menciones de palabras por perfil social.
Barrios Las Colinas,
El Zaizar y San Agustín, partido de Esteban
Echeverría,
provincia de Buenos Aires
(2011-2014)
*
Diferencia porcentual en relación con el promedio de
menciones.
Fuente:
Elaboración propia.
Las
semejanzas y distinciones entre los distintos perfiles en
relación con las
densidades de los significantes de las dimensiones del ethos
de clase que se analizaron, nos aportan elementos para
robustecer el supuesto de la persistencia de un sustrato de
legitimación que se
relaciona con un imaginario productivista, incluso en grupos de
trabajadores
marginalizados, a la vez que reporta las modalidades diferenciales en
que construyen
el núcleo figurativo sobre dicho ethos.
En el próximo apartado avanzaremos en nuestra
hipótesis que vincula estas
diferencias encontradas en relación con las densidades de
las dimensiones del ethos de clase y
los procesos de
identificación entre trabajadores marginalizados.
“Nosotros”
¿Cómo
operan los procesos de reconocimiento social entre estas fracciones?
¿Qué
anclajes poseen las miradas espejeadas con respecto a los
“otros” y al
“nosotros”?
Es
relevante la referencia al trabajo de Hoggart (1990) a la hora de
pensar las
construcciones del “ellos” y el
“nosotros” entre los trabajadores. Pasada por
el rasero de las revisiones de la noción de identidad (Hall,
2003), la frase
rotunda el mundo se divide en
“ellos” y
“nosotros” (Hoggart, 1990, p. 79) no
resulta adecuada para asir los modos
de construcción de los colectivos y en las sociedades
contemporáneas. Sin
embargo, adentrarnos en el análisis de los
“ellos” y los “nosotros” nos
permite
asir las hibridaciones y mixturas que existen en la experiencia de las
fracciones de clase marginalizadas, al ingresar desde otro prisma al
estudio de
las semejanzas y las distinciones que construyen entre sí
(Murard y Laé, 2013).
El
contundente “nosotros” —trabajadores y
vecinos— de la Inglaterra de mediados de
la década de 1950 que analizó Hoggart,
homogéneo y hegemónico, no se evidencia
con la misma claridad en los casos estudiados. Por el contrario,
algunas
diferencias entre los distintos perfiles pueden ayudarnos a continuar
desagregando
lo que aparecía amalgamado bajo la categoría
“marginales”. Este proceso de
desagregación entre sujetos, que se encuentran atravesados
transversalmente por
procesos de marginalización sociolaboral pero que se
diferencian a partir de su
inserción en ciertos entramados sociales, nos lleva desde
ese “nosotros” y
“ellos” homogéneo hacia modalidades
diferenciales, pero en algunos casos
superpuestas, de representación de las identidades sociales
(Murard y Laé,
2013).
Al
analizar las identidades asociadas al “nosotros”,
se evidencian algunas
diferencias significativas entre los perfiles. Los trabajadores
marginalizados de oficio son quienes se encuentran
incluidos en la personificación trabajador
en mayor proporción, seguidos por los miembros
de los mtd. En cambio, nunca se reconocen como pobres. Por otro lado, los perceptores
no se mencionan dentro de un
nosotros asociados a la figura del trabajador;
en contrapartida, son los que se encuentran contenidos en mayor
proporción
dentro de la personificación pobres,
seguidos por los miembros de los mtd
(ver cuadro 2).
Estas
densidades distintas, que asumen las personificaciones trabajador
y pobre como
representación del “nosotros”, se
vinculan con modalidades diferenciales de
construcción del ethos de clase
y de
reconfiguración de los soportes
identitarios. Si en las sociedades modernas la figura del
trabajador
asalariado formal se izó como modelo identitario, lo cual
generó jerarquías dentro
del colectivo de trabajadores y una mirada desvalorizante sobre quienes
no
formaban parte de ese mundo, la crisis del empleo
supuso una reconstrucción de ese modelo.
El
pasaje del trabajador al pobre implicó una
reversión de derechos en
necesidades, así como un debilitamiento de las plataformas
que sostenían a los
sujetos (Merklen, 2005; Sigal, 1981). Sin embargo, entendemos que como
fruto de
ese desencaje —en las grietas entre empleo
y supervivencia— se construyen significaciones que suturan
—de manera parcial y
contingente— dichas brechas. En el plano discursivo, la
apelación a un
“nosotros” trabajador
que se produce
entre los miembros de los mtd
forma parte de una construcción,
como mencionamos previamente. Reconocerse en dicha plataforma reubica a
estos
sujetos a partir de una búsqueda de
positivización de las experiencias en torno
a las políticas sociales y el trabajo de
cercanías. Dicha sutura supone una
estrategia frente al estigma —que recae sobre los
beneficiarios de planes
sociales— y sugiere un desplazamiento a partir de su
construcción como
trabajadores y su vínculo con el proyecto de la
organización.
