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En defensa del populismo Carlos Fernández Liria https://orcid.org/0000-0002-0062-4417 Universidad Nacional Autónoma de
México
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Carlos Fernández Liria es Doctor en
Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y
profesor en la Facultad de
Filosofía en esa misma universidad, también se ha
desempeñado como guionista de
televisión y ha estado vinculado al partido
político Podemos desde su creación,
actualmente es parte de la plataforma Más Madrid encabezada
por Iñigo Errejón
(cofundador de Podemos). Su libro, En
defensa del populismo, debe ser leído desde el
contexto de la irrupción de
Podemos en el escenario político español con
todas las consecuencias y
discusiones que ello ha acarreado. Por eso a menudo se alude a todo el
vocabulario de este debate político que ha tenido lugar en
España en los
últimos años.
No obstante, el
texto de Carlos Fernández Liria no se limita a ser,
únicamente, una respuesta a
la actual coyuntura política de España, sino que
busca responder preguntas
fundamentales acerca de la relevancia que tiene el populismo para la
política
en general. Las respuestas que da el autor están
sustentadas, en primer lugar, por
una confianza en el proyecto de la Ilustración y sus
principios. Pero aquí cabe
aclarar que la Ilustración que defiende Fernández
Liria es una muy sui generis, en la
medida en que no es
una defensa dogmática de la razón
científica y que, además, comprende
personajes que, desde el punto de vista cronológico,
están fuera de ella, por
ejemplo Sócrates y el diálogo
socrático son figuras centrales a lo largo de
todo el libro. En segundo lugar, domina un punto de vista
antropológico (antes
que histórico), pues como insiste a lo largo de todo el
libro, para comprender
el populismo hace falta “ser un poco
antropólogo”.
Lo anterior hace
que en su defensa del populismo pesen más las figuras de
Kant y de
Levi-Strauss, que las de Gramsci o Laclau, como normalmente sucede en
la
literatura sobre el tema. Otro punto en el que se distingue de buena
parte de
las obras dedicadas al populismo es que no encontramos las
clásicas referencias
a las “experiencias históricas” del
populismo. Esto se explica por el hecho de
que al predominar el punto de vista antropológico sobre el
histórico, el
populismo aparece ante todo como un conjunto de comportamientos
inherentes al
ser humano, comportamientos con los que tropieza la razón
ilustrada y con los que
tiene que aprender a negociar.
El libro arranca
con una lección de realismo político:
reconociendo que la efectividad de la
razón y la verdad dentro de la política es
realmente limitada. Y que es ingenuo
pensar que la mentira y la falsedad en política pueden ser
combatidas simplemente
con discursos bien argumentados como en el campo científico.
Por lo que
entonces es vital plantear la pregunta acerca de “en
qué medida la verdad tiene
alguna posibilidad en el mundo político”
(Fernández Liria, 2016, p.38). Una vez
expuesta esta limitación y planteado el problema, el
siguiente paso es llevar
cabo una crítica de la razón política
que Fernández Liria realiza de la mano de
Régis Debray en los primeros capítulos de su
libro. Y ésta consiste en la
constatación de que en el mundo político la
razón ilustrada tiene unos límites
antropológicos
objetivos y que no puede hacer como si no existieran.
El autor subraya
cómo la Ilustración en su pretensión
de universalidad ha hecho abstracción del
hombre dejando fuera el sexo, las creencias, pertenencias nacionales,
etc., por
tratarse de obstáculos para el ejercicio de la
razón, olvidando que son
condiciones del ejercicio de la razón.
Y
que simplemente no se puede prescindir de estos elementos de
“oscuridad” por
considerárselos “irracionales”. Eso,
para Fernández Liria, es un error político
y significa regalar al enemigo (el populismo de derechas) todo aquello
que
moviliza a las personas. Y eso, en la arena política, es
perder la batalla
antes de haber iniciado, no reconocer que “la
política es, ante todo, una lucha
por la hegemonía, una lucha, por tanto, por instalarse en el
sentido común de
la población de manera que los propios intereses se hagan
pasar por los
intereses de la voluntad general.” (p.52). Todo proyecto
político
emancipatorio, como pretende serlo la Ilustración, debe
empezar por tener en
cuenta esto y también que “En el mundo
político, el lenguaje siempre es
propiedad del enemigo. El poderoso, ante todo, tiene poder sobre el
lenguaje.
Incluso para hablar contra él, hay que comenzar por
obedecerle.” (p.36).
