En defensa del populismo

Carlos Fernández Liria
Catarata, 2016
Madrid, España: 240 pp.

ISBN: 978-84-9097-124-6

 

 Erick Israel Sepúlveda Murillo

https://orcid.org/0000-0002-0062-4417

Universidad Nacional Autónoma de México

ericksep91@gmail.com

 

Carlos Fernández Liria es Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y profesor en la Facultad de Filosofía en esa misma universidad, también se ha desempeñado como guionista de televisión y ha estado vinculado al partido político Podemos desde su creación, actualmente es parte de la plataforma Más Madrid encabezada por Iñigo Errejón (cofundador de Podemos). Su libro, En defensa del populismo, debe ser leído desde el contexto de la irrupción de Podemos en el escenario político español con todas las consecuencias y discusiones que ello ha acarreado. Por eso a menudo se alude a todo el vocabulario de este debate político que ha tenido lugar en España en los últimos años.

No obstante, el texto de Carlos Fernández Liria no se limita a ser, únicamente, una respuesta a la actual coyuntura política de España, sino que busca responder preguntas fundamentales acerca de la relevancia que tiene el populismo para la política en general. Las respuestas que da el autor están sustentadas, en primer lugar, por una confianza en el proyecto de la Ilustración y sus principios. Pero aquí cabe aclarar que la Ilustración que defiende Fernández Liria es una muy sui generis, en la medida en que no es una defensa dogmática de la razón científica y que, además, comprende personajes que, desde el punto de vista cronológico, están fuera de ella, por ejemplo Sócrates y el diálogo socrático son figuras centrales a lo largo de todo el libro. En segundo lugar, domina un punto de vista antropológico (antes que histórico), pues como insiste a lo largo de todo el libro, para comprender el populismo hace falta “ser un poco antropólogo”.

Lo anterior hace que en su defensa del populismo pesen más las figuras de Kant y de Levi-Strauss, que las de Gramsci o Laclau, como normalmente sucede en la literatura sobre el tema. Otro punto en el que se distingue de buena parte de las obras dedicadas al populismo es que no encontramos las clásicas referencias a las “experiencias históricas” del populismo. Esto se explica por el hecho de que al predominar el punto de vista antropológico sobre el histórico, el populismo aparece ante todo como un conjunto de comportamientos inherentes al ser humano, comportamientos con los que tropieza la razón ilustrada y con los que tiene que aprender a negociar.

El libro arranca con una lección de realismo político: reconociendo que la efectividad de la razón y la verdad dentro de la política es realmente limitada. Y que es ingenuo pensar que la mentira y la falsedad en política pueden ser combatidas simplemente con discursos bien argumentados como en el campo científico. Por lo que entonces es vital plantear la pregunta acerca de “en qué medida la verdad tiene alguna posibilidad en el mundo político” (Fernández Liria, 2016, p.38). Una vez expuesta esta limitación y planteado el problema, el siguiente paso es llevar cabo una crítica de la razón política que Fernández Liria realiza de la mano de Régis Debray en los primeros capítulos de su libro. Y ésta consiste en la constatación de que en el mundo político la razón ilustrada tiene unos límites antropológicos objetivos y que no puede hacer como si no existieran.

El autor subraya cómo la Ilustración en su pretensión de universalidad ha hecho abstracción del hombre dejando fuera el sexo, las creencias, pertenencias nacionales, etc., por tratarse de obstáculos para el ejercicio de la razón, olvidando que son condiciones del ejercicio de la razón. Y que simplemente no se puede prescindir de estos elementos de “oscuridad” por considerárselos “irracionales”. Eso, para Fernández Liria, es un error político y significa regalar al enemigo (el populismo de derechas) todo aquello que moviliza a las personas. Y eso, en la arena política, es perder la batalla antes de haber iniciado, no reconocer que “la política es, ante todo, una lucha por la hegemonía, una lucha, por tanto, por instalarse en el sentido común de la población de manera que los propios intereses se hagan pasar por los intereses de la voluntad general.” (p.52). Todo proyecto político emancipatorio, como pretende serlo la Ilustración, debe empezar por tener en cuenta esto y también que “En el mundo político, el lenguaje siempre es propiedad del enemigo. El poderoso, ante todo, tiene poder sobre el lenguaje. Incluso para hablar contra él, hay que comenzar por obedecerle.” (p.36).