En
el caso de los perceptores, en
cambio, la figura del trabajador no
emerge como parte del “nosotros” (ver cuadro 2).
Esta falta de reconocimiento
resulta llamativa, pues reduce los soportes
identitarios legítimos de que disponen. El
“nosotros” en el que aparece sobrerrepresentado
este perfil es el de pobres. El
reconocerse a sí mismos en esta nominación supone
una modalidad de sutura que
los ubica en una posición subordinada en relación
con el resto de los sujetos. De
acuerdo con Paugam (2005), este perfil posee características
que se asemejan
con la definición clásica del pobre:
“Un estrato que está inevitablemente
desvalorizado puesto que se define por su dependencia respecto a todos
los
demás. Recibir asistencia, en este sentido, es recibir todo
de los demás sin
poder integrarse, al menos en el corto plazo, en una
relación de
complementariedad y reciprocidad respecto a ellos” (Paugam,
2005: 18). Sin
embargo, también existen puntos de fuga: ¿Con
qué otras personificaciones se
podrán identificar? ¿Los lazos territoriales
sirven de sustitutos en estos
casos?
Finalmente,
entre los trabajadores marginalizados de
oficio y los trabajadores
marginalizados precarios se observan tendencias similares,
pero con proporciones
diferentes. Ambos se encuentran contenidos en un
“nosotros” trabajador
y no lo hacen como pobres (ver
cuadro 2). El no percibir
planes sociales parece construir una distinción en
relación con los vecinos que
sí lo hacen, delimitando un “no pobres”
entre los pobres. ¿Cómo se vinculan
estas semejanzas y distinciones entre perfiles con las representaciones
de un
nosotros en común?
En
un primer ingreso a este interrogante, analizamos las representaciones
en torno
a dos personificaciones que no forman parte de las representaciones
clásicas
sobre el campo del trabajo, pero
que
emergieron como personificaciones significativas a partir del trabajo
con el
corpus de entrevistas. Se trata de las identidades beneficiarios
de planes y vecinos.
Estas identidades nos aproximan a las dimensiones territoriales que
fueron
enfatizadas en los estudios sobre marginalidad como reemplazos de
aquellas
propias del mundo laboral (Sigal, 1981).
En
este caso se aprecia una clara polaridad entre los perfiles a partir de
la división
entre quienes perciben y quienes no perciben planes sociales. Los perceptores y los miembros
de los mtd
se
representan en un “nosotros” que se vincula con la
percepción de planes
sociales, pero no lo hacen como vecinos.
¿Cuáles serán las formas que asume
esta distinción? ¿Por qué no se
incluyen en
el colectivo barrial? Por otro lado, entre los trabajadores
marginalizados de oficio y los
trabajadores marginalizados precarios la tendencia es la
inversa: se representan como vecinos
pero no como beneficiarios de planes
(ver cuadro 2).
Estas
diferencias brindan más señales acerca de los
procesos diferenciales en que se
construyen las semejanzas y distinciones entre perfiles de trabajadores
marginalizados. El imperativo divisorio constitutivo de la
configuración
salarial, entre quienes forman parte activa de la producción
de bienes y
servicios para el mercado y quienes no lo hacen, asume en el territorio
la
forma de etiquetas estigmatizantes a partir de las cuales se construyen
fronteras entre los sujetos.
Identidades asociadas al nosotros* |
Perfil |
|||
Trabajadores precarios |
Trabajadores de
oficio |
Perceptores |
Miembros mdt |
|
Proporción |
||||
Trabajadores** |
0.44 |
0.67 |
|
0.50 |
Pobres*** |
0.11 |
|
0.50 |
0.33 |
Beneficiarios de planes**** |
0.11 |
|
0.83 |
0.83 |
Vecinos***** |
0.56 |
0.78 |
0.33 |
0.17 |
*Se codificó por entrevistado la
existencia o inexistencia
de copresencias asociadas
a cada una de las identidades.
**Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre
el término “nosotros” y la identidad
trabajador, incluyendo todas sus sinonimias y profesiones específicas.
***Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “nosotros”, la identidad pobres y la identidad humildes,
incluyendo todas sus sinonimias.
****Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “nosotros” y la identidad
beneficiarios de planes, incluyendo
todas sus sinonimias y el término cooperativistas.
*****Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “nosotros” y la identidad vecinos, incluyendo
todas sus sinonimias.
Fuente: Elaboración propia.
Al
resumir las tendencias en relación con las remisiones al
“nosotros” entre los
distintos perfiles, observamos que emergen modalidades menos
homogéneas que las
que destacábamos al principio del apartado (Hoggart, 1990).