Esta es una de las
principales lecciones del libro: el populismo enseña a la
Ilustración que si
quiere ser efectivo en política debe hablar su lenguaje,
utilizar sus recursos,
en definitiva, aceptar que: si lo que se persigue es crear una nueva
hegemonía
no se puede olvidar que “La lucha por la hegemonía
debería ante todo tener en
cuenta cuáles son los verdaderos resortes del mundo en el
que tiene que
desenvolverse” (p.56). En los capítulos finales
Fernández Liria se encarga de
manera extensa de dos de estos “resortes” o
movilizadores, como la religión y
el sexo.
La primera mitad
del libro finaliza con una constatación pesimista y es que
la Ilustración ha
sufrido dos importantes derrotas; la primera en su búsqueda
de libertad e
igualdad entre ciudadanos fue traicionada y desembocó en una
proletarización
global. En el entendido de que para los pensadores ilustrados ciudadano
era
aquel que no dependía de nadie, y que “no se puede
hablar de ciudadanía ahí
donde hay dependencia civil” (p.63), como sucede con el
proletario. El que
actualmente se emplee el término ciudadano para referirse a
las personas del
siglo XXI, afirma Liria, no es sino una ficción
jurídica con la que los
filósofos ilustrados estarían en desacuerdo. La
segunda derrota viene dada por
la historia que, contrario a lo que se pensaba, no ha terminado por
expulsar a
lo irracional del mundo, sino que se han agudizado y ha desembocado en
el
nihilismo y una nueva serie de supersticiones. Lo que esta derrota nos
enseña
es que la irracionalidad de las identidades y las creencias no es un
fenómeno
histórico destinado a desaparecer, sino que es algo
antropológico, arraigado en
la constitución misma del hombre, afirma el
filósofo español.
Para contrarrestar este panorama pesimista Fernández Liria, en la segunda mitad del libro, emprende la defensa de la Ilustración; él está interesado en defender a la Ilustración a través de su legado político institucional. Para el autor la tradición republicana y su diseño institucional basado en la búsqueda de pesos y contrapesos capaces de garantizar el equilibrio de poderes representa una condición necesaria para alcanzar la gobernabilidad. El filósofo español asegura que esta herencia de la Ilustración es la única posibilidad de que la razón ocupe un lugar dentro de la política, pues hace necesario el diálogo para llegar a acuerdos:
La inmunidad parlamentaria, la libertad de
expresión, la división de poderes, que impide al
Gobierno legislar y al
Parlamento juzgar… todas son medidas realistas para generar
un espacio en el
que la voz de la razón y de la libertad tengan
así alguna oportunidad en este
mundo (p.88).
El autor lamenta
que el marxismo y la extrema izquierda hayan cometido el error
teórico de no
distinguir entre capitalismo y Estado moderno, al interpretar el Estado
como un
simple administrador de los intereses capitalistas; pues esto ha
conducido a un
error político, es decir, a la renuncia a dar la batalla en
el terreno
institucional, regalando así el legado teórico de
la Ilustración que está
detrás del Estado moderno y, por lo tanto, dejando las
instituciones en manos
de la derecha, mientras la izquierda se empeñaba en la que,
para Fernández Liria,
es la absurda tarea de crear algo completamente nuevo y distinto al
Estado
moderno.
Lo anterior
conduce a la propuesta central del libro que es la defensa de una
praxis
política muy determinada: un populismo de izquierda que
recupere lo mejor de la
tradición republicana porque para el autor: “La
única posibilidad de marcar un
abismo con el populismo fascista reside en la referencia populista a
los
principios republicanos” (p.121). O como dirá
más adelante se trata de
“republicanizar el populismo”, de
“ensayar la posibilidad de reconducir el
populismo hacia […] una Ilustración
verosímil o, mejor dicho, viable” (p.234).
Frente a los “resortes del mundo” (las pasiones,
las identidades, las creencias,
etc.) que movilizan a la gente en un sentido político existe
la posibilidad de,
a través de una recuperación de la
tradición republicana, producir objetividad
política
y encontrar un lugar a la razón. En este punto
Fernández Liria es claro, una
articulación entre populismo y republicanismo constituye la
única vía de crear
un populismo de izquierda.
Ahora que los
populismos de derecha se presentan -aunque sea sólo
discursivamente- como
antisistema y empiezan a renegar del legado republicano, aparece la
oportunidad
de que la izquierda se posicione como defensora del orden institucional
y
conquiste el sentido común. Así es como
interpreta el éxito de Podemos, que
supo orientarse políticamente en esta dirección,
“Entre muchas de las
tendencias anarcolíquidas del 15-M, Podemos supo extraer de
ahí la defensa de
las instituciones frente al anarcocapitalismo de los
mercados” (p.121). Y se
presentó como un proyecto político que no
sólo era una reacción que se
conformaba con llenar las plazas ante cada nuevo atropello de la clase
política, sino que apostó por competir dentro de
las instituciones, dentro de
sus medios de comunicación, y dejar atrás el
ideal de pureza ideológica que
conduce a un inmovilismo.
