Dos viajes, cincuentaicinco hermanos y una
ilusión.
Modos de abordaje cinematográfico de la
emigración cubana
Modes of
cinematographic approach to the Cuban emigration
Anabella Castro Avelleyra
https://orcid.org/0000-0001-5010-4332
Universidad
de Buenos Aires
anabella.castro.a@gmail.com
Palabras clave: documental, Cuba, emigración,
identidad.
Abstract: The proposal of the
article is to analyze the modes of representation of emigration
deployed by Cincuentaicinco hermanos
(Jesús Díaz,
1978) and The Illusion (Susana
Barriga, 2008), placing both films in their context of cinematographic
and
socio-political production in Cuba. Hence, we consider the inscription
of the
filmmakers in the narration as a present absence and as an absent
presence and
we analyze whether the narrative voice has institutional character,
thinking
about the type of communicative pact that is established in each case.
We
evaluate the mechanisms from which it is alluded, with regard to
movement,
fluency or interruption. Finally, we outline some hypotheses about the
figure
of the father in these films.
Keywords: documentary,
Cuba, emigration, identity.
Traducción:
Anabella
Castro Avelleyra (Universidad de Buenos Aires)
Cómo
citar:
Castro,
A. (2018).
Dos viajes, cincuentaicinco
hermanos y una ilusión.
Modos de abordaje cinematográfico de la
emigración cubana. Culturales, 6, e353.
doi: https://doi.org/10.22234/recu.20180601.e353
Recibido:
12
de noviembre de 2017
Aprobado: 06 de abril de 2018 Publicado: 08 de agosto de 2018 |
Introducción
Un numeroso
grupo de jóvenes desciende por la escalerilla de un
avión. Uno de ellos eleva
el puño en señal de victoria. Otro saluda con su
mano en alto. Sus rostros
denotan conmoción y felicidad. Una mujer se enjuga las
lágrimas. De pronto, aún
a los pies de la nave, comienzan a cantar el himno cubano:
“Al combate, corred,
bayameses / que la Patria os contempla orgullosa; / no
temáis una muerte
gloriosa, / que morir por la Patria es vivir”. De este modo
se presenta la
escena de apertura de Cincuentaicinco
hermanos, largometraje dirigido por Jesús
Díaz en 1978.
Plano oscuro de una calle londinense. La
ubicación geográfica la delata el
colectivo de dos pisos que atraviesa el cuadro junto a otros
vehículos. El
perfil de un hombre lejano, de pie en el borde del cordón de
la vereda, se
distingue en la oscuridad. Gira y camina, quedando escondido tras una
pared o
columna (todo es tan difuso que no hay posibilidad de determinar con
certeza lo
que se está viendo). De pronto, irrumpe la voz over de una mujer: “a veces
trato de recordar su rostro y vuelvo a
ver esta imagen; la única que tengo de
él”. Aún no lo sabemos, pero ese hombre
es el padre de la narradora. Con estas imágenes comienza The Illusion, cortometraje rodado por
Susana Barriga en 2008.
Así, en Cincuentaicinco
hermanos
y The Illusion los sujetos se
lanzan
a un viaje al origen con la intención de reconstituir su
identidad. Los
miembros de la Brigada Antonio Maceo se trasladan desde Estados Unidos
a Cuba
en busca de la Patria. Susana Barriga lo hace desde Cuba a Inglaterra
para dar
con su padre. El primer film
–producido
por el Instituto Cubano del Arte e Industria
Cinematográficos (ICAIC)– es parte
de la tradición documental institucional que
primó hasta fines del siglo XX,
mientras que el segundo –surgido
de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San
Antonio de los Baños
(EICTV)– se inscribe en la renovación propuesta
por las generaciones más
recientes. En tanto Díaz registra lo que institucionalmente
se considera
necesario poner en escena (y, en este sentido, es testigo privilegiado
de
eventos de diversa índole), Barriga necesita mostrar algo
que le es eludido
persistentemente (priman los encuadres fragmentarios o descentrados, el
fuera
de foco, el uso del zoom y la
cámara
oculta). Díaz narra un encuentro feliz; Barriga, el
más desolador desencuentro.
Estos documentales forman parte de un grupo
más extenso de películas que en
las últimas décadas han abordado la
problemática de la emigración cubana desde
distintas aristas.[1]
Se ha pensado
en una serie de modos de representación
cinematográfica de la problemática
migratoria a partir del análisis de este corpus
amplio. Así, encontramos algunas películas que
trabajan el problema centrándose
en la representación del retorno del emigrado, como sucede
con la pionera Cincuentaicinco hermanos,
pero también
posteriormente con las ficciones Lejanía
(Jesús
Díaz, 1985), Reina y Rey (Julio
García Espinosa, 1994) y Miel para
Oshún
(Humberto Solás, 2001). Otras se centran en la figura del
migrante en destino.
En este grupo destacan algunas películas producidas por
España que pueden
calificarse como transnacionales,[2]
entre las que se cuentan el largometraje de ficción Cosas que dejé en La Habana (Manuel
Gutiérrez Aragón, 1997) y el
documental Balseros (Carles Bosch y
Josep María Domènech, 2002). También
se encuentran en este grupo films
de directores cubanos, como es el
caso de Memorias del desarrollo (Miguel
Coyula, 2010). En algunas películas la
problemática se abarca a partir de la
evocación del emigrado por quienes permanecen en territorio
cubano, como sucede
en Video de familia (Humberto
Padrón,
2001). Algunos films aluden al
viaje
(a la especificidad del trayecto que separa origen y destino), siendo 90 millas (Francisco
Rodríguez, 2005) el
que más se destaca en este grupo, dado que la totalidad de
la acción tiene
lugar a bordo de una balsa en altamar. El mayor número de
los films aborda a la
emigración como
pulsión, disyuntiva o proyecto. Entre estas
películas se incluyen, por ejemplo,
La ola (Enrique Álvarez,
1995), Habana Blues (Benito
Zambrano, 2005) y Personal Belongings (Alejandro
Brugués,
2006). The Illusion constituye un
caso particular, en el cual el familiar que no emigró viaja
en busca de quien
sí lo hizo, con el objetivo de reconstituir su identidad y
su historia a partir
del encuentro y la interpelación a ese otro.
La decisión de trabajar en este
artículo conjuntamente Cincuentaicinco
hermanos y The
Illusion se debe, en principio, al ya mencionado punto de
contacto entre
ambas que funciona como motor de la acción en los films: el viaje en busca del reencuentro
con la figura del pater (el padre,
la Patria) con el
objetivo de reconstituir complejamente la identidad. A su vez, la
elección de dos
documentales producidos con treinta años de distancia (1978
y 2008) permite
recomponer dos momentos históricos diferenciales, a partir
de la propuesta de
pensar los modos de representación de la
emigración desplegados por cada uno, situando sus elecciones estéticas en el
contexto sociopolítico y de
producción cinematográfica en Cuba. Para
analizar los modos en que la emigración es abordada en cada
caso, se
considerará el tipo de inscripción de los
realizadores en los films (se
pensarán como una ausencia
presente y como una presencia ausente) y cómo a partir de
esto se establecen distintos
pactos comunicativos. Se desentrañarán
también los mecanismos por los cuales, a
partir de los movimientos al interior de y entre las
imágenes, se alude a la
fluidez o a la interrupción. Se situará el
carácter institucional o no de la
voz narradora y cómo ello pudo influir en el abordaje
estético de las
problemáticas trabajadas. Finalmente, se
esbozarán algunas hipótesis en torno a
la figura del padre en estos films.
Del
tutelaje del ICAIC a las escuelas de cine y la independencia
Como se ha señalado, los
documentales
con los que se propone trabajar corresponden a distintos momentos en la
historia de la producción cinematográfica cubana
y también a diferentes modelos
de formación en el campo del cine.