Estas modalidades
diferenciales nos dan elementos para entender el tipo de semejanzas y
distinciones que se producen en los territorios, así como
para continuar
desagregando la “masa marginal” (Nun, 1999).
En
apariencia, las secuencias que marca cada perfil dan cuenta de ciertos
aspectos,
a partir de los cuales se asemejan y se distinguen. Entre los trabajadores marginalizados precarios,
se podría sintetizar en trabajadores-no pobres-no
beneficiarios-vecinos. El
vínculo con el trabajo parece menos investido que en el caso
de otros perfiles,
pero sólo si se separan con claridad de la matriz que se
vincula con la pobreza
y las redes de planes. Entre los trabajadores
marginalizados de oficio se sintetiza en trabajadores-no
pobres-no
beneficiarios-vecinos; en este caso, el vínculo con el
trabajo se enfatiza y se
intensifica su no pertenencia a la matriz de la pobreza y a un nosotros
beneficiario. Entre los perceptores,
la secuencia es no trabajadores-pobres-beneficiarios-no vecinos, siendo
este el
perfil que más se distancia del lenguaje del trabajo, a la
vez que se
identifica más con una matriz que se vincula con la
asistencia. Finalmente, el
perfil de los miembros de los mtd
muestra una doble vía del
nosotros, trabajadores-no pobres-beneficiarios-no vecinos, donde se
enfatizan aspectos
propios de la identidad laboral con aquéllos que se vinculan
con la matriz de
los planes (ver figura 2).
Figura 2. Diferencia porcentual* de copresencias de identidades asociadas
con
el nosotros
según
perfil social. Barrios Las Colinas, El Zaizar y San
Agustín, partido de Esteban
Echeverría,
provincia
de Buenos Aires
(2011-2014)
*
Diferencia porcentual en relación al promedio de la suma de
promedios.
Fuente:
Elaboración propia.
Las
distinciones polares beneficiario-no beneficiario, vecino-no vecino
pueden
interpretarse desde la tesis de la densificación de los
lazos territoriales que
se producen a partir de los momentos de crisis del empleo
(Merklen, 2005). Si en dichos estudios se enfatizaba la
relevancia del colectivo barrial entre aquéllos que se
encontraban
desengarzados del mundo del trabajo, los datos que presentamos
complejizan esta
idea a partir de la polaridad que emerge entre aquéllos que
reciben ayuda y aquéllos
que no. El plan marca una segmentación de los colectivos
barriales que revela
cierta rigidez con respecto a los espacios de pertenencia y angosta las
posibilidades de “caza” de recursos (Merklen,
2000). La matriz de la inscripción
territorial tiene en estos casos un doble comando, que divide a los
“vecinos”
de “los del plan”.
Y
“ellos”
¿Cómo
se expresan estas semejanzas y distinciones en relación con
las identidades que
se representan formando parte de un “ellos”?
En
relación con el mundo de los “ellos”,
Hoggart planteaba que estaba muy
vinculado con el “arriba” en la escala social. Ese
“ellos” de la Inglaterra
obrera de mediados del siglo xx
aglutinaba una figura múltiple que trasponía
desde el campo hacia la ciudad la
pretérita relación entre el señor y el
campesino. A partir de esta trasposición
se conformaba un “ellos” claro y extendido que
ubicaba a los jefes y a los
funcionarios en un espacio de alteridad (Hoggart, 1990).
En
el caso estudiado emergen estas identidades y conforman parte de un
“ellos”, el
cual da cuenta de la persistencia del ethos
de clase y se contrapone con las tesis autonomizantes de las
teorías de la
marginalidad. No observamos un corte social sustantivo que haga pensar
en un
desgajamiento radical de ciertas fracciones con respecto al resto de
los
trabajadores.
Para
todos los perfiles, los políticos y las instituciones
estatales emergen
formando parte del “ellos”. Son los miembros
de los mtd
quienes poseen la
mayor proporción acerca de la representación de
esta identidad (ver cuadro 3).
En este sentido, la situación paradojal que contiene a estos
sujetos es que
estas identidades se constituyen en antagonistas, a la vez que son las
que
deben atender sus demandas e integrarlos en las políticas
sociales que
despliega el Estado. Por otro lado, la patronal y los empresarios no
emergen en
una proporción significativa como una identidad que forme
parte del “ellos”. En
este sentido, al no formar parte de las relaciones laborales en la
función
directiva de un jefe o un patrón, esta
construcción parece debilitarse. Sólo
los trabajadores marginalizados precarios
tienen en los patrones un anclaje del
“ellos” más extendido (ver cuadro 3).
Como ya mencionamos, este perfil se caracteriza por mayores
experiencias de
sobreexplotación, un elemento de diferenciación
en relación con los otros.
