Intelectuales y cultura comunista. Itinerarios, problemas y debates en
la Argentina de posguerra
Adriana Petra
1ra edición (2018)
Fondo de Cultura
Económica – Argentina
ISBN: 9789877191257
Martín Vicente
https://orcid.org/0000-0002-6744-0268
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de
Buenos Aires
vicentemartin28@gmail.com
Se trata de un libro cuya temática es relevante para establecer un
diálogo con zonas que la producción académica argentina ha comenzado a
profundizar, desde las miradas sobre el universo antifascista a las
consideraciones sobre la constitución de la llamada nueva izquierda, pasando
por las peculiaridades del momento posperonista abierto en 1955. Al mismo
tiempo, entabla diálogos con la renovación de estudios sobre el universo
comunista internacional, especialmente en la segunda posguerra. Y ello es así
porque, si bien el objetivo de la obra es el estudio de la intelectualidad
comunista argentina tras el final de la segunda guerra mundial, su enfoque y
construcción abren líneas que permiten al lector trascender la experiencia
puntual que narra, en tanto el trabajo traza una serie de análisis que componen
un mapa extendido que va más allá de las referencias inmediatas de su objeto, del
plano nacional al internacional y viceversa. El libro atraviesa el caso
argentino para reposicionarlo en problemáticas de corte mundial y regional, al
tiempo que desde las diversas experiencias comunistas enfoca temas que van más
allá del campo de fuerzas del Partido Comunista.
Tras la introducción, donde Petra propone que la experiencia de la
intelectualidad comunista “continúa siendo paradigmática, pues concentra sobre
sí todas las paradojas de ese personaje moderno que es el intelectual” (p. 13),
“Vanguardistas, reformistas, antifascistas”, el primer capítulo, muestra una
serie de dinámicas que marcaron cómo la intelectualidad comunista argentina
vivenció las décadas previas a la segunda guerra. Allí se destaca de qué modo en
los años treinta una serie de fenómenos construyeron las grandes líneas que
marcaron el espacio comunista intelectual: los nexos del proletarismo y el antifascismo
en un primer caso; la trayectoria de Aníbal Ponce en un segundo; la Agrupación
de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE) en un tercer eje.
Allí las diversas expresiones de las posiciones antifascistas actúan como hilo
que permite a la historiadora hilvanar el peso de las consignas oficiales de
“clase contra clase”, los roles de figuras intelectuales como los escritores y
periodistas Elías Castelnuovo y Roberto Arlt y el peso de Ponce (acaso el
primer gran intelectual del Partido) en la construcción de un antifascismo
propiamente comunista. La autora muestra los modos en que el espacio
antifascista ejerció como universo de socialización político-intelectual,
implicó la aparición de lecturas sobre la historia nacional u operó como clave
para la creación de espacios frentistas o ampliados que serán, de allí en
adelante, puntos nodales para captar las distintas polémicas y transformaciones
narradas.
“Intelectuales y cultura comunista en la segunda posguerra” es el
segundo capítulo. Allí Petra aborda cómo el clima posterior al final de la guerra
había prestigiado al comunismo, engrosando sus filas con intelectuales
militantes, pero enfoca cómo posteriormente una serie de procesos exógenos (la
propaganda anticomunista) pero también internos (el verticalismo interno)
llevaron a un proceso donde nuevamente la intelectualidad comunista se vio
aislada, en un punto como ocurría antes del momento antifascista. Como destaca
la autora, los procesos internacionales que colocaron en primer plano la
dogmática partidaria deben ser reconsiderados para el caso argentino por el
impacto del decenio peronista y las diversas estrategias del Partido Comunista
y sus intelectuales ante el justicialismo.