Esta es una de las principales lecciones del libro: el populismo enseña a la Ilustración que si quiere ser efectivo en política debe hablar su lenguaje, utilizar sus recursos, en definitiva, aceptar que: si lo que se persigue es crear una nueva hegemonía no se puede olvidar que “La lucha por la hegemonía debería ante todo tener en cuenta cuáles son los verdaderos resortes del mundo en el que tiene que desenvolverse” (p.56). En los capítulos finales Fernández Liria se encarga de manera extensa de dos de estos “resortes” o movilizadores, como la religión y el sexo.

La primera mitad del libro finaliza con una constatación pesimista y es que la Ilustración ha sufrido dos importantes derrotas; la primera en su búsqueda de libertad e igualdad entre ciudadanos fue traicionada y desembocó en una proletarización global. En el entendido de que para los pensadores ilustrados ciudadano era aquel que no dependía de nadie, y que “no se puede hablar de ciudadanía ahí donde hay dependencia civil” (p.63), como sucede con el proletario. El que actualmente se emplee el término ciudadano para referirse a las personas del siglo XXI, afirma Liria, no es sino una ficción jurídica con la que los filósofos ilustrados estarían en desacuerdo. La segunda derrota viene dada por la historia que, contrario a lo que se pensaba, no ha terminado por expulsar a lo irracional del mundo, sino que se han agudizado y ha desembocado en el nihilismo y una nueva serie de supersticiones. Lo que esta derrota nos enseña es que la irracionalidad de las identidades y las creencias no es un fenómeno histórico destinado a desaparecer, sino que es algo antropológico, arraigado en la constitución misma del hombre, afirma el filósofo español.

Para contrarrestar este panorama pesimista Fernández Liria, en la segunda mitad del libro, emprende la defensa de la Ilustración; él está interesado en defender a la Ilustración a través de su legado político institucional. Para el autor la tradición republicana y su diseño institucional basado en la búsqueda de pesos y contrapesos capaces de garantizar el equilibrio de poderes representa una condición necesaria para alcanzar la gobernabilidad. El filósofo español asegura que esta herencia de la Ilustración es la única posibilidad de que la razón ocupe un lugar dentro de la política, pues hace necesario el diálogo para llegar a acuerdos:


La inmunidad parlamentaria, la libertad de expresión, la división de poderes, que impide al Gobierno legislar y al Parlamento juzgar… todas son medidas realistas para generar un espacio en el que la voz de la razón y de la libertad tengan así alguna oportunidad en este mundo (p.88).

 

El autor lamenta que el marxismo y la extrema izquierda hayan cometido el error teórico de no distinguir entre capitalismo y Estado moderno, al interpretar el Estado como un simple administrador de los intereses capitalistas; pues esto ha conducido a un error político, es decir, a la renuncia a dar la batalla en el terreno institucional, regalando así el legado teórico de la Ilustración que está detrás del Estado moderno y, por lo tanto, dejando las instituciones en manos de la derecha, mientras la izquierda se empeñaba en la que, para Fernández Liria, es la absurda tarea de crear algo completamente nuevo y distinto al Estado moderno.

Lo anterior conduce a la propuesta central del libro que es la defensa de una praxis política muy determinada: un populismo de izquierda que recupere lo mejor de la tradición republicana porque para el autor: “La única posibilidad de marcar un abismo con el populismo fascista reside en la referencia populista a los principios republicanos” (p.121). O como dirá más adelante se trata de “republicanizar el populismo”, de “ensayar la posibilidad de reconducir el populismo hacia […] una Ilustración verosímil o, mejor dicho, viable” (p.234). Frente a los “resortes del mundo” (las pasiones, las identidades, las creencias, etc.) que movilizan a la gente en un sentido político existe la posibilidad de, a través de una recuperación de la tradición republicana, producir objetividad política y encontrar un lugar a la razón. En este punto Fernández Liria es claro, una articulación entre populismo y republicanismo constituye la única vía de crear un populismo de izquierda.