La
presencia del Estado como el “ellos” principal, en
todos los casos nos
introduce en el terreno de la relación con la
ciudadanía y del proceso
paradojal de quienes se encuentran en situaciones de distancia
institucional (Sigal, 1981). A pesar de que las
experiencias sociales de estos sujetos se diferencian en algunos
aspectos,
todos ubican a las instancias políticas como responsables de
su situación, por
encima de las autoridades existentes al nivel de los procesos de
trabajo. En
este sentido, retomar la tesis marxista de que el proceso de
colectivización de
las representaciones sociales se produce a partir de la experiencia
fabril
(Maceira, 2010) explica parcialmente las modalidades de
construcción de los “ellos”.
La alteridad con las instancias políticas produce semejanzas
entre los perfiles,
aunque el significante vacío “instancias
políticas” puede contener
personificaciones y problemáticas diversas.
Sin
embargo, como ya mencionamos, a partir del análisis de las
identidades
asociadas al “nosotros” emergen personificaciones
que complejizan la lectura de
las construcciones identitarias. Existen entramados relacionales que no
forman
parte de las articulaciones propias de la relación salarial,
los cuales dan
cuenta de anclajes de distinción y ambigüedades en
los procesos de
autoidentificación.
En
el caso de los “ellos”, también emergen
las nominaciones vecinos y beneficiarios de
planes como copresencias extendidas. Existen modalidades de
distinción
sutiles que no se vinculan con el otro antagónico de la
relación salarial. Se
construye otro, con el que se comparten lugares, relaciones y estilos
de vida.
Sin embargo, ciertas mediaciones operan y generan diferencias entre
sujetos que
poseen múltiples semejanzas entre sí. Los beneficiarios
de planes emergen como una identidad que es representada para
formar parte
de un “ellos” en todos los casos (ver cuadro 3).
Aquí opera la “vara del
oficio” (Sennet, 2009) y distingue a estos sujetos de otras
identidades que
habitan los barrios, que se incluyen con cierta dificultad dentro del
patrón
marcado a partir de la divisoria entre los “aptos y no aptos
para el trabajo”.
Por otro lado, no deja de resultar paradójico que en el caso
de los perceptores y miembros
de los mtd
emerja
como un “ellos” relevante esta identidad, debido a
que también es el principal
nosotros entre estos grupos. En este sentido, retomamos la idea de que
percibir
un plan constituye un soporte débil cuyas formas de sutura
se producen a partir
de la apelación a otros elementos. La ambigüedad
que representa este “otros en
el nosotros” (Maneiro,
2012) puede
interpretarse desde el prisma de la complejidad identitaria (Hall,
2003), de la
hibridación y pluralización de los soportes
relacionales y de las formas de
reconocimiento social.
Finalmente,
al avanzar en el análisis del cuadro 3, los vecinos forman
parte de un “ellos”
más extendido entre los perceptores
y
los miembros de los mtd,
mientras que lo hacen en menor
medida entre los trabajadores
marginalizados precarios y de oficio
(ver cuadro 3). Este elemento nos permite abonar aún
más a la hipótesis de
ciertos cortes territoriales construidos a partir del etiquetamiento
que se
produce en torno al plan.
Identidades
asociadas al ellos* |
Perfil |
|||
Trabajadores precarios |
Trabajadores de oficio |
Perceptores |
Miembros mtd |
|
Proporción |
||||
Instancias del Estado** |
0.56 |
0.56 |
0.50 |
0.83 |
Patronal*** |
0.44 |
0.22 |
0.33 |
0.17 |
Vecinos**** |
0.22 |
0.22 |
0.50 |
0.50 |
Beneficiarios de planes***** |
0.56 |
0.67 |
0.50 |
0.50 |
*Se codificó por entrevistado la
existencia o inexistencia de copresencias asociadas con cada una de las identidades.
**Se contabilizaron de forma exhaustiva
las copresencias entre el término “ellos” y la identidad políticos, incluyendo todas sus sinonimias.
***Se contabilizaron de forma exhaustiva las copresencias entre el término “ellos” y la identidad patronal, incluyendo todas sus sinonimias.
****Se contabilizaron de forma exhaustiva
las copresencias entre el término “ellos” y la identidad vecinos, incluyendo todas sus sinonimias.
*****Se contabilizaron de forma exhaustiva
las copresencias entre el término “ellos” y la identidad beneficiarios de planes, incluyendo
todas sus sinonimias y
el término cooperativistas.
Fuente: Elaboración propia.
Al
resumir las tendencias sobre las remisiones al
“ellos” entre los distintos
perfiles, se observa que emergen las identidades que constituyeron la
alteridad
clásica de los sectores populares, pero con densidades
diferentes y que emergen,
a su vez, “otros” más cercanos, que nos
reubican en el terreno de las
distinciones entre fracciones marginalizadas (Murard y Laé,
2013).