Así, el capítulo se divide primero en un abordaje a la experiencia
soviética, luego una lectura sobre las vías del activismo cultural y en un
tercer momento sobre las reconfiguraciones de la figura del intelectual. Petra
analiza con detalle la faceta editorial comunista, de la que destaca que se
trató del mayor sistema editorial con el cual ha contado un partido político
argentino (y que posiblemente lo fuera de toda América Latina) al menos entre
la segunda mitad de los años cuarenta e inicios de los sesenta. La figura del
intelectual que se perfila allí aparecerá marcada por la voluntad
político-pedagógica del Partido tanto como por el impacto que ello supuso para figuras
que habían conquistado sitios de visibilidad y autoridad en el espacio frentista
previo.
Es por ello que el capítulo se detiene, en un cuarto y quinto apartados,
sobre cómo el “espíritu de partido” y la producción escrita vivieron encuentros
y desencuentros, y luego sobre el impacto de las purgas antivanguardistas, para
cerrar en un sexto apartado abordando la revista Cuadernos de Cultura. En un caso, se exploran los límites
simbólicos y fácticos promovidos por las posiciones estéticas oficiales y su
impacto en el mapa de creadores comunistas; en el otro, una experiencia que
buscaba promover una lectura legitimista de la concepción cultural comunista.
En ambos abordajes, Petra restituye la centralidad que la literatura tuvo en
los debates del comunismo, en tanto no se trataba de una esfera donde la
política pudiera desentenderse de las polémicas estéticas y expresivas. Lejos
de poder imponer los mecanismos propios del universo soviético, y ante las
diversas constataciones (primero puntuales luego a nivel oficial) sobre la
realidad represiva del estalinismo, los comunistas locales experimentaron las
dificultades que impactaron a los comunistas ante el otrora espacio frentista y
antifascista, pero se puede constatar cómo múltiples temas, cruces o polémicas
dinamizaron un espacio en equilibrio entre la doctrina partidaria y las
trayectorias individuales y grupales.
El tercer capítulo es “Antiimperialismo y peronismo”. Las ideas de
nación e internacionalismo que mutaron tras la segunda guerra aparecieron
atravesadas por el antimperialismo y la conciencia tercermundista, por lo que
“los comunistas latinoamericanos retomaron los motivos antiimperialistas que
habían abandonado en 1935, aunque sobre nuevas coordenadas e impulsos
ideológicos, por cierto no siempre precisos ni situados” (p. 143). Estos
intelectuales participaron de una ruptura con el espacio liberal y se situaron
ante el (renovado) peligro imperialista con el ascenso de los Estados Unidos a
potencia global. Esos son dos ejes del capítulo, atravesados por la cuestión
peronista. Por un lado, el distanciamiento de un universo liberal que se
acercaba al anticomunismo implicó la pérdida de prestigio y posiciones que los
referentes comunistas habían ganado en el universo antifascista; por el otro,
la identificación de las masas trabajadoras con el peronismo llevaba a que los
intelectuales comunistas debieran sumar otra pauta de distanciamiento de aquel
espacio liberal-antifascista que también se colocaba en el antiperonismo. Ante
la división peronismo-antiperonismo, sin embargo, la crisis liberal no hizo
eclosión directa, sino que fue más adelante cuando ello profundizó ciertas grietas
abiertas en esos años.
El capítulo además particulariza en apartados sobre la polémica entre el
referente Rodolfo Ghioldi y el autor socialista Roberto Giusti, donde se
discutió sobre nación, imperialismo, identidad comunista y cultura a lo largo
de diversos cruces; el rol de las organizaciones político-culturales, con la
Casa de la Cultura Argentina como eje para mostrar tanto la dinámica de las
iniciativas de los intelectuales comunistas cuanto sus límites para
institucionalizarlas; y finalmente aborda la gauchesca como prisma para captar
los debates sobre cultura y nación, que atravesaron las páginas de ese
capítulo, y que permitió reinsertar una serie de debates desde esa expresión
otrora desdeñada por el comunismo y la izquierda en general.