En lo que respecta
a la producción documental, Joel del Río (2012)
señala, en el período
1960-1990, a la del Noticiero ICAIC
Latinoamericano como la “voz
preeminente”, encargada principalmente de
“divulgar logros de un país dispuesto a cambiarlo
todo” y “criticar
insuficiencias” (p. 407). Por su parte, Jorge Luis
Sánchez (2010) plantea una división
en ese extenso lapso temporal al hablar de una “efervescencia
creadora, de
búsqueda intensa” (p. 134) en la década
del sesenta, proseguida por un período
al que califica como “meseta” entre 1969 y 1992.
Advirtiendo él mismo lo
polémico de su apreciación, Sánchez
(2010) sostiene que algunos documentales de
esa época “gozaron del espaldarazo que otorgan las
coyunturas, sobre todo las
de las conveniencias políticas que, una vez pasados los
entusiasmos, tornan más
efímera e inservible a la obra de arte” (p. 137) y
ubica entre ellos a Cincuentaicinco hermanos.
Califica al film como
“superpublicitado”,
“hipervalorado” e hinchado por la coyuntura, y
considera que hoy exhibe sus
costuras y se encuentra exhausto y deshecho. En contraste con estas
apreciaciones, Chanan (2004)[3]
sostiene que tanto éste como otro documental de
Jesús Díaz, En tierra
de Sandino (1980),
representaron, al final de la década del setenta,
“la cumbre del género” (p.
19). Valora a ambos como “paradigmas del documental
observacional de autor en
América Latina (por no decir del arte documental en
cualquier otro lugar)”
(Chanan, 2004, pp. 19-20).
Consideramos inmerecida
la mirada retrospectiva que Sánchez realiza sobre este
documental. Sin
calificarlo necesariamente como paradigmático a nivel
continental o mundial, como
plantea Chanan, sí parece imprescindible situarlo en el
devenir de la historia
de la cinematografía cubana y otorgarle la entidad que
adquiere al interior de
ese derrotero. En este sentido, es innegable que las condiciones
históricas
influyeron de modo notorio en su producción. La política de acercamiento y
diálogo entre Estados
Unidos y el gobierno revolucionario durante la presidencia de Jimmy
Carter
(1977-1981) derivó en una serie de medidas en torno a
cuestiones migratorias,
por lo que se acordó la autorización de visitas
de emigrados a Cuba.[4]
A partir de ello, en 1978 se produjo el arribo de la Brigada Antonio
Maceo,
conformada por un grupo de jóvenes que habían
salido del país con sus padres
siendo muy pequeños. Los miembros de la brigada eran
militantes
político-culturales con una ideología de
izquierda, que se oponía a la reinante
entre la mayoría de los emigrados radicados principalmente
en Miami. Parte de
su actividad consistió en la fundación de las
revistas Areíto y Joven Cuba, que
sirvieron como medios a
través de los
cuales vehiculizar sus opiniones e inquietudes.
Todo esto generó un fuerte impacto en el
ámbito político y social,
que les valió la persecución por parte de la
extrema derecha. Como parte de un
trabajo de promoción de vínculos, ya iniciado en
los Estados Unidos, los
brigadistas viajaban a Cuba para realizar trabajo voluntario,
reencontrarse con
sus raíces, establecer un diálogo con la sociedad
cubana y reconstruir su
identidad en términos transculturales. Esto tuvo una fuerte
incidencia en la sociedad
cubana, que se había habituado a tener una mirada
unívoca sobre aquellos que
habían partido, a quienes rechazaba como enemigos de la
Revolución. La llegada
de estos jóvenes y el diálogo propuesto con la
ciudadanía implicó una
diversificación en la apreciación sobre los
compatriotas que vivían en el
exterior. Este contexto no sólo preparó el
terreno para la realización del
documental de Díaz, sino que posibilitó la
experiencia que el film documenta.
Habiendo destacado,
entonces, la incidencia del contexto político y social en la
posibilidad de
producción de la película es necesario
señalar la relevancia histórica de Cincuentaicinco
hermanos. Ésta fue la
primera cinta en trabajar el retorno de los emigrados a Cuba,[5]
un tema no exento de polémica que se encontraba en el
candelero de la opinión
pública en ese momento. El film
marca
una inflexión y se instituye así, como punto de
partida en el tratamiento
cinematográfico de esta problemática
político-social. El documental narra la
experiencia de estos jóvenes en tierra cubana, desde su
arribo al país hasta el
momento de su partida, construyendo una estructura circular. A partir
de la
apelación a un registro característico de la
observación y la participación
(Nichols, 1997, 2001), no sólo se acompaña a los
sujetos en sus interacciones
sociales y políticas, sino que también se
escuchan sus reflexiones y preocupaciones.
En cuanto a sus
condiciones de producción a nivel más puntual, Cincuentaicinco hermanos lleva la
rúbrica del ICAIC y da a conocer
conquistas del gobierno revolucionario. Los brigadistas no hacen
más que
reivindicar los triunfos de la Revolución a nivel social,
humano y cultural en
contraposición a los males del sistema capitalista en el que
viven. Incluso más
allá de esto, el logro principal que se remarca es el
recibimiento con brazos
abiertos de esta joven generación que desea regresar a vivir
a Cuba y es
instada por el propio Fidel Castro a persistir en su labor
revolucionaria en
Estados Unidos.
En lo que a
formación respecta, Jesús Díaz fue un
intelectual revolucionario
(progresivamente díscolo)[6]
que comenzó su carrera como escritor al ganar en 1966 el
premio Casa de las
Américas por su libro de cuentos Los
años
duros. Luego de esto, pasó a editar el suplemento
cultural de Juventud Rebelde, El Caimán Barbudo, del que fue
cesanteado al año siguiente tras la
publicación de una nota en la que Heberto Padilla elogiaba Tres tristes tigres, novela del entonces
exiliado Guillermo Cabrera
Infante. Posteriormente, y hasta 1971, formó parte del
comité editorial de la
revista Pensamiento Crítico,
clausurada al comienzo de lo que se conoció como quinquenio
gris. Tras ello,
ingresó al Instituto Cubano del Arte e Industria
Cinematográficos, al interior
del cual dirigió el documental objeto de este estudio.[7]
Por ese entonces, no existían en Cuba escuelas de cine y la
formación se
realizaba de modo práctico a partir del trabajo en el
Instituto.
En 1986 se fundó
la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio
de los Baños[8]
y algunos años después la Facultad de las Artes
de los Medios de Comunicación
Audiovisual (FAMCA), al interior del Instituto Superior de Arte (ISA),
espacios
en los que pasaron a formarse la mayor parte de los cineastas de las
generaciones más recientes. En este contexto se inscribe el
proceso de
formación de Susana Barriga, quien se graduó de
la EICTV en la especialidad de
Cine Documental con su tesis The Illusion.
La generalización del uso de la tecnología
digital en la filmación colaboró a
que los jóvenes cineastas formados en las escuelas forjaran
una filmografía
producida de modo independiente al Instituto.
Como parte de este
proceso de renovación del campo cinematográfico
cubano, Joel del Río (2012)
identifica una serie de eventos que supusieron aportes significativos
en las
últimas dos décadas, entre los que destaca a la
Muestra Joven del ICAIC, que comenzó
en 2001 y hasta 2010 se llamó Muestra de Nuevos
Realizadores. Del Río (2012) considera
que este evento fue el que más colaboró en la
reanimación del cine documental,
que al momento se encontraba estancado al interior del Instituto. El
autor
destaca, entre los problemas del documental institucional, al exceso de
apología y didactismo y a la falta de creatividad en el uso
de los materiales
de archivo y las entrevistas, cercano al propio de los reportajes
televisivos. En
contraste, sostiene que las nuevas generaciones de documentalistas
vuelven a
comprometerse con aspectos problemáticos de la realidad
nacional, favoreciendo
perspectivas críticas y polémicas.
Señala también “la sensación
del espectador
de estar asistiendo a los hechos mostrados tal como ocurrieron, sin
embellecimiento ni artificio de ninguna índole”
(Del Río, 2012, p. 406) y el
privilegio de la dimensión emotiva y personal del relato.