Los
trabajadores marginalizados precarios
construyen las remisiones a los “ellos” en la
siguiente secuencia:
Estado-patronal-no vecinos-beneficiarios. Uno de los puntos que los
distingue
del resto de los perfiles es una mayor proporción de
remisiones a las autoridades
constituidas al nivel del trabajo como un “ellos”.
Los trabajadores marginalizados de oficio
construyen una secuencia
similar al perfil anterior sobre los “ellos”,
Estado-no patronal-no
vecinos-beneficiarios. En línea con lo observado en el
análisis de los “nosotros”,
las semejanzas que construyen entre sí estos perfiles
parecen separarlos de
ciertas identidades territoriales, lo que refuerza los procesos de
distinción
que sostienen segmentaciones barriales. El perfil de los perceptores
remite a los “ellos”, Estado-no
patronal-vecinos-beneficiarios. Este caso se presenta como el
más paradojal por
la remisión en el “ellos” a una
identidad que forma parte del “nosotros”.
Además,
los miembros de este perfil establecen fronteras en relación
con otros vecinos
del barrio. Finalmente, los miembros de
los mtd
remiten al Estado-no
patronal-vecinos-beneficiarios. En este caso, la alteridad con el
Estado signa
sus construcciones, lo que debilita la jerarquía de los
otros “ellos” (ver
figura 3).
En
nuestros casos, el “arriba” como delimitador del
“ellos” aparece relativamente
debilitado, mientras que el “al lado”, el
“apenas por debajo” y el “más
abajo”
asumen una entidad significativa. Como afirman Murard y Lae (2013), en
las
estrategias de distinción de las fracciones de clase
marginalizadas tenemos un
objeto de estudio poco explorado, donde elementos del ethos
de clase, como la construcción del oficio, el
ascetismo y el
hedonismo asumen formas creativas que delimitan, en ciertas coyunturas,
entramados relacionales territoriales, que se apoyan sobre la
construcción y
sostenimiento de ciertos estigmas.
Figura 3. Diferencia porcentual* de copresencias de identidades asociadas con el ellos según perfil social. Barrios Las Colinas, El Zaizar y San Agustín, partido de Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires (2011-2014)
*
Diferencia porcentual en relación con el promedio de la suma
de promedios.
Fuente:
Elaboración propia.
En
este artículo partimos de dos problemáticas
centrales: la construcción del ethos
de clase y la producción de
semejanzas y distinciones entre
perfiles sociales. La noción de ethos
de
clase fue un catalizador central de nuestra
investigación, ya que suponíamos
que la experiencia obrera continuaba presente en las significaciones de
los
trabajadores marginalizados estudiados. Al mismo tiempo, en
relación con la
segunda problemática, partimos de la hipótesis de
que existían modalidades
diferenciales de sutura en la brecha entre empleo
y supervivencia, es decir, modalidades diferenciales de
construcción del ethos de clase.
También entendíamos que
sobre estas distintas lógicas se asentaban formas de
distinción entre
trabajadores que habitan los mismos territorios y sufren condiciones de
opresión
similares. La forma en que abordamos este problema fue a partir del
estudio de
copresencias sobre los “otros” y el
“nosotros”.
En
relación con el ethos de clase,
observamos
que las categorías analizadas se encuentran presentes en el
discurso de los
entrevistados, pero con densidades distintas entre los perfiles. La
persistencia de la memoria obrera no es homogénea entre
ellos, mientras que sus
trayectorias particulares y los entramados de los que forman parte
condicionan
sus sistemas de representación.
En
lo que refiere a las protecciones,
los derechos sociales constituyen
una
referencia en sus discursos. A pesar de que carecen de estos derechos,
los
mismos emergen con relevancia, como referencia a un pasado mejor o como
proyecto. Esta persistencia reafirma la paradoja constitutiva de la
marginalidad latinoamericana: institución
histórica de derechos junto con la
carencia efectiva, para amplios sectores de la población, de
los medios para
satisfacerlos. Uno de los hallazgos de esta investigación
fue que el perfil de
los perceptores posee referencias
débiles de un lenguaje de derechos. En este caso, nuestra
hipótesis es que
existe una inscripción fuerte en otro tipo de lenguaje que
se vincula con las
ayudas.
Por
otro lado, en relación con la actividad,
observamos que existen distintas jerarquías y modalidades de
remisión a las
mismas. En términos generales, se apreció que la
actividad laboral posee un
estatus superior en relación con el resto de los
significantes estudiados. La
diferencia sustancial entre trabajo y protecciones también
indica un
desengarce: en estos territorios sobra el trabajo y escasea el empleo.