“Los comunistas y la paz. Figuras y problemas de un movimiento global”,
es el cuarto capítulo. Sus páginas presentan el impacto que el I Congreso
Mundial por la Paz y el Movimiento por la Paz, como fenómenos de corte mundial,
tuvieron entre la intelectualidad comunista argentina. Petra parte de
considerar el contexto regional para mostrar cómo el impacto del “llamado
pacifista” configuró una serie de relaciones institucionales, personales y
temáticas. A partir de ello analiza el Consejo Argentino por la Paz, donde
aparecen desde las tensiones con los críticos del comunismo que se oponían a la
“paz comunista” a las pautas que ligaban las dinámicas del universo local con
las de la posición comunista global en la bipolaridad de la guerra fría, que
implicaba “una nueva geografía” para los latinoamericanos. A continuación, el
siguiente apartado aborda la figura de María Rosa Oliver, centrándose en su
trayectoria en el Movimiento, donde fue, para Petra, pieza clave del Movimiento
por la Paz en la Argentina. De origen en la clase alta porteña, su posición
humanista la llevó al socialismo y la identificación con la URRS, el pacifismo
comunista y luego la apuesta por el maoísmo y la revolución cubana. Petra
rescata cómo sus compañeros destacaron la labor de Oliver para visibilizar a
Latinoamérica en un contexto donde el subcontinente aparecía escasamente
presente en los debates internacionales.
En el cierre del capítulo, la historiadora analiza el caso del escritor
Alfredo Varela y los debates sobre a su obra y su figura política. Varela había
iniciado su militancia en la AIAPE, su novela social El río oscuro había sido un suceso en 1943 y su detención en 1951
por participar en una huelga implicó la solidaridad de notables tanto del
Consejo Mundial por la Paz como de intelectuales liberales, unos meses antes de
que se estrenara la versión cinematográfica de su obra bajo la dirección de
Hugo Del Carril, uno de los mayores cineastas argentinos de la época. En los
pliegues presentados por esos casos, Petra ve muchos de “los vaivenes y las
dificultades que el Movimiento por la Paz encontró en Argentina para
desarrollarse” (p. 241), lo que tuvo impacto directo en los modos en que la
intelectualidad comunista pudo (o no) reposicionar sus sitios en los mapas
político-intelectuales locales.
El quinto capítulo de la obra es “La década comunista. Héctor P. Agosti
y los debates de los años cincuenta”. El abordaje a la figura del periodista y
ensayista le permite a Petra enfocar el modo en que, desde el universo
antifascista, Agosti se convirtió en el intelectual partidario de mayor
visibilidad en esta etapa. A continuación, el capítulo aborda los debates sobre
el centenario de la muerte de Esteban Echeverría, donde un conjunto de autores
comunistas fueron parte de la Comisión de Homenaje, polémicas que exploraron
muchos de los principales temas que, desde la obra de Agosti, surcaban al
comunismo argentino y lo cruzaban con otros espacios. Petra destaca como marca
característica de Agosti el énfasis que sus análisis colocaban sobre la cultura
y los intelectuales. Luego, dedica una serie de apartados a varias de las
principales pautas del pensamiento del intelectual porteño, tanto las de
carácter más contextual (su visita a la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, la revolución cubana) como las nodales en su pensamiento, como la
marcada. Agosti fue articulador de un espacio de jóvenes intelectuales que
serían los renovadores de los años siguientes (al modo de lo que hizo
previamente Ponce con la generación del propio Agosti), que debatieron con él
de modo directo o indirecto, mostrando tanto las vías en que estos jóvenes
ingresaban a la vida política de la mano de un referente como las formas en que
ellos chocaban con sus mayores y buscaban abrir otras vías de legitimidad para
intervenir, cuestionando incluso los sustratos mismos de la autoridad de la
generación precedente.
El último capítulo, “Gramsci y la nueva izquierda: morfología de una
recepción intensa”, engancha directamente su núcleo temático con el anterior.