Dentro de la
presente investigación se considera que The
Illusion –que obtuvo el premio principal en la
categoría documental de la
octava edición de la Muestra Joven, por ese entonces
aún llamada Muestra de
Nuevos Realizadores– se inscribe en esta corriente de
renovación del documental
cubano. El cortometraje propone un acercamiento polémico,
turbulento y
controversial a una problemática persistente en la
discusión política, social y
cultural del país, como es la emigración, su
mella en las relaciones familiares
y su incidencia en la constitución de identidades. A partir
de la apelación a
la primera persona, la película combina la historia personal
con lo colectivo,
lo político y lo social. La directora viaja a Inglaterra en
busca de su padre,
de quien prácticamente no tenía mayores recuerdos
que una breve comunicación
epistolar, muchos años atrás. Al dar con
él, más que con una figura paterna y
afectiva se encontrará con un ser distante y sumido en una
paranoia de
persecución política carente de fundamentos. Como
se revisa a continuación, el
documental recurre a estrategias de la modalidad performativa (Nichols,
2001;
Weinrichter, 2004) o de la primera persona (Ortega, 2008; Piedras,
2014) y, en
consecuencia, privilegia la dimensión subjetiva y emotiva.
La opción por la
estética de la cámara oculta intensifica una
sensación cruda de acceso a los
hechos. En este sentido, la película se construye a partir
de materiales que
podrían considerarse de descarte. Susana Barriga se refiere
a esa materia a
partir de la cual estructura su documental como
“imágenes en tránsito de ser
imágenes”. La directora considera que es este el
modo en que la película
encuentra su verdad ya que,
…en
la naturaleza de ese
material está configurada la irreparabilidad o la
imposibilidad de la relación
con mi padre. Se trata de imágenes en las que apenas podemos
ver nada, oscuras,
desenfocadas, fortuitas, no consensuadas. Imágenes que
niegan su condición de
imagen. Todo lo que expresa la película, lo expresa a
través de la violencia de
ese material (en Castro Avelleyra, 2018, pp. 83-84).
En estas
particularidades formales, como se verá también
más adelante, reside la
peculiaridad y la potencia del film
en la aproximación a una problemática social
compleja y dolorosa.
Ausencia
presente y presencia ausente
Se propone a continuación pensar la
intervención de los realizadores en Cincuentaicinco
hermanos y The Illusion,
respectivamente, como una ausencia presente y como una presencia
ausente,[9]
evaluando cómo esto funciona en el establecimiento de
diferentes pactos comunicativos.
Cincuentaicinco hermanos registra
la visita de la Brigada Antonio Maceo a Cuba,
acompañándola desde su llegada al
aeropuerto José Martí hasta el momento del
embarco para regresar a Estados
Unidos, en el mismo lugar. Los espectadores nos convertimos en testigos
tanto
de sus intercambios públicos como de sus pensamientos y
sensaciones más
íntimas. Recibimos esta información a partir de
la participación de los actores
sociales. Esto nos permite pensar que el film
recupera estrategias propias de los documentales
participativos (Bill
Nichols, 1997, 2001). La película de Jesús
Díaz, como sostiene Bill Nichols
acerca de esta modalidad de representación documental, hace
hincapié tanto en
las “imágenes de testimonio o intercambio
verbal” como en las “imágenes de
demostración” (1997, p. 79). Estas
últimas, de acuerdo con el autor, muestran
la validez de lo que sostienen los testigos. Así, en este film, el
montaje combina
escenas en las que los actores sociales hablan a cámara con
otras en las que
hablan entre sí y algunas que dan cuenta de las experiencias
que se narran. Por
ejemplo, en la primera secuencia de la película, uno de los
jóvenes que baja
del avión se dirige directamente a la cámara,
compartiendo sus sensaciones y
expectativas. Son numerosas las secuencias de intercambio verbal entre
los
actores sociales, de las que la cámara es testigo
privilegiado: reencuentro con
familiares, reuniones con funcionarios y figuras públicas,
diálogos con
ciudadanos. También se recurre a las imágenes de
demostración, entre las que se
destacan las de los brigadistas realizando trabajo voluntario en la
construcción, algo de lo que se había hablado
previamente en los testimonios. Se
cree que la combinación de estos tres tipos de
imágenes contribuye a la
construcción de una forma discursiva que intenta presentarse
como objetiva a
partir del recurso a múltiples testimonios, de un acceso a
las interacciones
entre los actores sociales que es presentado como espontáneo
y de la
constatación en imágenes de las declaraciones de
los sujetos. Sobre estos
recursos se consolida en el film de
Díaz la puesta en escena del fenómeno migratorio,
que es abordado a partir de
la figura del emigrado que regresa al país de origen.
Lo que habilita a
hablar del realizador en tanto ausencia presente es que, en parte del
metraje,
Díaz privilegia el uso de lo que Nichols (1997) llama
“pseudomonólogo”. Se
trata, de acuerdo con el autor, de un tipo de entrevista en la que el
actor
social tiene una presencia visible mientras que el realizador
está visiblemente
ausente. De este modo, Cincuentaicinco
hermanos combina la presencia activa del realizador que
interactúa con los
actores sociales e incluso favorece acciones o provoca reacciones (a
partir de
la voz en off) con, por momentos,
su
ausencia y su silencio. A través de estos
pseudomonólogos los actores sociales
comunican de forma directa al espectador sus pensamientos y opiniones.
En esos
momentos, la mediación de Jesús Díaz
parece desaparecer, estableciendo una
ilusión de relación directa entre espectador y
testimoniante. Esa ausencia es
de todos modos presente porque, tal como señala el propio
término, estamos ante
pseudomonólogos: discursos provocados por la
intervención previa del
realizador, que permanece fuera de cuadro, pero al que, de todos modos,
se
dirige la mirada del testimoniante.
Se considera que
la clara rúbrica del ICAIC como narrador en Cincuentaicinco
hermanos convierte al film
en un
documental institucional, frente a la entidad independiente (sin
intervención
alguna del Instituto), individual (Barriga dirige, hace
cámara, edita) y personalizada
(la voz de la directora está inscrita en cuadro) de The Illusion. Se produce entre ambos films un tipo de viraje
–sugerido por Pablo Piedras (2014) a partir
de reflexiones de María Luisa Ortega respecto a otros
documentales– desde una
lógica de persuasión a otra que resulta acorde a
tiempos de incertidumbre y
puesta en crisis de sistemas explicativos totalizantes. Entre Cincuentaicinco hermanos, documental
institucional que intenta intervenir políticamente y sigue
una lógica persuasiva,
y The Illusion, documental en el
que
priman las preguntas correspondientes al orden de la subjetividad y se
eluden
las respuestas categóricas, se ubica la profunda crisis
económica, política,
social e ideológica del Período Especial en
tiempos de paz, a partir de la cual
las categorías propias de los marcos explicativos del
comunismo resultan
insuficientes para dar respuesta a los nuevos desafíos que
afronta la sociedad
cubana.
En un sentido
similar, al analizar los documentales realizados por hijos de
militantes de la
década del setenta en Argentina, Ana Amado (2009)
señala que en ellos prima “el
discurso de los afectos” (p. 164) por sobre las premisas
políticas contundentes
que, en la producción cinematográfica de los
sesenta y setenta, buscaban la
intervención pública. Se produce así
una inversión en la relación
individual/colectivo (Amado, 2009; Piedras, 2014), que puede apreciarse
también
en Cincuentaicinco hermanos y The Illusion. Si en el primero se
buscaba desde lo colectivo y lo público apelar a lo
individual y lo privado, en
el segundo esto se invierte y el pasaje se da desde el orden de lo
individual y
privado a lo colectivo y público. La experiencia de los
jóvenes registrada en Cincuentaicinco
hermanos es pública, ya
que se los muestra en permanente contacto con la sociedad y las
autoridades
políticas cubanas, y también colectiva, porque
quien arriba al país es un grupo
que se autodenomina “brigada”, con todo lo que ello
implica en la historia de
Cuba. Desde ese discurso público y colectivo, se apelaba al
orden de lo
individual y privado de los espectadores, en su modo de relacionarse
con este
aspecto particular de lo social. La experiencia íntima y
subjetiva que narra
Susana Barriga remite en principio y concretamente a su propia
historia, pero
no se limita a ella, ya que se extiende sobre la experiencia de toda
una
sociedad en torno a la problemática migratoria y la
constitución de su
identidad.