Además, obtuvimos
hallazgos particulares sobre los trabajadores
de oficio. El contrapunto de este perfil, en
relación con el resto, está
marcado por un tipo de remisión particular al acto de
trabajar, que se vincula a
la tarea específica que realizan: su oficio. En el resto de
los casos, los
sujetos remiten de manera genérica a la actividad laboral y
su actividad
particular no se encuentra investida. ¿Cómo
legitiman su labor si es
intercambiable y contingente? ¿De dónde obtienen
el reconocimiento que les
permite construirse un lugar social legítimo?
Respecto
al abordaje del problema de las distinciones,
analizamos la emergencia de fronteras entre los distintos perfiles. La
persistencia de un “nosotros” trabajadores en todos
los casos, con excepción de
los perceptores, da cuenta de
cómo la
experiencia fragmentaria no obstaculiza procesos de
identificación que estén
ligados a la identidad laboral. Por otro lado, la oposición
vecinos-beneficiarios separa a aquéllos que reciben planes
de aquéllos que no.
Esto indica una segmentación de los vínculos
territoriales que se articula a
través de la forma en que la memoria obrera se actualiza en
las
representaciones de los distintos perfiles sociales.
Asimismo,
en las remisiones al “ellos” se evidencia el
estatus primario que posee el
Estado y la jerarquía menor que asumen los jefes y patrones.
La entidad menor
de las autoridades laborales clásicas, como parte de un
“ellos”, indica
modificaciones de las relaciones laborales: muchos de estos
trabajadores son
changarines,[19]
trabajadoras domésticas, autónomos precarios y
miembros de cooperativas. Por
otro lado, en el caso de los perfiles que perciben planes sociales, que
tienen
como garante y autoridad a distintas instancias estatales, se evidencia
un
estatus contradictorio de la autoridad estatal, en tanto que garante de
derechos y comando del proceso de trabajo. Las distinciones que
establecen
todos los perfiles en relación con los beneficiarios da
cuenta de procesos de
etiquetamiento estigmatizantes que se ubican en una posición
dominante de aquéllos
que no reciben ayudas sobre aquéllos que sí lo
hacen. A su vez, señala el
estatus precario de dicha identidad, ya que se combina en el caso de
quienes
reciben planes un “nosotros” beneficiarios, con un
“ellos” beneficiarios.
Esta
investigación nos permitió aportar a la
construcción de una
sociología de las distinciones de las fracciones de clase
marginalizadas. Entendemos que la pregunta que divide a
“marginales” de
“integrados” impide captar las diversas maneras en
que los sujetos se enfrentan
a los procesos de marginalización, así como la
variada gama de representaciones
sociales que producen. La comparación con un centro
relacional, externo al
territorio, hace que la mirada sociológica se torne
más lejana y menos precisa,
además de fundir en gris la amplia gama de colores de los
barrios. Esa
divisoria achata el polo débil de la relación y
reduce nuestras posibilidades
de compresión. Por el contrario, partir del supuesto de que
forman parte —e
indagando desde una mirada internalista— visibilizamos
cómo operan las distinciones
entre los trabajadores estudiados, y cómo, de manera
compleja y diferenciada,
la experiencia obrera emerge en sus discursos.
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Ariel Hernán Farías.
Argentino.
Doctorante en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires (uba),
Mágister en Ciencias Sociales del
Trabajo y Licenciado en Sociología también por la
uba.
Es profesor adjunto del Instituto de Cultura, Sociedad
y Estado en la Universidad Nacional de Tierra del Fuego,
Antártida, e Islas del
Atlántico Sur. Sus líneas de
investigación son: el estudio de las modalidades
de construcción de la realidad social, objetiva y subjetiva,
de fracciones
marginalizadas de la clase trabajadora y los procesos de emergencia de
movimientos
sociales y sus repertorios de protesta,
en la sociedad argentina contemporánea. Entre sus
últimas publicaciones se
encuentran: Farías,
A. (2017). Marginalidad y régimen de
acumulación: desigualdades del mundo del trabajo
latinoamericano. Nómadas, 50(1),
59-80; y Farías, A.
(2016). Las dimensiones del conflicto fueguino. Bordes.
1(1), 199-210.
[1] El
término posneoliberal
refiere a una fase económica, política y social
que
se abre a partir de la crisis de diciembre de 2001 en Argentina, que
tuvo entre
sus consecuencias inmediatas la caída del régimen
de convertibilidad. Esa
crisis, que estuvo marcada por intensos procesos de
movilización popular,
supuso el debilitamiento de una serie de núcleos de sentido
que organizaban las
políticas públicas del paradigma neoliberal. La
fase abierta a partir de ese
momento supuso una reconstrucción del poder infraestructural
del Estado, con
continuidades y rupturas en relación al periodo previo, lo
que abrió un nuevo
momento en relación con los núcleos de sentido
que organizaban las políticas
públicas.