Tras la introducción, Petra analiza cómo Sur,
la revista central de la vida intelectual local por décadas y referente del
espacio liberal, operó como vía de
ingreso de la literatura italiana en la Argentina, para estudiar luego cómo el
derrocamiento del peronismo implicó para diversos espacios
político-intelectuales repensar el problema de las generaciones, con especial
atención al rol de autores como Juan Carlos Portantiero, discípulo y ayudante
de Agosti y parte del joven grupo mencionado, donde además se abrieron diversos
debates sobre el realismo como tendencia expresiva y se llegó incluso a
discutir el status del cientificismo
en la obra de Karl Marx como modo de llevar el debate contextual hacia las
propias bases ideológicas comunistas. A continuación, Petra dedica una serie de
apartados a estudiar cómo la influencia de Antonio Gramsci va convirtiéndose en
una clave para asomarse a las polémicas, transformaciones y límites en el
espacio comunista. Ello fue central, como muestra la autora desde el caso de la
revista cordobesa Pasado y Presente,
en la consolidación durante la década de 1960 de esa generación de jóvenes
intelectuales que se permitió discutir con la elite partidaria desde sus
credenciales académicas y modernizadoras, incluso sobre la misma teoría
marxista.
En las conclusiones, Petra se encarga de reposicionar el estatuto de los
estudios sobre el comunismo y los intelectuales: no sólo como una obra escrita
décadas luego de la caída del Muro de Berlín y de las sucesivas aperturas de
archivos soviéticos, sino que, como marca, la historia contenida en sus páginas
se trabajó tras una serie importante de cambios en las consideraciones sobre
las relaciones entre intelectuales y comunismo. Así, la autora indica que el
recorrido de su libro partió de analizar un momento en que “la política
partidaria respecto de los intelectuales fue lábil y espasmódica” (p. 396),
para ir hacia una etapa, marcada por las pautas de la guerra fría, donde el
partido buscó marcar una línea más estricta y profesional para el trabajo
intelectual. Acaso allí radicaron muchas de las claves que hicieron que las
relaciones entre el mundo intelectual y el partidario aparecieran interpretadas
tanto por críticos de la época como por visiones posteriores bajo esquemas
rígidos, donde los intelectuales y artistas ligados al universo comunista
aparecían como meros receptores de una línea vertical. Es por ello de central
importancia cómo esta obra expone una serie de relaciones entre el Partido, los
núcleos intelectuales y los actores individuales, tanto como la atención que
presta a las diversas polémicas, transformaciones y rupturas presentes en los
temas y las formas expresivas centrales en cada punto de ese recorrido.
Intelectuales y cultura
comunista es un trabajo de
excelente factura, tanto por cómo la mirada de su autora aborda la relación
entre planos internacionales, regionales y nacionales para estudiar a la
intelectualidad comunista argentina, cuanto por cómo esas vías atraviesan temas
de centralidad para la historia política e intelectual local entendida en
relación con el plano supra-nacional. Tal óptica, imperativa para estudiar un
movimiento internacionalista como el comunista, permite a Petra (valga la figura)
salir del caso argentino para poder entrar en él de manera más densa:
reponiendo contextos temáticos, tramas internacionales, relaciones
político-intelectuales inestables…Y allí radica una de las claves de esta obra,
en tanto las diferentes inflexiones marcadas lo dotan de una complejidad de
enfoque cuanto de resultados que lo constituyen en un libro que será de
referencia no sólo para los estudios sobre los intelectuales y el comunismo,
sino sobre una etapa de la historia argentina donde el impacto de las
problemáticas de corte internacional es difícil de exagerar. En definitiva,
estamos ante un trabajo cuya factura repone en sus páginas el verdadero sentido
complejo del tema que trata, haciéndole honor a esa misma complejidad.
Martín Alejandro
Vicente
Argentino. Doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (FSOC-UBA). Investigador
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con
sede en el Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires
(IGEHCS-UNCPBA). Su área de trabajo es la historia político-intelectual. Entre
sus publicaciones se destacan el libro De
la refundación al ocaso. Los intelectuales liberal-conservadores ante la última
dictadura (UNLP-UNGS-UNM, 2015) y la coordinación del dossier “Usos del
totalitarismo en Argentina: recepciones, conceptualizaciones y polémicas
político-intelectuales”, Quinto Sol,
21-1, 2017, donde también fue autor.