En este film
el recurso a la narrativa en primera
persona modifica el pacto comunicativo. En este sentido, Pablo Piedras
(2014) distingue
en los documentales autobiográficos “nuevos modos
de interpretar, construir y
reinventar la imagen simbólica de lo colectivo a partir de
una mirada
subjetiva, pero susceptible de ser transferida a formaciones sociales
más
amplias” (p. 30). La imagen de lo colectivo que se presenta
en el documental de
Díaz se transforma, en el de Barriga, en una mirada
subjetiva que puede
extenderse a una comprensión amplia de un
fenómeno social (en este caso, el migratorio).
En ambos documentales, de todos modos, se cuestionan presupuestos y se
emprende
un viaje en busca de la identidad, a partir del restablecimiento de
vínculos
con el origen (en un caso se regresa a la patria, en el otro al padre).
Esa
identidad es la individual, pero también la colectiva. Es la
de aquel que se
mueve, así como la de todos los cubanos: los que se fueron,
los que se quedaron
y los que se movilizan entre origen y destino intentando romper con
esas dos
instancias de detención y raigambre, para establecer un
flujo de movimiento
constante que constituya un modo de ser cubano aquí y
allá al mismo tiempo.[10]
Hay entonces, como
se acaba de señalar, una modificación en el pacto
comunicativo entre Cincuentaicinco hermanos
y The Illusion. En este sentido,
Jesús
Díaz presenta una serie de argumentaciones (expresadas por
la multiplicidad de
actores sociales mencionada con anterioridad) con el objetivo de
persuadir
lógicamente al espectador, situado en una instancia
histórico-política específica,
a la que el film alude de modo
directo. Susana Barriga, por su parte, apela a su experiencia de vida
que es,
en gran medida, compartida por un amplio número de cubanos
cuya constitución
identitaria e historia individual están marcadas por la
emigración.
En este caso, aunque
se trate de un documental de carácter performativo en el que
la subjetividad de
la directora es central en la narración, su cuerpo no es
puesto en escena. En
cambio, son muchos otros cuerpos anónimos los que aparecen
en cuadro, de modo
fragmentario, con una voluntad de ser al mismo tiempo mostrados y
escondidos
(de hecho, cualquiera de esos fragmentos podría corresponder
al cuerpo de la
directora, aunque no es posible saberlo). Esas imágenes
fragmentarias resultan
tan inconexas como los testimonios del padre, tan retaceadas al
espectador como
el cariño que ella desearía encontrar en su
progenitor. Las figuras en cuadro
no son uniformes, del mismo modo en que no lo es la identidad de la
realizadora
que se desconfigura ante la mirada atenta del espectador. La voz over de la directora al comienzo del
documental anuncia que ella quería hacer una
película sobre la felicidad. Es
esa felicidad en tanto concepto completo y cerrado la que comienza a
desgranarse a partir del fallido encuentro con su padre, y lo que se
nos
muestra son justamente esos granos. La identidad de la realizadora,
como la de
tantos personajes ficcionales y actores sociales documentales de
producciones
posteriores al ingreso en el Período Especial, se encuentra
en crisis y muta de
modo persistente. Lo procesual se instala como marca de una
época en la que
todo es cuestionado y repensado. Por estas razones, creemos que en The Illusion la realizadora es una
presencia ausente, ya que su subjetividad y experiencia personal,
inscritas
desde la voz over y la voz en off, son una presencia que consolida el
relato,
pero a la vez su cuerpo no es puesto en escena y los que sí
aparecen en cuadro
son fragmentarios y elusivos.[11]
De
este modo, la ausencia presente de Jesús Díaz se
condice con un pacto
comunicativo apoyado en una cierta objetividad y en el intento de
comunicar un discurso
autoasumido como político e histórico. En este
análisis se cree que este discurso
intentaba seguir un camino que condujera desde la puesta en escena de
lo
colectivo y lo público hacia la experiencia individual y
privada del
espectador. En este sentido, es importante resaltar que hasta ese
momento el
discurso oficial calificaba a los emigrados despectivamente como
“gusanos” y
“vendepatrias”. A partir del momento en que se
acuerdan las visitas de
emigrados al país se produce un viraje discursivo que se
manifiesta también en
la producción cinematográfica. Ambrosio Fornet
(2000) señala, al analizar la
temática de la diáspora en las manifestaciones
culturales, un proceso por el
cual, en ese contexto, repentinamente, los gusanos se
convertían en mariposas. La
presencia ausente de Susana Barriga colabora a un pacto comunicativo
que, apoyado
en lo emotivo y en la subjetividad, va de lo individual y privado a lo
colectivo y público. En los modos en que su presencia se
ausenta se denota en
cierta medida un cuestionamiento sobre la posibilidad de clausura del
sentido.
Y es justamente esa imposibilidad de clausura la que habilita la
pregunta
constante y persistente sobre la identidad, también
imposible de clausurar.
Los
movimientos
En ambas películas prima el
movimiento, pero de distinto modo. Las formas que asume el mismo al
interior de
las imágenes y entre ellas, a partir del montaje,
contribuyen a modos
diferenciales de construcción cinematográfica del
fenómeno migratorio y las
identidades en cada film. En Cincuentaicinco hermanos el movimiento
es fluido y progresivo. Se alude a él, por un lado, a partir
de los
desplazamientos. El documental comienza con la llegada del
avión, que denota el
viaje de Estados Unidos a Cuba. Luego hay traslados dentro de la ciudad
de La
Habana, en automóvil, o a otras provincias, en micros.
Algunas de las imágenes
de los testimonios se toman arriba de los vehículos en
movimiento. También hay
imágenes de los brigadistas caminando. En otras ocasiones,
los actores sociales
se encuentran detenidos y es la cámara la que se mueve para
arribar a su
encuentro. En cualquiera de los casos, los movimientos de
cámara son estables y
prolijos, acudiendo en muchas ocasiones a paneos y travellings.
Lo que unifica a estas tomas es que el desplazamiento
fluye sin ser interrumpido y siempre avanza. The
Illusion comienza pletórica de movimiento: los
colectivos y los
autos circulan por la calle, el padre va y vuelve sobre la vereda, un
ciclista
y un transeúnte cruzan delante de la cámara, y la
cámara misma se mueve rauda
intentando captar esa última imagen del padre.[12]
Cuando una voz autoritaria la increpa por estar filmando a un sujeto a
la
distancia, la cámara se mueve aún más
descontrolada hasta que logra dar otra
vez con el padre. El encuadre es inclinado,[13]
la imagen -pobremente iluminada- se torna difusa y es por momentos
bloqueada
debido a la intrusión de los transeúntes. El
padre es una sombra sin rostro, un
cuerpo sin identidad. La cámara se desespera por atrapar a
ese padre que se
escapa, una vez más; esta vez para siempre. El espectador
comparte el ansia de
la cámara, que no es otro que el de la realizadora
(también camarógrafa) por
asir ese resto de ilusión. El de que ésta que
está por comenzar aun pueda ser,
de algún modo, “una película sobre la
felicidad”. Ilusión que se diluye, para
ella y para los espectadores, con la violenta intromisión
del discurso en otro
idioma (el inglés). Lo público, lo externo, una
vez más, entrometiéndose en esa
relación tan del orden de lo íntimo y privado.
Como sucedía con Cincuentaicinco
hermanos, en The Illusion
también se alude al
movimiento desde los medios de transporte, ya que las
imágenes del encuentro
con el padre se alternan con tomas del subterráneo en las
que, no sólo se
mueven los vehículos, sino también multitudes de
personas que recorren las
estaciones, ya sea caminando o sobre escaleras mecánicas.