[2]
“Los “empleos típicos”,
llamados
también los “verdaderos empleos”, han
sido con frecuencia asimilados a una
modalidad: la relación salarial
“fordista” que predominó en los
países
capitalistas industrializados después de la segunda guerra
mundial, con
elementos constitutivos específicos.
Se
trata de un trabajo asalariado —es decir, subordinado de
manera formal o real
al capital, dependiente, heterónomo, en relación
de dependencia— en el contexto
de una economía desarrollada que creció a buen
ritmo y de manera regular,
centrada en el mercado interno, donde predominó una
estructura productiva en la
cual el sector industrial tenía predominancia. La
mayoría de los obreros y
empleados ocupados eran del género masculino y trabajaban a
tiempo completo,
según la duración de la jornada máxima
legal vigente, lo que daba lugar al pago
con recargo de las horas extraordinarias, cuando era el caso.
El
trabajo en la industria manufacturera se llevaba a cabo normalmente
dentro del
ámbito físico de un establecimiento urbano, se
caracterizaba de manera
específica por estar regulado mediante contratos de trabajo
por tiempo
indeterminado (cdi),
contaba con
garantías de seguridad, gozaba de la garantía
legal de estabilidad y estaba
declarado o registrado ante la administración del trabajo y
el sistema de
seguridad social; los aportes correspondientes otorgaban una
protección social
que beneficiaba también a la familia del trabajador (Neffa
et al., 2010, pp.
6-8).
[3] La estrategia
metodológica supuso
una resignificación de la regla del doble condicionamiento
que plantea Foucault
(2007).
[4] Para un
recorrido acerca de la
utilización de estas técnicas en
relación con las representaciones mediáticas
de los movimientos de trabajadores desocupados, se puede consultar
Maneiro,
Farías y Santana (2009) y Farías, Nardin y
Santana (2013).
[5] Entendemos la
identificación como
un proceso contingente, con elementos estables y elementos que mutan
(Hall,
2003).
[6] La
noción de sutura remite
a aquello propio del mundo de las representaciones
que supone la construcción de unidades simbólicas
allí donde hay fisuras reales
(Ortiz-Osés, 1994).
[7] En Argentina,
las políticas de
inserción (Castel, 1997)
asumieron una magnitud diferencial hacia mediados de 2002, con el
lanzamiento
del Plan Jefes y Jefas de Hogar como hito visible de este proceso;
después,
tuvieron un descenso importante, pero que las ubicaba aún
muy por encima de los
niveles de la década de 1990. Sin embargo, con el impacto de
la crisis de 2009
asumieron una densidad novedosa dentro del espacio de las fracciones
marginalizadas, al superar en este territorio a los niveles de los
momentos más
agudos de la crisis del empleo. Hitos de esta novedad fueron el
lanzamiento del
Plan de Cooperativas de Ingreso Social con Trabajo “Argentina
Trabaja” (agosto
de 2009) y de la Asignación Universal por Hijo (noviembre de
2009).
[8] En este caso
se seleccionaron
entrevistados que formaran parte del Plan de Cooperativas de Ingreso
Social con
Trabajo “Argentina Trabaja”. En relación
con las características del plan, este
“programa, si bien retoma elementos de planes asistenciales
anteriores, posee particularidades
significativas. Una de ellas, de gran relevancia para sus
partícipes, es que si
sus precursores suponían un ingreso menor a 50
dólares mensuales —en el
contexto de la licuación posdevaluatoria— en
éste el monto asciende a poco
menos de 300 dólares. Desde su marco normativo, otra de las
características
destacadas del programa es el fomento del ‘empleo’
como fuente nodal de
inclusión social y de las ‘cooperativas’
como la modalidad explícita de
organización local. La forma de ejecución supone
la conformación de
‘cooperativas’ de por lo menos 60 personas que
trabajan en distintos proyectos
establecidos por los entes ejecutores (gobiernos municipales o
provinciales)
con el aval del Ministerio de Desarrollo Social” (Maneiro,
2015, p. 153).
[9] Dichas
entrevistas se realizaron en el marco de un trabajo de campo particular
del
autor y a partir del trabajo colectivo que se llevó a cabo a
partir del
proyecto de investigación pip Conicet
2012-2014 “Trabajo, redes territoriales y acción
piquetera. El impacto del Plan
Argentina Trabaja (pat)
en un
movimiento de trabajadores desocupados del Gran Buenos Aires”
(Dir. María
Maneiro). A su vez, seleccionamos entrevistas hechas en el marco de los
seminarios de investigación de la cátedra
“Procesos desafiliatorios y movimientos
sociales”, Carrera de Sociología, uba
(Maneiro). Los trabajos de campo se elaboraron de manera conjunta entre
estudiantes y docentes. Las entrevistas que se seleccionaron cumplen
con los
criterios de calidad y de riqueza de información que
requiere una investigación
científica.