Ahora que los populismos de derecha se presentan -aunque sea sólo discursivamente- como antisistema y empiezan a renegar del legado republicano, aparece la oportunidad de que la izquierda se posicione como defensora del orden institucional y conquiste el sentido común. Así es como interpreta el éxito de Podemos, que supo orientarse políticamente en esta dirección, “Entre muchas de las tendencias anarcolíquidas del 15-M, Podemos supo extraer de ahí la defensa de las instituciones frente al anarcocapitalismo de los mercados” (p.121). Y se presentó como un proyecto político que no sólo era una reacción que se conformaba con llenar las plazas ante cada nuevo atropello de la clase política, sino que apostó por competir dentro de las instituciones, dentro de sus medios de comunicación, y dejar atrás el ideal de pureza ideológica que conduce a un inmovilismo.

Finalmente, el autor aborda el tema de la religión y el sexo, dos de los que él llama “los resortes del mundo”, y con los que tanto la Ilustración como la izquierda han tenido una relación conflictiva. En el caso de la religión, Fernández Liria, busca poner sobre la mesa que existe una afinidad de principios y preocupaciones entre los proyectos políticos emancipatorios y el catolicismo como la búsqueda de la igualdad, la defensa del pobre, la preocupación por el prójimo, y la teología de la liberación sirve como ejemplo de todo ello. Así como también que en el fondo de toda religión existe una intención de tener razón, que con ayuda de la Ilustración y sus instituciones puede ser encauzada hacia una política de izquierdas; pero en todo momento también advierte sobre los límites y lo endeble de esta posibilidad.

En cuanto al último capítulo, el más extenso del libro, dedicado a la relación entre razón y sexo, lo primero que se puede decir al respecto es que la idea de fondo es que “No se puede resolver el problema de la mayoría de edad sin prestar toda la atención a la familia, la infancia y el sexo” (p.209), y Freud proporciona a la Ilustración las herramientas necesarias para conceptualizar el problema de la minoría de edad. La infancia, o el inconsciente para el psicoanálisis, no puede ser interpretada como una etapa a superar de una vez y para siempre, sino como algo que permanece ahí, que siempre retorna; y que, por lo tanto, la vida adulta en buena medida sólo significa renunciar a la satisfacción directa de los deseos infantiles y conformarse con una satisfacción de segundo orden o, en palabras del propio autor, que “lo que no puede ser satisfecho en los hechos se satisface en la estructura de los hechos” (p.174). En términos políticos esto significa que la razón ilustrada que tiene su materialización en las instituciones republicanas debe tener en cuenta que ellas son parte fundamental de esta estructura de los hechos, y que deben considerar las formas de satisfacer los deseos infantiles (o “irracionales), placeres producto de la pertenencia, las identidades, las supersticiones. En resumen: comprender que “No es posible ser adulto sin habilitar un lugar para la infancia.” (p.182) o, de otro modo, estos deseos aflorarán de otras maneras, como puede ser una deriva hacia el populismo de derechas.

El texto En defensa el populismo tiene dos grandes virtudes: su claridad expositiva, poco frecuente en los libros de filosofía sobre el tema, y el moverse a un mismo tiempo en el nivel teórico y el de la práctica política. En el nivel teórico su mayor novedad es la de demostrar la viabilidad de un entendimiento entre Ilustración y populismo donde “Mientras la Ilustración señala el horizonte de lo irrenunciable, el populismo marca la pauta de lo inevitable” (p.237); aunque también hay que señalar que, en este mismo nivel, hace falta un trabajo más preciso para lograr distinciones claves para la argumentación que pretende llevar a cabo como, por ejemplo, aquella entre Ilustración y capitalismo o entre progreso e historia, que a falta de mayor elaboración por momentos parece tratarse de un simple maniqueísmo. En cuanto al nivel de la praxis política queda la invitación de Fernández Liria a dar la batalla por la hegemonía entendida como sentido común y dejar de cometer el error de “entregar al enemigo el control sobre todos los resortes del mundo político” (p.140. Cursivas del autor), además de regalar un legado tan amplio como el de la Ilustración, es invaluable en todo contexto político.

 

Referencias bibliográficas

Fernández, C. (2016). En defensa del populismo. Madrid, España: Catarata.

 

Erick Israel Sepúlveda Murillo

Mexicano. Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Baja California, actualmente cursa la maestría en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus líneas de investigación e interés se enfocan a la filosofía política y la historia de la filosofía. Actualmente realiza una investigación de maestría acerca de la recepción del origen de la filosofía y sus implicaciones político-filosófica en la manera de comprender la historia de la filosofía.