Incluso en un momento
la directora camina junto a su padre por las calles londinenses. En
todos los
casos, se trata de un movimiento interrumpido. Las tomas son breves y
el
montaje corta los desplazamientos al pasar de plano en plano. Las que
registran
al padre (en su casa, en la calle) son tomadas con cámara
oculta, en constantes
movimientos desorganizados. A diferencia del movimiento que fluye en Cincuentaicinco hermanos, este es
más
bien caótico, quebrado, superpuesto. Al igual que sucede con
la trama, no hay
avance sino interrupción, ruptura y quiebre.
Así,
la fluidez y continuidad del movimiento en el film
de Díaz, a partir de planos de extensa duración
en los cuales
se incluyen prolijos paneos o travellings,
en los que los actores sociales tienen el tiempo y la voluntad de
entablar prolongados
diálogos (o monólogos), y que son montados a
partir de un principio que conduce
a la progresión del relato, nos orientan a pensar en
identidades que, incluso
si practican un cierto movimiento, son estables, organizadas y
continuas. Se
infiere, entonces, que en el modo de documentar un suceso que implicaba
un
cambio significativo a nivel político-social –ya
que esos cubanos que habían
emigrado hacía casi veinte años, a los que se
había considerado durante todo
ese tiempo como traidores a la causa revolucionaria, regresaban al
país y
proponían un encuentro cara a cara con ellos– el film intenta construir un pasaje entre
esa situación anterior y la
actual que sea sutil, continuo, fluido y que, lejos de cuestionarla,
aporte al
ideario de la Revolución.
El caos impregna
cada uno de los movimientos en la película de Susana
Barriga: las imágenes
fuera de foco, el zoom in y el zoom out, la brevedad de las tomas, el
montaje de planos efímeros, frágiles,
transitorios y, además, registrados en dos
espacios e instancias distintos (el encuentro con su padre y el
subterráneo). A
esto se suma un cierto movimiento incongruente en el
diálogo: el discurso
contradictorio del padre y su imposibilidad de escucha de lo que dice
la hija.
Lo señalado conduce a pensar en la emigración y
su incidencia en la constitución
identitaria (de los que se fueron y de los que se quedaron) en tanto
fenómenos
complejos y múltiples, que inquieren un sentido en el
contrapunto, que intentan
construirse como un rompecabezas en que las piezas no encajan. Si
Barriga
piensa a los materiales a partir de los cuales construyó su
película como
“imágenes en tránsito de ser
imágenes”, la identidad en su film
se presenta también como algo en tránsito.
Las
credenciales
Como ya se ha señalado, se considera
que
en el caso de Cincuentaicinco hermanos
se está ante un documental institucional y colectivo,
mientras que The Illusion es un
documental
independiente y personal. Esta diferencia incide en la posibilidad de
acceso
que los realizadores tienen a los actores sociales que funcionan como
testimoniantes / protagonistas del film
y a los espacios en los que ocurren los eventos. De esto se desprenden,
a su
vez, distintas elecciones estéticas, fuertemente influidas
por las
posibilidades. Así, la cámara de Jesús
Díaz puede funcionar como testigo
privilegiado de todos los eventos que componen la historia de la visita
de la
Brigada Antonio Maceo a Cuba, teniendo un acceso notable tanto a los
espacios y
sucesos como a los testimonios de los protagonistas, mientras que la
cámara de
Susana Barriga se ve obligada a esconderse y obtener
imágenes “robadas”
(descentradas, parciales, fragmentarias, fuera de foco) y testimonios
elusivos,
paranoides y contradictorios.
La
entidad del narrador de cada film y
el
tipo de acceso que ella le garantiza a la cámara son puestos
de manifiesto en
ambas películas. En una escena de Cincuentaicinco
hermanos, una de las integrantes de la Brigada visita la casa
en la que su
familia solía vivir antes de emigrar. Al golpear la puerta,
la residente actual
abre confundida y manifiesta dudas respecto a permitir el ingreso de la
desconocida. “Me da miedo porque no sé
quiénes son ustedes”, les plantea. Ante
esta situación, la joven visitante dice, como carta de
presentación, “son del
ICAIC”. Entonces la mujer sonríe
dándoles la bienvenida y les abre las puertas
de su hogar, “¡Mira tú!
Compañeros, pasen”. Una escena de The
Illusion constata cómo en el caso de Barriga el
acercamiento no
fue tan ameno ni el resultado tan favorable. El padre le requiere que
ella le
muestre su pasaporte para constatar su identidad, antes de seguir
hablándole.
“Susana, tú me tienes que aceptar a mí
todas las preguntas que yo te haga. No
lo tomes a malo. Dame acá tu pasaporte”, le dice.
“¿Pero tú quieres ver el
pasaporte para comprobar si yo soy Susana?”, es su respuesta,
entre hastiada y sorprendida.
“Yo quiero ver el pasaporte, sí. No solamente para
comprobar, sino… Una cosa es
estar seguro y otra cosa es estar cerciorado”. Incluso la
constatación de su
apellido en el documento no alcanzará para que el padre
confíe en ella, a quien
acusa de estar vinculada al gobierno cubano con la intención
de perjudicarlo.
Así, las credenciales del ICAIC abren puertas mientras que las personales de Susana, una joven cineasta residente en Cuba de viaje en Inglaterra, no logran hacerlo plenamente. La prolija puesta en escena de Jesús Díaz es, por supuesto, una elección estética, pero a su vez posibilitada por el acceso irrestricto a los diversos espacios donde tiene lugar la acción. El uso de la cámara oculta, los encuadres fragmentarios y descentrados y el intermitente fuera de foco del film de Susana Barriga son, en cierta medida, también una elección, pero sin lugar a dudas condicionada por una serie de restricciones prácticas. En este caso, la directora debe optar por la estrategia de no dar a conocer la realización del documental, esconder la cámara y filmar desde ese lugar vedado, sin una institución que la avale.[14] Sobre las imágenes captadas en el subterráneo –que son las que, junto a las del (des)encuentro con el padre constituyen la totalidad del metraje– la realizadora sostiene:
Las circunstancias
contribuyeron a imprimirles un cierto estado febril, casi de
ultimátum. La
gente en Londres no quería ser grabada. Dentro del tren
grabé los reflejos, las
manos, lo permitido. Fuera, esperaba en el andén las paradas
breves para grabar
los rostros, que robaba.[15]
El uso de la cámara oculta en The Illusion aporta a la idea de un film ensayo, en proceso de
construcción.
Al mismo tiempo, suscita cuestionamientos éticos de
difícil respuesta. En la narración,
la cámara se presenta como
“espía”: se acerca a la puerta de la
casa del padre
e intenta mostrarnos lo que hay más allá del
vidrio esmerilado. El montaje nos
hace pensar que es en ese hall de
entrada donde la directora sorprende al hombre cuando llega a la casa.
La voz over de la cineasta en un
momento del
encuentro, tras los comentarios paranoicos del padre, señala
“yo pensaba en la
cámara, nunca le dije que estaba grabando”. En una
entrevista a la realizadora,
citada por Joel del Río (2009), ella plantea que
“a él le dije que estaba
haciendo un documental y la cámara estaba ahí.
Él podía verla” (párr. 5).[16]
Por el contrario, en las crónicas de la
presentación de la película en el
Festival de Cine de Berlín se sostiene que Barriga
declaró “Mi padre no sabe
aún que lo filmé” (s/a, 2009). Los
estudios sobre cine han hecho ya sobrado
hincapié en demostrar que en las películas
documentales lo “real” es un
constructo. En este sentido, el padre podría haber estado
avisado de la
existencia de la cámara y la realizadora pudo haber optado
por plantear lo contrario
en su comentario over, en
función de
la construcción cinematográfica favorecida por su
film. En todo caso, es sobre ese no
saber del padre explicitado en
el relato que podría reflexionarse sobre el uso de la
cámara oculta de un modo
similar al que Jean-Luis Comolli y Vincent Sorrel (2016) proponen para Shoah (Claude Lanzmann, 1985). Sostienen
los autores refiriéndose a ese caso que, más
allá de la justa causa que mueve al
director del film, el
engaño al que
es sometido el agente nazi filmado genera malestar a partir de la
modificación
en la relación de fuerzas entre ambos.