[10] Gran Buenos
Aires es la
denominación que refiere a un conjunto urbano que incluye a
la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires y 24 partidos de la provincia de Buenos Aires, que
integran
total o parcialmente esta aglomeración. Los partidos que
integran totalmente el
aglomerado son Lomas de Zamora, Quilmes, Lanús, General San
Martín, Tres de
Febrero, Avellaneda, Morón, San Isidro, Malvinas Argentinas,
Vicente López, San
Miguel, José C. Paz, Hurlingham e Ituzaingó. Los
partidos que integran
parcialmente el aglomerado son La Matanza, Almirante Brown, Merlo,
Moreno,
Florencio Varela, Tigre, Berazategui, Esteban Echeverría,
San Fernando y
Ezeiza.
[11] En este caso,
existen algunas
diferencias entre los barrios estudiados. El barrio Las Colinas posee
una mayor
densidad de circulaciones hacia el centro de Monte Grande y hacia la
Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. El Zaizar y San
Agustín, en cambio, están compuestas
por poblaciones homogéneas en términos sociales,
con mayor densidad de circulaciones
barriales. Las salidas del territorio están fuertemente
influidas por el tipo
de trabajos que realizan.
[12] Para la
caracterización de hogares
con nbi,
se tomó la definición
censal del Instituto de Nacional de Estadística y Censos de
la República Argentina
(indec).
Esta metodología
considera hogares con nbi
a
aquéllos que presentan algunas de las siguientes
características: vivienda con
inconvenientes (nbi
1), carencias
sanitarias (nbi
2), condiciones de
hacinamiento (nbi
3), inasistencia
escolar (nbi
4), capacidad de
subsistencia (nbi
5). En Esteban
Echeverría se produjo una fuerte reducción de la
población que habita hogares
con nbi
entre 2001 y 2010. Según
el censo
de 2001, ésta ascendía a
20.4%.
[13] Conocemos las
dificultades que
poseen las fuentes censales para medir la condición de
actividad, sin embargo,
esta fuente nos permite observar un nivel de desagregación
de los datos a
escala municipal, trabajo que no se puede realizar a partir de otras
fuentes,
por ejemplo, la Encuesta Permanente de Hogares.
[14] Entendemos
desocupación prolongada
como aquellas situaciones que superaron los tres meses de
búsqueda de empleo,
sin contar con una inserción ocupacional.
[15] Nos referimos
con trabajo en
blanco a aquéllos que están registrados en la
seguridad social, por otro lado,
trabajo en negro refiere a aquellos que no están registrados
en la seguridad
social.
[16] Tomamos este
relevamiento debido a
la escasez de datos desagregados a nivel de municipio en las fuentes
oficiales
del Ministerio de Desarrollo Social. Más allá de
la precisión del dato, al
estar construido para todas las jurisdicciones, nos permite
aproximarnos al
lugar que asume el municipio como receptor de esta política.
Ver Crecen sin
control las cooperativas sociales y abundan las quejas, en La Nación online, 10/03/2013.
Recuperado el 16 de agosto de 2013.
[17]
“Guiados por las sugerencias de
Giorgio Agamben (2005a, 2005b), proponemos la noción de
profanación para asir
las tentativas de apropiación por parte de los movimientos
de las políticas
asistenciales estatales. Consideramos que esta noción tiene
la cualidad de dar
cuenta de la tensión entre la
‘restitución’ al uso y a la propiedad de
los
hombres y el estatuto de la génesis
‘sagrada’ inicial que se actualiza en su
propia puesta en ejercicio. Dice Agamben (2005b) que “entre
‘usar’ y ‘profanar’
hay una relación particular para argumentar que el
‘uso’ al cual es restituido
lo sagrado es un uso especial, que no coincide con el consumo
utilitario. En
este sentido, la habitual noción de
resignificación posee aquí un sentido menos
preciso, por ello preferimos, para remitirnos al proceso de
‘uso’ (no sólo
utilitario) de las políticas sociales, la noción
de profanación” (Maneiro,
2012, p. 162).
[18] No
consideramos que los perfiles
construidos posean una homogeneidad interna absoluta, existen numerosas
dimensiones donde la experiencia y las redes de sentido de estos
sujetos se
entrecruzan. Lo interesante es que, a pesar de compartir
múltiples entramados
relacionales entre sí, se observan distinciones sustantivas
con respecto a
algunas dimensiones.
[19] El
término
changarín es un modismo utilizado en Argentina y Uruguay
para referir a
aquellos trabajadores que viven de “changas”. La
changa es un trabajo
ocasional, no registrado en la seguridad social, de baja
calificación, con
escasa producción de plusvalor y que se suele inscribir en
el sistema informal
urbano.