Finalmente, el
autor aborda el tema de la religión y el sexo, dos de los
que él llama “los
resortes del mundo”, y con los que tanto la
Ilustración como la izquierda han
tenido una relación conflictiva. En el caso de la
religión, Fernández Liria,
busca poner sobre la mesa que existe una afinidad de principios y
preocupaciones entre los proyectos políticos emancipatorios
y el catolicismo
como la búsqueda de la igualdad, la defensa del pobre, la
preocupación por el
prójimo, y la teología de la
liberación sirve como ejemplo de todo ello. Así
como también que en el fondo de toda religión
existe una intención de tener
razón, que con ayuda de la
Ilustración y sus instituciones puede ser encauzada hacia
una política de
izquierdas; pero en todo momento también advierte sobre los
límites y lo
endeble de esta posibilidad.
En cuanto al
último capítulo, el más extenso del
libro, dedicado a la relación entre razón y
sexo, lo primero que se puede decir al respecto es que la idea de fondo
es que
“No se puede resolver el problema de la mayoría de
edad sin prestar toda la
atención a la familia, la infancia y el sexo”
(p.209), y Freud proporciona a la
Ilustración las herramientas necesarias para conceptualizar
el problema de la
minoría de edad. La infancia, o el inconsciente para el
psicoanálisis, no puede
ser interpretada como una etapa a superar de una vez y para siempre,
sino como
algo que permanece ahí, que siempre retorna; y que, por lo
tanto, la vida
adulta en buena medida sólo significa renunciar a la
satisfacción directa de
los deseos infantiles y conformarse con una satisfacción de
segundo orden o, en
palabras del propio autor, que “lo que no puede ser
satisfecho en los hechos se
satisface en la estructura de los hechos” (p.174). En
términos políticos esto
significa que la razón ilustrada que tiene su
materialización en las
instituciones republicanas debe tener en cuenta que ellas son parte
fundamental
de esta estructura de los hechos, y que deben considerar las formas de
satisfacer los deseos infantiles (o “irracionales), placeres
producto de la
pertenencia, las identidades, las supersticiones. En resumen:
comprender que “No
es posible ser adulto sin habilitar un lugar para la
infancia.” (p.182) o, de
otro modo, estos deseos aflorarán de otras maneras, como
puede ser una deriva
hacia el populismo de derechas.
El texto En defensa el
populismo tiene dos
grandes virtudes: su claridad expositiva, poco frecuente en los libros
de
filosofía sobre el tema, y el moverse a un mismo tiempo en
el nivel teórico y
el de la práctica política. En el nivel
teórico su mayor novedad es la de
demostrar la viabilidad de un entendimiento entre
Ilustración y populismo donde
“Mientras la Ilustración señala el
horizonte de lo irrenunciable, el populismo
marca la pauta de lo inevitable” (p.237); aunque
también hay que señalar que,
en este mismo nivel, hace falta un trabajo más preciso para
lograr distinciones
claves para la argumentación que pretende llevar a cabo
como, por ejemplo,
aquella entre Ilustración y capitalismo o entre progreso e
historia, que a
falta de mayor elaboración por momentos parece tratarse de
un simple
maniqueísmo. En cuanto al nivel de la praxis
política queda la invitación de
Fernández Liria a dar la batalla por la hegemonía
entendida como sentido común
y dejar de cometer el error de “entregar
al enemigo el control sobre todos los resortes del mundo
político” (p.140.
Cursivas del autor), además de regalar un legado tan amplio
como el de la
Ilustración, es invaluable en todo contexto
político.
Referencias
bibliográficas
Fernández, C. (2016). En
defensa del populismo. Madrid,
España: Catarata.
Erick
Israel Sepúlveda Murillo
Mexicano.
Licenciado en Filosofía por la Universidad
Autónoma de Baja California,
actualmente cursa la maestría en Filosofía en la
Universidad Nacional Autónoma
de México. Sus líneas de investigación
e interés se enfocan a la filosofía
política y la historia de la filosofía.
Actualmente realiza una investigación
de maestría acerca de la recepción del origen de
la filosofía y sus
implicaciones político-filosófica en la manera de
comprender la historia de la
filosofía.