Se piensa aquí, de todos modos, que el que en realidad no oculta nada es el film de Barriga, ya que en ese acceso dificultoso y parcial connota la conflictividad de la problemática que se propone abordar, y que es aquella que alude a las huellas de la emigración en la constitución de las subjetividades y también en la figuración de la cubanidad en su conjunto. La película de Jesús Díaz, por su parte, en la prolijidad de su factura denota el ocultamiento de parte del conflicto. Los relatos, por múltiples que sean, resultan unívocos: la fórmula del buen vivir la sigue teniendo el comunismo y los emigrados serán bienvenidos en la medida que puedan aceptar eso (e, incluso, dadas las características generacionales específicas de los protagonistas de la historia, en la medida en que, quienes regresan de visita, no hayan optado conscientemente por partir en un principio). Más allá de estas limitaciones, comprensibles a partir del contexto histórico, político y social, es indudable la importancia de este film como punto de partida en el tratamiento (progresivamente conflictivizado) de la problemática.
El
Padre
Como se ha expresado al comienzo, se
cree que en ambos documentales hay una búsqueda identitaria
que impulsa un viaje
hacia el origen. En Cincuentaicinco
hermanos el camino es hacia la Patria y en The
Illusion hacia el Padre. Si bien en ambos casos estos son
conceptos del orden de lo simbólico, en el segundo se
produce una clara
encarnación en un sujeto concreto: el padre
biológico. Ahora bien, el pináculo
de la película de Jesús Díaz llega
cuando los brigadistas se encuentran con
Fidel Castro. No es descabellado pensar que en su figura se encarna el
concepto
de Patria Revolucionaria.[17]
La palabra Patria, a su vez, deriva del latín pater
(padre). Según el psicoanálisis, la
función paterna es la de
imponer la Ley. En los films, tanto
el padre de Susana como Fidel Castro aplican una ley que conduce, tras
el
encuentro, al retorno de los hijos al lugar de origen. Más
allá de esto, en
ambos casos, el viaje habrá contribuido a una
construcción más compleja de su
identidad.
Fidel Castro,
encarnando a la Patria, reconoce cuánto quisiera acoger a
los brigadistas, pero
los insta a regresar a Estados Unidos a continuar su labor
revolucionaria desde
allí: servirán más a la
Revolución de ese modo. Sentado cómodamente en un
sillón, en el centro de una fila de funcionarios del
gobierno, con los
brigadistas ubicados en un semi-círculo frente a
él, en un espacio pequeño y
acogedor, el Comandante les dice:
Algunos de ustedes
han expresado el deseo o el ansia de regresar a Cuba (…)
¿Cuál es el mejor
criterio que debemos tener? (…) Desde luego,
¿qué nos podría preocupar?,
nosotros encantados que diez, quince, veinte o todos ustedes dijeran
‘nos
quedamos aquí’. Pero, realmente,
¿qué hacemos con eso?
¿Sería lo más
inteligente, lo más revolucionario que podemos hacer en este
momento? (…) Por
eso me parece que lo más sabio, lo más prudente,
es que no adoptemos ninguna
decisión en este momento sobre eso. Y les dejo bien claro
que para nosotros
sería en realidad un placer decir
‘quédense todos aquí’. No
tenemos la menor
objeción en ningún sentido, como no sea realmente
la duda de que en este
momento sea lo mejor que deben hacer. (…) Aquí
les estoy hablando no como
ciudadano, les estoy hablando como revolucionario (…).
Piensen en el rol, en el
papel que ustedes pueden y deben desempeñar ahora dentro de
la migración de
Estados Unidos. Lo cual tiene un mérito, porque yo entiendo
que entraña cierto
peligro, en realidad lo creo. También creo que, si ustedes
amplían su
movimiento y se organizan, entonces les tendrán respeto.
Entonces el peligro
pueden ser ustedes, y no los enemigos.
Finalizada la charla, los brigadistas
despiden a Fidel con un emocionado y fuerte aplauso. El encuentro ha
sido un
éxito. Todos sonríen ampliamente. Se los ve
satisfechos, felices. Una mujer,
profundamente conmovida, parece estar al borde del llanto.
Retirándose ya de
la vivienda en la que había sido literalmente interceptado
por su hija, el
padre de Susana, preso de la ira paranoica, vuelca sobre ella un
discurso brutal
y tajante: le dice que vuelva a Cuba, que se olvide de él,
que renuncie a su
apellido. “Ya te dije la realidad, para eso no hubieras
venido, Susana”, expresa.
Ella pregunta: “¿Entonces prefieres que no vuelva
aquí?”. Su respuesta es breve
y contundente: “No, no vengas más”.
Susana necesita constatar este doloroso
dato: “Prefieres que no vuelva…”. La
réplica se repite: “No, no vengas
más”.
Las palabras del padre se suceden abriendo un surco, acrecentando la
herida y
señalando su inasequible reparación:
Tú has venido aquí
a hacerme la vida más imposible de lo que yo la tengo
aquí esperando qué pasa,
si me muero aquí o me muero en mi país.
(…) Ellos te van a decir ‘congratulations,
Susana’ por lo que hiciste. A eso me refiero yo, estoy
viviendo aquí y tú
vienes a joderme. Porque lo que has venido Susana, es a joderme.
(…) Ahora te
vas y ellos te van a decir congratulations. No
quiero saber de nadie. Y
tú no vienes más aquí a mi casa.
Ignórame. Quítate el apellido. Te voy a
felicitar porque te quites mi apellido. No quiero que tengas mi
apellido. No
quiero.
Como sucede a lo largo de
prácticamente todo el documental, no se logra distinguir la
figura del padre.
Algún fragmento de su sobretodo aparece en cuadro, en
ocasiones logramos reconocer
su mano, que se mueve enérgica. Si bien en determinados
momentos el hombre se detiene,
en otros continúa el movimiento: se le ve dejar el
departamento, caminar por un
pasillo, bajar escaleras. Como si escapara de su hija y de todo aquello
con lo
que ella viene a confrontarlo, alejándose, una vez
más, mientras vierte este
discurso de escisión sin retorno. Los recibimientos
también habían sido distintos
en ambos documentales: uno de brazos abiertos y el otro siempre al filo
de la
sospecha.
Esta modificación
en la figura del pater, desde una
película realizada en 1978 a una de 2008, puede comprenderse
a partir de la
reflexión de Dean Luis Reyes, quien sostiene que durante los
noventa en el cine
cubano “la figura conflictiva del principio de autoridad se
desplaza hacia el
padre, centro de imantación de la familia, si bien ahora
leído como depósito de
contradicciones insalvables” (Reyes, 2018). El autor reconoce
dos vertientes en
el conflicto con la figura paterna: por un lado, las producciones que
hacen
hincapié en la disminución de su autoridad, al
convertirse en depositaria de
“una ley anacrónica, cuya puesta en
práctica es imposible” (Reyes, 2018)[18]
y, por otro, las que hacen referencia al “síndrome
de orfandad” (Reyes, 2018). Entre
estas últimas se ubica The Illusion.
El cine cubano de
las últimas décadas manifiesta una
vocación indagatoria y crítica sobre
cuestiones identitarias. El inicio del Período Especial fue
el puntapié de este
proceso. La crisis económica fue también social,
espiritual e ideológica. La
cubanidad hubo de repensarse. Y tanto el Padre como la Patria
Revolucionaria (y
el propio Fidel Castro), pilares en la constitución
identitaria individual y
colectiva, fueron puestos en el centro de los cuestionamientos. En el
cine,
estas figuras fueron desconfiguradas de un modo que en The
Illusion se manifiesta a partir de las elecciones formales
que
ya se han analizado (encuadres, montaje, puesta en escena).[19]
La elección de las estrategias características
del documental performativo, que
conllevan la inscripción de la mirada subjetiva y la
experiencia afectiva de la
hija (perspectivas ausentes en períodos anteriores),
modifica el acercamiento al
problema de la emigración, propiciando una
identificación tan emotiva como
compleja y contradictoria. Lejos de lo sucedido en décadas
anteriores, en
palabras de Dean Luis Reyes (2018), “El Padre ha quedado en
la otra acera, la
del pasado, mientras desde la de enfrente una cámara de
video lo observa
imperturbable” (s/n).
A
modo de cierre
Cincuentaicinco
hermanos es un film
en el cual se percibe la influencia de la escuela documental del ICAIC
y de una
coyuntura política atravesada por la novedad de la visita a
Cuba de hijos de
emigrados. En él, la voz en off
(que
sólo se dirige, circunstancialmente, a los entrevistados) es
institucional y
guía testimonios que buscan persuadir lógicamente
al espectador. The Illusion, por su
parte, lleva la
impronta de la EICTV y de la crisis del Período Especial. En
él, la voz de la
directora es íntima e inscribe la subjetividad de una
historia sumamente
personal que, apelando a la emotividad de los espectadores, reflexiona
sobre
las repercusiones de la emigración en la
constitución identitaria de la
sociedad cubana. La pregunta sobre la identidad en estos films
conlleva, además, un viaje (tanto literal como
metafórico)
hacia el origen, figurado en la patria y el padre. La
problematización de la
figura paterna y su rol en tanto detentora de la ley varía
de un film al otro, demostrando un
pasaje en
el cine cubano que tiene como punto de inflexión la crisis
de los años noventa.
Si la figura de Fidel Castro en la película de 1978 se
construye en tanto
encarnación de una Patria Revolucionaria plena de autoridad,
alrededor de la
cual orbitan los brigadistas que en ella encuentran su punto de
unión, el padre
de Susana Barriga, en su documental de 2008, es centro de
contradicciones que
el film interpela, desconfigura y
deconstruye.
Se constata en
estos documentales una hipótesis sobre la que se ha
trabajado ya en otras
oportunidades y que plantea una redefinición de la
representación del emigrado
en el cine cubano a partir del ingreso en el Período
Especial, desde identidades
estáticas, fijas y definidas (construidas
cinematográficamente en Cincuentaicinco
hermanos no sólo a
través del discurso, sino de la selección de
planos estables y de extensa
duración, montados en función de la
progresión del relato) a identidades
móviles, múltiples, complejas y no
nítida ni preliminarmente definidas (que en The
Illusion son connotadas por los
frenéticos movimientos de cámara, el montaje
ecléctico de escenas que tienen
lugar en distintos espacios y los planos descentrados que muestran
sólo partes
de los cuerpos o imágenes fuera de foco). Así,
los movimientos fluidos y
progresivos de Cincuentaicinco hermanos
se fragmentan en The Illusion, cuya
estética connota el conflicto y el contrapunto inmanente
inscripto en la
emigración. Si bien el film
de Jesús
Díaz se propone aportar una perspectiva más
compleja sobre el fenómeno
migratorio que la reinante hasta ese momento (y que en el caso del cine
era prácticamente
inexistente), no logra alejarse por completo de una
concepción en cierta medida
esencialista y petrificada de la identidad. En términos de
Néstor García
Canclini (2002) serían esencialistas aquellas concepciones
de la identidad que
la equiparan a ser parte de una nación espacialmente
delimitada, en la que los
referentes identitarios son embalsamados en un estadio tradicional,
definiéndose como esencias de la cultura nacional, pasando
por alto que esos
referentes son históricamente cambiantes. Isabel Monal
(2003) califica a esta
visión ahistórica de la identidad, que no
comprende su evolución dinámica, como
petrificada. Aunque Cincuentaicinco
hermanos sin dudas viene a proponer un cuestionamiento sobre
la concepción
unívoca que se tenía de los emigrados en tanto
gusanos, contrarrevolucionarios
y apátridas, también limita a un grupo muy
concreto, con unos bordes netamente definidos,
esa apertura en la conceptualización. El documental
señala que los emigrados
pueden no sólo ser enemigos sino también ser como
los brigadistas. Pero estos
jóvenes tienen unas características muy
específicas: son fervientes defensores
de la Revolución y abrazan una cultura nacional compuesta
por referentes
revolucionarios ya largamente establecidos, sin ponerlos en
cuestionamiento.
Aunque el film muestra
múltiples
historias y experiencias, no termina de identificar a cada uno de los
actores
sociales presentados, que se tornan entonces indiferenciables. Todos
ellos
configuran un actor colectivo claramente delimitado: la Brigada Antonio
Maceo.
Por el contrario, en The Illusion,
las identidades se resquebrajan y descomponen de modo persistente,
haciendo
imposible definir bordes claros. La puesta en escena, la
composición de los
planos y la estética general del film
no hacen más que remarcar estos aspectos. Del mismo modo, el
discurso hostil
del padre, enérgico y por momentos balbuceante,
también da cuenta de esta falta
de nitidez, poniendo el acento en la constitución
dinámica y compleja de lo
discursivo y de lo identitario. Las identidades se mueven, como los
cuerpos y
como la cámara, sin un sentido fijo ni un fin premeditado.
Son imposibles de
definir y sólo pueden ser parcialmente aprehendidas si se
asume el esfuerzo de
acompañarlas en sus movimientos.
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Bellas Artes, Universidad
Nacional de La Plata, Buenos Aires, Argentina.
Weinrichter, A. (2004). Desvíos
de lo real. El cine de no ficción.
Madrid, España: T/B Editores.
Filmografía
ICAIC (productor) y Díaz, J.
(director). (1978)
Cincuentaicinco hermanos [documental].
Cuba: Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos
(ICAIC).
Leao, A. y Peters, L. (productores
ejecutivos) y Barriga, S. (directora). (2008) The
Illusion [documental]. Cuba: Escuela Internacional de Cine y
Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV),
Fundación del Nuevo Cine
Latinoamericano, The University of Salford y One World Broadcasting
Trust.
Argentina.
Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente cursa
el
doctorado en Historia y Teoría de las Artes en la Facultad
de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires y es becaria doctoral UBACyT.
Integra
el Centro de Investigación y Nuevos Estudios sobre Cine
(CIyNE), perteneciente
al Instituto de Historia del Arte Argentino y Latinoamericano
(FFyL-UBA). Sus
áreas de investigación e interés son
el cine cubano, las migraciones y las
identidades. Sus más recientes publicaciones son
“Entrevista a Susana Barriga.
‘Más allá de las concreciones, me
interesa el gesto poético, dónde cuaja la
obra’”, Revista Cine
Documental, N°
17, 2018; "Entre el buen vecino y la madre patria. Vínculos
de Estados
Unidos y España con los cines mexicano y argentino". En A.
L. Lusnich, A.
Aisemberg y A. Cuarterolo (eds.), Pantallas
transnacionales. El cine argentino y mexicano del período
clásico. Buenos
Aires, Argentina: Imago Mundi; México: Cineteca de
México, 2017; y “Cine,
vínculos sociales, emigración e identidades
contemporáneas en Larga distancia
y Voces de un trayecto”.
Revista Palimpsesto,
nro. 11, vol. 8. Santiago de Chile, Chile, 2017.
[1]
La investigación
doctoral en curso propone pensar los modos de representación
cinematográfica de
la problemática migratoria y de la constitución
identitaria en producciones del
período 1993-2012, teniendo en consideración no
solamente films cubanos sino
también otros de carácter transnacional,
haciendo hincapié en los vínculos con
España y Argentina.
[2]
Más allá de la
producción concebida a partir de parámetros
estrictamente económicos, o de la
nacionalidad de los directores, la incorporación de actores
cubanos, así como
el privilegio de temáticas que atañen
directamente al pueblo de Cuba e, incluso
en algunos casos, el rodaje en locaciones del país, permiten
pensar a estas
películas como transnacionales.
[3]
Esta cita y las
subsecuentes de este autor fueron tomadas del original en
inglés, la traducción
es propia.
[4]
Para mayores
referencias sobre las relaciones políticas y
diplomáticas entre Estados Unidos
y Cuba en torno a cuestiones migratorias se recomienda la lectura de Arboleya
Cervera, J. (2013). Cuba y los
cubanoamericanos. El fenómeno migratorio cubano.
La Habana, Cuba: Fondo
Editorial Casa de las Américas.
[5]
Posteriormente, Jesús
Díaz volvió sobre el tema en el largometraje de
ficción Lejanía (1985).
En él, la reconciliación entre la madre que
regresa
y el hijo que había sido dejado en el país
resultaba imposible. A través del
personaje de la prima (Ana), emigrada por voluntades ajenas, y
reminiscente de
los protagonistas de Cincuentaicinco
hermanos, se atisbaba la posibilidad de encuentro y
diálogo con esa
generación. Miel para
Oshún (Humberto
Solás, 2001) tiene ya como motivo central el reencuentro y
la reconciliación
con los emigrados. En este film, si
bien el protagonista (Roberto) pertenece al mismo grupo generacional
que Ana en
Lejanía y los
jóvenes del documental
de Díaz, y es también a través de
él que se explicita la reconciliación, se
verifica un punto de inflexión al extenderse la
comprensión solidaria a la
generación de los padres, que tomaron la decisión
de emigrar. Para que no
quepan dudas del espíritu conciliatorio del film,
todo se manifiesta en un discurso oral que no deja lugar a las
ambivalencias. “Es
terrible que hayan sido víctimas de ese momento en el que
les tocó vivir”, dice
Pilar (la prima del protagonista), refiriéndose a sus
padres. “Y cada uno
pensaba que hacía lo mejor. Es que no pensaron que las
decisiones que tomaran
en ese momento después podrían ser definitivas.
Por eso no podemos culparlos”.
“Yo no le guardo rencor a mi padre (…)
Él también fue una víctima”,
expresa
luego Roberto. “Nosotros somos ahora los adultos que fueron
ellos hace treinta
años. No nos equivoquemos nosotros. O al menos
intentémoslo”, concluye Pilar. Se
ha desarrollado ya con mayor profundidad estas ideas en la ponencia
“De lo
irreconciliable a la reconciliación: un diálogo
entre Lejanía y Miel para Oshún”,
presentada en las VIII Jornadas de Jóvenes Investigadores
del Instituto de
Investigaciones Gino Germani, en noviembre de 2015.
[6]
Tras haber formado
parte del equipo de la controversial Alicia
en el pueblo de Maravillas (Daniel Díaz Torres,
1990), Jesús Díaz recibió
una beca de la Oficina Alemana para las Relaciones Culturales con el
Extranjero. En 1992 participó en la ciudad de Zurich de un
debate en el que dio
a conocer su ensayo “Los anillos de la serpiente”
(disponible en: https://elpais.com/diario/1992/03/12/opinion/700354805_850215.html).
El escrito generó una
gran polémica entre las autoridades cubanas e
implicó que Díaz pasara el resto
de su vida (murió en 2002) en el exterior.
[7]
Para mayores
referencias sobre la biografía de Jesús
Díaz, se recomienda la lectura de Guerrero,
G. (2002). “Jesús Díaz:
Ilusión y desilusión”. En
Encuentro de la Cultura Cubana, 25,
pp. 10-18, y Rojas, R.
(2002). “Jesús Díaz: el
intelectual redimido”. Centro de Investigación y
Docencia Económicas.
[8]
La proyección más allá
de las fronteras cubanas de la Escuela propició los
intercambios
transnacionales. Muchos estudiantes de otras nacionalidades han
realizado obras
que atañen a problemáticas de Cuba, proponiendo
puntos de vista novedosos y
alternativos. En esta investigación doctoral se trabaja con
el caso del español
Benito Zambrano, quien con su tesis de graduación Los que se quedaron (1993) se
acercó a la cuestión migratoria
cuando recién comenzaba a ser abarcada por la
cinematografía cubana.
Posteriormente, en su largometraje Habana
Blues (2005), se interesó por problematizar
cuestiones de
transnacionalización de la cultura. (Ya se hizo un abordaje
a este tema en el
artículo “Un acercamiento a los intercambios
transnacionales en la
cinematografía del Período Especial: la cubanidad
revisitada”, publicado en la
revista Questión, nro.
52). La
Escuela también favoreció la
consecución de fondos extranjeros para la
realización de los films,
algo que se
aprecia en The Illusion, que fue
realizada en colaboración con la Universidad de Saldford y
One World
Broadcasting Trust (Inglaterra). En adición a esto, Susan
Lord y Zaira Zarza
(2014) recalcan que “los cineastas cubanos que estudiaron en
la EICTV tienen
más que simplemente acceso a cineastas y circuitos
internacionales; también
desarrollan una estética transnacional o
translocal” (p. 200). (Traducción
propia).
[9] Se
pensaron estos conceptos a partir de la obra de Bill Nichols (1997,
2001).
[10]
A partir del concepto
de “territorios circulatorios”, Alain Tarrius
(2000) plantea cómo en sus
experiencias circulatorias los migrantes improvisan identidades
mestizas como
un proceso constante que implica ser “de aquí y de
allá a la vez” (p. 41). A
partir de estos conceptos se construye la configuración de
la identidad en Amor crónico
(Jorge Perugorría, 2012) en
el artículo “Migración y cubanidad en
el cine: una historia de abrazos”,
publicado en el nro. 200 de la revista Cine
Cubano. La noción de campos sociales
transnacionales (Glick Schiller y
Levitt, 2004; Levitt, 2010), que alude a los vínculos entre
origen y destino
incluyendo también a aquellos que no se movilizan, nos
permitió pensar la
configuración de identidades en Balseros
(Carles Bosch y Josep María Domènech, 2002) en la
ponencia “Entre origen y
destino: la configuración de un campo social transnacional
en Balseros”, presentada
en el XXXV
Congreso Internacional de LASA (2017).
[11]
Rosa Teichmann sostiene:
“Susana es una voz sin cuerpo, se ha fragmentado, quebrado
-podríamos decir-
producto de la realidad que le ha tocado vivir” (2012, p.
164).
[12] La
primera imagen que vemos es la última que ella registra.
Sostiene Dean Luis
Reyes (inédito): “Este plano es el centro de su
punto de vista como
documentalista, que en este caso específico coincide con el
de su anhelo
personal. El Padre solo existe en esta trama vaga de flujo digital. Una
estructura caprichosa de electrones es lo único que persiste
de él. No tiene
rostro y mucho menos nombre. Si la cámara se apagara, se
esfumaría como un
espectro sacudido por la luz viva. Jamás habría
existido. Es una ilusión.
Exactamente: La Ilusión” (s/n).
[13]
Aunque claramente este
tipo de angulación en el encuadre no fue buscado de modo
deliberado por la
directora, es significativo señalar que, en la
teoría fílmica, se llama a esta clase
de planos, que comunican un efecto de inestabilidad,
“aberrantes”.
[14]
Incluso si se
presentara como estudiante de la EICTV realizando su tesis de
graduación, dicha
“carta de presentación” institucional no
tendría la capacidad de abrirle
puertas (permitirle filmar en espacios públicos, ganar la
confianza del padre)
del modo en que sí lo hace el ICAIC en la
realización de Cincuentaicinco
hermanos.
[15]
Fragmento de la transcripción
de la conferencia “La poética de lo
incumplido”, dictada por la cineasta en el
marco del XXIV Congreso Internacional Visible Evidence el 5 de agosto
de 2017
en la ciudad de Buenos Aires
[16] Por
este corto, Barriga ganó el premio de la DAAD a mejor corto
internacional,
consistente en una beca de la institución.
[17]
Y
por qué no pensar incluso en él como un padre. No
en vano la película, desde su
mismo título, califica a los brigadistas como hermanos.
[18]
Como el propio autor
señala, un ejemplo paradigmático de esta
vertiente es Video de familia
(Humberto Padrón, 2001). En ese mismo año
también
se opera el perdón explícito al padre que
decidió emigrar, por parte del hijo
que llevó consigo, en Miel para
Oshún (Humberto
Solás, 2001).
[19]
Para pensar la
desconfiguración de las figuras de la Patria Revolucionaria
y de Fidel Castro
resultan interesantes dos films de
Miguel Coyula: Memorias del desarrollo (2010)
y Nadie (2016).